Archivo por días: abril 6, 2014
Sexto sentido
CUANDO EL CUERPO GRITA LO QUE LA BOCA CALLA
Estoy convencido: para vivir plenamente, debemos aprender a escuchar lo que dice nuestro cuerpo.
La primera vez que me percaté de ello fue al leer el espectacular libro de Louise L. Hay “Sana tu vida”, luego, fui descubriendo que en diferentes filosofías y tendencias sobre el pensamiento y crecimientos personal y espiritual – como la metafísica, la programación neurolingüística, terapia gestalt, theta healing, ressonance patter, reiki , bioenergía y hasta en el yoga- se explica que, aún cuando en algunos casos las enfermedades se deben a un gen, la mayoría de las personas sufren y padecen males porque, acumulan resentimientos, odio, cólera, furia, viven aferrados al pasado y a las ideas del pasado, cargan cólera, odio, tristeza, viven para complacer a los demás o según los patrones establecidos como correctos, no se aceptan a sí mismos y carecen de amor propio de manera incondicional, cargan sentimientos de culpa, frustraciones, resentimientos y demás emociones que surgen a través de los pensamientos que no controlan y que llega un momento en el que el cuerpo dice, pues esto tiene que salir por algún lado y es a través de cantidad de síntomas o enfermedades, que no es más que el cuerpo hablando, porque aunque un médico nos revise y nos medique hay padecimientos que se prolongan y en buena parte puede deberse a que hay que ir a la raíz de lo que está provocando el mal para poder erradicarlo.
Todos creamos nuestras experiencias a través de los pensamientos que decidimos hacer nuestros y a través de estos surgen los sentimientos que nos llevan a las acciones y de ahí a los resultados. Solo que muchas veces, al negarnos a que esto es así de simple como te lo digo, negamos nuestro poder culpando a otros de nuestras frustraciones. De hecho nuestra vida no es más que un reflejo de nuestro estado mental: si en nuestra mente hay paz, armonía y equilibrio, entonces nuestras vidas pueden solamente ser armoniosas, pacíficas y equilibradas. Y si tenemos pensamientos negativos ya sabemos qué es lo que pasa.
Nuestro cuerpo es sabio y habla, por eso hay que aprender a escuchar qué es lo que nos quiere decir, para, desde ahí, ir a la situación que nos genera malestar sanarla y vivir sin hacernos tanto daño. Muchas veces el cuerpo grita lo que la boca calla, y entonces la cosa estalla en situaciones nada agradables. Afortunadamente, cantidad de tendencias y hasta estudios médicos han confirmado que podemos prevenir o bien, sanar, si identificación la situación que ocurrió en el paso o los sentimientos que cargamos y que no nos permiten avanzar.
De acuerdo a la parte del cuerpo donde se presenta el signo, habrá una explicación emocional para el mismo. Te explico lo que, quienes han estudiado el tema por años, afirman, ya que estoy convencido de que te vas a identificar con alguna de las causas:
Por ejemplo muchas veces una gripe representa lágrimas no lloradas o reprimidas y éstas buscan salir por donde sea; mientras que si te duele la garganta, es porque tienes cosas pendientes de decir, no eres capaz de comunicar tus aflicciones. El cuello representa tu flexibilidad como persona; el dolor en los tobillos, el avance o la resistencia que tienes ante la vida. Quienes usan lentes o tienen problemas para escuchar es porque cosas que ven o escuchan que no les son agradables. Los problemas estomacales hablan de la convivencia y además la habilidad para digerir las situaciones. Otra parte del cuerpo que recibe muchas de nuestras emociones es la espalda. Según los expertos, las molestias en la espalda baja usualmente reflejan preocupaciones económicas o sensación de falta de apoyo, la espalda alta cuando presenta molestias nos dice que estamos cargando cosas que no nos corresponden.
Más ejemplos: se dice que si tienes problemas con tus muslos es relacionado con lo que los demás esperan de ti o lo que crees que esperan los otros de ti; si la situación es con las pantorrillas, está vinculado a lo que yo espero de mí mismo. En el caso de las rodillas, tiene que ver con cómo articulo las expectativas externas y las internas, se dice también que es cuando tu orgullo no se doblega.
Si se trata de los tobillos, la situación es cómo vinculo mis expectativas con la realidad; mientras que más abajo, relacionado con los pues, habla del apoyo, soporte y equilibrio. Si te duele la frente, es relacionado con la manera en la que enfrentas el mundo. Los problemas del corazón son relacionados con problemas emocionales básicos, de afectos primarios. Y, depende de la manera en la que asimiles el mundo, sufrirás de problemas con los dientes y encías. El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan, las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas, la presión arterial, sube cuando el miedo aprisiona.
Entre otros, se dice también que si acumulas un volumen excesivo en las caderas, quizá estés cargando con sentimientos de culpa o deseos de vergüenza o con un miedo residual a agresiones sexuales que convertiste en peso para protegerte.
Ahora bien, también influye el lado del que sientes los padecimientos: el lado izquierdo es el lado receptivo, maternal y femenino del ser. El derecho es el lado masculino, con empuje, orientado hacia el exterior, hacia el mundo. La tendencia podría indicar un rechazo dentro de ti de los aspectos masculinos o femeninos, y una necesidad de auto-perdonar, sanar, conciliar o de identificar la persona que activa esto en ti.
De acuerdo al abordaje en Bioenergética, también se explican los síntomas que se manifiestan en los seres humanos de acuerdo a la lateralidad. En el lado izquierdo del cuerpo se reflejan las relaciones familiares significativas: padre, madre, hermanos, hijos. En el caso del lado derecho, se muestran las sociales: vecinos, pareja, amigos, trabajo. Esto quiere decir, que dependiendo del lado donde se presenta el síntoma, hay que revisar una vinculación familiar o una social.
Existe un modelo de relación entre las emociones y los síntomas físicos desarrollado por el hipnoterapeuta John Kappas que nos puede dar también de lo que puede estar sucediendo en el plano emocional cuando desarrollamos ciertos síntomas en áreas específicas del cuerpo.
Por ejemplo, el especialista menciona el síndrome del llanto, que involucra el plexo solar hacia arriba, el pecho, la cabeza y la nuca y está relacionado con la incapacidad de tomar una decisión con respecto al acto de otra persona o por un condicionamiento anterior que dificulta la toma de decisiones. Su característica más común es el dolor de cabeza. A causa de la frustración generada por la indecisión, el cerebro ordena al cuero cabelludo tensarse lo que produce dolor. A veces la tensión es tan severa que comprime las venas y produce migraña. Otro de los síntomas muy reconocibles de este síndrome son: la cristalización de los ojos, la relajación de los conductos lacrimales que gotean continuamente en los ojos, la congestión de los senos nasales, la contracción de los músculos de la garganta, la presión gástrica sobre el pecho, la tensión de los músculos de las mandíbulas o apretar los dientes.
Cada una de estas reacciones físicas puede estar asociada con una causa emocional o mental.
Así, según esta teoría, la presión en la cabeza representa la incapacidad de tomar decisiones; los ojos lacrimosos y la congestión de los senos nasales simbolizan negarse a ver la situación que causa la indecisión; la contracción de la garganta, la tensión de los músculos de las mandíbulas o apretar los dientes es un resultado de negarse a hablar del tema de indecisión.
La indecisión puede convertirse en frustración y ésta en melancolía, depresión y finalmente inercia. La indecisión crónica se puede clasificar como problema mayor en nuestra sociedad actual de movimientos rápidos, en particular en personas de edad comprendida entre los quince y los treinta y cinco años.
Cuando las áreas afectadas son los hombros, la parte superior de la espalda y de la columna, se ubican dentro del síndrome de la responsabilidad. Esto ocurre cuando los motivos psicológicos son excesiva responsabilidad, temor al peso de la responsabilidad o negligencia, no aceptación o no asunción de responsabilidad.
Cuando las áreas afectadas son las ingles, el estómago y la parte baja de la espalda, esto es debido al síndrome de culpa y frustración sexual, que se presenta por la culpabilidad sexual relacionada con la religión, sentimientos de culpas por infidelidad y promiscuidad, sentimientos de incapacidad sexual, temor a agresión sexual y demás. Los síntomas pueden ser calambres gástricos, estreñimiento, acidez, dolores menstruales excesivos, menstruación demasiado abundante o ausente, infecciones vaginales o cistitis, presión o dolor en la próstata o los testículos y problemas de riñón.
Y por último, el especialista señala el síndrome de lucha o alcance, en el cual, las áreas afectadas son los brazos, las manos y los dedos. Las causas psicológicas son la necesidad de expresar, con la correspondiente negación o supresión de esa necesidad, la incapacidad de alcanzar lo que uno desea por falta de autoestima y un importante sentimiento de profundo rechazo por querer alcanzar metas inalcanzables. Los síntomas son verrugas o pequeñas ampollas.
El segundo principio es el de verticalidad, según el cual en cada zona del cuerpo se reflejan diferentes aspectos.
En la cabeza, se mira lo abstracto, las ideas, lo fantástico. En esta parte del cuerpo tengo mi identidad, mi ego, mi imagen.
Los síntomas entre cuello y cintura, pueden estar vinculados a la vitalidad y a los afectos. “Allí tengo los órganos que necesito para estar vivo, como el corazón y los pulmones”, dice Rodríguez.
Entre la cintura al vientre (parte baja del tracto digestivo), se manifiestan los temas que tienen que ver con los desechos, eso que no sirve o no es nutritivo, eso que debe permanecer poco tiempo en el cuerpo.
Los temas de identidad sexual, pasión, capacidad de trascender, miedos y profundos sentimientos se manifiestan en la zona de los genitales.
Las piernas hablan del soporte, el contacto con la realidad y con lo concreto. Mientras que los brazos son los que le permiten a las personas proyectarse al futuro, sin perturbar si equilibrio. Con ellos, se puede colocar distancia o acortarla.
De acuerdo al especialista consultado, para realizar el trabajo desde el abordaje de la Bioenergética, es necesario construir la historia de vida con el paciente y revisar desde allí y desde la observación, cuáles son los bloqueos energéticos que tiene la persona, para poder trabajarlos y desbloquearlos con ejercicios terapéuticos.
Muchas veces el cuerpo grita lo que la boca calla, y entonces…
Tus dolores callados, ¿cómo hablan en tu cuerpo?
Meditación de la uva pasa.
Una colaboración de lipe2000
Cuantas veces hemos escuchado la frase: “Comer es un placer” ¡Muchas! Y así debe ser; sentarse a saborear una buena cena es algo que realmente se puede disfrutar mucho.
Los franceses son conocidos por disfrutar del buen vino, buen queso, buena comida, pero se dice que los franceses mantienen un buen régimen y buena figura por la actitud que tienen hacia la comida. Este modo se basa en un utilizar buenos ingredientes, y comer con moderación pero sobre todo disfrutando de cada bocado.
Muchas veces comemos rápidamente, porque creemos tener cosas que hacer. Aprovechamos el momento de la comida para ver la televisión, leer, ver el e-mail, facebook, washap…
Hacemos de todo mientras comemos excepto ralamente saborear y prestar atención al acto de comer. Y así nos estamos perdiendo un gran placer y no somos conscientes de la gran cantidad de alimentos que deglutimos sin notarlo.
- Coge una uva pasa.
- Presta atención plena a la fruta.
- Ponla en la palma de la mano, obsérvala con cuidado, ¿ como huele ? nota el color, sus arrugas .
- Hazte consciente de cualquier pensamiento que pase por la cabeza, de comida o de imágenes que te evocan su olor.
- Tócala ¿ que tacto tiene ? Hazla rodar entre tus dedos ¿ Que notas ?, Apriétala un poco ¿ Que sucede ?.
- Ahora, siendo consientes del lento, lentísimo, movimiento de la mano al acercar el alimento a la boca, pon la uva pasa en los labios, pásala por ellos, casi sin rozarlos ¿ como notas su piel en los labios ? .
- Pon la uva dentro de nuestra boca, siéntela en la lengua, ahora mastica muy despacio, experimentando realmente el acto de masticar una sola uva pasa. Un mar de fragancias y sabores llena el paladar, ¿ como son ?disfruta cada segundo.
- Cuando esta lista para tragar presta atención al proceso , intenta sentir como pasa por la garganta y recorre el camino hacía el estómago.
Aunque no te gusten mucho las uvas pasa, esta experiencia fascinante. Nunca habrás saboreado y esperado tanto para tragar un pedazo de comida, el inmenso placer de hacer un acto plenamente consciente.
No sólo disfrutaremos de la comida, sino que comeremos mejor, y tendremos muchos menos problemas con nuestro sistema digestivo. Nos daremos cuenta poco a poco que poniendo plena atención al acto de comer con placer, comeremos menos y lo disfrutaremos más. Te animo a que lo pruebes, con la uva pasa y con cualquier otro alimento, disfrutaras intensamente de la meditación.
domi Amistad rota sin razón
Hoy hablamos de una experiencia muy conocida. La mayoría de nosotros la ha vivido en primera persona o de modo cercano.
Se trata del cese brusco de una amistad cuando una de las partes manda a la otra a freír espárragos de un día para otro o, quizás, cuando simplemente a una parte no le apetece saber nada de la otra.
En esta situación hay una parte que seguramente no sufre nada: quien ha tirado por su lado ignorando al amigo.
Por lo tanto, vamos a quedarnos con el “abandonado”, a ver qué se puede hacer en esta situación.
Primeramente, hay que tener claro que hay personas en nuestra vida que permanecen durante un tiempo (quizás breve) y luego se van. Vamos conociendo a otras y así, sucesivamente, coincidimos en momentos y lugares compartiendo las experiencias que nos tocan.
El problema es que en esta relación de amistad alguien ha cortado por lo sano, dejando a la otra parte perpleja y sin saber cómo tomárselo.
Si el asunto es irremediable, no queda de otra que hacerse a la idea.
En Psychcentral nos llegan a proponer incluso escribir una carta de despedida. Obviamente, no con el propósito de entregarla, sino para asimilar que la relación ha llegado a su fin.
Después viene el proceso de duelo, que suele ser similar a cuando se pierde cualquier otra relación. Es tiempo de decir adiós y, en este caso, de cortar lazos.
Yo opino que hay que procurar no sufrir demasiado en este caso. A fin de cuentas, la parte que cortó la amistad está ahí, tan campante, haciendo su vida sin necesitarnos. Este simple pensamiento puede ser de ayuda para quitarle dolor al dolor.
Eso sí, hay que expresar la tristeza y vivirla, para que se vaya progresivamente. Que no nos de rabia llorar.
Pero en ese lapso de tiempo en el que nos acostumbramos a la ausencia de ese amigo sería un error darle vueltas a la idea de que nos ha dejado porque valemos poco y ha encontrado a gente que vale más.
Tristeza, sí. Autocompasión, ninguna.
El ex-amigo quizás se relaciona ahora con personas que le aportan más o algo distinto (quizás no), pero eso no le resta al “abandonado” ni un ápice de valor.
La vida no se cae a trozos porque un amigo decida darnos la patada. Hay otros amigos, otras relaciones y mucho que hacer por delante.
Cuando el golpe es reciente, no se ve tan claro, pero el dolor se disipa y… voilà! Un día vemos el panorama despejado.
Salir, entrar, mantenernos ocupados, cuidar de nuestras actuales relaciones, conocer gente nueva… Todo eso compensa más que quedarse en un rincón preguntándose porqué mil veces, llegando cada vez a conclusiones más extrañas, y dándole una paliza a nuestra autoestima.
A ninguno de nosotros nos gusta el rechazo, pero aprender a manejarlo nos conviene porque, de un modo u otro, nos tocará vivirlo. Así es la vida.
http://tusbuenosmomentos.com/2011/08/amistad-rota-sin-razon/
¿Está el Quijote escrito en π (Pi)?
El número que hoy denominamos π (Pi) era ya conocido, hace unos 4000 años, por los egipcios y los babilonios. Estas, y otras culturas coetáneas, sabían que la proporción entre la longitud de cualquier circunferencia y su diámetro tenía un valor constante algo mayor que 3, que habían determinado mediante mediciones empíricas. El Antiguo Testamento incluye una estimación de π, en el Libro Primero de Reyes 7:23, que se refiere a la construcción del templo de Salomón, dice: ” Hizo fundir asimismo un mar de diez codos de un lado al otro, perfectamente redondo; su altura era de cinco codos, y lo ceñía alrededor un cordón de treinta codos. “; es decir, que su circunferencia (“cordón”) era de treinta codos y su diámetro era de diez codos, por lo que la relación entre la circunferencia y el diámetro era 3. El genial Arquímedes (287-212 a.C.) fue posiblemente el primero que encontró un método para calcularlo geométricamente. Éste se dio cuenta de que dividiendo un círculo en sectores idénticos, que podía irse representando como se muestra en la figura. Cada sector podía inscribirse y circunscribirse en sendos triángulos, la suma de todos los triángulos permitía acotar el área del círculo y a partir de esta, suponiendo un círculo de radio unidad, calcular el valor de π. Con este procedimiento dedujo π tenía un valor comprendido entre 3+10/71 y 3+1/7, pero lo más importante es que su método permitía calcular π con tantos decimales como se desease, naturalmente si se tenía un tiempo suficiente para hacer las cuentas. Obsérvese que el cociente entre la longitud de la circunferencia y su diámetro es constante solo si la circunferencia la dibujamos sobre un plano, pero esto no es válido para superficies no planas. La definición de π en términos geométricos se debe a razones históricas (su aplicación en la construcción) pero otras definiciones son posibles. Podría haberse definido como como el valor al que converge una determinada serie, como ocurre con la definición de e. De hecho, a partir del siglo XV se han deduciendo distintas series que convergen a π (ver http://mathworld.wolfram.com/PiFormulas.html). Por ejemplo Nilakantha en el s XV obtuvo: π = 3 + 4/(2 x 3 x 4) – 4/(4 x 5 x 6) + 4/(6 x 7 x 8) -4/(8 x 9 x 10) +… Muy interesante es el algoritmo BBP (1995): http://crd-legacy.lbl.gov/~dhbailey/dhbpapers/digits.pdf que tiene la propiedad de que permite calcular los dígitos de π que se deseen (en hexadecimal) empezando en una determinada cifra sin necesidad de calcular las precedentes. Cada vez se han ido encontrando series que convergen a π más rápidamente y métodos de distintos tipos que van batiendo record casi todos los años. Se ha superado ampliamente el billón (1012) de dígitos empleando un PC, cantidad que se puede multiplicar varias veces repartiendo el cálculo entre varios. No existe una razón práctica para ello. Por ejemplo, el error que se cometería al medir una circunferencia con el radio medio de la órbita de la Tierra al Sol utilizando 16 decimales de π (lo que da cualquier calculadora) sería mucho menor de 1 mm. ¿Por qué entonces el empeño en batir records? Quizás valga lo que decía el montañero Mallory cuando al ser preguntado sobre su empeño en conquistar el Everest (que le costó la vida) respondió: “Porque está ahí”. En el bachiller se enseña que π es que es un número irracional y trascedente (razón por la cual la cuadratura del círculo es imposible) y como tal tiene un número infinito de decimales sin periodo (no hay un término a partir del cual se repita de forma periódica una secuencia de dígitos). Pero quizás lo más sorprendente y no tan conocido, aunque no exista una demostración rigurosa, es que los dígitos de π siguen una secuencia aparentemente aleatoria, es decir: si elegimos un número grande de dígitos y le aplicamos un test para ver si se trata de números aleatorios procedentes de una distribución uniforme lo pasaría. Por ejemplo: Si expresamos π en binario y a partir de una determinada cifra, elegido al azar, los siguientes 1000 dígitos obtendríamos que estos siguen una secuencia de 0 y 1 que presentaría una aleatoriedad similar a la de lanzar una moneda 1000 veces (asignando 1 a la caras y 0 a las cruces, o viceversa). Lo mismo ocurre con la expansión decimal de π en la que podemos comprobar que los números 0, 1,…, 9 aparecen un probabilidad parecida (en la ilustración se muestra una aplicación, desarrollada por mi [1], en la que elegido el número de decimales de π se muestra interactivamente la frecuencia con la que aparece 0, 1,2,…, 9) Lo anterior nos lleva a algo sorprendente: si escribimos al azar o intencionadamente un número de varias cifras es seguro que encontraremos en los decimales de π una secuencia donde aparecerá ese número. Por ejemplo: En el primer billón de decimales (1012) de π se ha comprobado que hay al menos una secuencia en la que el 0 se repite 12 veces consecutivas, lo mismo ocurre para el 1,…, 9 y 10, incluso hay una posición en la que el 8 se repite 13 veces. Lo mismo podemos decir para otros números [1]. Por ejemplo: el número 12345 en el primer millón de dígitos aparece en 8 ocasiones. Este tipo de coincidencias nos puede llevar a una variante de lo que Borges planteaba en su célebre relato La Biblioteca de Babel. En él se describe una biblioteca que contiene todos los libros escritos y los que pudiesen escribir (en el relato de Borges estipula un número de páginas y líneas por página, pero eso es irrelevante para el argumento que sigue). Suponía que podía construirse un libro donde todas las letras eran a, en el siguiente libro la última letra se sustituía por una b, y así sucesivamente, hasta que el último libro todas serían z, con lo que se completaban todas las posibilidades. El número que se obtiene es enorme, inmensamente mayor que el número de átomos del universo, sin embargo es un número finito. Se me ocurre una variante del relato anterior: expresamos π en base 35 (para incluir las letras del alfabeto y otros símbolos necesarios para la escritura) y asignamos el 1 a la a, el 2 a la b, y así sucesivamente, si tomamos un número suficientemente grande de dígitos nos encontraremos que eligiendo un número suficiente de dígitos está escrita la frase: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” si ampliamos el número de dígitos podemos ir ampliando la frase, incluyendo más frases hasta encontrar una secuencia en la que encontremos una coincidencia con el texto del Quijote. De hecho nos encontraríamos con la Biblioteca de Babel (no importa cómo de grande pues π tiene infinitos dígitos), es decir: todos los libros posibles escritos y los que puedan escribirse están en los decimales de π. El único inconveniente es que necesitaríamos muchos gúlgolplex de eones para encontrar la expansión de π que coincidiese con el texto del Quijote, pero como tenemos un tiempo infinito eso no es un problema. Si no somos demasiado pacientes y no queremos esperar tanto podríamos reducir considerablemente el tiempo si introducimos un corrector ortográfico combinado con un computador cuántico. Otra especulación interesante que es la siguiente: π aparece en muchas fórmulas de física en contextos que nada tienen con la definición geométrica de π, por ejemplo: la función de densidad de la distribución normal (aplicada entre muchas cosas a estimar las incertidumbre en las medidas), el principio de incertidumbre de Heisenberg o en la teoría general de la relatividad, de alguna manera la naturaleza tiene que “calcular” π en muchas ocasiones pero no puede hacerlo con infinitos decimales, quizás (¿?) no es ajeno a ello que ante situaciones idénticas la respuesta de la naturaleza no es exactamente la misma. Por ejemplo: en un arroyo en régimen turbulento aunque el flujo de agua sea constante su forma va variando sin razón aparente pues todas las variables que intervienen tienen prácticamente el mismo valor. Quizás la naturaleza se encuentre con un problema N o NP, pero eso es otra historia. ———————- |
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Habitantes del desierto: tuaregs y beduinos.
Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.”
Dí: No oigo.
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué aridez !
Di: ¡ qué extraña belleza
Con el desierto ante ti, no digas : ¡ qué inmensidad !
Di: ¿por dónde comienzo?
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué pobreza !
Di: ¿qué más necesita mi pensamiento?
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué soledad !
Di: soy lo que conmigo llevo
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué oscuridad !
Di: no veo, pero lo siento
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué sed !
Di: ¿cuánto preciso beber?
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ imposible vivir !
Di: la vida es lo que he de aprender
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ qué cansancio !
Di: ¡ cuánto camino por recorrer ¡
Con el desierto ante ti, no digas: ¡ no puedo más !
Di: si las dunas avanzan, yo también
Con el desierto ante ti, no digas: me doy por vencido
Di: seguiré, aunque quizás no llegue a mi destino Con el desierto ante ti, no digas: ¡ no hay nadie más !
Di: todos tenemos desiertos que atravesar y desiertos que coincidir
Con el desierto ante ti, no digas: la arena me abrasa
Di: con la arena se construyen casas
Con el desierto ante ti no digas: estoy perdido
Di: tiene que haber algún camino
Con el desierto ante ti, no digas: jamás saldré
Di: lo que tiene comienzo tiene su fin.
Cuando estés ante tu desierto, piensa, que es uno de los paisajes más bellos de la tierra: no temas, en él está tu sustento
Di: allí aprendí lo más cierto.
Cuando estés ante el desierto no digas: ¡ qué silencio !
Di: no oigo.
(Anónimo touareg)
“A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas. Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua. Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor! Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
Jadra Alsena.
Con la transición a una vivienda fija, se debilitó el estatus de la mujer; su anterior condición le fue quitada. Su marido sale a trabajar, y ella no hace nada. Su tarea básica consiste en criar a los hijos. Y también esto, sin que ella pueda enseñarles el mundo exterior. Ella no conoce todo lo que hay en el entorno. Su hijo va a la escuela y aprende cosas, y cuando le hace preguntas, ella no sabe contestarle, y eso le da la sensación de que ella no es importante. Y cuando su estatus desciende, asciende el del marido; ella se vuelve dependiente de él más y más, y él la domina.
Hasta que nosotras, yo y mujeres jóvenes como yo, decidimos que era necesario hacer algo que nos hiciera más llevadera la vida a nosotras y a nuestras hijas”.
Fuentes:
“El planeta vivo. pueblos de la tierra.” Mirella Ferrera, Gian Giussepe Filippi, Marco Ceresa.
http://www.lavozylaopinion.com.ar/cgi-bin/medios/vernota.cgi?medio=lavoz&numero=Abril%202007¬a=Abril%202007-9
http://www.ipsnoticias.net/2013/06/israel-trata-a-los-beduinos-como-gente-en-una-caja/
http://www.ilusionporviajar.es/index.php/entrevista-a-un-tuareg.html
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2014/04/habitantes-del-desierto-tuaregs-y.html
En el fin del patriarcado: Hacia la síntesis alquímica de una nueva cultura (III/III)
“…un orden patriarcal agonizante que se defiende en sus últimos estertores, pero que lleva en su vientre, como una madre, algo que es su destino: llegar a parir.”
-Claudio Naranjo.
“Porque el poder que dirige al patriarcado, el poder que está violando la tierra… ha de ser transformado. Ha de haber un contrapeso a todo este frenesí, aniquilación, ambición, competición y materialismo.”
-Marion Woodman.
I. El patriarcado inconsciente
La creciente inclusión de la mujer en los ámbitos culturales y políticos desde fines del s. XIX fue consecuencia de la puesta en crisis y desarticulación de forma cada vez más creciente del fundamento de la organización social en Occidente: la familia patriarcal, caracterizada por la autoridad unilateral ejercida por el padre, jefe de familia y dueño del patrimonio (literalmente, “lo recibido por línea paterna”) que incluía tanto los bienes materiales como los esclavos, la esposa y los hijos. En cierto modo, los movimientos feministas del siglo XX han logrado grandes triunfos históricos, al hacer equivalentes muchos de los derechos sociales de hombres y mujeres en la mayoría de los países de Occidente. El voto femenino, el derecho al divorcio y el empleo igualitario, pueden ser considerados, quizás en igual medida, tanto triunfos de la expansión del feminismo como del desarrollo general de una conciencia humana más democrática y liberal. Otros derechos sociales, como la interrupción voluntaria del embarazo (el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo), están ya contemplados por la ley en numerosos países del mundo, y en muchos otros están actualmente en discusión.
En las primeras etapas del feminismo, generalmente se había supuesto que el patriarcado fue sólo un cambio en las relaciones sociales de poder que sentó las bases para el sometimiento de las mujeres por los hombres. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de los artículos precedentes, no podemos entender al patriarcado únicamente como un modo de relaciones sociales de poder, sino como una lógica simbólica fundamental que ha configurado nuestra historia humana y sobre la que se han sostenido o construido todos los aspectos de nuestra cultura. ¿Qué es, entonces, el patriarcado hoy en día?
Desde un punto de vista psicológico, el establecimiento del patriarcado en lo inconsciente colectivo no se tradujo únicamente en una “mejoría” social para los hombres, sino principalmente en la imposición de roles endurecidos y universalizados que definieron y delimitaron culturalmente el comportamiento socialmente aceptable de los hombres y las mujeres, constriñendo a ambos géneros por igual en sus posibilidades de expresión, no sólo políticas y sociales, sino en la propia expresión de su ser. “En los dos casos los rasgos positivos que tradicionalmente se han asociado a cada uno de los dos sexos, se han convertido en caricaturas frustrantes de lo que hombres y mujeres deberían ser”. (Myriam Miedzian, Chicos son, hombre serán, 1995).
En la cultura patriarcal, irónicamente, el hombre ha sido forzado a ajustarse a una imagen extremadamente estrecha y mutilada de sí mismo: la de una virilidad fuerte, inflexiblemente segura, exclusivamente racional, con la que no son compatibles la debilidad, ni el miedo, ni la tristeza, ni la sensibilidad emocional, ni la empatía, ni la expresión estética, ni las demostraciones profundas de afecto. En la mística de la masculinidad patriarcal, todos estos rasgos son considerados implícitamente femeninos y, por lo tanto, degradantes. “Este código ético es interiorizado desde la infancia por los varones desde distintos ámbitos […]: el familiar, el educativo, el de las relaciones entre iguales, el deportivo y el de la cultura de masas. Por mandato social, el hombre tiene que aprender a reprimir y ocultar sentimientos […] Para construir esta personalidad el hombre “no llora”, no siente miedo, se controla y evita caer en debilidades afectivas […] Transgredir cualquiera de los preceptos sociales que le califican como “hombre de verdad”, puede suponer poner en duda su masculinidad y ser tratado como no masculino o afeminado con el carácter de inferioridad que ello conlleva. Por eso, si hay algo peor que “no ser hombre” es ser homosexual, porque esto le acercaría mucho más a ser femenino, que es la mayor categoría de inferioridad.” (López Castro, Cómo influye el patriarcado en la masculinidad arquetípica, 2007). El hombre patriarcal, además, para consolidarse como tal, debe ser un conquistador, debe competir y triunfar en la guerra individualista por conquistar espacios de poder (donde poder equivale a acumulación de dinero y status social). En términos económicos, esa guerra se ha traducido en capitalismo global.
Por su parte, la mujer patriarcal fue considerada casi exclusivamente en dos estereotipos masculinos contrapuestos que pasarían a confinar su destino o etapas inevitables en su vida: el de mujer-objeto y el de madre. Fuera de estos estereotipos, la mujer sería definida como un ser obediente, pasivo, carente de pensamiento crítico o capacidades intelectuales que le permitan ser tenido seriamente en cuenta en las cuestiones importantes de la sociedad. “La mujer no ha jugado en ella ningún papel protagónico o relevante, si acaso el de cumplir el papel de una compañera cuya tarea es dar sosiego al conquistador, darle más hijos (que sean varones preferentemente) y que sea capaz de reproducir en el espacio doméstico (único espacio en el que encuentra su “realización”) la educación y los valores masculinos” (Arturo Toscano Medina, La filosofía, la mujer y la cultura, 2001).
La revolución feminista significó en gran medida el cuestionamiento de estos prejuicios patriarcales, abriendo las puertas a las mujeres para integrarse de forma más igualitaria en las esferas laborales e intelectuales de la cultura. Pero si bien hoy se reconoce cada vez más colectivamente en la sociedad occidental que las mujeres tienen las mismas capacidades intelectuales que los hombres y gozan cada vez más de sus mismos derechos, su inclusión social ha sido en términos de “lo masculino”. En este sentido, en el siglo XX muchas mujeres abandonaron la identificación inconsciente con los estereotipos femeninos tradicionales del patriarcado para abrazar el estilo heroico “masculino” de la modernidad competitiva sedienta de logros capitalistas en la arena del mercado. “En los primeros días del feminismo, por ejemplo, muchas mujeres quisieron disipar el mito de la biología como destino y demostrar la capacidad de la mujer para pensar claramente, gobernar con autoridad y alcanzar lo que alcanzan algunos hombres. A resueltas de ellos, algunas mujeres se volvieron adictas a la embriagadora fiebre de la productividad, convirtiéndose en adictas al trabajo y pretendiendo ser «supermujeres». Así como sus madres pueden haber sacrificado el trabajo por el amor, ellos pueden haber sacrificado las relaciones amorosas en beneficio de sus carreras […]. Ahora las mujeres dicen sentirse insatisfechas con estas nuevas sendas, lamentando la pérdida de la feminidad […], de perder el contacto con nuestros instintos femeninos, al haber dado prioridad al desarrollo de la identidad individual a costa de los valores de relación.” (Connie Zweig, Ser mujer: el nacimiento de la feminidad consciente, 1990).
En su rol de objeto-sexual, la mujer ha pasado de ser el atractivo trofeo del varón conquistador a un objeto más de consumo en la sociedad capitalista, reproducido e impuesto por los medios hegemónicos de comunicación, especialmente a través de la publicidad, cuyo objetivo no es sólo vender un producto, sino una imagen ideal y un estilo de vida acordes con los valores de la sociedad de mercado. Los estereotipos de la normalmente inalcanzable “feminidad ideal” impuestos por el mercado ejercen una enorme presión social en la mujer actual, la cual suele traducirse en frustración y en variadas patologías psicológicas.
Sin embargo, estos roles estereotipados y patológicos, en la medida en que comienzan a volverse conscientes, se están viendo debilitados, flexibilizados y cuestionados de manera cada vez más creciente. Su transformación puede ser considerada como un aspecto inevitable de la necesidad colectiva de evolucionar hacia una nueva cultura.
II. INDIVIDUALIDAD Y COMUNIÓN
En sus investigaciones experimentales sobre el desarrollo temprano de la personalidad en niños y niñas en los años ochenta, la psicóloga y filósofa Carol Gilligan descubrió que existen ciertas tendencias innatas de carácter entre uno y otro sexo. Gilligan, que se convertiría en la primera profesora de estudios de género en la Universidad de Harvard, concluyó que existe una tendencia natural en los hombres hacia el individualismo, mientras que en las mujeres hay una tendencia a poner el acento en las relaciones entre las personas. En el ámbito ético, los hombres tienden a pensar en reglas formales y abstractas, insistiendo en la importancia de la autonomía del individuo y de la adecuación al derecho, mientras que las mujeres tienden a considerar las cosas en términos contextuales, relacionales, a pensar en términos de comunidad y a otorgar más importancia al respeto y las responsabilidad con los otros.
Siguiendo las investigaciones de Gilligan, podríamos decir que el sexo masculino tiene una tendencia innata al desarrollo de la autonomía, pero teme en cierto modo las relaciones, mientras que el sexo femenino tiende a valorar más profundamente las relaciones, pero tiene dificultades con la autonomía. “Hoy en día hemos llegado a un punto crítico de la evolución, un punto en el que los roles sexuales primarios −hiperautonomía para los hombres e hiperrelación para las mujeres− están siendo, en cierto modo, trascendidos; un punto en el que los hombres deben aprender a aceptar su ser relacional y las mujeres deben aprender a aceptar su autonomía.” (Ken Wilber, Breve historia de todas las cosas, 1997).
No es difícil percibir, entonces, cómo nuestra actual cultura se ha erigido sobre un desequilibrio básico de prioridades, en el cual los valores considerados “femeninos” (la cooperación, la empatía, la solidaridad y la preocupación por el bien común) se han infravalorado o relegado a la esfera de los ideales utópicos y humanitarios, mientras que los valores “masculinos” (el individualismo, la competencia y el self-made man americano) han determinado la lógica de las relaciones sociales a través de la cuales nuestra sociedad funciona, una lógica cuyo principal objetivo es privilegiar a los nuevos conquistadores y reyes del mundo, aquellos que alcanzan la cima de la pirámide del mercado (o que ya se encuentran en ella). “Los problemas a los que nos enfrentamos hoy aumentan por la definición de una individualidad que ha llegado a significar una simple búsqueda del yo, y una democracia que ha perdido también su significado […]. En nuestro sistema competitivo, parece que pensamos que uno debe arreglarse por sí mismo. Una vez más, las partes están funcionando sin consideración al interés del todo. Gran cantidad de personas crece sin ningún sentimiento de pertenecia a la comunidad y carecen de sentimientos de lealtad y ayuda a los demás […] Una de las principales dificultades es que la mención del amor en cualquier marco que no sea fundamentalmente personal se ha convertido en algo sentimentalizado, emasculado, relegado a la imagen de la escuela dominical de una efímera idealización. Se escriben libros enteros de psicología en los que no se encuentra ninguna mención al amor. Sin embargo, el amor sigue siendo la dinámica más esencial en el funcionamiento sano de la sociedad.” (John Weir Perry,La evolución de la conciencia, 1988).
Este desequilibrio ha dado lugar a una civilización que, a pesar de su desarrollo técnico e intelectual, sigue sosteniéndose, aún hoy, sobre una lógica despiadada, en la cual las relaciones de dominación, explotación (del hombre y del medio ambiente) y desigualdad extremas se han naturalizado al punto de volverse imperceptibles para la mayoría de las personas. Como reflejó la implacable pregunta del presidente uruguayo José Mujica en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable del año 2012: “¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?”
Individualidad y comunión, sin embargo, podrían ser valores fundamentales para construir una cultura equilibrada. Mientras que los totalitarismos de Estado pueden ser contemplados como expresiones sociales desequilibradas (y, en última instancia, falsas) del principio de Comunión, en donde la individualidad queda subsumida y aplastada por su adecuación a una fuerza impuesta desde un poder estatal concentrado, autoritario y jerárquico; el neoliberalismo capitalista, por su parte, puede ser visto como una expresión desequilibrada del principio de Individualidad, en donde la libertad colectiva se ha identificado con la libertad de los mercados (desregulación económica) y la libertad y el desarrollo personal se han identificado con la noción de una ilusoria libertad de consumo o, en su defecto, una promesa de libertad individual ganada “con el sudor de la frente” a través de una justificada y glorificada competencia social: “En el capitalismo mágico, somos todo lo libres que nuestro dinero puede pagar, dado que tal y como reza su primera ley: “la libertad de las personas es inversamente proporcional a la libertad de los capitales””(Rafa Cuadrado, La necedad de vivir sin tener precio, 2012).
La imagen del desarrollo individual dentro del capitalismo depende entonces exclusivamente de una ilusoria meritocracia mercantilista que, aunque fuera real, representaría la antítesis de una verdadera cooperación colectiva, no resumiéndose en otra cosa que una lucha egocéntrica por el poder. En este sentido, el desarrollo del capitalismo neoliberal posmoderno puede ser contemplado como la expresión socioeconómica de la estructura egocéntrica de conciencia que predomina actualmente en nuestra cultura, de una individualidad que ha devenido en individualismo narcisista y alienante y que necesita desesperadamente reconocer su lugar en la unidad mayor en la que existe. “Es verdad que [en el capitalismo] no existe nada ni remotamente parecido a la igualdad de oportunidades, pero incluso si existiera, el sistema de todos modos sería inaceptable. Supongamos que los dos corredores largan exactamente del mismo punto, usan el mismo calzado y todo lo demás. Mientras que uno llega primero y se lleva todo lo que quiere, el otro llega segundo y se muere de hambre.” (Noam Chomsky, El bien común, 1998).
En términos junguianos, las perspectivas comunistas, que defienden la existencia de un Estado centralizado que lo abarca y administra todo, descansan sobre el arquetipo de la Madre, en donde la institución estatal es la familia que contiene y provee a todos sus hijos por igual; mientras que las perspectivas capitalistas se sostienen casi exclusivamente sobre el arquetipo del Héroe, en donde la voluntad y el esfuerzo individual se conciben e idealizan como únicos rasgos morales válidos para construir una sociedad “justa”, pero que en la práctica constituyen una falsa justificación ética de las desigualdades, al mismo tiempo que defienden la noción idealizada del esforzado y triunfal ascenso social; en otras palabras, de una jerarquía de poder, lo que nos conduce nuevamente a los aspectos negativos del arquetipo del Padre. “La historia de la civilización ha sido, a grandes rasgos, la historia de una brutalidad enmascarada tras la idealización del heroísmo. Si imaginamos a un habitante de Marte observando los acontecimientos que tienen lugar en la Tierra a través del paso de los siglos, no nos extrañaría que llegara a la opinión de que los humanos, en su conjunto, son despiadados: gente de muy poca compasión.” (Claudio Naranjo, La mente patriarcal, 2010)
Otro modo de ver estas dos perspectivas en el aspecto positivo de cada una es en la forma de derechos y responsabilidades. El gran desafío de nuestra cultura, cada vez más global, sea probablemente hallar un equilibrio dinámico entre estas dos esferas de valores, construir una cultura en donde el auténtico desarrollo individual y el desarrollo colectivo no estén en contradicción, sino que sean dos aspectos valorados y fomentados por igual de una nueva y cooperativa organización social. El filósofo anarquista Mijaíl Bakunin sintetizó de forma unificadoramente clara esto al afirmar: “No seré verdaderamente libre hasta que todos los hombres y mujeres que me rodean sean también libres. La libertad del otro, lejos de suponer una limitación para mi libertad, es una condición indispensable para su realización” (Mijaíl Bakunin, Dios y el Estado, 1871).
Una cultura en donde las responsabilidades impliquen un auténtica participación e implicación de cada individuo en la construcción y el desarrollo de la sociedad demanda repensar nuestro sistema democrático y nuestra concepción del Estado. Nuestros actuales sistemas democráticos, que en teoría debieran representar la voluntad de sus pueblos, tienden sin embargo a reflejar en realidad la voluntad de los intereses privados; esto es, del mercado. “La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal […]. El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos […]. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados […]. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población.” (Albert Einstein, ¿Por qué el socialismo?, 1949). Sumado a ello, la influencia decisiva que los poderes económicos concentrados ejercen a través de los medios de comunicación dominantes para configurar la opinión social y “construir realidades”, hace de nuestra democracia un mecanismo profundamente manipulable por el poder.
Si el actual despotismo económico del capitalismo patriarcal ha de ser trascendido en alguna forma más inteligente y equitativa de organización social, no será a través de la imposición violenta de un Estado centralizado y autoritario, y probablemente tampoco a través de la destrucción de todas las instituciones públicas, sino posiblemente de su gradual o radical transformación. Nuestra democracia representativa, verticalista y burocrática, heredera de los liderazgos monárquicos, necesita evolucionar en formas cada vez más participativas y directas de expresión colectiva. Iniciativas como la Ley Orgánica de Comunas en Venezuela, o proyectos de democracia digital como el Open Ministry de Finlandia, el Partido WikiLeaks de Julian Assange en Australia, o el Partido de la Red en Argentina parecen avanzar fuertemente en esa dirección. La expresión de una voluntad colectiva más consciente y cooperativa ha de ir la mano necesariamente de una democracia más participativa. La democracia participativa implica una expresión de la voluntad individual, al tiempo que demanda una responsabilidad e implicación mayor en la cocreación de lo colectivo. Incluso alternativas tan revolucionarias como la Economía Basada en Recursos no pueden pensarse seriamente en la práctica como alternativas superadoras al capitalismo sin algún sistema de democracia participativa.
Hoy, los muros opresivos de nuestra cárcel patriarcal son cada vez más evidentes, sus paredes tiemblan como sostenidas sobre plataformas arenosas y apocalípticas. Su suelo resulta cada vez más débil, más ridículo, más inverosímil, sus ídolos se resquebrajan y se caen, y sus columnas se doblan y se agrietan para romperse. La actual crisis económica, política y ecológica de nuestro tiempo nos demanda una nueva cultura si es que hemos de sobrevivir en este mundo, ha de empujarnos hacia la construcción de esta nueva cultura, a una inclusión y superación de nuestras revoluciones y fracasos, de nuestros triunfos brillantes y nuestras contradicciones vergonzosas, a una síntesis alquímica de nuestra historia.
“Sugerir que los hombres y las mujeres son diferentes es un tabú”
Steven Pinker es uno de los científicos cognitivos más polémicos del mundo y autor superventas. En esta entrevista ofrece sus opiniones sobre la violencia, el feminismo, la religión o el divorcio entre las ciencias y las letras. Y expresa su optimismo sobre la naturaleza humana. “Los ataques xenófobos son deplorables, pero comparados con las limpiezas étnicas del pasado, no son más que ruido de fondo”
Esta entrevista fue publicada originalmente bajo licencia CC-BY enMosaic, una iniciativa de la Wellcome Trust. Ha sido traducida por Christian Law.
III STEVEN PINKER
Steven Arthur Pinker (Montreal, 18 de septiembre de 1954) es un psicólogo, científico cognitivo, lingüista y escritor canadiense. Es titular del Johnstone Family Professorship en el Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard. Conocido por su visión optimista de la evolución de la naturaleza humana y la violencia en la sociedad, también ha desarrollado numerosas teorías sobre el desarollo “instintivo” del lenguaje en los niños. Sus libros dirigidos al público en general —El instinto del lenguaje, Cómo funciona la mente,Palabras y reglas, La tabla rasa y Los mejores ángeles de nuestra naturaleza— son superventas internacionales y han ganado numerosos premios.
La misma semana que entrevisto en su despacho de Harvard al psicólogo cognitivo y autor superventas Steven Pinker, la policía da a conocer las angustiosas grabaciones de las llamadas de emergencia durante el tiroteo del colegio Sandy Hook. En Yemen, un atentado suicida contra el ministro de Defensa mata a más de 50 personas. Un profesor estadounidense es asesinado a tiros mientras hace jogging en Libia. Varias personas mueren en los enfrentamientos entre facciones políticas en Tailandia. Se envían mediadores de paz a la República Centroafricana…
En resumen, es fácil encontrar historias que parecen contradecir uno de los principios rectores del trabajo de Pinker: que lenta, pero inexorablemente, la ciencia y la razón están haciendo del mundo un lugar mejor. Si no bastan los estragos de la guerra, ¿qué tal el predominio en América de teorías no científicas sobre el origen de la vida? ¿O el impacto potencialmente catastrófico del cambio climático, unido a la noticia –conocida también la semana de nuestra entrevista– de que el 23% de los americanos no cree en ello, un 7% más que hace solo ocho meses?
Aunque está en consonancia con sus maneras alegres y esa amabilidad que atribuimos a los canadienses, el optimismo implacable de Pinkeres, a primera vista, un enigma. Su ilustre carrera –ha sido dos veces finalista del Premio Pulitzer por sus libros Cómo funciona la mente (1997) y La tabla rasa: la negación moderna de la naturaleza humana (2002)– se define sobre todo por su defensa del espinoso concepto de la naturaleza humana: la idea de que las predisposiciones genéticas explican en su mayor parte aquello que pensamos, sentimos y hacemos. Por qué nos comportamos con los demás como lo hacemos y por qué destacamos en ciertas facetas y no en otras.
Pinker se ha visto envuelto en más de una polémica por ello. Por ejemplo en 2005, cuando defendió a Larry Summers, entonces presidente de la Universidad de Harvard, quien había insinuado que el hecho de que hubiera menos mujeres ejerciendo en el ámbito de las ciencias y las matemáticas podría deberse a diferencias congénitas.
“En cuestión de eficacia y justicia, deberíamos tratar a cada individuo como tal, sin prejuzgarlo”
“Sugerir que los hombres y las mujeres sean diferentes por razones que van más allá de su adaptación a la sociedad, sus expectativas y sus inclinaciones y barreras ocultas es un tabú casi absoluto”, dice Pinker. Critica libros como Vayamos adelante, de la directora operativa de Facebook Sheryl Sandberg, por no contemplar la idea de que los hombres y las mujeres podrían no tener “idénticos deseos en la vida”. Pero Pinker también insiste en que tomarse en serio esas posibles diferencias no debería justificar políticas o prejuicios que excluyan a las mujeres de los puestos de mayor capacitación o autoridad.
“Si las hay, las diferencias a nivel de sexo se producen en dos poblaciones superpuestas, así que por cada rasgo (femenino) que queramos nombrar, habrá muchos hombres que lo tendrán más desarrollado que las mujeres, y al revés. En cuestión de eficacia y justicia, deberíamos tratar a cada individuo como tal, sin prejuzgarlo.”
Se da por supuesto que alguien que se toma en serio la naturaleza humana es un fatalista y probablemente, un conservador. Si estamos programados para ser como somos –ese es el razonamiento– más nos vale aceptarlo y abandonar toda esperanza de cambiar. Pero el último libro de Pinker, Los mejores ángeles de nuestra naturaleza, puede interpretarse como un mamotreto de 800 páginas que contradice esa idea. No solo podemos cambiar sino que si medimos la mejora por la violencia que nos infligimos unos a otros, en efecto hemos cambiado extraordinariamente.
“A menudo me he encontrado con este reparo: la existencia de la naturaleza humana –que implica móviles tan desagradables como la revancha, la dominación, la avaricia y la lujuria– haría inútil el tratar de mejorar la condición humana, porque los humanos son depravados por naturaleza”, dice a sus 59 años este hombre cuyo aspecto singular–hoy luce botas negras de cowboy– hace que a menudo le paren por la calle. “O bien hay otra objeción: que deberíamos perfeccionar nuestro destino, y por tanto, no es posible que exista la naturaleza humana”.
“El temor de aceptar la naturaleza humana impide cualquier intento de mejorar la condición humana”
Pinker lo atribuye “al temor de que aceptar la naturaleza humana impediría cualquier intento de mejorar la condición humana”. Los mejores ángeles… sostiene que esto es una interpretación equivocada de lo que significa la naturaleza humana. No deberíamos identificarla con una serie de comportamientos. Más bien somos dueños de una compleja diversidad de predisposiciones, violentas y pacíficas, que pueden activarse de distintos modos en distintos entornos. El título del libro, extraído del discurso inaugural de Abraham Lincoln es “una alusión poética a aquellas partes de la naturaleza humana que pueden derrotar a las partes más desagradables”, explica Pinker.
Pero Los mejores ángeles… destaca sobre todo por el peso de las pruebas que acumula, extraídas de la arqueología forense, las estadísticas oficiales, los registros municipales y los estudios que los atrocitólogos han hecho de los genocidios históricos y otras matanzas. El libro demuestra que los homicidios, en proporción a la población mundial en un momento dado, han caído en picado. Si miramos así las cifras, la Segunda Guerra Mundial no fue la mayor atrocidad de la historia, sino en realidad la décima.
“Se piense lo que se piense de la naturaleza humana es un hecho que ya no arrojamos vírgenes a los volcanes”
Pinker se explaya, a veces con una minuciosidad inquietante, en horribles métodos de tortura que en su día fueron pura rutina. “La Horca del Hereje tenía un par de pinchos afilados en cada extremo”, escribe en el pasaje sin duda más espantoso. “Un extremo se apoyaba bajo la mandíbula de la víctima y el otro en la base del cuello, de modo que cuando sus músculos se agotaban, los pinchos se le ensartaban por los dos sitios”.
“Se piense lo que se piense de la naturaleza humana”, dice Pinker, “es un hecho que ya no arrojamos vírgenes a los volcanes. Tampoco ejecutamos a la gente por robar en una tienda, como se hacía antes.”
Pinker lo atribuye a diversos factores, desde el auge del estado y las ciudades hasta la alfabetización, el comercio y la democracia. Que esto sea una garantía universal de racionalidad científica está aún por ver. “Al igual que otros devotos de los valores de la Ilustración”, escribió el crítico John Gray, “Pinker prefiere ignorar que muchos pensadores de la Ilustración han sido doctrinalmente antiliberales, y unos cuantos han apoyado el uso de la violencia política a gran escala”. Pero es difícil rebatir que las opciones de morir de mala manera son mucho menores en 2014 que en 1014.
Ataques xenófobos y limpiezas étnicas
Probablemente cueste asimilar el mensaje de Pinker porque nuestras expectativas van por delante de nuestro comportamiento, lo que generaría la impresión de que las cosas empeoran. “Los ataques xenófobos a los musulmanes son deplorables y debemos combatirlos, y habla bien de nosotros que nos preocupemos cuando suceden”, dice Pinker. “Pero comparados con los pogromos del pasado y las limpiezas étnicas, no son más que ruido de fondo: no es un fenómeno de la misma magnitud que las expulsiones étnicas de otros tiempos”.
Incluso hemos asistido a la aparición de una nueva categoría de actos condenables. Cojamos el bullying, dice Pinker. “El presidente de los Estados Unidos hizo un discurso denunciándolo. Cuando yo era niño, eso se habría tomado a risa”. Mientras seguimos construyendo un entorno que active más nuestras inclinaciones pacíficas y menos las agresivas, los casos de mal comportamiento empiezan a chirriar.
“Nos preocupamos de más cosas porque sabemos que hay más cosas de las que preocuparse”
De hecho, la psicología evolutiva, una de las diversas especialidades de Pinker, explica el por qué. Por razones que en su día tenían mucho sentido, nuestros cerebros están adaptados para concentrarse más en las malas noticias que en las buenas, más en las amenazas intensas que en las difusas, y más en los horrores recientes que en las atrocidades remotas. Nuestro grado de ansiedad sobre el futuro podría en realidad ser una señal del triunfo de la razón.
“Podría interpretarse como una señal de que maduramos”, dice Pinker. “Nos preocupamos de más cosas porque sabemos que hay más cosas de las que preocuparse. Cada vez que vamos a un restaurante nos preguntamos si estaremos ingiriendo grasas saturadas o carcinógenos. La principal inquietud de la generación de mis padres era: ‘¿Está rica la comida?’”
La evolución del lenguaje
Muchas de las ideas más ambiciosas de Pinker sobre ciencia y moral humana tienen su origen en una observación, aparentemente insignificante, sobre los verbos irregulares. Partiendo de las ideas revolucionarias sobre lingüística de Noam Chomsky, Pinker sugirió que algunos de los errores lingüísticos elementales que cometen los niños “captan la propia esencia del lenguaje”.
Cuando un niño de 3 años dice “no me cabió” o “el gatito andó”, lo que está haciendo, dice Pinker, es aplicar correctamente una regla gramatical, y si comete un error es solo porque esa regla no se aplica con esos verbos. Como no ha podido aprender “cabió” o “andó” imitando a los hablantes adultos, todo apunta a la presencia de una maquinaria cognitiva innata –un “instinto lingüístico” por citar el título de un libro de Pinker- que permite a los niños construir nuevas formas lingüísticas siguiendo las reglas. Los verbos irregulares juegan incluso un papel importante en la vida privada de Pinker: conoció a su mujer, la filósofa Rebecca Goldstein, a través de un intercambio de correos eletrónicos después de que él mencionara el buen uso que ella hacía del participio pasado stridden[caminado] en su libro Palabras y Reglas.
“La premisa de la ciencia es enriquecer y diversificar las herramientas intelectuales del conocimiento humanístico, no anularlas”
Años más tarde, en 2007, en el libro El mundo de las palabras, Pinker amplió el razonamiento a las estructuras del mentalés, el “lenguaje del pensamiento” sin palabras que, según él, utilizamos al pensar. Cuando, por ejemplo, usamos un lenguaje espacial para hablar del tiempo –como en “un largo día” o “adelantar” una reunión– ¿podríamos estar sirviéndonos de una tendencia pre-lingüística, intrínseca, a pensar en la noción abstracta del tiempo por analogía con el espacio, algo mucho más comprensible para un humano temprano preocupado por la comida, el cobijo y la supervivencia?
La visión de la mente como un conjunto de módulos que han evolucionado para afrontar desafíos cognitivos concretos en las llanuras del Pleistoceno aparece desarrollada con mayor ambición en Cómo funciona la mente. El libro es un esfuerzo deslumbrante por “diseñar a la inversa” todas nuestras capacidades mentales, y en él Pinker se plantea cuál es el fin para el que ha sido elegida cada una. El amor, el humor, la guerra, los celos, el asco que sentimos ante la idea de comer ciertos animales pero no otros, los tabúes religiosos relacionados con los alimentos, las mentiras compulsivas: nada escapa al escalpelo racionalista de Pinker.
Asumiendo que uno acepte el planteamiento del libro, es casi imposible, después de leerlo, aferrarse a la idea romántica de que nuestra vida interior es algo más que los hechos desnudos de la biología y la selección natural. Hay una notable excepción, y es el modo en que el cerebro genera conciencia o conocimiento consciente. Después de tratar el tema en extenso, Pinker concluye finalmente: “¡Me supera!” Hay razones para creer, sostiene, que los humanos podríamos carecer de la capacidad mental para solucionar el problema de la relación cuerpo-mente.
Pero la cuestión filosófica –hasta dónde puede o debe llegar la ciencia en la vida de la mente– provocó un debate acalorado el año pasado, cuando Pinker escribió un artículo para New Republic titulado La ciencia no es tu enemiga. En parte fue una reacción a los informes que llegaban de ambos lados del Atlántico sobre el descenso del número de estudiantes en las asignaturas de humanidades y supuso la intervención de Pinker en el largo debate sobre el “cientifismo”: ¿intentan la ciencia y los científicos colonizar áreas de la vida intelectual que no les pertenecen?
Lejos de negarlo, como han hecho numerosos científicos, Pinker se atrevió a decir que eso era algo bueno, siempre y cuando definamos correctamente el término “cientifismo”. Ellos, los humanistas, tienen la culpa, insinuaba, de la decadencia de sus campos de estudio. Al empeñarse en permanecer dentro de sus refugios, inmunes a otras perspectivas, habían facilitado su propia irrelevancia, cada vez mayor. La ciencia no se había embarcado en una “campaña imperialista para ocupar la esfera de las humanidades”, escribió. “La premisa de la ciencia es enriquecer y diversificar las herramientas intelectuales del conocimiento humanístico, no anularlas”.
En una encendida respuesta titulada Crímenes contra las humanidades, Leon Wieseltier, responsable literario de New Republic, acusó a Pinker de negar la mera posibilidad de un conocimiento no científico válido. Qué absurdo, argumentaba, imaginar que el análisis científico de un cuadro –la descomposición química de sus pigmentos y texturas, etcétera– sea todo cuanto podemos decir de él. Pinker lo llama una interpretación “paranoide” de su razonamiento. “¿Cómo es posible que nuestros conocimientos sobre la percepción del color, las formas, la luz, las sombras o el contenido –rostros y paisajes– no enriquezcan nuestra visión del arte?”
Aunque la réplica de Wieseltier sea excesiva, podría tener su punto de razón. Pinker no estaba –ni está– simplemente invitando a los especialistas de las distintas disciplinas a que se comuniquen más entre sí. Su planteamiento es que cualquier especialista comprometido con la idea de que “el mundo es inteligible” está haciendo ciencia. “Los grandes pensadores de la Edad de la Razón y de la Ilustración eran científicos”, escribió, citando a varios filósofos.
De todo ello parece deducirse que las especialidades no científicas no contribuyen a que el mundo sea inteligible, pero Pinker se revuelve contra eso. “Estoy casado con una humanista. Colaboro con especialistas en humanidades. Trabajo en campos como la lingüística, del que los propios decanos dicen no saber si pertenece o no a las humanidades”, comenta. “Muchos especialistas en humanidades –sobre todo aquí, en Harvard y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, pero también en otras partes– encuentran muy estimulante el que pueda haber otras vías para aproximarse a los viejos problemas y un flujo de ideas novedosas. Quiero decir, ¿quién en su sano juicio podría defender el aislamiento como un principio de excelencia en nada?”
“Los grandes pensadores de la Edad de la Razón y de la Ilustración eran científicos”
Claro que se puede estudiar y apreciar un cuadro, admite, de una forma que puede ser descrita como no científica. Pero, dice, “creo que las humanidades se harían un favor si no insistieran en quedarse en su búnker. Si quieres atraer a las mentes más brillantes de la próxima generación lo inteligente es hacerles la promesa de que habrá nuevas vías para entender las cosas: esa misma mentalidad que atrae a gente capaz y ambiciosa a las ciencias podría atraerla a las humanidades”.
“No se trata de interpretar las mismas obras de arte con los mismos métodos una y otra vez”, concluye. “No veo por qué las humanidades no pueden progresar. Wieseltier parecía insistir en que no es posible, pero dudo que la mayoría de los humanistas compartan esa idea. Él dice hablar en nombre de las humanidades. Pero imagino a mucha gente en ese ámbito diciéndole: ‘¡Habla por ti!’”
“Esa misma mentalidad que atrae a gente capaz y ambiciosa a las ciencias, podría atraerla a las humanidades”
Pinker nació en una ciudad bilingüe, Montreal, en 1954, y se crió en una comunidad judía de habla inglesa (su hermana, Susan, también es psicóloga, de la rama clínica más que de la científica). Resulta tentador atribuir las inquietudes intelectuales de Pinker al medio en el que creció. ¿Se debe su interés por el lenguaje al hecho de haberse criado en un campo de batalla lingüístico? Su idea de la mente como un ensamblaje complejo de módulos, cada uno diseñado para un objetivo diferente, ¿surgió cuando inspeccionaba las máquinas que su abuelo usaba como fabricante de prendas de vestir? ¿Fue la circunstancia de crecer en los 60, cuando muchos liberales abrazaron el modelo del hombre que “empieza de cero” como condición previa para un cambio radical lo que impulsó a rebelarse contra esa noción en su trabajo?
Es arriesgado hacer especulaciones acerca de un psicólogo evolutivo que cree que laherencia genética es más importante que la influencia paterna o generacional. Pero ¿cuánto cree Pinker que han influido los genes en su carrera profesional y cuánto su educación?
La influencia de los genes
“Hay universos paralelos en los que yo no habría escrito Los mejores ángeles de nuestra naturaleza o El instinto del lenguaje”, dice. “Pero probablemente me habría dedicado a alguna ciencia humana. No creo que hubiera sido físico: soy demasiado curioso, estoy demasiado interesado en los humanos”. Por otra parte, “seguramente no habría sido un crítico literario”.
En este universo, Pinker estudió psicología experimental en la Universidad McGill de Montreal antes de hacer el doctorado en la misma disciplina en Harvard. Ha pasado el resto de su carrera profesional allí y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, al final de la calle.
Venga de donde venga el temperamento de Pinker, incluye unas tremendas ganas de trabajar. Además de controlar obsesivamente cuanto tenga que ver con su labor como profesor titular del Johnstone Family Professorship de Psicología en Harvard, Pinker dedica el máximo tiempo posible a la investigación, las conferencias y los artículos, y se sumerge durante meses en largos maratones de escritura.
“Cuando escribo un libro, lo ocupa casi todo”, dice recordando el año que pasó en su casa de Cape Cod redactando Los mejores ángeles…, los siete días de la semana, a veces hasta las tres de la mañana. “Intento hacer ejercicio. Intento pasar algún tiempo comportándome como un ser humano con mi mujer” –para distraerse, él y Goldstein comparten un tándem y un kayak-. “Por suerte, ella también es una escritora apasionada, así que me comprende”.
“No estoy en Facebook. No veo muchas películas ni veo mucha televisión. Y no mantengo demasiadas reuniones personales”
La pareja no tiene niños, un hecho que a veces Pinker aprovecha para ilustrar la naturaleza no determinante de las predisposiciones genéticas. Podría estar predispuesto, por selección natural, a reproducirse, pero ha usado su lóbulo frontal, una parte crucial de su herencia evolutiva, para decidir no hacerlo. “Hay que sacrificar algunas cosas”, dice Pinker. “No estoy en Facebook. No veo muchas películas ni veo mucha televisión, no por considerarla algo inferior sino por falta de tiempo. Y no mantengo demasiadas reuniones personales”. Si no fuera por el ruido de las teclas, el hogar Pinker-Goldstein permanecería en silencio durante días y semanas.
Ambos son ateos declarados. Y sin embargo, aunque Pinker ha recibido premios de algunas organizaciones ateas por apoyar su causa, lo cierto es que su trabajo nunca se ha centrado en la religión o en sus enemigos. Un libro de Pinker sobre el tema se vendería seguramente mucho y le consagraría como el quinto jinete del Nuevo Ateísmo. Pero “no hay suficiente contenido intelectual ahí, al menos a mi entender, como para estudiarlo”, dice. “Creo que Richard Dawkins ha hecho un buen trabajo: no creo que yo tenga mucho que añadir”.
No debería interpretarse la relativa falta de compromiso de Pinker con las modernas guerras contra las creencias religiosas como un respaldo al argumento de Stephen Jay Gould, según el cual la religión y la ciencia son “magisterios no superpuestos”, cada uno una esfera legítima de autoridad que debería mantenerse al margen de los asuntos del otro. “De hecho”, dice Pinker, “las religiones siempre se han preocupado de cuestiones científicas… Todas las grandes religiones del mundo tienen mitos originarios, teorías psicológicas acerca de qué es lo que anima al cuerpo y le permite tomar decisiones. Y creo que la ciencia ha competido con éxito en ese terreno: ha demostrado que esas explicaciones son objetivamente erróneas”.
Y tampoco, en su opinión, debería la religión tener ninguna prerrogativa sobre la moralidad: “Con eso no quiero decir que la moralidad vaya a estar determinada por labiología. Podría ser, pero creo que más bien es un tema para la filosofía moral secular”.
¿Hay algún tipo de espiritualidad, aunque sea no religiosa, que juegue algún papel en su vida?
“Desconfío de la palabra espiritual”, dice. “Quiero decir, tengo una sensación de maravilla y de asombro, un sensación de vértigo intelectual al meditar sobre ciertas cuestiones. Dudo en usar la palabra espiritual por su larga relación con lo sobrenatural”.
“Las religiones siempre se han preocupado de cuestiones científicas. Y la ciencia ha competido con éxito: ha demostrado que esas explicaciones son objetivamente erróneas”
El próximo libro de Pinker, El sentido del estilo, será un manual de estilo para escritores que incluya nociones de psicología cognitiva y lingüística. Por ejemplo, ofrecerá consejos sobre cómo sortear “la maldición del conocimiento”, las dificultades con que se encuentran los escritores incapaces de ponerse en la mente de un lector que aún no sabe tanto como él. O sobre la cuestión de cómo relacionarse con el lector imaginario: nociones psicológicas. Pinker argumentará y mostrará que la metáfora más adecuada es la de la visión: que “la actitud que tomas como escritor debería ser la de pretender que estás señalando algo en el mundo que el lector podría ver con sus propios ojos si tuviera una perspectiva despejada”.
Desde el momento en que estos y otros hallazgos dependen de los razonamientos de la psicología evolutiva, están expuestos a la crítica constante: ¿no son culpables los psicólogos evolutivos de fabricar retrospectivamente teorías impecables, sin que pueda demostrarse si son o no ciertas?
En un pasaje memorable de Cómo funciona la mente, Pinker sugiere que nuestra tendencia cultural a recompensar a los ejecutivos de éxito (y a los académicos de Harvard) con despachos en las plantas altas podría venir de una preferencia adaptativa por tener buenas vistas del terreno que nos rodea, ya que esa es la mejor manera de defenderse de un ataque. Pero en un mundo alternativo donde premiáramos a los ejecutivos con despachos en el sótano, ¿no se podría elaborar una explicación especular acerca de las ventajas de poder ocultarse a los demás?
Guerras tribales
Para Pinker, lo esencial es si una hipótesis puede probarse o no. Primero, dice, tendríamos que establecer –mediante experimentos psicológicos o encuestas sobre los precios de los inmuebles- que en efecto existe una preferencia generalizada en nuestra época por los pisos altos con buenas vistas. Luego tendríamos que rastrear pruebas históricas: por ejemplo buscar datos de estudios sobre “guerras tribales; si históricamente ha habido una preferencia por los puntos de observación altos sobre los búnkeres y las madrigueras”. Tener los suficientes datos que demuestren una preferencia a lo largo de la historia y a través de las distintas culturas, y en contextos de vida y muerte, podría equivaler a una buena razón para aceptar tu hipótesis.
Una vez más, Pinker se abre camino fácilmente entre mis críticas. Todos los intentos de desinflar su singular optimismo racional –su convicción de que un pensamiento científico riguroso, aplicado con coherencia, conducirá a la humanidad hacia la razón, la paz y la prosperidad– acaban por fracasar.
“La historia nos demuestra que ha habido casos en los que la comunidad internacional ha alcanzado acuerdos para mejorar el bienestar colectivo”
Ni siquiera el cambio climático, ese caso paradigmático de apatía del hombre frente a un hecho científico, logra doblegarle. “Creo que sería imprudente decir que lo solucionaremos, pero no creo que lo sea decir que podemos solucionarlo”, dice Pinker. “La historia nos demuestra que ha habido casos en los que la comunidad internacional ha alcanzado acuerdos para mejorar el bienestar colectivo: la prohibición de los ensayos nucleares sería un ejemplo. O la prohibición de la caza de ballenas con fines comerciales. El final de la piratería como un modo legítimo de competencia internacional. También la prohibición de los clorofluorocarbonos”.
En este ámbito, como en cualquier otro, en opinión de Pinker, la ciencia y un optimismo razonable podrían asegurar el éxito. O, como dice él: “No viajamos en un tranvía hacia el olvido”.
— Oliver Burkeman (Boston, EEUU).,
Mosaicscience.com
Ucrania “rechaza” el nuevo precio del gas ruso
Ucrania ha rechazado este sábado el nuevo precio del gas que le impone Rusia, a casi 500 dólares los 1000 metros cúbicos, al tiempo que amenaza con llevar a Moscú ante un tribunal de arbitraje en Suecia.
“La presión política es inaceptable. Y no aceptamos el precio de 500 dólares”, advierte el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, después de que Rusia cancelara la última rebaja concedida a Ucrania en el suministro de gas, por lo que el Estado europeo deberá pagar 485 dólares por 1000 metros cúbicos.
En esta misma jornada, el ministro ucraniano de Energía, Yuri Prodan, ha planteado que, de no llegar a un acuerdo sobre el precio del gas, Kiev recurrirá a una corte de arbitraje como estipula el contrato.
“Vamos a intentar encontrar un acuerdo. Si no lo conseguimos, recurriremos a la corte de arbitraje”, señala.
Rusia elevó el martes el precio de gas exportado a Ucrania y amenazó con reclamar la fuerte suma de gas que le deben.
Tal medida generó fuerte preocupación entre las autoridades de los EE.UU. y la UE, pues, aun cuando tratan de librar tanto a Ucrania como al viejo continente de los suministros energéticos provenientes de Rusia, al considerarlos como un arma utilizada por Moscú, de cortarse esos suministros, las frágiles economías de Ucrania y Europa podrían desbaratarse.
La Unión Europea (UE) ha vuelto este sábado a expresar su voluntad de “persuadir” a Moscú para minimizar la tensión en Ucrania y reanudar el diálogo con ese “actor importante”.
“Seguiremos tratando de persuadir a Rusia sobre la importancia de bajar la tensión para reanudar el diálogo en el futuro”, ha dicho jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, en una conferencia de prensa al término de una reunión ministerial en Atenas.
El aumento del precio de la energía por parte de Rusia deviene del recrudecimiento de la crisis en Ucrania, iniciada en noviembre, después de que el presidente Víktor Yanukóvich se abstuviera de firmar un acuerdo con la Unión Europea (UE) y fuera posteriormente destituido por Parlamento.
En esta misma coyuntura, la República Autónoma de Crimea votó el 16 de marzo por la reunificación de esta región con el territorio ruso, y el 21 de marzo Putin firmó el decreto final que concluye la anexión de la península de Crimea a Rusia. Medida a la que se opusieron EE.UU. y la UE, y que devino en sanciones punitivas contra Moscú.
http://www.hispantv.es/detail/2014/04/05/266273/ucrania-rechaza-el-nuevo-precio-del-gas-ruso
El Extraño Mensaje del Sr. Wood en el vuelo MH370
Pakistán: condenan a muerte a pareja por blasfemia
Shagufta Kausar, una limpiadora, y su marido, Shafquat Emmanuel, que es discapacitado y no trabaja, fueron acusados de mandar mensajes a importantes musulmanes de la región del Punjab.
Su abogado afirmó que no se presentó evidencia concreta y acusó al juez de sentirse intimidado por islamistas.
Añadió además que los fiscales entonaron versos del Corán pidiendo la muerte de los blasfemos y el asesinato del antiguo gobernador de la región, Salman Taseer, que lanzó una campaña para modificar las estrictas leyes de blasfemia del país.
Grupos de derechos humanos han afirmado que estas leyes generalmente son usadas como excusa para perseguir a minorías religiosas en el país, donde el 97 % de la población es musulmana. BBC
Leer más: http://spanish.ruvr.ru/news/2014_04_05/Pakistan-condena-muerte-pareja-blasfemia/
China: pena de muerte para acusados de envenenar yogur
Shi Haixia envenenó la bebida porque estaba molesta con una guardería rival en un pueblo en la provincia de Hebei que atraía a más alumnos.
Las hermanas que murieron, de cinco y seis años, que eran alumnas de la guardería rival, bebieron el yogur envenenado cuando lo encontraron en el camino a su escuela.
El cómplice había colocado el recipiente en el camino dentro de una bolsa, que también contenía un cuaderno y un lápiz. BBC
Leer más: http://spanish.ruvr.ru/news/2014_04_05/China-pena-de-muerte-acusados-veneno-yogur/