Fue Francis Galton, un polímata británico emparentado con Charles Darwin, quien creó el término “eugenesia” en 1883 basándose en la combinación de raíces griegas que componían “bueno al nacer” o, si se prefiere, “noble por herencia”. El término expresaba su idea de mejorar la especie humana biológicamente manipulando su “esencia hereditaria”; esto, según él, se conseguiría deshaciéndose de los “indeseables” y multiplicando los “deseables”.
La eugenesia se hizo popular tras el redescubrimiento en 1900 de la teoría de Mendel según la cual la composición de los organismos está determinada por ciertos “factores”, más tarde identificados con los genes. Los movimientos eugenésicos florecieron en los Estados Unidos, Canadá, reino Unido, Alemania, Escandinavia, en distintos focos de Europa y partes de Iberoamérica y Asia.
Los partidarios de la eugenesia insistían en que los genes hacían que las personas fuesen proclives a la pobreza, la criminalidad, el alcoholismo y la prostitución, y que las personas portadores de genes dañinos socialmente estaban proliferando a un ritmo amenazante. Los eugenistas a ambos lados del Atlántico abogaban por un programa que se desarrollaba en dos frentes con objeto de aumentar la frecuencia de los genes “buenos” en la población y disminuir los “malos”: por una parte estaba la eugenesia “positiva”, favorecedora del nacimiento de personas “superiores”, por otra la “negativa”, que eliminaba o excluía biológicamente a las personas “inferiores” de la población.
Personas de mucho peso apoyaban la eugenesia positiva. El presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt, preocupado por la disminución del número de nacimientos por mujer entre las de su clase, las animaba a tener más por el “bien de la raza”. George Bernard Shaw afirmó que, con objeto de producir más niños superiores, la sociedad debería permitir a mujeres “capaces” concebir niños de varones “capaces” a los que no volverían a ver. Shaw también fue muy elocuente en lo que respecta a la eugenesia negativa, como muestra este vídeo.
La eugenesia negativa se extendió en el periodo entre las guerras mundiales mediante las llamadas “leyes de esterilización”. Así, la mitad de los estados de los Estados Unidos promulgaron este tipo de legislación, aunque sólo unos pocos, especialmente California, hicieron que se cumpliese. Medidas similares se tomaron en las provincias canadienses de Columbia Británica y Alberta, en Suecia y en Alemania. Las tasas de esterilización se dispararon con la llegada de la Gran depresión de 1929. La esterilización tenía un amplio apoyo que se justificaba porque prometía reducir el coste de las ayudas e instituciones sociales para los pobres. En Alemania, tras la aprobación de la ley en 1934, los nazis esterilizaron alrededor de 225.000 personas en los tres años siguientes, diez veces más que los Estados Unidos en los treinta años anteriores.
Curiosamente, se hizo poco para implantar medidas de eugenesia positiva excepto en Alemania, donde, por ejemplo, se daban préstamos en condiciones excelentes a parejas “biológicamente sanas” cuya fecundidad fuese una contribución al Volk alemán. Para alentar el nacimiento de una élite aria, Heinrich Himmler animaba a los miembros de la S.S. a tener cuantos más hijos mejor con mujeres racialmente aptas. En 1936 creóLebensborn, una asociación que mantenía maternidades para mujeres racialmente aptas, casadas y no casadas, tanto en Alemania como en las zonas ocupadas con presencia de grupos de población arios, especialmente en Noruega. En estos centros las mujeres y los niños recibían la mejor atención médica posible y los niños las mejores atenciones; en caso de necesidad los niños se daban en adopción a parejas “racialmente aptas”.
Durante los primeros años de Hitler en el poder las políticas eugenésicas y raciales estaban organizadas independientemente, pero empezaron a mezclarse con la promulgación de las Leyes de Núremberg en 1935. En 1939 el Tercer Reich pasó de la esterilización a la eutanasia de enfermos mentales de los asilos alemanes. Todos los judíos pasaron a ser considerados no aptos, una “raza inferior” y destinados a ser eliminados en “la solución final” (la última fase de esta solución hace premonitorio del vídeo de Shaw enlazado arriba).
Paradójicamente, también fue a principios de los años treinta cuando comenzaron a aparecer las mayores críticas a la eugenesia, críticas que tenían bien una base científica bien puramente moral. Los científicos aportaban pruebas de que la mayoría de los comportamientos humanos, incluidos los “dañinos”, tienen su origen en el entorno tanto o más que en la herencia biológica, asumiendo que esta tuviese algún papel. Por otra parte los defensores de los derechos civiles o los católicos no aceptaban la segregación por clase o raza y se opusieron vehementemente a los programas de esterilización. Tras la Segunda Guerra Mundial, con el descubrimiento por el mundo del Holocausto, la palabra eugenesia pasó a ser una palabra sucia, maldita.
El desarrollo de la genética molecular desde los años cincuenta ha llevado a algunos biólogos a proponer una nueva eugenesia, libre de discriminación por raza o clase, con el objeto de hacer desparecer las enfermedades genéticas, lo que provocaría la aparición de un ser humano mejorado en una primera fase y, usando técnicas de ingeniería genética y, si ello es posible, de un ser humano plus (para no decir “superior”), después.
Está por ver que un programa eugenésico como este alguna vez sea algo institucionalizado, pero no sería realista negar que, a día de hoy, futuros padres con medios económicos más que suficientes están usando los conocimientos actuales para practicar eugenesia privada. El que esto pueda llevar a distopías varias es una posibilidad a considerar, y quizás no sólo por escritores de ciencia ficción.
Este post ha sido realizado por César Tomé López (@EDocet) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
http://culturacientifica.com/2014/07/04/el-camino-hacia-la-neoeugenesia/