Archivo por días: septiembre 3, 2010

DÉCIMO PRIMERA CONCLUSIÓN 2ª parte

Siguiendo el post http://maestroviejo.wordpress.com/2010/09/02/decimo-primera-conclusion-1%C2%AA-parte/

seguimos analizando los focos de civilización post diluvianos.

6.2 Sumeria

La civilización sumeria (La primera que acepta la historia oficial) comenzó sobre el 3.800 a C. según el Libro “ El 12 planeta” de por Zecharia Sitchin:

15 – EL REINO EN LA TIERRA

El Diluvio, una experiencia traumática para la Humanidad, no lo fue menos para los «dioses», los nefilim.

Tal como decían las listas de reyes sumerios, «el Diluvio había arrasado», y el esfuerzo de 120 shar’s había desaparecido de la noche» a la mañana. Las minas del sur de África, las ciudades en Mesopotamia, el centro de control de Nippur, el espaciopuerto de Sippar;(De nuevo se confirma una expansión mínima antes del diluvio y máxima después de él) todo estaba enterrado bajo el agua y el lodo. Cerniéndose en sus lanzaderas por encima de la ahora devastada Tierra, los nefilim esperaban pacientemente a que las aguas se apaciguaran para poder poner el pie de nuevo en tierra firme.


¿Cómo iban a vivir en la Tierra a partir de ahora, cuando ciudades e instalaciones habían desaparecido, incluso cuando la mano de obra -la Humanidad- había sido totalmente destruida?


Cuando los asustados, exhaustos y hambrientos grupos de nefilim aterrizaron por fin en los picos del «Monte de la Salvación», debieron sentir cierto alivio al descubrir que el Hombre, así como los animales, no habían perecido por completo. Incluso Enlil, enfurecido al principio al descubrir que sus objetivos se habían frustrado en parte, no tardó en cambiar de opinión.


La decisión de la deidad era una decisión práctica. Enfrentados con su propia situación extrema, los nefilim dejaron a un lado sus inhibiciones con respecto al Hombre, se arremangaron y se pusieron de inmediato a enseñar al Hombre las artes del cultivo de la tierra y de la cría del ganado. D
ado que la supervivencia, claro está, dependía de la rapidez con la cual se desarrollaran la agricultura y la domesticación de animales para sustentar a los nefilim y a una Humanidad que se iba a multiplicar rápidamente, los nefilim pusieron su avanzado conocimiento científico en el empeño.


Sin ser conscientes de la información que se podía recoger de los textos bíblicos y sumerios, muchos científicos que han estudiado los orígenes de la agricultura han llegado a la conclusión de que ésta se «descubrió» hace unos 13.000 años gracias al clima neotérmico (<<nuevamente cálido») que siguió al fin de la última glaciación. Sin embargo, mucho antes que los expertos modernos, la Biblia ya había situado los comienzos de la agricultura inmediatamente después del Diluvio.


«Sementera y Siega» se citan en el Génesis como dones divinos concedidos a Noé y a sus descendientes como parte de la alianza posterior al Diluvio entre la Deidad y la Humanidad:

Mientras haya días en la Tierra,
no cesarán
Sementera y Siega,
Frío y Calor,
Verano e Invierno,
Día y Noche.

Después de ser concedido el conocimiento de la agricultura, «Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña»; es decir, se convirtió en el primer labrador postdiluviano que se involucró en la deliberada y complicada labor agrícola.


Los textos sumerios también atribuyen a los dioses la concesión de la agricultura y de
la domesticación de animales a la Humanidad.


Siguiendo el rastro de los comienzos de la agricultura, los expertos modernos han descubierto que ésta apareció en Oriente Próximo,
pero no en los fértiles llanos y valles de fácil cultivo, sino en las montañas que bordean en semicírculo las llanuras bajas. ¿Por qué aquellos primitivos agricultores evitaron los llanos y limitaron sus labores a los difíciles terrenos montañosos?


La única respuesta plausible es que las tierras bajas eran, en el momento en el que comenzó la agricultura, inhabitables. Hace 13.000 años, después del Diluvio, las zonas bajas aún no estaban suficientemente secas. Pasaron milenios antes de que llanos y valles se secaran lo suficiente como para permitir que la gente bajara de las montañas que rodean Mesopotamia y se establecieran en las llanuras. Y esto es, ciertamente, lo que nos cuenta el Libro del Génesis: muchas generaciones después del Diluvio, la gente llegó «desde oriente» -desde las zonas montañosas al este de Mesopotamia- «hallaron una vega en el
país de Senaar [Sumer] y allí se establecieron».


Los textos sumerios dicen que Enlil fue el primero en sembrar cereales «en los terrenos de las colinas» -en las montañas, no en los llanos- y que hizo posible el cultivo en las montañas manteniendo a distancia las aguas de la inundación. «Él cerró el paso a las montañas como con una puerta». El nombre de esta tierra montañosa al oriente de Sumer, E.LAM, significaba «casa donde germinó la vegetación». Después, dos de los ayudantes de Enlil, los dioses Ninazu y Ninmada, extendieron el cultivo de cereales a las llanuras para que, con el tiempo, «Sumer, el país que no conocía el grano, conociera el grano».


Los expertos, que han dejado establecido que la agricultura comenzó con la domesticación de una variedad silvestre de trigo -el Triticum dicoccum- como origen del trigo y la cebada, no pueden explicar cómo puede ser que los cereales más antiguos (como aquellos encontrados en cueva de Shanidar) fueran ya uniformes y estuvieran altamente especializados.
Se necesitan miles de generaciones de selección genética a través de la naturaleza para conseguir siquiera un modesto grado de sofisticación. Sin embargo, el período, el tiempo o el lugar en el cual pudo tener lugar un proceso tan gradual y prolongado no se encuentra por ninguna parte en la Tierra. No existe explicación para este milagro botánico-genético, a menos que el proceso no fuera de selección natural, sino de manipulación artificial.


En la escanda, una clase de trigo de grano duro, hay un misterio aun mayor, pues resulta ser el producto de «una mezcla inusual de genes botánicos», no del desarrollo de una fuente genética ni de la mutación de una fuente. Es, con toda seguridad, el resultado de la mezcla de genes de varias plantas. Y, por otra parte, también resulta cuestionable la idea de que el Hombre, en unos cuantos miles de años, pudiera transformar a los animales a través de la domesticación.
Los expertos no tienen respuestas para estos misterios, ni tampoco para la pregunta general de por qué el semicírculo montañoso de Oriente Próximo se convirtió en una fuente constante de nuevas variedades de cereales, plantas, árboles, frutas, verduras y animales domesticados.


Los sumerios conocían la respuesta. Ellos decían que las semillas fueron un regalo de Anu a la Tierra desde su Morada Celeste. El trigo, la cebada y el cáñamo bajaron a la Tierra desde el Duodécimo planeta. La agricultura y la domesticación de animales fueron regalos que Enlil y Enki, respectivamente, hicieron a la Humanidad.


No sólo la presencia de los nefilim, sino también las llegadas •periódicas del Duodécimo Planeta parecen encontrarse detrás de las tres fases cruciales de la civilización postdiluviana del Hombre: la agricultura, alrededor del 11000 a.C; la cultura neolítica, alrededor del 7500 a.C; y la repentina civilización del 3800 a.C, todas tuvieron lugar con intervalos de 3.600 años.


Parece que los nefilim le pasaron conocimiento al Hombre en dosis medidas, según intervalos que se corresponden con los periódicos retornos del Duodécimo Planeta a las inmediaciones de la Tierra. Era como si una inspección sobre el terreno, una consulta cara a cara, sólo posible durante el período de «ventana» que permitía los aterrizajes y los despegues entre la Tierra y el Duodécimo Planeta, hubiera tenido lugar entre los «dioses» antes de que se diera otro «empujón».


«La Epopeya de Etana» proporciona una vislumbre de las deliberaciones que tenían lugar. En los días que siguieron al Diluvio, dice:

Los grandes Anunnaki que decretaban el destino
se sentaron para intercambiar opiniones respecto a la tierra.
Ellos, que habían creado las cuatro regiones,
que levantaron los asentamientos, que supervisaron la tierra,
eran demasiado elevados para la Humanidad.

Ya hemos dicho que los nefilim llegaron a la conclusión de que necesitaban un intermediario entre ellos y las masas de seres humanos. Ellos eran, así lo decidieron, los dioses -elu en acadio, que significa «los nobles», «los elevados». Así pues, como puente entre ellos, los señores, y la Humanidad, introdujeron la «Realeza», el «Reino» en la Tierra, nombrando un soberano humano que asegurara el servicio de la Humanidad a los dioses y canalizara las enseñanzas y las leyes desde los dioses hasta el pueblo.


Hay un texto que trata de este tema y que describe la situación antes siquiera que tiara o corona alguna se hubieran puesto sobre cabeza humana, o cetro se hubiera transmitido; todos estos símbolos de la Realeza -más el cayado del pastor, símbolo de la justicia- «estaban puestos delante de Anu en el Cielo». Sin embargo, cuando los dioses tomaron la decisión, «el Reino descendió desde el Cielo» a la Tierra.


Tanto los textos sumerios como los acadios dicen que los nefilim retuvieron el «señorío» sobre las tierras, e hicieron que la Humanidad reconstruyera primero las ciudades antediluvianas exactamente donde habían estado originalmente, y tal como habían sido planificadas: «Que los ladrillos de todas las ciudades se pongan en los lugares que les corresponden, que todos [los ladrillos] descansen en lugares sagrados». Eridú, por tanto, fue la primera en ser reconstruida.


Después, los nefilim ayudaron a los humanos a planificar y construir la primera ciudad real, y la bendijeron. «Que la ciudad sea el nido, el lugar donde la Humanidad repose. Que el Rey sea un Pastor».


La primera ciudad real del Hombre, nos dicen los textos sumerios, fue Kis. «Cuando el Reino volvió a bajar del Cielo, el Reino estuvo en Kis». Desgraciadamente, las listas de reyes sumerios están mutiladas, precisamente, en el lugar donde estaba inscrito el nombre del primer rey humano. Sin embargo, sabemos que aquel hombre dio inicio a un largo linaje de dinastías cuya sede real cambió de Kis a Uruk, Ur, Awan, Hamazi, Aksak, Acad y, más tarde, a Assur, Babilonia y otras capitales más recientes.


La bíblica «Tabla de las Naciones» listaba del mismo modo a Nemrod -e
l patriarca de los reinos en Uruk, Acad, Babilonia y Asiría- como descendiente de Kis, y documenta la propagación de la Humanidad, de sus tierras y Reinos, con la expansión de las tres ramas en las que se dividió el género humano después del Diluvio. Estas tres ramas las compusieron los descendientes de los tres hijos de Noé: los pueblos y las tierras de Sem, que habitaron Mesopotamia y las tierras de Oriente Próximo; los de Cam, que habitaron África y parte de Arabia; y los de Jafet, los indoeuropeos de Asia Menor, Irán, India y Europa. (Aquí se ve la expansión, del sur de Africa a la totalidad de Africa y además Europa)


Estas tres grandes agrupaciones fueron, sin lugar a dudas, tres de las «regiones» sobre cuyo asentamiento discutieron los grandes anunnaki. A cada una de las tres se le asignó una de las divinidades principales. Una de éstas fue, cómo no, la misma Sumer, la región de los pueblos semitas, el lugar donde surgió la primera gran civilización del Hombre.


Las otras dos también se convirtieron en focos de civilizaciones florecientes. Alrededor del 3200 a.C. -unos quinientos años después del surgimiento de la civilización sumeria- estado, Reino y civilización hicieron su primera aparición en el valle del Nilo, que llevaría, con el tiempo, a la gran civilización de Egipto.


Hasta hace unos cincuenta años, no se sabía nada de la primera civilización indoeuropea importante. Pero, en estos momentos, está plenamente aceptado que, en tiempos muy antiguos, hubo una avanzada civilización en el valle del Indo, con grandes ciudades, una agricultura desarrollada y un floreciente comercio. Según creen los expertos, esta civilización apareció unos mil años después del comienzo de la civilización sumeria.
(Fig. 161)


Tanto los textos antiguos como las evidencias arqueológicas atestiguan los estrechos lazos culturales y económicos que había entre estas dos civilizaciones de valles fluviales por una parte y la civilización sumeria por otra. Además, existen evidencias, tanto directas como circunstanciales, que han convencido a muchos expertos de que las civilizaciones del Nilo y el Indo no sólo estaban conectadas entre sí, sino que eran, además, descendientes de la civilización más antigua, la mesopotámica.


Se ha descubierto que los monumentos más impresionantes de Egipto, las pirámides, son, por debajo de su «piel» de piedra, imitaciones de los zigurats mesopotámicos, y existen razones para creer que el ingenioso arquitecto que diseñó los planos de las grandes pirámides y supervisó su construcción era un sumerio al que se veneraba como un dios.
(Fig. 162) (Sobre este particular, si lo zigurats son la base y la pirámides la copia, parece que la copía es claramente mejor que el original)


El antiguo nombre de Egipto en su propio idioma era el de «Tierra Levantada» y en su memoria prehistórica se afirmaba que «un dios muy grande apareció en tiempos antiguos» y encontró aquella tierra bajo el agua y el lodo. Este dios llevó a cabo grandes obras de restauración, levantando literalmente a Egipto desde debajo de las aguas. La «leyenda» describe con pulcritud el bajo valle del Nilo después del Diluvio; este dios de antaño, se puede demostrar, no fue otro que Enki, el ingeniero jefe de los nefilim.


Aunque se sabe aún relativamente poco de la civilización del valle del Indo, sabemos que ellos también veneraban el doce como número divino supremo, que representaban a sus dioses como seres de aspecto humano que llevaban tocados con cuernos, y que reverenciaban el símbolo de la cruz -el signo del Duodécimo Planeta.
(Figs. 163,164)


Si estas dos civilizaciones eran de origen sumerio, ¿por qué son diferentes sus lenguajes escritos? La respuesta de los científicos es que los lenguajes no son diferentes. Esto se reconoció ya en 1852, cuando el reverendo Charles Foster (The One Primeval Language) demostró hábilmente que todas las lenguas antiguas descifradas entonces, incluido el chino primitivo y otras lenguas del lejano oriente, provenían de una única fuente primitiva -que, después, resultaría ser el sumerio.


Los pictogramas similares no sólo tenían significados similares, lo cual podría ser una coincidencia lógica, sino que también compartían los mismos significados múltiples y los mismos sonidos fonéticos -cosa que sugiere un origen común. Recientemente, los expertos han demostrado que las primeras inscripciones egipcias empleaban un lenguaje que indicaba una elaboración escrita previa; y el único lugar donde se había desarrollado previamente un lenguaje escrito era Sumer.


Así pues, tenemos un único lenguaje escrito que, por algún motivo, se diferenció en tres lenguas: mesopotámica, egipcia/camita e indoeuropea. Es posible que esta diferenciación acaeciera por sí misma con él tiempo, la distancia y la separación geográfica, pero los textos sumerios afirman que ocurrió como consecuencia de una decisión deliberada de los dioses; una decisión auspiciada, una vez más, por Enlil. Las historias sumerias sobre el tema se corresponden con la bien conocida historia bíblica de la Torre de Babel, en la cual se nos cuenta «que toda la Tierra era de un mismo lenguaje y de las mismas palabras». Pero, después de que la gente se estableciera en» Sumer, de que aprendiera el arte de hacer ladrillos, de construir ciudades y de levantar altas torres (zigurats), planearon hacerse un shem y una torre para lanzarlo. De ahí que «el Señor embrollara la lengua de la Tierra».



La deliberada elevación de Egipto desde debajo de las fangosas aguas, las evidencias lingüísticas y los textos bíblicos y sumerios apoyan nuestras conclusiones de que las dos civilizaciones satélites no se desarrollaron por casualidad. Al contrario, fueron planificadas y puestas en marcha de forma deliberada por los nefilim.


Temiendo, evidentemente, una especie humana unificada en cultura y objetivos, los nefilim adoptaron una política imperialista: «Divide y vencerás». Pues, mientras la Humanidad alcanzaba niveles culturales entre los que se daban, incluso, los esfuerzos aeronáuticos -tras lo cual «nada de cuanto se propongan les será imposible»-, los nefilim eran un grupo en declive. Hacia el tercer milenio a.C, hijos y nietos, por no decir nada de los humanos de parentesco divino, se aglomeraban entre los grandes dioses de antaño.


La agria rivalidad entre Enlil y Enki la heredaron sus hijos principales, y con ello sobrevinieron feroces luchas por la supremacía. Hasta los hijos de Enlil -como vimos en capítulos anteriores- luchaban entre sí, al igual que los hijos de Enki. Al igual que sucediera en la historia humana que conocemos, los señores intentaban mantener la paz entre sus hijos dividiendo la tierra entre sus herederos, y, en al menos un caso conocido, un hijo de Enlil (Ishkur/Adad) fue apartado deliberadamente por su padre de aquel ambiente enrarecido enviándolo como deidad local al País de la Montaña.


Con el transcurso del tiempo, los dioses se convirtieron en señores, guardando celosamente cada uno de ellos el territorio, la industria o la profesión sobre la cual se les había dado dominio. Los reyes humanos eran los intermediarios entre los dioses y una humanidad que seguía creciendo y expandiéndose. Las demandas de los antiguos reyes para que fueran a la guerra, conquistaran nuevas tierras o sojuzgaran a pueblos distantes «por orden de mi dios» no se podían tomar a la ligera. Los dioses conservaban los poderes para dirigir los asuntos exteriores, pues estos asuntos involucraban a otros dioses en otros territorios, de modo que tenían la última palabra en materias de guerra o paz.


Con la proliferación de pueblos, estados, ciudades y villas, se hizo necesario encontrar fórmulas para recordarle al pueblo quién era su señor o «elevado» particular. En el Antiguo Testamento resuena el problema de hacer que la gente se adhiera a su dios y no «se prostituya con otros dioses». La solución consistió en establecer muchos lugares de culto, y en poner en cada uno de ellos los símbolos y la semejanza de los dioses «correctos». La era del paganismo había comenzado.

Los textos sumerios nos dicen que, después del Diluvio, los nefilim sostuvieron prolongadas reuniones para sopesar el futuro de los dioses y del Hombre en la Tierra. Como resultado de estas reuniones, «crearon cuatro regiones». En tres de ellas -Mesopotamia, el valle del Nilo y el valle del Indo- se instaló el Hombre.


La cuarta región era «sagrada» -un término cuyo significado literal original era «dedicado, restringido». Dedicado sólo a los dioses, era una «tierra pura», una zona a la que sólo se podía acceder con autorización; entrar en ella sin permiso podía llevar rápidamente a la muerte, propiciada por fieros guardianes con «armas terroríficas». A esta tierra o región se le llamó TIL.MUN (literalmente, «el lugar de los misiles»). Era la zona restringida donde los nefilim habían vuelto a construir su base espacial después de que la de Sippar hubiera sido arrasada por el Diluvio.


Una vez más, la zona se puso bajo el mando de Utu/Shamash, el dios encargado de los cohetes ígneos. Los héroes de la antigüedad, como Gilgamesh, se esforzaron por encontrar este País de Vida, para ser llevados en un shem o un Águila hasta la Morada Celeste de los Dioses. Recordemos la súplica de Gilgamesh a Shamash:

Déjame entrar en el País, deja que me eleve en mi Shem…
Por la vida de mi madre diosa que me dio a luz,
del puro y fiel rey, mi padre-¡dirige mis pasos hacia el País!

Los relatos antiguos -incluso la historia escrita- recuerdan los incesantes esfuerzos de los hombres por «alcanzar la tierra», por encontrar la «Planta de la Vida», por lograr la dicha eterna entre los Dioses del Cielo y la Tierra. Es éste un anhelo que se encuentra en el núcleo de todas las religiones cuyas raíces se encuentran en Sumer: la esperanza en que el ejercicio de la justicia en la Tierra vendrá seguido por una «vida después de la vida» en una Divina Morada Celeste.


Pero, ¿dónde se encontraba esta esquiva tierra del contacto divino?


Se puede responder a esta pregunta. Las pistas están allí. Pero, más allá, aparecen otras preguntas. ¿Se ha vuelto a encontrar a los nefilim desde entonces? ¿Qué sucederá cuando se les vuelva a encontrar?


Y, si los nefilim fueron los «dioses» que «crearon» al Hombre en la Tierra, ¿fue solamente la evolución en el Duodécimo Planeta la que creó a los nefilim
?

6.3 LA INDIA.-

Se desarrolló a partir de 2.900 a. C.  y a lo que parece, y tal y como se indica en el libro del 12Planeta, los Nefilim pugnan unos con otros por la preponderancia, guerrean entre ellos hasta convertirse en unos señoríos (tipo edad media).

En este blog ya tratamos el tema de los Vimana

Ramaiana

En las páginas del Ramaiana —gran poema épico hindú atribuido el poeta Valmiki— se encuentran alusiones a carros voladores que habrían sido utilizados en el curso de las guerras entre los dioses del panteón hindú.

Mientras se iban desarrollando estas cosas, Rama, el Kakutsida, le dijo a Vibhishana: «Ocúpate de procurarme un pronto regreso a mi ciudad. El camino a Ayodhyá es muy difícil de recorrer». A lo que respondió Vibhishana: «Hijo de monarca de la Tierra, yo cuidaré que te conduzcan a tu ciudad. Hay un carro llamado pushpaka, carro incomparable, resplandeciente como el Sol y que marcha por sí mismo. Montado sobre ese carro, él te conducirá sin inquietud hasta Aiodhiá.
Tras estas palabras Vibhishana llamó urgentemente al carro parecido al Sol, acompañado por su hermano y por la ilustre videhana, encendida de rubor. El raghuida, ya montado, le dijo a Sugriva: «Apresúrate a subir en el carro con tus generales, Sugriva. Sube también con tus ministros, Vibhishana, monarca de los rakshasas. Al instante, Sugriva con los reyes de los simios, y Vibhishana con sus ministros, llenos de alegría, montaron en el gran carro pushpaka. Cuando todos estuvieron embarcados, Rama ordenó al vehículo que partiese y el incomparable carro de Kuvera se elevó hacia el mismo seno de los cielos. El carro volaba como una gran nube empujada por los vientos. Desde allí paseando su mirada por doquier, el guerrero descendiente de Raghú, dijo a Sita la mithiliana, la del rostro bello como el astro de la noche: «Mira, ya veo el palacio de mi madre… ¡Ayodhyá! ¡Inclínate ante ella, Sita, mi videhana, hete aquí de regreso!

Apenas la muchedumbre, presurosa, les vio llegar como un segundo sol y con tan rápida marcha, el aire fue rasgado con potentes gritos de alegría, lanzados por ancianos, mujeres y niños. Todos gritaban: «¡Aquí está Rama!». Bharata, pasando de la tristeza a la alegría, se acercó, con las manos juntas y honró a Rama: «Sé bienvenido», pronunció, con el respeto que le merecía su hermano. Pero éste se apresuró a alzarlo, lo apretó contra su pecho y lo estrechó entre sus brazos con alegría

Majábharata

En el Majábharata no se nombra a los vímanas, pero sí el uso de armas míticas, como el brahmāstra (‘arma de el dios Brahmā’).

Otras menciones en textos sánscritos

En los Vedas dice que el dios del Sol viaja en un carruaje vímana luminoso (que sería el propio Sol), y otros dioses vuelan carruajes vímanas con ruedas, empujados por animales, generalmente caballos (aunque el carruaje del dios védico Pushan es empujado por cabras).
Según el Rāmāyana, el demonio Rávana volaba en un pushpaka (vímana de flores).
El nau-vímana que aparece en el Raghu Vamsa 16.68 podría ser un vímana con forma de nave.
Textos de la India tardíos: otros vehículos voladores, y a veces se utiliza como una manera poética de mencionar vehículos comunes terrestres.
En algunos lenguajes modernos de la India, por ejemplo en guyaratí, la palabra vimania significa ‘avión’.
A principios del siglo XX, un médium hindú escribió en sánscrito un texto supuestamente antiguo (aunque lleno de errores de concepto y anacronismos): el Vaimanika shastra.

6.4 CIVILIZACIONES PRECOLOMBINAS.-


Ya vimos en post recientes, la Historia de estas civilizaciones

En las Tierras americanas y siguiendo el libro de Los reinos perdidos de Sitchin, leemos entre lineas.

1º La primera época antidiluviana muestra un territorio dominado por los Atlantes. Tomemos por ejemplo al Dios Viracocha y su religión la adoración a la madre tierra y al fuego.

2º Posteriormente los Nefilim (Barbudos, altos y gigantes) intentan conquistar el continente pero, son rechazados por los Atlantes que de nuevo renuevan su domínio sobre este territorio.

3º después del Diluvio, quedan las ruinas de Machu pichu, inicialmente atlante. Fue el final del Imperio Antiguo, como ya vimos. El pueblo realiza una huida al reducto de las montañas Machupichu y abandona la capital que cae en manos de los Nefilim. Se olvida entonces la escritura.

4º Posteriormente los Nefilim hacen bajar a los hombres de la ciudad refugio, nombran a la realeza que sirva de intermediario con ellos.

La siguiente etapa que habíamos completado en “La Historia Verdadera” Era la de las Religiones, teniendo de referencia el antiguo testamento. Sin embargo hay nueva documentación que es preciso analizar

Para no hacer más largo este post, dejamos en este punto de los focos culturales. Para ir tratando más detenidamente las siguientes etapas, más adelante.