El cambio de régimen en Siria era una conclusión inevitable desde 1991. El general Wesley Clark en un discurso pronunciado en 2007 en California recordó una conversación de 1991 entre él mismo y entonces Subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz. Wolfowitz indicó que Estados Unidos tenía entre 5 a 10 años para eliminar a los «regímenes clientes» de los soviéticos, es decir, Siria, Irán e Irak, antes que se levantare la próxima superpotencia a desafiar la hegemonía occidental. La «próxima superpotencia» abarca, irónicamente, a Rusia, recuperándose del intento de venta de los oligarcas, como Mijaíl Jodorkovski, y por supuesto, una China en ascenso.
Preparando el Escenario
Mientras esta trama se desarrolla, vemos en retrospectiva que cada desestabilización fue provocada y alimentada con un orden específico en mente. Túnez y Egipto se derrumbaron a ambos lados de Libia, mientras los temblores de desestabilización sacudían a toda la región en general, incluso a Arabia Saudita y Jordania. El nuevo «reordenamiento» del Medio Oriente sería extorsionado para respaldar la intervención militar occidental en Libia, que fue el siguiente blanco. Los vulnerables gobiernos de Túnez y Egipto, comenzaron a servir como conductos de armas y suministros para llegar a los rebeldes respaldados por Estados Unidos en su intento de derrocar a Gadafi. Del mismo modo, como el gran premio en el Medio Oriente es Irán, Siria está siendo sistemáticamente desbaratada primero para debilitar y aislar aún más a Teherán.
Irán se ha estado sitiado durante años por operaciones encubiertas de fuerzas especiales y de inteligencia estadounidenses que operan dentro de Irán, entrenando, armar y apoyando a organizaciones terroristas en actividades contra el gobierno de Irán, así como asesinatos y sabotaje de las infraestructuras iraníes. Todo esto ha sido meticulosamente documentado, planificado y preparado, de entre las páginas del informe del Brookings Institute, «¿Qué Camino a Persia?».
Los think tanks corporativo-financieros han llegado al consenso general de que el orden mundial unipolar del «derecho internacional», y «las instituciones internacionales» tiene primacía por sobre la soberanía nacional y ha llegado el momento de hacer valer la esa primacía o perderla. Así lo señaló el informe de orientación claramente corporativa de la Brookings Institution titulado, «La Prueba de Libia para el Nuevo Orden Internacional» de febrero de 2011. En el que abiertamente afirman que la intervención en Libia «es una prueba de que la comunidad internacional tiene que pasar. Una falla podría sacudir más la fe de los pueblos de la región en el orden internacional emergente y la primacía del derecho internacional.»
Los globalistas del Internacional Crisis Group, cuyo depositario, Mohamed El Baradei, jugó un papel directo en el derrocamiento del gobierno de Egipto a nombre de los intereses extranjeros, reiteró recientemente los sentimientos de la Brookings en un artículo titulado, «Auge y Caída de los Derechos Humanos Internacionales«, donde una vez más el «derecho internacional» y la «ciudadanía internacional» se mantiene por sobre la soberanía nacional. La «responsabilidad de proteger (R2P)» es citada como el impulso para hacer valer tal «derecho internacional». Teniendo en cuenta que el R2P aparece después de que se genera dentro de una nación sedición y violencia financiados desde el extranjero, podemos ver al «derecho internacional» como el mal vestido eufemismo para la invasión imperial que es. El término «internacional», de hecho, describe la evolución del imperio anglo-americano, ya que absorbe y desmantela los estados-nación en todo el mundo.
El Cerco contra Siria
Siria ha servido durante mucho tiempo a este fin, con la instalación de Tartus originalmente se inaugurada en 1971 mediante un acuerdo con los soviéticos. Cuando Paul Wolfowitz se refirió a los «regímenes cliente» de la Unión Soviética en su conversación de 1991 con Wesley Clark, era a este tipo de desafío a la hegemonía occidental a lo que se refería.
A raíz de los ataques del 11 de septiembre de 200, Clark nuevamente aprobó planes para implementar cambios de régimen en todo el Medio Oriente, específicamente para atacar y destruir a los gobiernos de siete países: Irak, Siria, Sudán, Somalia, Irán, Líbano y Libia. En 2002, el entonces Subsecretario de Estado. John Bolton, añadió a Siria al creciente «eje del mal».
En un reciente artículo de CNN, en calidad de portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner declaró: «No estamos trabajando para socavar al gobierno [sirio]. Lo que estamos tratando de hacer en Siria, a través de nuestro apoyo a la sociedad civil, es construir el tipo de instituciones democráticas que, francamente, estamos tratando de conseguir en países de todo el mundo. Lo que es diferente, creo yo, es que en esta situación el gobierno sirio percibe este tipo de ayuda como una amenaza a su control sobre el pueblo sirio.»
Los comentarios de Toner vienen tras la publicación de cables en el Washington Post que indican que Estados Unidos ha estado financiando grupos de la oposición siria, al menos desde 2005 bajo la administración Bush y continuando con Obama. Como podemos ver, la campaña contra Siria ha trascendido las administraciones presidenciales durante casi dos décadas.
En un reciente informe de AFP, Michael Posner, el asistente del Secretario de Estado de Estados Unidos para los Derechos Humanos y Trabajo, declaró que el gobierno estadounidense «tiene un presupuesto de $50 millones en los últimos dos años para desarrollar nuevas tecnologías para ayudar a los activistas a protegerse contra la detención y el enjuiciamiento de los gobiernos autoritarios.» En el informe explicó que Estados Unidos «organiza sesiones de formación a 5.000 activistas de diferentes partes del mundo. Un período de sesiones celebrado en el Medio Oriente de alrededor de seis semanas reunió a activistas en Túnez, Egipto, Siria y el Líbano que regresaron a sus países con el objetivo de formar a sus colegas.» Posner añadiría, «Volvieron y tenemos un efecto dominó».
El efecto dominó, por supuesto, son los levantamientos mismos, facilitados por más ayuda, equipamiento, y complicidad de los medios corporativos, que falsamente retratan los acontecimientos como «espontáneos», «genuinos», y «originarios». Se han realizado llamados recientes por parte de los senadores estadounidenses Mark Kirk y Richard Blumenthal por una «intervención no-militar» en Siria, mientras los títeres belicistas, Nicolás Sarkozy de Francia y el senador estadounidense Joe Lieberman han utilizado el bombardeo de Libia como una advertencia dirigida específicamente a Assad de Siria.
La Intervención está Comenzando
El nivel de engaño que detrás de estos comentarios es casi inimaginable, después que el Departamento de Estado estadounidense admitiera abiertamente la financiación, formación, organización y apoyo a estos disturbios desde el comienzo. Para agravar la falta de honradez intelectual con la que estos tres senadores han hecho sus observaciones de traición está el hecho de que cada uno de ellos, además de su papel como «representantes electos», son miembros no electos de oscuras organizaciones que reciben fondos directamente de los contribuyentes estadounidenses así como de intereses corporativo-financieros para minar y destruir a gobiernos extranjeros. McCain y Graham son miembros del International Republican Institute, abiertamente expuesto por el New York Times en su papel de financiamiento en la «Primavera Árabe». Lieberman es un miembro de la firma de de cabildeo neoconservador engañosamente denominada «Foundation for Defense of Democracies (FDD).»
FDD alberga a muchos signatarios del Project for a New American Century (PNAC) como William Kristol, Richard Perle, James Woolsey, y Paula Dobriansky, así como miembros del CFR como Newt Gingrich y Charles Krauthammer, junto con el propagandista de la falso «Guerra contra el Terror», Bill Roggio del «Long War Journal». Sorprendentemente, esta camarilla de mentirosos belicistas, muchos de los cuales son responsables de filmes de propaganda de guerra peligrosos y poco sinceros como «Iranium» admite abiertamente que es financiado en parte por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Es entre estas organizaciones no electas que no rinden cuentas como el IRI y FDD que la política exterior estadounidense llega a conclusiones de antemano, con propaganda como «Iranium» vendiendo estas conclusiones a un público inconsciente y tremendamente ignorante.
Las charlas dentro de los think tanks de financiación corporativa, como la Brookings Institution, han ido in crescendo en sus pedidos de renuncia a Assad. Al igual que en Libia, los llamados se basan en ambiguos informes no verificados respecto de la violencia que cargan toda la culpa sobre el régimen gobernante. Sin importarles los informes de grupos armados que trabajan entre los manifestantes, los medios corporativos y los think tanks que controlan sus temas de conversación sostienen que las protestas son pacíficas y que las respuestas son «represivas».
En la última pieza de Brookings, «En Siria, Assad debe Salir del Escenario» el ciclo de violencia iniciada por «misteriosos hombres armados» apuntando hacia funerales se cita como la línea que ha cruzado Assad así que ahora exigen su salida del poder. El artículo dice: «Con el ciclo de crecientes protestas encontrándose con la violencia el régimen y luego de más funerales esparciéndose por todas las áreas del país, es hora de que Assad, el «Hamlet» del mundo árabe, deba considerar su futuro. Es hora de que él y los que le influyen en el extranjero busquen una salida rápida y ordenada». Como prueba comienza confirmando las acusaciones de Assad de elementos armados entre los manifestantes, así como posibles extranjeros armados siendo empleados para generar mayor inestabilidad, al igual que en Libia, Occidente se mueve apresuradamente para iniciar una intervención irreversible.
La Gran Guerra Mundial
Esto no se trata de conflictos regionales aislados, es el primer paso hacia una guerra mundial mayor. La desestabilización se extiende desde Túnez a Tailandia, desde Bielorrusia a Beijing. Hay rumores de confrontación y colocación de piezas estratégicas mucho más allá de la actual «Primavera Árabe».
El resto del mundo, incluyendo los pueblos de Occidente que se llevan la peor parte de los fracasos o el éxito igualmente miserable, deben reconocer y rechazar esta campaña de megalomanía impulsada por egoístas. Tenemos que empezar a generar un nuevo consenso basado en la soberanía individual y nacional, reclamar las responsabilidades que tenemos empeñadas con estos intereses mega-corporativos-financieros junto con el terrible poder que ahora ejercen por nuestra continua complicidad, apatía e ignorancia. Después de Siria e Irán, vienen Moscú y Beijing. Es poco probable que esos conflictos se queden relegados a las lejanas regiones del mundo presentadas en nuestras pantallas de televisión – como es poco probable que los que iniciaron esta confrontación paguen con su propia sangre y riqueza antes que los pueblos sean arrojados en el crisol de la guerra y consumidos por completo.
Original en: Land Destroyer