Archivo por días: abril 6, 2014

domi Así se desangró España después de la Guerra Civil

El final de la Guerra Civil provocó la huida de cientos de miles de republicanos que trataban de escapar de la represión franquista. El grueso se asentó en México y Francia y, en menor medida, en la URSS y Argelia.
Vencidos, cansados y sin nada en sus manos. Cientos de miles de republicanos abandonaron España entre 1936 y 1939 tratando de escapar de la represión del ejército y la dictadura franquista. Casi 500.000 lo hicieron a pie atravesando los Pirineos en febrero de 1939 para llegar a Francia. Otros huyeron en barcos fletados por la República o en pequeñas embarcaciones con destino al norte de África, a la propia Unión Soviética o a alguna República iberoamericana. Habían perdido la Guerra Civil y también su libertad. En España ya no había sitio para ellos.
“La RAE eliminó en 1950 la palabra exilio. No existía el exilio y no existían los exiliados en la política de la dictadura”, explica aPúblico la experta enEstudios Hispánicos de la Universidad William & Mary en Virginia (Estados Unidos) Francie Cate-Arries. El falangista José Esteban Vilaró explicó a la perfección cuáles eran las intenciones del régimen de Franco respecto a los exiliados: “Los rojos republicanos vivirán solamente en la infamia. Después, desaparecerán para siempre”.
Cuenta Virgilio Botella, exiliado español en México, que Eduardo Santos, expresidente de Colombia, le dijo que el exilio de 1939 era el más trágico de la historia de España. “Su exilio es el destierro de todo un pueblo, desde el analfabeto hasta los hombres de mayor ciencia y cultura, desde el pobre de solemnidad hasta banqueros y ricos notorios, desde el simple ciudadano hasta el jefe de Estado, pasando por militares, nobles y sacerdotes”, afirmó Santos.
El destierro del pueblo republicano ha sido documentado y analizado por la catedrática Alicia Alted en la obra La voz de los vencidos (Aguilar). La historiadora da buena cuenta en su obra del destino de los exiliados señalando que “se puede rastrear la presencia” de españoles republicanos en países tan alejados geográficamente como China, Indonesia, Indochina o Australia. “El grueso se asentó en México y Francia, en menor medida en la Unión Soviética y Argelia”, señala Alted, que afirma la República Dominicana también acogió a cerca de 4.000 refugiados.
Durante la Guerra Civil también fueron evacuados alrededor de 33.000 niños, calcula Alted. El país que acogió un mayor número de menores fue Francia, cerca de 20.000. A Inglaterra fueron unos 4.000 niños. Bélgica recibió en torno a 5.000. A la URSS llegaron 2.900 en cuatro expediciones. México albergó 463; Suiza, a unos 430, y Dinamarca, un pequeño grupo de 100.
Campos de concentración en Francia
 En febrero de 1939 casi 500.000 personas atravesaron la frontera francesa a través del Departamento de Pirineos Orientales. “Muchos eran mujeres, niños, ancianos, inválidos… sin responsabilidades políticas, ni militares, que se habían visto impelidos a marchar empujados por le miedo físico o psicológico de los últimos momentos de una guerra perdida”, describe Alted.
Españoles en Campos de concentración en Francia
Los republicanos, sin embargo, no fueron acogidos en Francia como esperaban en un país que consideraba ‘el derecho de asilo’ como seña de identidad. Una vez atravesada la frontera, describe la catedrática, los exiliados eran agrupados en campos de triage, donde se procedía a su distribución. Los niños, mujeres, ancianos y enfermos eran conducidos en trenes hacia localidades del centro o el oeste de Francia. A los hombres civiles y a los antiguos combatientes del ejército republicano se los llevaba a los campos de concentración o internamiento donde, además, hubo mujeres y niños.
A mediados de febrero estaban internados 257.000 españoles; de ellos, 180.000 en los campos de Argelès y Saint-Cyprien, 65.000 en los campos del Vallespir y 30.000 en los de la Cerdaña. Alted recoge el testimonio de Juan Martínez, quien estuvo en los campos de Argelès y Saint-Cyprien: “Cuando llegué al dichoso campo quedé como atontado de asombro, aquello era un hormiguero de hombres detrás de las alambradas tirados en la arena y muchos guardias, moros y negros senegaleses con el dedo en la ametralladora en posición frente al campo. Increíble pero verdad”.
Además, 55.000 españoles estuvieron adscritos además a las Compañías de Trabajadores Extranjeros, unidades militarizadas mandadas por oficiales del ejército francés. En torno a 12.000 fueron enviados a la línea Maginot y al “Primer Frente”, y unos 30.000 a la zona comprendida entre la línea Maginot y el río Loire. Los integrantes de estas Compañías trabajaban en obras públicas, construcción o reparación de instalaciones militares, la industria bélica… Por último, otros 6.000 españoles se enrolaron en los Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros.
Republicanos en los campos nazis
 La catedrática Alted calcula que fueron a Alemania de manera forzada unos 40.000 republicanos españoles. Aunque no todos corrieron la misma suerte, hubo muchos de ellos que terminaron en campos de concentración nazis. En el complejo de Mauthasen, que incluía otros campos como Gusen, fueron internados algo más de 7.000 republicanos de los que morirían 5.000. En otros campos como Buchenwald, Bergen-Belsen, Dachau, Auschwitz, Ravensbrück, Flossenburg, Nevengamme u Oranienburg, estuvieron internados unos 1.000.
En este último, el de Oranienburg, un campo situado cerca de Berlín y destinado a albergar a personajes de algún relieve político o intelectual de los países ocupados, estuvieron algo menos de un centenar de españoles, entre ellos, el que fuera presidente del Gobierno de la República durante la Guerra, Francisco Largo Caballero.
La periodista Montserrat Llor recogió en Vivos en el averno nazi las experiencias de decenas de españoles que sobrevivieron a los campos de concentración nazis. Uno de ellos es Marcelino Bilbao, fallecido recientemente, que vivió en primera persona los experimentos científicos nazis.
“Terrible, allí ya estaba. Había llegado al campo un terror de doctor. Entra en una barraca, coge la maleta y se sienta. Prepara las inyecciones. Allí llegabas tú, para que te inyectara, como castigo o como experimento a ver cuánto tiempo resistías. Y aquel hombre, allí sentado, sin mirar a nadie, pinchaba. A algunos les daban convulsiones; a otros se los llevaban a rastras. Ese día no fui yo, pero sí algunos de mis compañeros de barraca. Los que vivían estaban rotos en la cama, no podían moverse. Luego me tocó a mí, seis sábados consecutivos me inyectaron [benceno] al lado del corazón. Nos cogieron a 30, sólo 7 logramos sobrevivir a los pinchazos”, relató Bilbao a Llor en su domicilio de Châtellerault (Francia).
México. El exilio intelectual
 Entre 1939 y 1950 fueron a México entre 20.000 y 24.000 españoles, en función de las fuentes. Los primeros fueron un grupo de 464 niños que desembarcaron en Veracruz el 7 de junio de 1939, la mayoría de clase obrera y en menor medida de una burguesía baja. La mayoría provenían de Barcelona y Madrid. “La mayoría de los refugiados que llegaron a México eran casados e iban en compañía de sus familias y provenían del sector terciario”, explica Alted.
Durante los meses de febrero a mayo de 1939 estuvieron yendo a México una serie de responsabilidades que habían tenido un papel relevante en la Guerra, como Indalecio Prieto, Juan Prieto o el general Miaja. En junio y julio llegaron a México varias expediciones formadas por los barcos Sinaia, Mexique e Ipanema.
Claudi Esteva Fabregat, que iba en el Sinaia, recuerda: “Cuando llegamos, para nosotros fue un día de felicidad suprema. Me acuerdo que había una gran cantidad de jarochos [nombre con el que se conocía a los naturales de Veracruz] esperándonos en el puerto, que había unas autoridades, pero especialmente para nosotros fue importante el recibimiento sindical, fue un recibimiento popular (…) Y nosotros no sabíamos prácticamente nada de México”.
Chile. El último poema de Neruda
 Entre abril y julio de 1939, Neruda estuvo trabajando en el exilio de españoles a Chile. A instancias de Neruda, el Gobierno de la República contrató el Winnipeg para el traslado de unos 2.365 exiliados. La mañana del 4 de agosto de 1939 partió el barco y todo el pasaje portaba en su mano un folleto que les había entregado Neruda: “Chileos acoge”. Llegaron a Valparaíso la noche del 3 de septiembre.
El desembarco se inició en la mañana del día 4 y, como recuerda Ovidio Oltra, “los muelles (…) se encontraban repletos de multitud expectante, amiga, formada por antiguos emigrantes españoles, algunos refugiados que acababan de llegar y muchos chilenos (…), hombres y mujeres de toda condición, autoridades municipales, nacionales, miembros del Senado y de la Cámara de los Diputados (…) Valparaíso nos recibió de manera entusiasta y en un día de primavera, lo que casi siempre es un augurio al llegar a un nuevo país.
Entre el pasaje se encontraba Isidro Martín, viudo de 41 años,. Atrás dejaba una vida entera dedicada a los zapatos y a sus tres hijos que quedaban en Portillo (Toledo). “Mi padre marchó con la pena de que sus hijos pudieran acusarlo de abandonarlos. Desde que llegó no hizo otra cosa que trabajar para traer a sus hijos”, recuerda Matilde Martín, hija del nuevo matrimonio que Isidro mantendría en Chile, en conversación telefónica con Público.
URSS. Los niños de la guerra
 El exilio en la URSS, describe Alted, presenta básicamente cuatro características que lo singularizan frente al exilio republicano en otros países de Europa y América. El rasgo más diferenciador es que el colectivo de españoles numéricamente más importante que se encontraba en ese país al finalizar la Guerra Civil era el de los casi 3.000 niños que fueron evacuados en varias expediciones entre 1937 y 1938. Junto a ellos había otros colectivos que también fueron durante la Guerra: el de los maestros y el personal auxiliar que había acompañado a los niños; el de los alumnos pilotos que iban a estudiar a las escuelas soviéticas de aviación; y el de los tripulantes de los barcos españoles que se encontraban en ese país o navegando hacia él cuando terminó la contienda.
La primera expedición oficial de niños partió de Valencia rumbo a Yalta el 17 de marzo de 1937. Había 72 niños, la mayoría de Madrid. La segunda expedición se empezó a organizar en mayo de 1937 ante la implacable ofensiva de las fuerzas de Franco en Vizcaya. En la madrugada del 13 de junio, cinco días antes de que cayera Bilbao, salieron del puerto de Santurce alrededor de 4.500 niños en el barco Habana, rumbo a Burdeos. Aquí, 1.495 niños, en gran parte vascos, fueron embarcados en el buque Sontay con dirección a Leningrado, donde tuvieron una entusiasta recogida. La tercera expedición partió el 24 de septiembre de 1937 desde el puerto de El Musel (Gijón). En un carguero francés iban 1.100 niños casi todos asturianos, santanderinos y vascos.
El carguero iba hacia Burdeos, pero fue interceptado por el buque Cervera, a las órdenes de Franco, y tuvo que desviar su rumbo hacia Saint Nazaire. Aquí algunos niños fueron desembarcados y los restantes trasladados al buque soviético Kooperatsia que zarpó con dirección a Londres, donde una parte de los pequeños embarcaron en el Félix Dzerzhinki hacia la URSS. La última expedición fue a finales de 1938 y estuvo integrada 300 niños de Catalunya, Aragón y la costa mediterránea.
Uno de los niños a bordo de esos barcos fue Francisco Mansilla, quien actualmente es el presidente delCentro Español de Moscú. “Me trasladaron a Gandia cuando el asedio de Madrid en el otoño del 36. Allí, un señor ruso preguntó quién quería ir a la Unión Soviética y yo levanté la mano. Mi padre me dice que me iba al paraíso del del proletariado. Lo que él no sabía era que me iba al infierno del proletariado”, explica Francisco a Público.
Norte de África. Los últimos expatriados
El número total de exiliados que desembarcaron en las costas norteafricanas fue de unos 12.000, la mayor parte, unos 7.000, lo hicieron en el puerto de Orán, según informes del Gobierno de Argelia. Casi todos ellos permanecieron aquí hasta la liberación de esta zona por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, a excepción de algo más de la mitad de los que desembarcaron en Túnez (protectorado francés desde 1881) y del cerca de un centenar de militantes y dirigentes comunistas que, en mayo de 1939, marcharon desde Argelia a la URSS.
Al igual que sucedió en Francia, tampoco en los territorios franceses del norte de África se había previsto nada para acoger a la posible oleada de los últimos momentos de la Guerra. Por ello, hubo que improvisar centros deinternamiento, algunos en la ciudad, pero otros en los muelles donde desembarcaban. “Entre los refugiados que llegaron a Argelia, la proporción de población civil era elevada, muchos de ellos constituían familias enteras”, escribe Alted.
El campo de concentración más importante fue el de Morand, que llegó a tener algo más de 3.000 internados. Se encontraba en una zona muy inhóspita, donde soplaba con fuerza el siroco y se alcanzaban temperaturas superiores a los cincuenta grados en verano.
Conrado Lizcano, que ha escrito sobre su experiencia en estos campos, coincidió en él con el poeta Pedro Salinas. Lo describe así: “Era un hombre delgado, tímido y afable que no sustentaba ninguna ideología concreta, pero que se sentía identificado de corazón con la causa del pueblo español y las mejores inquietudes culturales y artísticas del mundo moderno (…) Un buen día lo vi llegar jubiloso con el petate en la mano. Había logrado la ¡liberación! A través de una embajada iberoamericana que lo había reclamado”.
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