Desde tiempos inmemorables, miles de millones de años antes de la aparición del ser humano, incluso después de su nacimiento, lo más básico y natural del mundo era beber agua directamente de un río, charca, lago…
Sin embargo, en estos últimos 150 años, poco a poco, se ha ido imposibilitando beber de la manera más lógica del mundo. Para beber de forma “sana” hay que recurrir al agua “potable”, al agua que sale del grifo o al agua embotellada. Pero lo que se esconde tras este agua son contaminantes químicos y productos cancerígenos, solo que en una proporción extremadamente pequeña.
El agua suele proceder de pantanos de agua dulce, que almacenan el agua que cae de la lluvia, o a veces también de arroyos y pequeños ríos.
Lo que no se molestan en decir es que en los terrenos circundantes a esos accidentes de agua se fumigan campos de cultivo o se vierten productos a los pantanos, procedentes de los suelos que los rodean, generalmente de forma no intencionada, pero que acaban intoxicando, en ínfimas proporciones, el agua que bebemos.
El CO2 vertido por el humo de las industrias, fábricas, todos los tubos de escape de los coches, incendios forestales, inmensas incineraciones de plástico… además de desechos químicos industriales que contienen productos mucho más fulminantes que el CO2, van a las capas más bajas de la atmósfera, las mismas capas donde se encuentran las nubes. Los desechos que se vierten directamente al mar, la basura, que se elimina de forma fácil en los ríos y océanos, acaba mezclándose con el agua, que al evaporarse se difumina con las nubes.
Los aviones que cruzan el cielo vierten estelas de desechos del combustible, y a veces, de forma intencionada (busca información sobre los chemtrails), productos extremadamente tóxicos, cancerígenos, como metales pesados en pequeñas dosis, virus, bacterias, sustancias empleadas en el control de plagas, líquidos similares al mata-ratas… Toda esta basura, o bien cae directamente en proporciones pequeñísimas pero muy dañinas, o bien se funde con las nubes, productoras del agua de lluvia que bebemos.
El agua posteriormente es abierta al público en conductos, que llegan luego a nuestros grifos. Antes de que las empresas de agua puedan legalmente hacer esto, se analizada su estado por controles periódicos. En estos controles, la técnica de análisis consiste en coger un poco del agua y probar ciertas reacciones. De este modo se puede saber si el agua contiene algunos productos, generalmente estas pruebas solo sirven para saber si contiene ácidos o bacterias, el resto de basura no se analiza en ningún momento si está.
De todos modos, y algo es algo, si el agua contenía ácidos, es depurada con una máquina donde se deja reposar el agua para que parte de los productos más pesados que tenga bajen hasta el suelo y sean retirados. Solo un 10% de los ácidos que pueda tener son eliminados con esta técnica, y del mismo modo acaban eliminándose parte del resto de productos nocivos que ha ido recogiendo el H2O, pero solo los más pesados, y ni siquiera todos estos son retirados en su totalidad.
Para colmo, en cuanto a las bacterias que encuentran los que analizan el agua, el remedio más fácil que escogen para eliminarlas es, cómo no, añadir más productos químicos. Generalmente se usan grandes cantidades de flúor y cloro (a veces dosis más pequeñas de otras sustancias nocivas tanto para las bacterias como para el ser humano), que acaban siendo muy dañinos para la gente que lleva toda su vida hidratándose con agua del grifo.
Ante todo también hay que tener en cuenta que el agua de grifo sufre procesos de eliminación de sales, hasta el punto de que muchos nutrientes que son cruciales para nuestra salud, como el yodo, son retirados del agua, provocando un bajo contenido de sales en nuestro organismo.
El agua, tras salir de las depuradoras, pasa a las cañerías. La mayoría de las cañerías o bien son de metal o bien de plástico o bien son de ladrillo. Cuando son de metal desprenden, según de que metal se compongan, óxidos, aluminio, compuestos férricos o incluso polvos metálicos. Si son de plástico es mucho peor. Al rededor de un 45% de las cañerías del mundo son de plástico y desprenden sustancias cancerígenas, polímeros y productos que fueron utilizadas en la industria química que fabricó la tubería para producir y moldear el plástico.
Las cañerías de ladrillo son las menos frecuentes. Fueron tradicionalmente las más usadas. Las zonas urbanas más modernizadas han ido poco a poco sustituyendo el material de estas cañerías por plástico o metal. Es por esto que las tuberías de ladrillo generalmente se reducen a los pueblos y poblaciones pequeñas del planeta. Son quizás las más “sanas”. Pues el barro de los ladrillos retiene parte de los productos tóxicos, pero no todo. Este barro también ayuda a la proliferación de bacterias y, según la arquitectura del conducto, pueden habitar ratas.
Este agua de grifo no es solo usada para beber, también se puede plantear como un material fácil de adquirir, que se usa en el riego de plantaciones, para la industria, para bañarnos, para lavar la ropa, para fregar, para producir bebidas, para la construcción… por lo que los productos químicos que provienen de los influyentes externos antes mencionados acaban fundiéndose por todo el planeta: por los ríos, mares, océanos, los suelos, las plantas, los alimentos que tomamos, los campos de cultivo, los bosques, las playas…
Esto no son meras palabras. Hay que tener en cuenta que la cantidad de productos que lleva el agua, por muchos agravantes que tenga, es en el fondo extremadamente pequeña. De cada vaso de agua que bebemos más o menos lo que ocuparían 5 gotas de agua es malo para nuestro cuerpo. La mayoría de esas gotas están compuestas por cloro y flúor.
Un vaso de agua no puede producirnos nada negativo, ni dos ni tres. Sin embargo toda una vida bebiendo este agua puede producirnos desde la perdida de dientes hasta cáncer. En internet puedes informarte como en los países desarrollados, donde se bebe agua “potable” (es bien cierto que hay más calidad de vida) pero las muertes por cáncer cuatriplican las de los países subdesarrollados, o las de las tribus que hay esparcidas por el mundo.
Hoy en día es más común que un anciano use dentadura postiza a que disfrute de una dentadura medianamente sana. En África y en otros lugares como la India, donde el agua no está tan afectada por estos agravantes contaminantes es justamente al contrario.
Con esto no intento decir que la calidad de vida de los países subdesarrollados sea buena. Solo doy pruebas del estado del agua que bebemos.
Las personas que llevan hasta 60 años bebiendo este agua, sufren sequedad de garganta por el efecto que ha ido produciendo el paso de ésta. La capa de mucus de su estómago, que protege las paredes de los ácidos que vierte el organismo para la digestión es siempre mucho más fina o incluso deja de funcionar en zonas, lo que ayuda a que se produzcan derrames internos, a menudo mortales. El constante flúor y cloro ayuda al desgaste de los huesos y crea finas costras en éstos. Sirve de agravante para la exclerosis.
Paradógicamente, el agua que bebemos nos salva la vida a la vez que acelera nuestro envejecimiento.
El agua de botella tampoco se salva, incluso es peor. Nos venden un agua pura, un agua perfecta, fresca y perteneciente a un exuberante manantial. Esto es falso, no te dejes engañar. Hoy en día no existe ningún manantial virgen en el mundo, todos de alguna forma se ven afectados por los contaminantes. Generalmente ni siquiera es de manantial, solo cuando lo indica en la botella. Si no lo indica, por mucho que ponga agua natural (algo que no cuesta nada imprimir) no es más que agua de grifo con aditivos. Cuando procede de un manantial se le añaden, al igual que con el agua de pantano, productos químicos para eliminar bacterias y se le añaden, como si se tratara de un asalto, sales y minerales en polvo. Este agua permanece incluso varios meses embotellada. Se almacena durante semanas a temperatura ambiente (lo que puede llegar a sobrepasar los 35ºC) , luego se transporta y se vuelve a almacenar en otros puntos más distribuidos, para de nuevo ser llevada a tiendas y comercios donde vuelve a depositarse durante semanas; luego, una vez más, es llevada a nuestras casas y vueltas a almacenar en una despensa o en una nevera. Estos contantes bruscos cambios de temperatura, mezclados con una larga exposición al plástico de la botella, generan un agua con polímeros de plástico. Se puede comprobar como si dejamos una botella mucho tiempo en una despensa sabe a plástico. Si es así NO BEBAS, es tóxico. El agua de grifo es literalmente hasta 10.000 veces más barata. No pagas por un agua de calidad, pagas por un trozo de plástico, que es lo que se lleva la mayor parte del precio total de lo que compras. Gastar 3,50€ en una botella de agua de 1.5L es como gastar 3,5€ en un folio. Si solo puedes beber agua de botella, pues es lo más fácil de adquirir si tienes que viajar o tienes que transportar agua contigo, intenta comprar botellas de cristal antes de partir ya que no sufren los efectos nocivos del plástico y el agua, además, se suele conservar más fresca.
No todas las aguas embotelladas son así. Algunas, generalmente de venta ecológica, usan sustancias para eliminar las bacterias con origen vegetal y en proporciones muy pequeñas. Y no añaden ni sales ni minerales, pues buscan un agua de manantial que ya tenga las proporciones justas. Si vas a gastar 3,50€ en beber, la acción más básica del ser humano, al menos hazlo en agua de este tipo. Eso sí, son muy difíciles de encontrar.
Se necesitaría un enorme cambio, una increíble vuelta atrás que dejaría inmensas marcas para poder detener los productos químicos que se han ido vertiendo en el planeta. Volver a equilibrar la balanza de la vida en la Tierra es algo más complejo que desequilibrarla. Si el ser humano deja a un lado el dinero y detiene por completo las emisiones de CO2, el uso de pesticidas, de productos químicos, si detiene la industria, si todos nos organizáramos, si dejáramos de gastar un exceso de agua en cosas inecesarias… algún día, quizás miles de años más adelante, podremos beber de un río como el acto más natural del mundo.