Todas las civilizaciones, tarde o temprano, experimentan una crisis, aunque sus efectos varían: algunas desaparecieron por completo (por ejemplo, la civilización maya clásica), mientras que otras finalmente pudieron resurgir (por ejemplo, China). Sin embargo, ahora la catástrofe
amenaza a toda la humanidad.
Los conocidos biólogos estadounidenses Paul y Anne Ehrlich destacan dos factores que podrían llevar al colapso: la superpoblación y el consumo excesivo. Sin embargo, en un extenso artículo publicado en la página web de la revista ‘Proceedings of the Royal Society’, Paul y Anne señalan que ambos factores son engañosos.
A simple vista puede parecer que cuanto más mano de obra haya disponible y más activo sea el mercado, tanto más rápido progresaremos en ciencia y tecnología, con lo que mejorará nuestra vida. Pero al final nos quedaremos sin nada porque los sistemas naturales no podrán soportar esta presión humana y llegará la hora de la verdad.
Antecedentes
Y a la vista de los acontecimientos, parece que los científicos, entre ellos el autor del aclamado libro ‘The Population Bomb’ (‘La bomba de la populación’, publicada por Paul Ehrlich en 1968) tienen toda la razón. Los augurios de hace décadas se concretan ahora. Por ejemplo, si los 7.000 millones de personas que habitan el planeta consumieran como lo hacen los ciudadanos de EE.UU., necesitaríamos cuatro o cinco planetas para obtener los recursos necesarios para la vida, reza el artículo de ‘Proceedings of the Royal Society’. Por otra parte, a mediados de siglo se prevé que ya seamos 9.600 millones, y cada nueva persona requerirá más recursos que la anterior.
Esta progresión se remonta al mismo comienzo de la civilización humana, cuando éramos tan pocos que los valles fértiles eran suficientes para todos. A medida de que la población de Tierra crecía, la gente tuvo que habilitar para el cultivo agrícola otras áreas, lo que significa más tierra, más abonos, más energía, etc… Y todo para producir la misma cantidad de alimentos. En otras palabras, los próximos 2.500 millones de personas dañarán más el planeta que los 2.500 millones que nacieron a partir de 1970. Y, por regla general, los recursos que son fáciles de dominar, se controlan antes.
¿Y qué es lo que se puede hacer? Bueno, es innegable que algo ya se está haciendo: se eleva la eficiencia de las prácticas agrícolas, los yacimientos de combustible natural se sustituyen por fuentes alternativas de energía, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero todo lo mencionado no es más que un éxito local, y, lo que es más importante, no resolverá el problema del comer y el vestir de los nuevos mil millones de habitantes de la Tierra.
Solución
En lugar de tratar de hacer que el planeta resulte habitable para 9.600 millones de personas (hecho en sí mismo imposible), Paul y Anne Ehrlich consideran necesario limitar la natalidad. En primer lugar, haciendo que el incremento de la población terrestre se detenga en los 8.600 millones y, poco a poco, reducir el consumo hasta los parámetros que no dañen la tierra.
Según los autores del artículo, la primera herramienta para prevenir los “desastres demográficos” pasa por lograr la igualdad de sexos en todo el mundo. No en vano, los estudios demuestran que en los países donde esto ha ocurrido, la tasa de natalidad está disminuyendo, debido a que la mujer ha dejado de ser una ‘máquina’ de procrear. Además, cada mujer sexualmente activa debería tener asegurado contraceptivos y abortos gratuitos.
No todo el mundo estaría dispuesto a aceptarlo. Pero los científicos estadounidenses señalan que “la sociedad moderna ha demostrado cierta capacidad para hacer frente a amenazas a largo plazo, por lo menos si son evidentes o se recuerdan constantemente (piensen en los riesgos de conflicto nuclear)”.