Habiendo sobrevivido a las heridas que le causara la crucifixión, Jesús comenzó una segunda vida en Cachemira, adonde llegó en busca de las diez tribus perdidas de Israel. Allí murió a edad muy avanzada de muerte natural. Está enterrado en la capital de Cachemira, en donde se venera su tumba desde hace casi 1900 años.
¿SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE?
Jesús fue crucificado un viernes hacia el mediodía. Antes de caer la noche, ya muerto fue bajado de la cruz y depositado su cadáver en la gruta funeraria de José de Arimatea, cuya entrada fue taponada con una roca. El domingo siguiente, el cuerpo de Jesús había desaparecido inexplicablemente del interior de la gruta. Se había cumplido la profecía bíblica: había resucitado de entre los muertos. Tras una breve estancia en la Tierra, durante la cual sus discípulos entraron en contacto con él, Jesús ascendió al Cielo, donde está sentado a la derecha del Padre.
Esto es dogma de fe para la religión cristiana.
Pero, por otra parte, en el sector Khanyar de la ciudad de Srinagar, capital de Cachemira, está enterrado el cuerpo de Jesús en la cripta conocida por el nombre de «rozabal«.
¿Cómo explicar que Jesús esté sentado en el cielo y que al mismo tiempo yazca muerto en Cachemira? Algo no cuadra, a partir del hecho cierto de la crucifixión.
En tela de juicio están la muerte de Jesús en la cruz, su resurrección, y su ascensión al Cielo.
Porque no hay datos históricos que avalen su muerte en la Cruz. Tampoco nadie presenció la resurrección.
En cambio, hay indicios históricos de un hombre de ideas y filosofías idénticas, que a partir de aquellos años marcha hacia el Este, dejando testimonio de su vida y de sus actos. Un hombre que se encamina hacia Cachemira, se establece en ese país y muere en él. Su tumba se está venerando hoy en día en Srinagar, capital de Cachemira.
Leyendas, tradiciones y textos antiguos nos refieren esta segunda vida de Jesús al Norte de la India. Por esos documentos sabemos que Jesús tuvo hijos en Cachemira, y que de resultas de esta unión con una mujer, un hombre, Basharat Saleem, puede afirmar hoy ser el descendiente vivo de Jesús.
En la misma ciudad en que este descendiente por vía directa de Jesús conserva el árbol genealógico de su familia que, arrancando de Jesús llega íntegro y sin lagunas hasta su misma persona, un destacado arqueólogo, el Profesor Hassnain, director de los Archivos, Bibliotecas y Monumentos del Gobierno de Cachemira, está investigando intensamente las posibilidades para esta hipótesis de una segunda vida de Jesús.
Así, una realidad que es sabida a nivel de investigación y a nivel sectario por unas cuantas personas repartidas por todo el mundo, es sin embargo desconocida para la inmensa mayoría del público, que creo es ya hora de que sea informado de que el pilar sobre el que se asienta el Credo cristiano, Jesús, posiblemente no haya muerto en la cruz, sino que después de vivir una segunda etapa de su vida en tierras lejanas, muriera a edad muy avanzada, de muerte natural. Con ello, y sólo así, habría completado la misión para la que fue enviado a la Tierra, misión que incluía el encontrar y el predicar a las tribus perdidas de Israel, a los hijos de Israel.
Se establecen así puentes lógicos sobre unos vacíos en modo alguno claros, que ofrece el texto bíblico.
Debo señalar que los nombres Yusu, Yusuf, Yusaasaf, Yuz Asaf, Yuz-Asaph, Issa, Issana, Isa, que aparecen en textos, leyendas y recuerdos cachemires, son todos ellos traducciones del nombre de Jesús. Por lo tanto, cuando hablo de Jesús en las páginas que siguen, me puedo estar refiriendo a cualquiera de las traducciones de su nombre en las lenguas cachemir, árabe o urdú. También se refieren al nombre de Jesús prefijos toponímicos tales como Yus-, Ish- o Aish-.
«YO SOY INOCENTE DE ESTA SANGRE»
Antes de entrar en los detalles que me inducen a creer que Jesús no murió en la Cruz, creo conveniente dejar bien sentada la simpatía que Pilato, procurador romano de Judea que se vio forzado a decretar la muerte de Jesús, sentía por éste.
Leemos en el Evangelio de Juan (19,12):
..»Desde este momento Pilato intentó liberarlo (a Jesús); pero los judíos gritaban: ‘si lo dejas ir, no eres amigo del César; todo aquel que se declara rey se declara en contra del César'».
Y continúa Mateo (27,24):
..»Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que el tumulto aún crecía, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo diciendo: yo soy inocente de esta sangre; vosotros mismos.»
Evidentemente, Pilato no deseaba la muerte de Jesús. Pero los judíos declararon a Jesús un rebelde, que deseaba llegar a ser rey. Advirtieron a Pilato que si le dejaba libre sería él el desleal al César. A Pilato, que no se podía jugar su alto cargo, y al que no convenía en modo alguno la enemistad del César, sólo le quedaba la opción de ajusticiar a Jesús de tal forma que, aparentemente muerto, pudiera sin embargo seguir con vida. Así fijó en primer lugar la crucifixión en un viernes, a pocas horas de la puesta del sol, y a punto de caer la noche del gran Sabbath. Especulaba Pilato con que, de acuerdo con las leyes judías, el cuerpo de Jesús no podía permanecer en la cruz después del anochecer. También en el instante preciso, aparece en escena un hombre llamado José, declarado amigo de Pilato y persona notable de la localidad, discípulo secreto de Jesús. Este hombre se lleva el cuerpo de Jesús a un lugar en el que los judíos no tenían nada que buscar.
JESÚS NO MURIÓ EN LA CRUZ
Analicemos desde varios ángulos la real probabilidad de que Jesús no muriera en la cruz.
En primer lugar hay que considerar que Jesús no permaneció muchas horas crucificado. Fue bajado de la cruz en la tarde del mismo día en que le fue dictada y ejecutada la sentencia.
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§ Jesús fue crucificado en un viernes.
§ El sábado es el Sabbath judío.
§ Esta circunstancia obligaba a bajar el cuerpo de Jesús antes de la caída de la noche, ya que el dí judío comenzaba con la entrada de la noche, o sea que el sábado comenzaba a contar a partir de la noche del viernes.
§ Estaba prohibido, según las leyes judías, dejar colgado en la cruz a un ajusticiado durante el día sagrado del Sabbath
Insisto en que Jesús sólo permaneció en la cruz durante algunas horas, porque se podía vivir durante varios días en esta horrible condición. El verdadero objeto de la crucifixión no era la muerte inmediata, sino que era una tortura que se prolongaba a lo largo de 3 ó 4 días. Conviene tener presente que si a un crucificado se le bajaba de la cruz a tiempo y se le trataba cuidadosamente, generalmente se recobraba y sobrevivía.
Considérese ahora que Jesús fue crucificado junto con dos malhechores. Los tres, por lo tanto, están sufriendo un mismo suplicio, como leemos en Lucas (23,40) que un ladrón le dice al otro: «¿Tú tampoco temes a Dios, tú que te hallas en un mismo suplicio?». Pero resulta que en el momento de bajarlos de la cruz al mismo tiempo que a Jesús, los dos ladrones siguen con vida, por lo cual los soldados romanos les quiebran las piernas para que acaben de morir. Es improbable que Jesús, habiendo sufrido el mismo suplicio, hubiera muerto ya.
Además Pilato, persona que conocía por experiencia lo que tarda una persona en morir en la cruz, se extrañó de que Jesús hubiera muerto ya. Cuando José de Arimatea fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, leemos textualmente en Marco (15,44): «Pilato se extrañó de que hubiera ya muerto».
También es harto conocido el hecho de que cuando el centurión romano prueba si Jesús está muerto hiriéndole con su lanza en un costado, de la herida fluye agua y sangre. Pero de un cuerpo muerto brotan únicamente algunas gotas de sangre espesa. Llegados a este punto nos interesa recordar que el llamado «sudario de Turín» ha quedado recientemente demostrado ser el auténtico lienzo con el que fuera envuelto el cuerpo de Jesús una vez bajado de la cruz, y que de su análisis se desprende que este cuerpo seguía con vida en aquellos momentos.
JESÚS SALE VIVO DEL SEPULCRO
Una vez bajado Jesús de la cruz, según vimos con vida, se suceden una serie de acontecimientos que indican que se le intentó curar y que salió también con vida de su sepultura. Recuérdense aquí los sentimientos de simpatía de Pilato hacia Jesús.
Observemos en primer lugar que Jesús fue entregado, no a sus enemigos, sino a quienes le eran amigos. Así leemos en el Evangelio de San Juan (19,38-39):
(15, 46-47; 16, 1-7):
«Este (José de Arimatea) compró una sábana, bajó el cuerpo, lo envolvió en la sábana, lo depositó en un sepulcro tallado en la roca e hizo rodar una piedra para tapar la puerta del sepulcro. María Magdalena y María, madre de José, miraban dónde lo ponían. Pasado el sábado, María Magdalena, madre de Jaime, y Salomé compraron perfumes para ir a ungirlo. De buena mañana, el domingo, llegaron al sepulcro a la salida del sol. Y se decían entre ellas: ¿Quién nos separará la piedra de la puerta del sepulcro? miraron, y vieron que habían separado ya la piedra; era realmente muy grande. Entraron entonces en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con un hábito blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: no tengáis miedo. Buscáis a Jesús de Nazareth, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; ved el lugar en que le pusieron. Pero id, y decidles a sus discípulos y a Pedro que os precede a Galilea; allá lo veréis tal como os dijo.»
La afirmación de que María Magdalena, María y Salomé entraron en el sepulcro, indica las dimensiones espaciosas de éste.
Por una parte existen indicios claros de que Jesús fue curado de sus heridas por Nicodemo. Este le aplicó un ungüento que curaba las heridas y facilitaba la circulación libre de la sangre en el cuerpo. El ungüento aplicado por Nicodemo a Jesús se conoce por el nombre de Marham-I-Isa (el ungüento de Jesús) o también Marham-I-Rosul (el ugüento del profeta), ungüento citado en numerosos tratados médicos orientales en muchos de los cuales se afirma también que es un ungüento aplicado a las heridas de Jesús cuando fue bajado de la cruz. El más conocido de estos tratados es el famoso Cánon de Avicena.
JESÚS RESUCITADO COME PAN Y PESCADO
Jesús, curado de sus heridas y abandonado el sepulcro, se pone en marcha para huir de sus enemigos, comenzando así una nueva etapa de su vida humana. La misma Biblia nos demostrará cómo la imagen de Jesús vista después de su salida del sepulcro, es la imagen de un cuerpo humano físico, y no la imagen de un ente divino o espiritual.
Salido del sepulcro, Jesús se encuentra primero con María Magdalena y su compañera, que abrazan sus pies —señal de que era un cuerpo físico—, y a las que Jesús encarga que comuniquen a sus discípulos que se trasladen a Galilea donde se reunirán con él.
Luego Jesús será visto por Jaime y por Pablo, como lo leemos en la primera epístola de este último a los corintios (15, 7-8).
Jesús se encuentra esporádicamente con sus amigos, no osando dejarse ver abiertamente en público, por temor a que le reconozcan y prendan los judíos. Si leemos atentamente el Evangelio de Mateo veremos claramente expresado este temor (28, 8):
«Se fueron inmediatamente del sepulcro (se refiere a María y su compañera) con gran temor y gran alegría, y corrieron a anunciarlo a los discípulos».
Es evidente que las dos mujeres dentro de la alegría de saber que Jesús estaba vivo, albergaban un gran temor de que fuera descubierto. El mismo Jesús se da cuenta de ello e intenta apaciguarlas (10):
«Entonces Jesús les dijo: No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que se vayan a Galilea y allá me verán».
Luego, Jesús emprende una caminata a pie de unos 100 kilómetros para llegar a Galilea y despistar así a sus posibles perseguidores.
Pero veamos más pruebas de que Jesús seguía en su cuerpo humano terrestre, y que no se había espiritualizado. Leemos así en el Evangelio de Lucas, cuando Jesús se aparece a los apóstoles (24, 37-39):
«Despavoridos y llenos de temor, pensaron que veían a un espíritu, y él les dijo:¿Por qué os asustáis y por qué os vienen al corazón estos pensamientos? Miradme las manos y los pies que soy yo mismo; palpadme y mirad, que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo».
Dos versículos más adelante Jesús de repente muestra tener hambre. Algo absolutamente inconcebible en un ente divino o en un ente espiritual. Así lo leemos (41-43):
«Entonces les dijo: ¿Tenéis aquí algo para comer? Ellos le dieron un trozo de pescado a la brasa; lo tomó y se lo comió delante de ellos».
Vayamos al Evangelio de Juan. Leemos ahí (20,27) cómo Tomás palpa las heridas de Jesús. Demuestra así que lo que se les apareció era un cuerpo tangible de carne y huesos:
«Después le dijo a Tomás: Acerca el dedo aquí y mira mis manos, y acerca, y acerca la mano y ponla en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente».
Lo que queda claro es que Jesús tenía que desaparecer de Palestina. Tomó, como hemos visto, los últimos contactos con sus discípulos, contactos esporádicos para no ser descubierto, y emprendió la marcha hacia el Este. Era, al fin y al cabo, un hombre perseguido. Para no ser descubierto, incluso se disfraza durante los últimos días de su estancia en Palestina, como lo demuestra el texto del Evangelio de Marco (16,12):
«Después de esto se apareció en una figura distinta a dos de ellos que caminaban e iban hacia el campo»