Archivo por días: agosto 8, 2014

RELAJARSE-MEDITAR

Es una invitación para el final de la jornada. 

Para pensar en lo realizado durante el día y relajarse con la música.

Para meditar y encontrar la paz y la armonía que solemos perder , ahí fuera.

La  palabra proviene de una raíz Indoeuropea que significa, “tomar medidas adecuadas”; en Latín es meditare ó meditatio y relaciona esta práctica con un ejercicio que puede ser, intelectual,espiritual, ó religioso.
El fin de la meditación es variado, pero el camino es la contemplación que se hace a través de un viaje interior profundo.
La meditación es solo una herramienta mas para usar las energías conscientes a través del amor por el planeta

PARA RELAJARSE ANTES DE MEDITAR

Ananda Giri – Oneness Mantra (The Oneness Mantra)
1 Hour Tibetan Singing Bowl Meditation Chakra Healing | Tone G# | Throat Chakra

Quisiera proponer para aquellos de vosotros que queráis seguirlo

que juntemos deseos para la sanación de Laura.

http://www.maestroviejodespierta.com/2014/07/28/domi-necesito-vuestra-ayuda/

Meditación

Una colaboración de lipe2000

Desde hace algún tiempo  me preguntan como pueden hacer para iniciarse en la meditación. Siempre les digo lo que me dijeron a mi…» A meditar solo aprenderás meditando». Pero como creo que esta respuesta crea mas incertidumbre, y aleja a muchos ,  he decidido contaros como me inicié yo. Cualquiera que  siga estos mismos pasos, comprobará en breve los beneficios de la meditación. Es simple, por que creo que las cosas simples son las que funcionan, a mí me funciona. Está al alcance de cualquiera mínimamente motivado, o que simplemente sienta curiosidad por entender en sí mismo que es esto de la meditación.
 Métodos existen, muchos, pero este es el que yo he utilizado para iniciarme.
Es importante que sigas el orden y tiempos establecidos y no pases, ni siquiera leas la lección siguiente hasta haber completado la anterior; caerías en la tentación de coger un atajo, y en la meditación los atajos no funcionan. Incluso aunque hayas intentado aprender anteriormente.
Los requisitos son simples, y no es necesario ser inflexible con ellos, se pueden adaptar a nuestra comodidad.
  •  La constancia, el practicar todos los días el tiempo propuesto es fundamental para crear un habito. Al principio la pereza puede ser uno de los mayores enemigos
  • Es necesario estar un poco motivado, o al menos sentir curiosidad. Debemos tener presente al menos, que nuestro objetivo es la plena conciencia, serenar la mente, sentirnos mejor. Aprender a manejar la herramienta de la Meditación para tenerla a nuestra disposición siempre que queramos. Aunque después aprederás que la meditación se realiza sin ningún fin.
  •  El lugar puede ser cualquiera que nos resulte cómodo, relativamente tranquilo, pero veremos que según que ejercicio, pueden ser lugares públicos y menos tranquilos.
  • La posición, mejor sentado, con la espalda mas o menos recta, la cabeza erguida ,pero sin tensiones, ojos cerrados, los pies en el suelo y las manos descansando sobre las piernas, hemos de sentirnos cómodos, simplemente por que estaremos así un buen rato. También, mas adelante, veremos que podemos caminar, tumbarnos, e incluso ir corriendo.
  • Necesitamos un avisador de tiempo, el del móvil, uno de cocina, el del reloj, cualquiera vale que nos de una señal al final. Yo prefiero el del móvil, por que no molesta y te puede avisar con distintos sonidos agradables.

Sin mas comencemos.

  • Tu misión es encontrar un lugar tranquilo en tu casa, en el trabajo,  donde no te molesten durante un par de minutos… el baño también vale.
  • Programa el temporizador en 2 minutos.
  • Sientate según lo explicado.
  •  Pulsa el inicio del temporizador.
  • No hagas nada mas, permanece así hasta que suene es avisador.
Practica esto mismo 2 veces al día durante 3 días seguidos, cuando lo hayas conseguido pasa a la lección siguiente…¡ A que es fácil ¡
 ¿ Como te has sentido ? 
Harás observado, que en esos momentos de «silencio», los pensamientos en tu mente se comportaban como un grupo de monos, saltando de rama en rama. Preocupaciones, pensamientos sobre lo que haré después, sobre lo que no hice todavía, incluso sobre que hago yo haciendo esto, imágenes, distracciones con un ruido del exterior o de nuestro propio cuerpo. Es lo habitual. Tenemos del orden de 87.000 pensamientos diarios, la mayoría de ellos obsesivos y repetitivos, asaltan nuestra mente intentando reclamar atención.
Pues bien en esta lección vamos a aprender a detenerlos. Para ello focalizaremos la atención en nuestra respiración. Utilizamos la respiración por que siempre la tenemos a mano, nos acompañará siempre. Harás una respiración consciente durante 2 minutos. Respira por la nariz, preferentemente.
  •  Tu misión es entrenar una herramienta simple y eficaz para detener tu mente a voluntad unos instantes, en cualquier momento que lo necesites.
  • Sientate de la manera correcta ( con la espalda mas o menos recta, la cabeza erguida , los ojos cerrados, los pies en el suelo y las manos descansando sobre las piernas) en el sitio elegido. Sería interesante que esbozaras una ligera sonrisa, si te es cómodo.
  • Programa el temporizador en 2 minutos. Pulsa el inicio
  • Centra la atención en tu respiración, sin forzarla, sin cambiarla. En como entra y sale el aire de tu nariz, fíjate justo en como roza el aire los orificios nasales al salir y entrar.
  • Te asaltarán los pensamientos mono. No importa, amablemente, suavemente, vuelve al centro de atención de tu respiración. Con la practica será cada vez mas fácil.
  • Pronto sonará el avisador y  te sentirá mas calmado, mas consciente, mas despierto.

Practica esto al menos 1 vez al día durante 21 días seguidos. Este paso es clave para el futuro así que tomatelo en serio. Está muy estudiado que para consolidar un hábito es necesario repetir la acción durante 21 días. Busca un momento bueno para ti, son solo 2 minutos y los beneficios inmensos. Yo decidí levantarme 5 minutos antes por la mañana. Esta práctica se utiliza siempre que quieras hacer un stop a lo largo del día, eliminar la tensión, aclarar la mente, cuando lo necesites o te apetezca. Mucha gente es lo único que practica de la meditación, pero solo esto ya les ha cambiado la vida .Aunque llegues a ser un experto en meditación, este ejercicio lo seguirás usando siempre.

No me dirás que lleva mucho tiempo aprender, en 24 días le has dedicado 54 minutos y ya has consolidado una herramienta que te valdrá para siempre, comienzas a intuir el poder de Meditar, pero si persistes ni te imaginas donde te puede llevar.  Aceptar la realidad tal como es hará que nos sintamos en paz  Hará que no sean las emociones las que bloqueen nuestra mente ante una realidad que nos abruma.Y nos permitirá tener una mente clara para buscar recursos que nos ayuden a modificar lo que no nos guste de esa realidad. Todo está dentro de nosotros. Somos seres completos, creativos y llenos de recursos, solo es necesario despertar. Esto nos llevará con paciencia a comprender que el Universo nos proporciona las experiencias que necesitamos en cada momento. Comprenderemos que estemos donde estemos es el lugar en el que debemos estar. Aprendemos a vivir  en el aquí y el ahora.

  • Busca tu sitio tranquilo, donde nadie te moleste,  programa el temporizador en 5 minutos  y  siéntate de la manera correcta en la postura de meditación que has aprendido. ( Ponernos en la postura de meditación nos predispone a meditar ).
  • Busca tu respiración. Percibe como el aire entra y sale con calma, de tus fosas nasales e intenta imaginar que eres un globo de goma  con la forma exacta de tu cuerpo que se hincha y deshincha ligeramente, suavemente, con la respiración por que el aire llega a todas las partes por igual.. Repite esto 4 ó 5 veces.
  •  Ahora cada vez que inspires y espires ( mientras lo haces ) repite mentalmente de manera lenta esta frase » Tengo el cuerpo sosegado» 4 ó 5 veces. No fuerces la respiración, simplemente síguela de manera natural.
  • Centra toda tu atención de nuevo en la zona de entrada de aire, en un punto situado en el centro de tu labio superior, justo bajo las fosas nasales. Siente como el aire acaricia ese punto al entrar y salir. Permanece así hasta que suene el avisador.  Estírate con placer, te lo has merecido.
Si los pensamientos te distraen, se muy paciente con ellos, que no te incomoden, simplemente de manera amable vuelve una y otra vez a tu punto de concentración  sobre el labio superior, las veces que sea necesario.
Practícala una vez al día durante 10 días seguidos, pero no te olvides de la práctica 2 de stop, si a lo largo del día la necesitas o te apetece desconectar un momento.A partir de aquí ya habrás cogido el hábito y simplemente colocarte en la posición de meditación que hayas elegido te  predispondrá e inducirá al estado meditativo. Ahora puedes explorar, si te apetece, alguno de los otros caminos, mantras, meditaciones guiadas, mindfulness, o si quieres permanecer siempre en estas prácticas…estarás meditando.

Meditación

vania Los fondos buitres que acosan a Argentina también van a por ti

vania A la portavoz USA se le escapa “el ataque con ébola…”/La patente del virus modificado obra en el Centro de Detección de Enfermedades de Atlanta

Esto cada vez se parece más a la grandísima “cagada” que supuso para el Nuevo Orden Mundial la propagación de la pandemia de la gripe A, sin duda, una de las grandes victorias de la información alternativa.
Con la amenaza de la aparición del nuevo sistema monetario (insistentes rumores que el nuevo dólar emitido por el Tesoro está ya ready), la opción de generar una alarma suficiente como un virus mortal para así proclamar la Ley Marcial se demuestra claramente la explicación a este brote del “ébola”.
Y lo es porque los datos incontestables van apareciendo sin pausa.
Para empezar, tenemos a la ya conocida portavoz de la Casa Blanca, a quien se le escapa en rueda de prensa la expresión “ataque con ébola”.
¿Cómoooo? ¿No era que el ébola había aparecido espontáneamente en Africa y de allí había saltado a Estados Unidos?
Esa expresión, señorita Harf, se utiliza en el caso de un ataque con armas biológicas… ¿Será que su subconsciente está diciendo la verdad de lo ocurrido?

[youtube]http://youtu.be/zqijpvoyfwY[/youtube]

¿Y qué decir de las patentes aparecidas de modificaciones del virus del Ébola, inventariadas dentro de los archivos del organismo encargado de la “detección de plagas y enfermedades”, CDC?
Hace falta decir más sobre quien ha producido este virus con el fin de manipular a la Opinión Pública.
Mucho ojito que ya llegan con la paranoia de que todo el mundo se tiene que vacunar: lo dice Jane Burgemeister, la austríaca que nos avisó con la gripe A…

[youtube]http://youtu.be/hkXufAgJ8ck[/youtube]

http://www.rafapal.com/

vania EL TRIBUNAL DE CUENTAS PROTEGE CON EL ANONIMATO AL ALCALDE Y AL CONCEJAL QUE ACUMULAN 44 Y 18 CARGOS PÚBLICOS

RTVE no es el único ente empresarial “zombie”, que dicen los economistas (empresas con gasto desbocado y ausencia de control dependientes del crédito bancario o del Estado, que al final es lo mismo) El Tribunal de Cuentas, que teóricamente fiscaliza los desmanes de la administración, afirma que el récord de abuso lo ostentó, en el 2010, un alcalde al que el Tribunal de Cuentas no identifica pero que llegó a compatibilizar su labor como regidor con otras 44 actividades asociadas o no al consistorio. La ausencia de límites en la legislación municipal ha llegado en los últimos años hasta extremos esperpénticos sobre los que el órgano fiscalizador urge a que se establezcan topes, tanto en el número de posibles compatibilidades como en el importe global que perciben por asistir ¡a trabajar!. El tribunal encontró también un vicealcalde con representación en otras 18 entidades públicas y privadas y un concejal con 32, que obtuvieron también el récord en sus respectivas categorías. Tampoco da el nombre, hasta carecemos del derecho a la transparencia para saber a quienes pagamos y quien nos roba. Mayor inutilidad institucional no cabe. ¿Cuanto nos cuesta?

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En Baleares un alto cargo autonómico precisa como en cinco ocasiones entregó 20.000 euros de dinero sucio de la corrupción al consejero Cardona, en actos delictivos que sucedían en el despacho oficial del Gobierno balear de Jaume Matas. Cardona se enfrenta a una posible condena de 21 años de cárcel, una de las penas más altas solicitadas para un político en España por corrupción. Da igual: Matas sigue libre, aunque haya sido condenado. Hoy es Baleares, ayer Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Galicia, Cataluña, La Mancha… Quien esté libre de pecado… Pero las autonomías, aún quebradas por sus desmanes, seguimos pagándolas entre todos gracias a la respiración asistida que les brindan Rajoy y Montoro, con la complicidad de Rubalcaba y los nacionalistas, claro.

El ciudadano tiene derecho a saber a quienes paga, cuanto y por qué. Es lo mínimo exigible en una supuesta democracia. Listas de personas, sueldos y función, como en cualquier empresa con dos dedos de juicio. El Tribunal de Cuentas protege con el anonimato los abusos, en RTVE no se conocen los sueldos públicos de la plantilla porque al parecer hay periodistas con sueldos tan escandalosamente altos, fuera de mercado, que supondría un shock saberlo… Sobre todo a sus compañeros, claro. Ese mercado que tanto dicen defender no vale para ellos. Abusos delictivos con dinero público que quedan impunes de forma permanente, no hay manera de echar a un funcionario corrupto, desleal o irresponsable. ¿Entienden ahora por qué naufraga la democracia? Las élites se la han cargado y recuperar la decencia va a ser tarea hercúlea de los ciudadanos honrados.

http://www.espiaenelcongreso.com/2013/04/12/el-tribunal-de-cuentas-protege-con-el-anonimato-al-alcalde-y-al-concejal-que-acumulan-44-y-18-cargos-publicos/

Una actitud positiva, la base del éxito



Los pensamientos y los modelos de pensamiento tienen una gran influencia sobre nuestra personalidad, y muchas personas no son conscientes de su repercusión en su calidad de vida. Cuando creamos nuestros pensamientos generamos sentimientos, emociones, actitudes, palabras y acciones, configurando así el libro o el cuadro de nuestra vida.

Para mejorar la calidad de nuestros pensamientos debemos ser conscientes de cómo pensamos y darnos cuenta que cada uno de nosotros somos los creadores de nuestros pensamientos, tanto los positivos y beneficiosos como los inútiles o negativos.

El pensamiento positivo nos abre un universo de nuevas posibilidades, todas ellas fortalecedoras, enriquecedoras, llenas de beneficio y aprendizaje.

Es esencial comprender que los pensamientos, en función de su calidad, nos pueden ayudar a generar energía interna, es decir, nos pueden aportar optimismo, entusiasmo, motivación, todos ellos factores que van a contribuir favorablemente en nuestro desempeño personal y profesional. Por otro lado, cierto tipo de pensamientos negativos nos pueden quitar energía y debilitarnos. Eso sucede cuando nuestra mente se enfoca solo en ver los problemas, los defectos, las carencias, los errores y las dificultades.

Modelos de pensamiento positivo

Pensamiento positivo proactivo: Es un patrón de pensamiento basado en planteamientos de cooperación y apoyo para aportar soluciones a las necesidades del momento, evitando pensar en aquellas cosas que escapan a nuestro control.

Pensamiento positivo creativo: Nos plantea una percepción fresca e innovadora de la situación que estamos viviendo. En lugar de percibir la situación como un problema o una adversidad, exploramos nuevas perspectivas, nuevos ángulos de visión que nos abren nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo, a la vez que ampliamos nuestros horizontes mentales habituales.

Pensamiento positivo de aprendizaje: Se basa en explorar con nuestra mente los beneficios y aprendizajes que siempre existen en cada situación. Desde una perspectiva creativa, veamos nuestra vida como una gran escuela de aprendizaje constante. Cada escena que se nos presenta es una nueva lección para seguir aprendiendo y perfeccionando el arte de vivir.

Medicina Interna

La meditación es un método muy útil para ayudar a las personas a reorientar su vida de una forma positiva y saludable. La palabra meditación viene procede del latín “mederi” que significa “curar”. La curación del ser interior no se consigue tomando sólo medicinas físicas, sino que se trata de restablecer el equilibrio mediante el conocimiento del ser, creando actitudes adecuadas y utilizando correctamente la energía mental. En la meditación aprendemos a observar nuestro interior y conectar de nuevo con nuestros recursos internos de paz, verdad, amor y felicidad. Mediante el pensamiento concentrado aprendemos a dejar que estas energías positivas se manifiesten en la conciencia y se expresen en nuestras acciones diarias.

Las personas positivas comparten siete características comunes:

1. Creen en sí mismos
Una persona con una buena actitud piensa positivamente en su valor personal. Al creer en sí mismo es libre para verse bajo una luz objetiva y enfocarse en mejorar y alcanzar su potencial. Su imagen positiva es el pasaporte para el éxito en la vida.

2. Están dispuestos a ver lo mejor en los demás
Todos tenemos expectativas de los demás, pero podemos decidir si las expectativas serán positivas o negativas.

3. Ven oportunidades en todas las circunstancias
El filósofo griego Plutarco escribió: “Al igual que las abejas extraen miel del tomillo, la más fuerte y seca de las hierbas, los hombres sensibles suelen sacar ventaja y provecho de las circunstancias más extrañas”. Las personas positivas ven oportunidades en todo lugar. Entienden que son el resultado de una actitud correcta. La oportunidad existe allí donde la sabes encontrar.

4. Se enfocan en soluciones
Casi todas las personas pueden ver los problemas. Para ello no se requiere nada especial. La persona positiva tiene su mente centrada en las soluciones, busca una solución ante cada problema y una posibilidad ante cada imposibilidad. Louis D. Brandeis dijo una vez: “En este mundo, la mayoría de cosas dignas de hacerse habrían sido declaradas imposibles antes de que fueran hechas”.

5. Desean dar
Kart Menninger dijo: “Rara vez la gente generosa es gente mentalmente enferma”. Y es raro que sea gente negativa. Dar es la consecuencia de una conciencia elevada. Dar sin esperar nada a cambio es la forma más auténtica de amor y generosidad.

6. Persistencia
Los sueños que se han hecho realidad son el resultado de personas que creyeron en sus metas y propósitos en la vida. Se negaron a desanimarse y darse por vencidos. Los desafíos pueden ser el estímulo para un mayor esfuerzo. Cuando se tiene una actitud positiva, es más fácil ser persistente.

7. Responsabilidad por sus vidas
Una persona de éxito entiende que nada positivo ocurre si no está dispuesta a dar un paso adelante y asumir plena responsabilidad de sus pensamientos y acciones. Sólo cuando uno se hace responsable de sí mismo puede mirarse con honestidad, evaluar sus puntos fuertes y los puntos débiles y comenzar a cambiar.
FUENTE http://www.revistanamaste.com

domi La muerte y la inmortalidad

1. La fenomenología de la muerte humana

La muerte se impone en la vida del hombre. Querer esquivarla equivaldría sencillamente a una falta de realismo. Nada tan cierto como la muerte, dijo Séneca [Epist. 99,9]. Y san Agustín: «todo es incierto; sólo la muerte es cierta» [Enn. in Ps. 38,19]. «En este mundo nada es cierto, menos la muerte y los impuestos», escribía el estadista estadounidense Benjamin Franklin, pocos meses antes de su propio tránsito [Carta a Baptiste Leroy, 13.11.1789].

Pero a pesar de esta certeza y de la universalidad fáctica de la muerte humana, han sido muchos los modos en que ha sido comprendida y explicada [Anderson 1986Ariès 1977Carse 1980Clark 1993Gevaert 1966Hoffmann 1966Lorizio 1994O’Callaghan 2004bPieper 1970Scherer 1979Sciacca 1962], modos que a veces se contradicen entre sí. Josef Pieper ofrecía el siguiente elenco de maneras de describir la muerte: «que la muerte y el hecho de morir es un final, o que es un tránsito; que es una calamidad, o que es una liberación; que es algo violento, o que madura por sí solo y se desprende; que es un acontecer inevitable, o que es obra de la propia mano; que es algo natural y producido por la naturaleza, o que es algo que contradice el deseo innato» [Pieper 1970: 45]. Para comprender adecuadamente el tema, se puede partir de una común fenomenología de la muerte humana, ampliamente descrita por filósofos, literatos y pensadores, bajo tres epígrafes. Más adelante se intentará conciliar estos tres aspectos.

1.1. La muerte y la vida

En primer lugar, la muerte se hace presente en medio de la vida del hombre. El hombre no sólo es un ser que en un futuro morirá, sino que, ya en esta vida, está muriendo, y lo sabe. Percibe la muerte como fin de su vida terrena, como la ruina de la existencia corporal, como una ruptura —por lo que se puede ver— de las relaciones que le unen con los demás hombres, consigo mismo, con sus proyectos y aspiraciones. Con una fórmula sucinta, el teólogo luterano Eberhard Jüngel ha descrito la muerte como «el triunfo de la irrelacionalidad total» [Jüngel 1971: 150]. Algo semejante había dicho Karl Jaspers: «todos los hombres mueren solos. La soledad ante la muerte parece perfecta, para aquél que muere y para aquél que se queda. La manifestación de la convivencia está mientras hay conciencia, es decir, el dolor que viene de la separación es la última expresión de la comunicación» [Jaspers 1956: 221].

Pero este gradual desmoronamiento es algo que se hace presente en el “ahora” de la vida humana. Max Scheler en su obra Muerte y supervivencia ha descrito con maestría la vida del hombre que avanza hacia la muerte, percibida como una constricción y un encogimiento siempre mayores de las posibilidades reales que están a disposición del hombre. La muerte, dice Scheler, nos es conocida por medio del envejecimiento, y llega a ser parte del tejido de la vida misma. «El hombre sabría siempre de alguna forma y por algún procedimiento, que le espera la muerte; aun cuando fuera el único ser viviente sobre la tierra» [Scheler 1957: 9].

Como pocos, Martin Heidegger en su fenomenología del vivir cotidiano, Ser y Tiempo [Sein und Zeit], ha descrito la muerte como algo que se adelanta en el “ahora” de la vida del hombre. Por ello, define al hombre como un ser-para-la-muerte (Zum-Tode-Sein) [Jolivet 1950Kaufmann 1970, y la crítica de Edwards 1969]. Heidegger recomienda al hombre acoger en todo momento el tránsito final con plena libertad y conciencia. Dice que la existencia humana se hace “libre para la muerte”; en la muerte el hombre «se asegura del supremo poderío de su libertad cierta y temerosa para morir» [Heidegger 1953: 384s, 266]. En este modo la muerte llevará al hombre de algún modo a su plena realización. Igualmente Michele F. Sciacca describe con fuerza y acierto la seriedad de la muerte y su presencia en cada acto de la vida del hombre [Sciacca 1962: 16-21].

Aunque el existencialismo moderno ha sabido describir el morir humano en un modo particularmente agudo, y a veces trágico, no se trata de un enfoque nuevo. Media vita in morte sumus, cantaba un himno medieval atribuido a San Notker, llamado el Balbuciente: «ya en medio de esta vida nos encontramos inmersos en la muerte», pues la vida del hombre es de por sí mortal, está destinada a extinguirse. «La muerte se mueve como un topo», decía el poeta inglés George Herbert, «y va excavando mi tumba momento a momento» [Grace]. En un modo semejante el sociólogo Georg Simmel ha observado que los personajes de los lienzos de Rembrandt llevan clavados en todos su rasgos —especialmente los faciales— el character indelebilis de la muerte, la huella inconfundible de la caducidad [Simmel 1917: 91, 94].

Por esto tanto los estoicos clásicos como los ascetas cristianos han entendido la vida humana como unmemento mori, un ars moriendi, un tiempo para aprender a morir, para prepararse al trance final [Wagner-Kruse 1989]. «Deja a otros que se dediquen a estudiar cosas del derecho, a la poesía o a hacer silogismos», decía el estoico Epicteto. «Tú dedícate a aprender a morir» [Colloquia II, 1, 36]. Y Cicerón lo mismo: la filosofía no es más que una commentatio mortis, un «reflexionar sobre la muerte» [Tusculanae Disputationes I, 75].

1.2. La impropiedad de muerte

La muerte se presenta al hombre no como un proceso de decaimiento por así decirlo “neutro”, suave o natural, sino como algo que no debería ocurrir, algo sencillamente intolerable y repugnante, algo metafísicamente deficiente. El hombre rechaza instintivamente la gradual disgregación de su vida que culmina con la muerte; rechaza la muerte misma, también cuando es repentina. El hombre quiere vivir; todo hombre quiere seguir viviendo. Por esta razón, espontáneamente considera la muerte como el mal mayor de su existencia, el mal que de algún modo encierra, expresa y hace culminar todos los demás males.

La tendencia exacerbada, común en nuestro tiempo, a querer desembarazarse de la conciencia de la muerte es indicio de lo mismo. Son muchos los autores (entre ellos, Max Scheler, Theodor Adorno y Karl Jaspers) que han reflexionado sobre la tendencia humana de no querer mirarla a la cara, sobre el esfuerzo actual de quitar la noción de la muerte de la conciencia humana, evitando pensar en la propia muerte [Scherer 1979Pieper 1970: 33-46]. Entre ellos el antropólogo Louis-Vicent Thomas, en sus estudios sobre las implicaciones antropológicas de la muerte, describe una especie de acuerdo tácito entre muchos hombres de nuestra época de no hablar de la muerte, ni escribir sobre ella, ni pensar en ella. El hecho es que, como hace varios siglos decía el inglés E. Young, «todos piensan que son mortales los demás, pero no ellos mismos» [Young 1757: 3,17]. En efecto, el hombre prefiere considerar la muerte como un fenómeno que afecta a la naturaleza humana en general, a los demás, y no al individuo, a nosotros mismos. «Al decir “se muere”», observó con acierto Heidegger, «va implícita la creencia de que la muerte se refiere al se, a lo que es impersonal» [Heidegger 1953: 253] y no al individuo humano.

Se podría objetar, de todas formas, que la visión cristiana de la muerte no se mueve en esa dirección, pues la muerte parece un bien deseable. «Para mí, el vivir es Cristo, y el morir una ganancia», decía abiertamente san Pablo a los Filipenses [1,21]. Y en el libro del Apocalípsis se lee: «Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor» [14,13]. También entre algunos autores estoicos se habla de la muerte de modo positivo. «Bona mors est homini, vitae quae extinguit mala», escribió Publio Siro [Sententiae 67]: «buena es la muerte para el hombre, pues extingue los males de la vida». También varios autores importantes de la época del idealismo romántico —por ejemplo Moses Mendelssohn, Goethe, Hölderlin, Rilke, y en un cierto sentido Schopenhauer— consideraron la muerte como algo sumamente deseable, como algo realizador del hombre. F. Schiller sugiere que «la muerte no puede ser un mal desde el momento que es algo general, para todos» [Schiller 1830: 268ss]. A. Schopenhauer dice lo mismo que Schiller en un modo pesimista: «¡No temas! Con la muerte dejas de ser algo, que mejor hubiera sido no haber empezado a serlo» . «En el fondo somos algo que no debería ser; por eso cesamos de serlo un día» [Pieper 1970: 77]. Y añade: «quizás la propia muerte será para nosotros la cosa más fabulosa del mundo» [Pieper 1970: 91-92]. Para R. M. Rilke, la muerte es la «familiar y cordial invasión de la tierra» [Guardini 1949: 14]. Para Hölderlin, la muerte es la consumación de la vida.

Quizás este espíritu ha llevado el biblista protestante Oscar Cullmann a observar que «tras la concepción pesimista de la muerte se oculta una concepción optimista de la creación. En cambio, cuando se considera a la muerte como libertadora, como sucede en el platonismo, el mundo visible no es reconocido como creación divina» [Cullmann 1970: 36].

Se trata de una posición que ha influido no poco en algunas filosofías modernas, particularmente en la de Heidegger, apenas considerada, y en algunos planteamientos filosóficos y teológicos recientes inspirados en él. Entre los teólogos que durante el siglo xx se han planteado la muerte como algo positivo y realizador del hombre, se cuentan por ejemplo Karl Rahner [Rahner 1961] y Ladislao Boros [Boros 1962].

Pero desde el punto de vista fenomenológico es justo decir que el enigma de la muerte no lo resuelven las explicaciones abstractas que buscan refugio en una “naturaleza” humana mortal o en las explicaciones espiritualistas varias. Por eso decía Simone de Beauvoir: «No existe la muerte natural. Todos los hombres son mortales: pero para cada hombre la muerte es como un accidente que, aunque lo reconozca y lo consienta, es en realidad una violencia indebida» [De Beauvoir 1964: 1985].

Esta conciencia espontánea de la impropiedad de la muerte llevaba a Jean-Paul Sartre a reflexionar coherentemente sobre lo absurdo que es una vida que se apaga con la muerte, y concluye: «todo lo que existe nace sin razón, se prolonga en la debilidad, y muere por casualidad» [Sartre 1938: 174]. No se puede decir, sin embargo, que la muerte sea antinatural, añade Sartre, por la sencilla razón que no existe una naturaleza humana definible con respecto a la cual «pudiera comprobarse el carácter absurdo de la muerte» [Sartre 1950: 671]. Sartre ha criticado como absurda la visión superficialmente optimista del hombre que vive lúcidamente como un ser-para-la-muerte. En efecto, Heidegger afirmaba que la autenticidad se alcanza sólo cuando el hombre se adelanta hacia su propia muerte [Heidegger 1953: 240]. Y Sartre respondía a esta posición: «Lo más probable es que nos muramos antes de cumplir nuestra tarea… Esta perpetua aparición de la contingencia en mi existencia no puede ser considerada como mi posibilidad, sino, al contrario, como la aniquilación de todas mis posibilidades, una aniquilación que en sí no es más que una de mis posibilidades» [Sartre 1950: 615-38].

En un modo semejante, hacia el final de la época del idealismo romántico, Søren Kierkegaard expresaba un acentuado desdén hacia las imágenes que presentan la muerte bajo una luz positiva, como si fuese algo capaz de realizar al hombre, como si fuese, por ejemplo, “una noche de reposo”, o “un dulce sueño” [Kierkegaard 1928: 260]. Asimismo Sciacca describe gráficamente los infinitos “disfraces de la muerte” [Sciacca 1962: 32-39] que el hombre inventa. En un modo excepcionalmente lúcido y realista, santo Tomás de Aquino ya había insistido que la muerte es un mal, el mal más espantoso que existe en el orden creado, por la sencilla razón de que en ella se acaba la vida, y la vida es el bien más grande que Dios ha creado [S. Th. I, q. 72, a. 2, c]. La muerte es «la más grande de las desgracias humanas» [Comp. Theol., 227], es la passio maxime involuntaria [In II Sent., D. 30, q. 1, a. 1, arg 6], una pasión contraria a las sanas y espontáneas inclinaciones humanas, pues en ella se quita la vida [De Ver., q. 26, a. 6, ad 8]. Todos los males convergen hacia la muerte [IV C.G., 52]. Por esta razón, la supervivencia extra-corpórea del alma humana, cuya función según Santo Tomás es precisamente la de ser “forma” del cuerpo, tiene no es fácilmente comprensible [Mateo-Seco 1974Murillo Gómez 1999].

Frecuentemente en la tragedia griega la muerte se presenta en un modo semejante. El poeta Eurípides [† 406 a.C.] habla de la muerte como una de las dramatis personae, siendo la «enemiga de los hombres y odiada de los dioses» [Alcestes, Act 1, sc. 1]. Lo mismo Homero [Ilíada, 16] y Hesíodo [Teogonía, 212].

1.3. Comprender el peso de la muerte a partir de la inmortalidad

El contenido y el significado de la muerte humana se esclarecen en buena medida a partir de la inmortalidadque el hombre espera y proyecta más allá de la muerte. El hombre resiste la muerte con vehemencia no sólo por la natural repugnancia que experimenta ante el sufrimiento, ante la degradación de la vida terrena que precede el trance final, sino más bien por la profunda aspiración que experimenta hacia la inmortalidad, hacia el quedarse para siempre, sentimientos que se desvanecen ante la invasora destrucción que supone la muerte. En el soliloquio To be or not to be, el Hamlet de Shakespeare habla de aquel «pavor de un algo después de la muerte [“the dread of something after death”]. Una tierra no descubierta, desde la cual ningún caminante ha podido volver» [Hamlet III, 1, 78]. «Y si yo temo el morir», decía Nicolas Malebranche, «esto es porque sé bien lo que voy a perder, y no sé nada de lo que tendré» [Malebranche: 1984]. Toca a la muerte «cambiar la vida en destino», observaba André Malraux [Lorizio 1994: 22].

«No tengo miedo a la muerte», decía en un ocasión el escritor Jorge Luis Borges. «He visto morir a muchas personas. Pero tengo miedo a la inmortalidad. Estoy cansado de ser Borges» [Borges 1981; cf. Stewart 1993]. Así el autor del cuento reencarnacionista El Inmortal dio expresión gráfica a una experiencia común de todos los tiempos. Esta misma intuición la han tenido los grandes filósofos de la inmortalidad, Platón y san Agustín. Platón llamó a la inmortalidad un «terrible peligro» [Phaedo 107c4]. Y san Agustín dijo que «una vez que hayas llegado a saber que eres inmortal —¿estás seguro que eso te basta? Eso será algo grande; pero para mí no es suficiente» [Soliloquia II, 1].

En efecto, el “evento” de la muerte, como tal, puede presentarse como algo relativamente transitorio: doloroso, quizás por ser desconocido; problemático, sobre todo porque introduce al hombre en su destino final. Pero la muerte es más que ese evento. Por un lado, con la muerte se da comienzo a una posible plenitud inmortal que el hombre anhela profundamente (o a un vacío imperecedero, que teme con todo su ser), y por el otro lado la misma muerte parece mofarse de este deseo y promesa. Con todo, el destino último del hombre, su inmortalidad, la que sea, es el horizonte que da sentido a su vida terrena y mortal, y por ende a su muerte, que se hace presente como una frontera entre esta vida y la del más allá. Dicho de otro modo, ni la muerte ni la vida terrena se explican por sí solas; son comprendidas en plenitud sólo a la luz de aquella vida inmortal, de gracia o de desgracia, de plenitud o de vacío, que al hombre le espera después de muerto. Es decir: el significado de la muerte se revela a la luz de aquella inmortalidad que el hombre proyecta y espera.

2. Dos formas de inmortalidad humana

Siguiendo una reflexión de Hannah Arendt sobre la teleología humana, son dos los modos principales en que la cultura clásica griega dio expresión duradera a la búsqueda de inmortalidad humana; dos modos que se encuentran en diversos contextos culturales a lo largo de la historia. Son: la inmortalidad de la vida humana, y la inmortalidad del “yo” humano [Arendt 1959]. Como es lógico, cada una de estas comprensiones va emparejada con un modo específico de plantear la muerte.

2.1. La inmortalidad de la vida humana

El hombre espontáneamente entiende y explica el anhelo profundo de perdurar para siempre como una inmortalidad, por así decirlo, “de su vida”, esto es, como una permanencia en la memoria del pueblo de las grandes obras y nobles hazañas que llevó a cabo en la tierra. En otras palabras, lo que perdura del hombre es la fama, la gloria de sus obras, el nombre: el heroísmo en el campo de batalla, las obras artísticas o arquitectónicas de las que se hizo responsable, los hijos y las riquezas que poseía y dejó en herencia. Lo cual queda bien expresado en el verso heroico de Homero (gracias a él los grandes héroes de Troya, Patroclo, Ayax, Ulises, continúan presentes en la consideración de la humanidad) y Ovidio, así como los escritos de Herodoto (quien escribió sus Historias con la finalidad explícita de asegurar que las grandes gestas de los hombres no caigan en el olvido, sino que se inmortalicen), Tucídides y otros. El teatro trágico de Eurípides, Sófocles y Esiodo confirman lo mismo en dirección contraria [Möller 1963Festugière 1969: 11-28].

«La muerte es algo terrible para aquellos para quienes con la vida se extingue todo», decía Cicerón. «Pero no lo es», añadía, «para los que no pueden morir en la estima de los hombres» [Paradoxa 18]. El hombre desea que todo lo que en la tierra le llenaba el corazón de entusiasmo y sano orgullo, pueda perdurar para siempre en la memoria de su pueblo, de su gente. Por esta razón, el órgano de la memoria colectiva del griego es la ciudad, lapolis, y su agente es el poeta, el artista y el escultor. Particular interés tiene el discurso fúnebre que Tucídides recoge de Pericles, el gobernador de Atenas, quien describió esa ciudad como el lugar de la memoria y de la inmortalidad del pueblo [Historia II, 41ss]. Se considera la polis sobre todo como el lugar donde se guarda memoria, es decir, como el fundamento de la inmortalidad. Profundamente marcados por la experiencia gloriosa de la primera guerra persa y especialmente de la batalla de Maratón, inmortalizada en los frescos de la Plaza del Mercado, los atenienses sabían bien lo que Pericles quería expresar cuando afirmaba que ningún ateniense que realizase gestas grandiosas sería olvidado. La fugacidad de la vida humana se vence inscribiéndola en un soporte duradero y seguro. La polis griega —Atenas— es, más aún que los poemas épicos, el soporte adecuado para la inmortalidad.

Esta visión de la inmortalidad, que mueve al hombre a dedicar sus mejores energías a la búsqueda de la felicidad y del éxito en medio de los vaivenes de la historia, es compartida por una gran variedad de autores y sistemas a lo largo de la historia. E influye directamente sobre el modo de comprender la muerte. Epicuro decía: «La muerte no es nada para nosotros, pues cuando nosotros existimos, la muerte no existe todavía; cuando hay muerte ya no existimos nosotros» [Carta a Meneceo, 125, cit. por Diogenes Laertius, Vitae philosophorum 10, 125]. Lo mismo los estoicos. Solón decía: «No llames a ningún hombre feliz hasta que muera; en el mejor de los casos, es afortunado» [cit. por Herodoto, Historias I, 32]. Vuelve a hacerse presente también en el marxismo humanista [O’Callaghan 1989Ruiz de la Peña 1971], entre los existencialistas nihilistas [Sartre 1938Camus 1943] y en las distintas escuelas modernas de tanatología [Flew 1955Kübler-Ross 1970, 1975, 1979, etc.].

Es interesante observar que una parte importante de la antropología implícita del Antiguo Testamento se mueve en esta dirección [Descamps 1983Grelot 1971Harris 1983Hoffmann 1966Longenecker 1998,O’Callaghan 2004aTromp 1969Wächter 1967Wolff 1973]. Lo que al hombre justo le interesa es sobre todo «morir lleno de días» [Génesis 25,7s].

A la vez, salta a la vista que la mayor parte de estas visiones excluye la posibilidad de una inmortalidad del individuo, de la persona singular: en otras palabras, la muerte señalaría un punto ontológicamente definitivo en la vida humana, la extinción de la vida del individuo, ligada como está a la vida terrena, a las alegrías y sinsabores de un mundo que pasa.

2.2. La inmortalidad del “yo” humano

Hay otro tipo de inmortalidad, más típico del filósofo que del poeta, más del hombre espiritual que del militar, más del sabio que del político, que considera al hombre inmortal en la individualidad de su propio “yo”. En efecto, para muchos sistemas de pensamiento, lo que no alcanzará inmortalidad es precisamente lo que salta a la vista como caduco y efímero, es decir, la vida vivida, la dedicación y la entrega apasionadas, el éxito militar o político, toda la riqueza de la memoria histórica. Por el contrario, lo que queda del hombre después de la muerte y para siempre, es su alma inmortal [O’Callaghan 2002a], y con ella, en el mejor de los casos, las virtudes que ha consolidado mientras vivía en la tierra (especialmente la justicia y la veracidad), mediante el desprendimiento sistemático de todo lo que por propia naturaleza no puede participar en la eternidad.

Diversamente del planteamiento anterior, en este caso la muerte no significa la aniquilación del individuo, sino más bien la continuación para siempre de su parte mejor y espiritual, el alma, una vez disueltos los lazos de la carne, del mundo, de lo perecedero, de la vida ordinaria e histórica vivida y acumulada durante los años que el hombre pasó sobre la tierra. Es la posición típica del pitagorismo, de Platón y de los neo-platónicos [Cumont 1949: 343ss], perenne en la historia de la antropología y de las religiones. Cicerón decía: «Convéncete firmemente de esto: tú no eres mortal, sino que lo es tu cuerpo» [Sueño del Escipión, 16]. Y Marco Aurelio: «Tú eres un alma, que arrastra consigo un cadáver» [Soliloquia 4, 41]. La inmortalidad del alma se hace muy presente, en diversas maneras, en la filosofía idealista moderna [Pieper 1970: 183-204].

Está claro que esta posición tiende hacia una cierta banalización de la vida terrena y por ende de la muerte misma. Banalización “de la vida en esta tierra”, porque ésta queda superada definitivamente por la inmortalidad; banalización “de la muerte”, porque con ocasión del trance final no se verifican en el fondo espiritual e incorruptible del hombre ni mejoramiento ni empeoramiento sustanciales, sino más bien continuidad por medio del alma entre esta vida y la otra [semejante a ella] que empieza a partir de la muerte. En esta línea Schopenhauer sugiere que el hombre, cuando muere, queda “ajeno” a lo que sucede [Pieper 1970: 53]. Y J. G. Fichte explica que la muerte no afecta al Yo, pues la muerte en el tiempo no es más que un “fenómeno aparente” al que no hay que “creer en absoluto” [Fichte 1911: 200].

Aun así, Joseph Ratzinger explica que la comprensión platónica del alma no tiende necesariamente hacia una visión individualista del hombre, desentendido de los vaivenes de la historia y de todo lo que se asocia a la corporeidad humana, pues para poder gozar de la inmortalidad el hombre debe consolidar aquellas virtudes sociales que contribuyen a mejorar la vida pública [Ratzinger 1977: 83, 138s].

2.3. El alma humana y su inmortalidad

La convicción de la inmortalidad del “yo” humano se ha concretizado a lo largo de la historia en la doctrina del alma humana, su espiritualidad e inmortalidad [O’Callaghan 2002a2004b]. Es la explicación típica de los pitagóricos, de Platón y los neoplatónicos, y también de la gran mayoría de los autores cristianos desde los primeros tiempos. El término ‘alma’ (dal griego psyche) indica bien el aspecto inmaterial o esencia del hombre que confiere a éste individualidad y humanidad, bien el principio de la vida humana, y en especial del conocimiento y de la voluntad humanas, bien el centro inmortal o incorruptible del hombre, bien el punto de contacto invisible e íntimo entre el hombre y la divinidad. Muchas veces es considerado sinónimo de la ‘mente’, o del ‘sí mismo’ humano, se distingue normalmente del ‘espíritu’ (en griego, pneuma).

Hay que señalar que, en comparación con la posición platónica, la comprensión cristiana del alma y de su inmortalidad se basa en el acto creador de Dios: el alma no es una divinidad en miniatura, pues su inmortalidad obedece al don que Dios ha otorgado cuando lo creó. El hecho que algunos autores protestantes del siglo xx hayan negado la existencia del alma y su natural inmortalidad [O’Callaghan 2004b: 75ss.] es debido en buena parte a la comprensible reacción contra una visión racionalista y autónoma del alma humana, típica del pensamiento Romántico [Pieper 1970: 163-182]. En particular el teólogo calvinista Karl Barth se opuso abiertamente a los autores que vieron en la afirmación del alma humana, espiritual e inmortal, la base de una ética autónoma y racionalista. Barth critica como racionalista a un autor del siglo xix, J. A. L. Wegscheider, quien consideró la inmortalidad del alma simplemente como la base de la norma ética [Barth 2002: 460-467].

Pero, ¿es posible conocer la existencia del alma y su inmortalidad? ¿Es posible demostrarlas filosóficamente? En buena parte, las dificultades experimentadas por los autores protestantes se mueven en esa dirección: como ya enseñaban los nominalistas y el Cardenal Cayetano, la existencia y espiritualidad del alma son conocidas solamente por medio de la fe cristiana; no son objeto de demostración filosófica. Según Duns Scoto, el filósofo puede demostrar, en el mejor de los casos, que el alma puede no ser mortal. La razón de ello está en la convicción que el alma no comunica el ser al cuerpo, porque el cuerpo es una realidad autónoma respecto al alma [Op. Oxon IV, D. 48, q. 2, n. 16]. Ockham explica que los hombres sencillamente imaginamos que el alma, como forma del cuerpo, sea inmortal, mientras si es de verdad la forma del cuerpo, debe ser corruptible [Quodl. I, 10]. En el mejor de los casos, la espiritualidad e inmortalidad del alma son objeto de fe cristiana.

A lo largo de la historia, se ha tratado la cuestión de la existencia, espiritualidad e inmortalidad del alma humana en dos modos fundamentales [Gevaert 1966Pieper 1970].

Primero, se pueden considerar las cuatro razones que convencieron a Platón de la inmortalidad del alma. Enprimer lugar, dice, lo que llega al ser, tiene origen en su contrario [por ejemplo, lo que es frío se vuelve caliente]. De este modo, según el principio del eterno retorno, la muerte debe ser el inicio de la vida [Fedón, 72b]. Por ello, el alma sobrevive después de la muerte. En segundo lugar, Platón funda su idea sobre la inmortalidad del alma en la teoría del conocimiento. Conocer, para Platón, quiere decir recordar. Antes de nacer, las almas contemplaron el Mundo de las Ideas que llegarían a conocer más tarde [Fedón, 75c]. En el momento actual conocemos conceptos universales como el bien y la belleza, aunque las cosas a las que aplicamos estas categorías son siempre limitadas. Lo cual muestra que el alma pertenece a una realidad diverso del mundo marcado por el devenir y el cambio. Por lo tanto es incorruptible y vive para siempre. En tercer lugar, Platón explica que lo que es igual, bueno etc. es siempre lo mismo, aunque las cosas concretas cambian [Fedón, 78d]. Ahora bien: hay dos tipos de seres, los invisibles y los visibles. Lo invisible mantiene su propia identidad, mientras lo visible no. Ya que el alma es semejante a lo invisible, no cambiará, no dejará de existir [Fedón, 79c-d]. En cuarto y último lugar, Platón explica que la función del alma es la de dar vida. Pero la vida por su propia naturaleza no puede convertirse en su contrario, la muerte. El alma por lo tanto dura para siempre [Fedón, 105b; Fedro, 245c, y ss.].

Algunos autores cristianos no estaban del todo convencidos de la validez de las pruebas platónicas, entre otras cosas porque Platón consideraba que el alma era de algún modo divina. Entre ellos Justino [Dial. cum Tryph., 6,2], Taciano [Or. ad graecos, 9,4] Ireneo [Adv. Haer. II, 43] y Tertuliano [De anima, 14] insistían que el alma es un ser creado, con una existencia recibida de Dios. No por ello negaban la espiritualidad e inmortalidad del alma, creada por Dios.

Tomás de Aquino, entresacando elementos importantes del pensamiento de Platón y Aristóteles, ofrece tres razones principales para la inmortalidad, o mejor, la incorruptibilidad, del alma humana [II Sent., D. 19, q. l, a. 1; II C. G., 49-55; 79-81; Quodl. X, q. 3, a. 2; De Anima, a. 14; S. Th. I, q. 75, a. 2 & 6; Comp. Theol., 74, 79, 84; se vea Bertola 1973Cruz Cruz 2006Iammarrone 1991Pegis 1974Scheffczyk 1989].

Primero, el alma se dice incorruptible porque es capaz de conocer todas las cosas materiales. Por lo tanto, debe ser inmaterial, es decir, espiritual. Si no lo fuese, sería incapaz de conocer algunas cosas materiales. Y ya que el alma es espiritual, no puede descomponerse, es incorruptible [S. Th. I, q. 75, a. 6]. En segundo lugar, el Aquinate explica que la corrupción y la descomposición son el resultado de condiciones contrarias. Sin embargo, el pensamiento humano concibe todas las cosas contrarias juntas, y por lo tanto no puede ser sujeto a su fuerza corruptora. Pero el alma es la sede del pensamiento, y por lo tanto no puede ser corruptible. Tercera y última razón, Sto Tomás observa que todos los hombres desean vivir para siempre, ser inmortales. Pero este deseo sería en vano si el alma fuese corruptible. Este argumento carece de rigor en el sentido de que se mueve desde el ámbito subjetivo al ámbito objetivo. Pero Tomás acepta su validez porque refleja la experiencia humana universal.

Las “demostraciones” de la incorruptibilidad del alma apenas presentadas, aunque no definitivas, pueden considerarse consistentes y coherentes. Hacen ver que la comprensión de la inmortalidad individual, radicada en la del alma humana, sea razonable y aceptable. Ya lo decía Platón: «vale la pena arriesgarse en creer en la inmortalidad del alma. Con todo, es un riesgo hermoso» [Fedón, 114d].

2.4. Dos inmortalidades en confrontación

Respecto a las dos comprensiones de la inmortalidad apenas esbozadas, la de la vida vivida y la del “yo” humano (y por ende del alma), se pueden hacer un par de observaciones.

Por una parte, como es obvio, se trata de planteamientos claramente diversos, hasta opuestos, entre sí: en un caso se piensa en la inmortalidad de la vida del hombre, es decir en el valor perpetuo delante de la comunidad de sus obras vividas en y por medio de la historia; en el otro se habla más bien de la supervivencia del yo individualmás allá de la historia humana concreta. Se establece por lo tanto en el pensamiento clásico una alteridad aparentemente irresoluble: o pervive mi vida, pero no pervivo yo, o pervivo yo pero no pervive mi vida. Con otras palabras: o inmortalidad o eternidad.

Desde otro punto de vista, sin embargo, —y ésta es la segunda observación— las dos posiciones muestran un fondo metafísico común, reflejo de la conocida dialéctica atribuida a Heráclito y Parménides, que puede ser sintetizada con las siguientes palabras: lo que es caduco y sujeto al cambio (la vida del hombre, su carácter social, su historia y temporalidad) no puede hacer causa común con lo que es permanente y espiritual (el alma individual destinada a contemplar lo divino, inmortal desde siempre y para siempre), y viceversa.

Sin embargo, desde el punto de vista antropológico, es cierto que se trata de los dos aspectos fundamentales del único anhelo hacia la plenitud inmortal que caracteriza la vida del hombre. Una antropología que pretende ser integral tendrá que tener en cuenta los dos elementos: la búsqueda de una vida significativa, vivida de lleno junto con los demás hombres, como fruto de una libertad plenamente injertada en el mundo, por una parte, y el afán de autonomía y libertad permanentes de la propia individualidad, por otra. Pero ¿es posible superar este dilema y hablar al mismo tiempo de una inmortalidad de la vida del hombre, y la inmortalidad del “yo” humano?

3. Vías de solución para una inmortalidad íntegra: reencarnación, resurrección

Para comprender la inmortalidad humana en el sentido más completo posible, habría que encontrar una explicación del modo en que se integran entre sí las dos modalidades de inmortalidad reseñadas, la inmortalidad de la vida y la inmortalidad del ‘yo’. En primer lugar, veremos la doctrina de la “reencarnación”, en sus versiones antigua y moderna. Luego, será considerada la doctrina judía y cristiana de la resurrección.

3.1. La reencarnación

Hasta un cierto punto la doctrina de la reencarnación [también llamada metempsicosis] con sus numerosas variantes, antiguas y recientes, ofrece una posible solución al dilema apenas esbozado, situando en modo adecuado tanto el estatuto de la inmortalidad humana cuanto el de la muerte misma [Bukovski 1928Couture 1984De Georges 1966Frieling 1977Greshake 1988Introvigne 1993Kehl 1990Kloppenburg 2003Ruiz de la Peña 1980Scheffczyk 1980 y 1985Schönborn 1992Vernette 1989]. Según estas teorías, el espíritu inmortal del hombre retiene siempre su individualidad e identidad, mientras vaya trasladándose de cuerpo en cuerpo, de situación vital en situación vital, de cultura en cultura, de mundo en mundo, asegurando de este modo una inmortalidad “individual” vivida en un contexto corporal, social e histórico.

Sin embargo, está claro que la doctrina de la reencarnación, que no se justifica fácilmente desde el punto de vista racional y científico, ofrece una solución pobre y a corto plazo. De hecho, entre las doctrinas reencarnacionistas hay que optar antes o después entre dos posibilidades. O bien el ciclo de encarnaciones, desencarnaciones y reencarnaciones se repite perpetuamente en un círculo eterno sin fin (es la forma contemporánea más típica), o bien el ciclo se verifica un número elevado pero finito de veces hasta conseguir la purificación cabal del alma, que no necesitará más del apoyo purificador del cuerpo (es la forma clásica, presente en el hinduismo, el pitagorismo y el platonismo).

En el primer caso se le ofrece al hombre una confirmación perpetua de la no-definitividad de su vida, se otorga permanencia a la provisionalidad, se quita todo fundamento de la fidelidad [Morales 2004] y se deshace el efapax—“una sola vez”— que caracteriza la vida del hombre según la fe cristiana, porque basado sobre el actuar salvífico de Cristo, acontecido ‘una sola vez’ [Hebreos 7,28; 9,12.28; 10,10]. En el segundo queda banalizada la corporeidad humana —y por ello toda la vida terrena, social e histórica del hombre— en modo platónico. En pocas palabras, la reencarnación no ofrece la posibilidad de integrar plenamente las dos “inmortalidades”, la de la vida humana, y la del “yo” humano; en ella queda implicada siempre una antropología de la “doble vida”.

3.2. La resurrección

Friedrich Nietzsche ha sabido detectar y revelar el común materialismo de fondo del pensamiento clásico en su doble vertiente (inmortalidad de la vida, inmortalidad del “yo”), y ofrecer, aunque sea indirectamente y sin quererlo, una pista de solución al dilema. «Una sola cosa es necesaria», decía en La Gaya Ciencia, y es ésta, que «el hombre adquiera su propia realización por sí mismo y consigo mismo, sea por la poesía, sea por el arte…» [Nietzsche 1895: n. 290]. En otras palabras, el hombre para Nietzsche obtiene la inmortalidad y la plenitud con los propios medios, con lo que tiene a su inmediata y autónoma disposición, o no lo obtiene. Retomando las dos modalidades de inmortalidad antes reseñadas, el hombre podría adquirir una vida perpetua o bien con un intenso obrar propio, un actuar que antes o después gasta su ser individual, dejándolo extenuado, o bien por ser él mismo espiritualmente inmortal, desde siempre, y por ello, para siempre.

Justo en este punto se percibe la clara diferencia que la fe cristiana introduce en la comprensión del hombre y de su destino, pues se considera la inmortalidad —tenga la forma que tenga— siempre como un don personal que procede de Dios, con la creación del alma espiritual, y luego con la resurrección de los muertos. En efecto, la fe cristiana proclama la esperanza en la resurrección de todos los hombres al final de los tiempos [O’Callaghan 2002b], que lleva consigo una perfecta, perpetua unión entre alma y cuerpo. «Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que El los resucitará en el último día… Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana» [Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 989, 991]. La resurrección tiene su fundamento en el poder de Dios manifestado en Cristo resucitado en la fuerza del Espíritu Santo. Por un lado con la resurrección final se hará justicia definitivamente en la tierra, y en este sentido se trata de la realización última de cada hombre, de cada individuo, de cada alma. Al mismo tiempo, con la resurrección adquiere un estatuto definitivo y permanente el cuerpo humano, y con él, la vida, la historia y la estructura social del hombre.

En palabras de Romano Guardini, «la resurrección del cuerpo quiere decir la resurrección de la vida vivida, con todo el bien y todo el mal…; es la historia del hombre» [Guardini 1949: 69]. Se trata de una posición común entre muchos teólogos del siglo xx [O’Callaghan 2004b: 64-74]: el hombre, cada hombre, resucita para siempre con la propia vida, la propia biografía, su propia identidad plasmada paso a paso durante su historia personal. Esta visión se muestra capaz de integrar a fondo los dos aspectos de la inmortalidad humana frente a la muerte. Al mismo tiempo, el pensamiento cristiano centrado en la resurrección logra evitar la banalización de la muerte humana que resulta o bien de la pura aniquilación del individuo, de sus proyectos y aspiraciones, o bien de la mera sobrevivencia de un espíritu humano capaz de pasar, impertérrito e inalterable, a través de sucesivos nacimientos y muertes.

3.3. La resurrección, ¿una explicación filosóficamente válida para comprender la inmortalidad?

Sin embargo, podemos hacer la siguiente observación. La resurrección es una doctrina revelada; en su actuarse requiere la intervención directa del Dios omnipotente. Y si es así, no parece factible incluirla en una reflexión sobre la muerte y la inmortalidad que quiere ser filosófica. ¿No sería más acertado, más racional dar un peso mayor a la muerte humana que, por lo menos a nivel empírico, parece indicar la eliminación eventual del hombre, de todo hombre? Dejando por el momento el hecho de que según la Escritura y la enseñanza de la Iglesia, la muerte del hombre no es puramente natural, sino el resultado del pecado [O’Callaghan 2004b, 47-54], hay que tener en cuenta que la resurrección de los muertos debe ser considerada una verdad sobrenatural y natural a la vez. Así lo dice Santo Tomás de Aquino [IV C.G., 80; Brown 1992]. Sobrenatural en lo que se refiere a lacausa eficiente, Dios, quien resucita a los hombres al final de los tiempos; y natural en lo que se refiere a la causa final, porque confirma que la constitución fundamental del hombre estriba en la profunda y perpetua unión entre alma y cuerpo. Desde este punto de vista, la doctrina de la resurrección final ha servido a lo largo de la historia del pensamiento cristiano como un catalizador decisivo para el desarrollo de una antropología filosófica integral [Pozo 1992: 351-368].

http://www.philosophica.info/voces/muerte-inmortalidad/Muerte-inmortalidad.html

domi EL QUE PERDONA LIBERA A UN SOLO PRISIONERO, UNO MISMO

La falta de perdón, es la causa de angustia más letal, impide una vida que se llame vida. Nos lleva a una mera supervivencia biológica cada vez mas deteriorada. Quien no perdona es un prisionero de si mismo, de su falsa identificacion con el ego herido.

Cuando decidís perdonar, elegís amarte a vos mismo liberándote de una gran carga de tristeza, angustia, rencor, odio, resentimiento, enojos y un largo etcétera de emociones destructivas.

El otro puede creer que hizo bien en accionar de tal o cual manera, pero aún así eso no tiene importancia porque quien importa sos vos.
El perdón significa que aceptás la situación vivida en su totalidad.
Aceptar las cosas como son, no significa decirle al otro “seamos amigos, está todo bien”. Significa algo más profundo, que es reconocer la brutal ignorancia de su accionar.

Esencialmente perdonar, es ver al otro vacío, como un recién nacido y comprender que lo que fue adoptando de sus cuidadores primarios, hayan sido madre, padre, tíos, abuelos, etc,  fue dañino para él mismo y por lo tanto accionó de acuerdo a su contenido. Cuando a una persona la cuidan con amor, con palabras afectuosas que sacan lo mejor de uno, se crea una personalidad sana. Cuando una persona acciona con violencia, fue criada con mal trato, con la sensación de no servir para nada y eso proyecta en los demás. Se dice que quien mata a alguien, ya ha sido matado en su valía internamente. No valora su vida y por lo tanto se vive “matando” externamente.

“Dios es el amor en el que perdono.” Del libro: Un curso de milagros

Hay que comprender que las personas no son lo que hacen sino que todos somos mucho más que la construcción de nuestra personalidad y que siempre existe la posibilidad de re-crearnos, re-educarnos y cambiar el viejo sistema mental a favor nuestro y de los demás.

Jesús dijo: “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”
Fuimos criados en una ignorancia de quienes somos, que se transmite generación tras generación. No hemos visto muchos ejemplos de amor en acción, nos criamos escuchando críticas hacia todas las personas, cercanas y lejanas. El perdón significa que ya no juzgas la ignorancia ajena, sino que decidís que ahora como adulto reflexivo, elegís que nunca nada ni nadie te tumbe jamás.
En tu vida, mandás vos. Siempre va a ser así. Las situaciones provocadoras van a seguir sucediendo, pero tu respuesta frente a esos acontecimientos lo es todo.

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¿POR QUÉ CUESTA TANTO PERDONAR?

El ego es la falsa creencia de quienes somos. El ego se alimenta de la desdicha, entonces no olvida hechos pasados, los recuerda con lujo de detalles e incluso exagera todo para que la víctima en nosotros sea visible por otros egos carentes de felicidad.
El ego recuerda las heridas, los insultos, las humillaciones, y en cambio olvida lo hermoso que le ha ocurrido en la vida. El ego no quiere ser feliz porque piensa que si demuestra bienestar, nadie lo va a amar. La dicha es veneno para el ego, ese es su mecanismo y cuando el ser en nosotros lo observa, pierde su poder y efecto nocivo.
Aceptar que todos hemos sido criados en ignorancia y ver al otro más allá de su adormecimiento, es comenzar a derribar las barreras que nos separan unos de otros y ayudarnos para progresar, madurar y crecer siempre hacia el mayor bien que nos incluya a todos.

Recordemos otra enseñanza de Jesús: “Padre, perdónalos porque no saben lo hacen”
No sabemos el daño que le hacemos a los demás, porque no recordamos que no hay otro, sino que existe una sola vida fluyendo en todo lo creado.
Juan Pablo II perdonó a quien le había disparado, explicando que Jesús enseñó a amar al prójimo como a uno mismo y a ver que el cristo interno en mi también está en el otro.
Cuando nos demos cuenta que los cuerpos son muchos pero que la vida que hay en mi es la misma vida que hay en vos, en ese momento la realidad será vista con los ojos de la verdad y responderemos ante los hechos provocadores con aceptación, sabiduría y empatía, comprendiendo la vida patética en la que fueron criados aquellos “agresores” que la sincronicidad puso en nuestro camino.

“Somos parte de una existencia. A quien quiera que hagas daño, a la larga te estás haciendo daño a ti mismo. Puede ser que ahora no te des cuenta, pero algún día, cuando te hagas más consciente, entonces dirás: «¡Dios mío, esa herida me la he infligido yo mismo!» Cuando has herido a otro pensando que era diferente. Nadie es diferente. Toda la existencia es una, una unidad cósmica. De esta comprensión surge la no violencia.” Osho

http://espiritualidaddiaria.infobae.com/el-que-perdona-libera-a-un-solo-prisionero-uno-mismo/

 

 

 

 

 

El enigma medieval de los tres muertos vivientes: un cuento zombie de una época más nihilista que la nuestra

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Por alguna razón cuyo origen se ha extraviado en los primeros años de nuestra historia como civilización, el número tres ha fascinado a la mente humana, en especial la mente esotérica, aquella parte de nuestro entendimiento entregada a explicar lo inexplicable, así sea por medio de lo enigmático.

El tres ha sido cifra de una misteriosa perfección. El día se ha dividido en tres partes, y en la adivinanza de la Esfinge a Edipo, dichas divisiones se ajustaron a su vez a las principales etapas en la vida de una persona. Tres eran las Parcas que también en la mitología griega determinaban cuándo nacía una persona, cuánto duraría su existencia y, finalmente, cuál sería el momento de cortar el hilo. Tres son las personas de la divinidad en el imaginario cristiano. O, como asegura Borges en la última de sus Siete noches:

Dos es una mera coincidencia; tres, una confirmación. Una confirmación de orden ternario, una confirmación divina o teológica.

¿Será por eso que en estos grabados medievales son tres los muertos vivientes que figuran junto a nobles y personas de poder?

Como sabemos por motivos como la Totentanz (“danza macabra”) o El triunfo de la muerte, la Europa de la Edad Media tuvo una relación especialmente traumática con este elemento consustancial de la vida. Bajo la poderosa influencia de la doctrina católica, la presencia de la muerte se extendió por territorios y poblaciones en una mezcla de temor, reverencia y oportunidad para la humildad y el reconocimiento por doble partida de lo finito y lo infinito, lo menor de la vida humana y lo mayúsculo de la gracia divina.

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Así, por ejemplo, en las ilustraciones de estos manuscritos en los que tres cadáveres que conviven en un paralelismo ominoso con su contraparte humana. De acuerdo con el sitio de la British Library, se trata de representaciones de una posible fábula medieval conocida como “Los tres vivientes y los tres muertos”, la cual, en su versión más elemental, contaría este suceso:

Tres nobles están de cacería cuando de pronto se encuentran con tres cadáveres, cada uno de los cuales se encuentra en distinto estado de descomposición, y sin embargo se muestran como seres animados. Previsiblemente, los hombres quedan impresionados y conmocionados ante este espectáculo. Los cadáveres entonces los conminan a considerar la fugacidad de la vida y a mejorar su comportamiento antes de que sea demasiado tarde.

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En estas imágenes hay sin duda una mezcla de moralismo filosófico e iconografía cristiana. El motivo del memento mori ―ese “Recuerda que morirás” que, según la leyenda, proviene de laAntigua Roma y llegó hasta las representaciones de los santos en la pintura renacentista y barroca (véase, por ejemplo, el célebre San Jerónimo de Caravaggio)― combinado con cierto epicureísmo y también cierto nihilismo: recuerda que nada importa, porque todo morirá. No importa si eres señor de un castillo, rey, papa o campesino: al final también morirás. “Et nous, les os, devenons cendre et poudre”: “En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada” (Villon/Góngora).

http://pijamasurf.com/2014/08/el-enigma-medieval-de-los-tres-muertos-vivientes-un-cuento-zombie-de-una-epoca-mas-nihilista-que-la-nuestra/

domi Carta de un padre a su yerno Gay

 

Respetado Hernando:

 

No ha sido fácil escribir esta carta y confieso que este ha sido un borrador exitoso de muchos intentos fallidos por hablar contigo, no había sabido cómo empezar o abordar el tema así que empezaré por disculparme por las actitudes que he tomado y que me han separado de mi único hijo Mauricio.

 

Sé que no he actuado como el mejor padre al no aceptar su homosexualidad, ni tampoco aceptar que tuviera un hombre como pareja, solo me puedo justificar diciendo que en el mundo en el que yo crecí me enseñaron a odiar a los gais y ahora necesito desaprender eso para aprender a quererlos, créeme no es fácil contarle a mis amigos y mi familia que Mauricio es gay, yo también siento todos los días que tengo que salir del closet. Perdónenme los dos si mi reacción fue más violenta de lo que yo creía.

 

Hace 28 años viví unos de los días más felices de mi vida, cuando Mauricio nació, como padre soñé un mundo ideal donde él y yo compartíamos muchas cosas, no puedo negar que soñé con una hermosa mujer que llegaba a mi familia y llenaba mi hogar de niños traviesos y risueños, en algún momento tuve que abandonar esos sueños y tú que entiendes la sensibilidad de un hombre sabes que es bastante doloroso.

 

Tu y yo nunca hemos simpatizado, Hernando esa ha sido la verdad, pero entre tú y yo existe un ser maravilloso el cual los dos amamos y por el que estamos dispuestos a dar la vida, y por ese amor que ambos le tenemos a Mauricio, te pido que intentemos llevarnos bien, si algún día fui muy feliz teniendo un hijo, es probable que esa felicidad regrese cuando tenga dos hijos.

 

Lo que sabía de la vida es que uno no puede escoger la familia, sin embargo termina por aceptarla, si Mauricio te escogió a ti es porque tiene la capacidad de saber quien lo hace feliz, quisiera como padre compartir parte de esa felicidad, abrir mi mente y aprender a ser un mejor ser humano.

 

Afectuosamente te doy la bienvenida a mi familia,

 

http://franjarosa.blogspot.com.es/2014/06/carta-de-un-padre-su-yerno-gay.html

domi La Cultura Ibérica desde la perspectiva de la dictadura franquista (1936-1975)

1. Introducción.

«El enemigo hay que despojarlo de ideas absurdas, y esa es la misión del maestro»
Franco, a los maestros de Salamanca (06-05-1937).
Desde sus inicios la historiografía se ha podido realizar desde dos grandes puntos de vista. El primero consiste desde un enfoque objetivo, intentando narrar exclusivamente los hechos y buscando obtener un producto lo más aséptico políticamente. En segundo lugar existe la opción de una visión subjetiva, que nos conlleva a una interpretación y a un obligado posicionamiento político que tiene el peligro de poder ser instrumentalizado.
Si nos remontamos a la Antigüedad y a la génesis del género historiográfico, tenemos que trasladarnos a la Grecia Clásica y nos encontramos a dos personajes: Herodoto y Tucídides. Herodoto es el máximo exponente de esta postura objetiva, que se limita a exponer unos acontecimientos adornándolos con abundantes transgresiones etnográficas y descripciones geográficas. En contraposición con Herodoto está el personaje de Tucídides, considerado como el padre de la Historia debido en gran parte al enfoque político que le dio a su obra. No pretendía narrar exclusivamente los acontecimientos, sino que quería plasmar lo que para él era lo más importante: las ideas políticas y los motivos y causas que generaban cualquier acontecimiento.
Esta confrontación la volvemos a encontrar en el siglo XIX con dos escuelas que vuelven a mostrar esta dualidad, aunque ambas adolecen de un mismo defecto como denominador común: el determinismo histórico. Estas posiciones están representadas por el positivismo histórico encabezado por Auguste Comte (1798-1857), y por el materialismo histórico con Karl Marx (1818-1883). El positivismo histórico intenta explicar los hechos tal como han sucedido, y como decía el positivista Leopold von Ranke (1795-1886) se trata de hacer una «historia sin historia». El materialismo de Marx rompe con las teorías positivistas e instrumentaliza los hechos históricos para crear la teoría del conflicto como motor de la historia y de los procesos sociales, cayendo en un determinismo del que también adolece la corriente positivista.
En el siglo XX aparece la llamada escuela analista, cuyo nombre se debe a ser los fundadores en 1929 de la revista Annales, con los franceses Marc Bloch (1886-1949) y Lucien Febvre (1878-1956). Estos autores se caracterizan por el esfuerzo intelectual que realizan por conseguir una historia «total», integrando otros campos como la sociedad, la economía, la cultura y la política.
Este recorrido que hemos realizado nos ha permitido observar que es muy difícil separar la Historia de la subjetividad de los historiadores. Para recrear este hecho nos puede servir una cita de Wilhelm Dilthey (1833-1911) filósofo idealista alemán, profesor de la universidad de Berlín y representante de la llamada filosofía de la vida: «hay dos historias: la que sucedió realmente y la interpretada por los historiadores».

2. Antecedentes. La historiografía de la Cultura Ibérica hasta la Guerra Civil (1936).

Los primeros hallazgos relacionados con la Cultura Ibérica se producen en la segunda mitad del siglo XIX, como los producidos en el Cerro de los Santos (1871), o en la necrópolis ibérica de Cabrera de Mar (1881). Pero el verdadero punto de inflexión y el motor de arranque del creciente interés por la Cultura Ibérica, se producirá con el hallazgo en 1897 de la Dama de Elche. Esta importante pieza fue adquirida por el profesor Pierre París para el museo del Louvre, y significaría la entrada de la Cultura Ibérica en los círculos arqueológicos europeos. La recuperación de esta pieza por Franco en el año 1940, será utilizado como un hecho fundamental de la necesaria recomposición del patrimonio artístico nacional.
A partir de ahora dos cuestiones son fundamentales: ¿Estos hallazgos son autóctonos o proceden de otra cultura?. Si éstos son autóctonos: ¿Quiénes eran los pobladores de la Península en estos momentos a los que hay que atribuir el origen de una cultura material?. Existe una corriente encabezada por el profesor Pierre París que defiende un origen oriental de la cultura material encontrada y lo entronca con el difusionismo de la cultura micénica. En la década de 1920 la escuela alemana, con Schulten como personaje más destacado, atribuye un origen norteafricano a los pobladores de la Península. Pero la figura más importante y que le dará un giro total a las teorías hasta el momento desarrolladas es P. Bosch i Gimpera (1891-1974).
Las teorías de Bosch i Gimpera recogidas en su obra El problema de la cerámica ibérica, son las primeras que le confieren un carácter autóctono a los hallazgos encontrados, aunque reconociendo una importante influencia griega. También divide la Península Ibérica en unas grandes zonas culturales y empieza con algunas dataciones sobretodo en la zona meridional peninsular. La posición de Bosch i Gimpera se radicalizará sobretodo durante la dictadura de Primo de Rivera, y con una fuerte influencia catalanista y nacionalista, llegará a afirmar que el origen de la Cultura Ibérica se produce en el noroeste peninsular extendiéndose más tarde por el resto del territorio. Esto nos muestra un primer y tímido intento de instrumentalización de la Cultura Ibérica como respuesta a una centralización política de la dictadura de Primo de Rivera.
Como contraposición a las tesis de Bosch i Gimpera se encuentra una corriente centralista encabezada por Juan Cabré. Sus tesis serán una incipiente larva del radicalismo posterior que llegará a afirmar el origen castellano del mundo ibérico. Negará la existencia de varias áreas culturales que han sido expuestas a diversos contactos foráneos que han contribuido a su diversidad.

3. La Cultura Ibérica bajo la dictadura franquista (1939-1975).

Después de la guerra civil nos encontramos con un panorama desolador en cuanto a lo que se refiere a las investigaciones arqueológicas de la Cultura Ibérica. El aislamiento que sufre España internacionalmente le priva de los avances tecnológicos y de la evolución que sufre la investigación en el resto de Europa, este desfase no se recuperará hasta mediados de la década de los sesenta con la aceptación de la estratigrafía como técnica importante de investigación y de datación en la arqueología. Estudiosos ilustres como Bosch i Gimpera han marchado al exilio por motivos políticos, y la postura introducida por Cabré en años anteriores tendrán un medio idóneo para desenvolverse debido a las condiciones políticas actuales, incluso radicalizándose como veremos posteriormente.
El régimen franquista está ávido de símbolos que le permitan ensalzar unos valores indispensables en su aparato propagandístico. Necesita poder encontrar un origen cultural que pueda identificar con la «raza» española que durante siglos ha sido protagonista de la Historia y que desemboca en la figura del mismo Generalísimo. El régimen encontrará en la Cultura Ibérica una época fácil de manipular debido a la falta defuentes directas y fidedignas, y un periodo que se puede identificar con la génesis de una «raza» que tantos episodios de oro van a protagonizar en el transcurso de los siglos.
Esta intromisión y manipulación intencionada de la Historia no sólo se limitó a la investigación, tenían que ponerse unas bases lo suficientemente sólidas para que estas ideas calaran profundamente en la sociedad. Así estas ideas formarán parte de un nuevo corpus educativo, y también estarán presentes en otras manifestaciones culturales como la pintura, la literatura y el cine.
Si empezamos por el nuevo corpus educativo que estará vigente en la educación española durante varias décadas, tenemos que hacer obligada referencia a los estudios realizados por Gonzalo Ruíz Zapatero, Jesús Álvarez-Sanchís y Alberto Prieto. Estos autores analizan en varios trabajos y artículos como se consolidaron estas nuevas tendencias en los textos escolares de la posguerra, y que nos acompañarán durante cuarenta largos años.
El primer y fundamental punto que necesitaba el régimen, era poder establecer un origen común lo suficientemente sólido y que tuviera un origen lo suficientemente antiguo, para tener un punto de partida y poder desarrollar a partir de allí una Historia de España. Este pueblo lo identifican con los celtíberos, pero no sólo se contentan con identificar a este pueblo como el único origen posible, sino que lo localizan geográficamente en la zona de lo que será posteriormente el reino de Castilla borrando de esta manera cualquier protagonismo a cualquier otra zona de la península y confiriéndole a esta zona un elemento aglutinador y de superioridad que será fundamental en el devenir de la Historia de España. Como sabemos actualmente los celtíberos eran uno de los numerosos pueblos que poblaban la península antes de la llegada de los cartagineses y posteriormente de los romanos. Por su situación geográfica es poco probable que los primeros contactos con fenicios, cartagineses, griegos y romanos fueran realizados por los celtíberos ya que otros pueblos se encontraban localizados en el litoral mediterráneo y fueron los primeros en entrar en contacto con el agente exterior.
La historiografía franquista no sólo se limitó a elegir un pueblo, el celtíbero, como el protagonista de esta época sino que le confirió una unidad política y cultural como clave de la resistencia a las agresiones externas. No existe nada tan alejado de la realidad como la intención de transmitir esta unidad. Los pueblos indígenas que poblaban la península formaban unidades políticas independientes e incluso su respuesta a las invasiones exteriores fue de un modo distinto. Existe una respuesta diferente de los pueblos del litoral, más inclinados a las relaciones comerciales y predispuestos a la aceptación de lo foráneo, que la actitud más belicosa que mostraron los pueblos del interior.
Las fuentes clásicas, mayoritariamente descripciones etnográficas de autores como Estrabón, Polibio o Diodoro, son interpretadas y utilizadas para intentar buscar una unidad cultural y reclamar un carácter común de la población indígena. Este carácter se entremezcla con conceptos tan en boga en la Europa fascista de los años treinta como el concepto de «raza», esto dará pie a poder hablar de una «raza» española, única y peculiar, que protagonizará episodios gloriosos en la Historia de España, sobretodo en la Edad Media con la reconquista de los Reyes Católicos y culminando en la formación del Imperio español bajo el reinado de Carlos V y Felipe II.
Este carácter peculiar tiene unos rasgos y unas virtudes. Ramón Menéndez y Pidal en su obra Los españoles en la historia nos los enumera: la valentía, la decisión, el arrojo, la resistencia, el espíritu militar, la obediencia ciega a los superiores, el individualismo, la sobriedad, el heroísmo, y también la rebelión siempre que ésta sea por una causa justa.
Después de fijar estas características propias del carácter español es una tarea fácil extrapolar estos rasgos e identificarlos con episodios nacionales y personajes heroicos. Así es lógico que un régimen militar como el franquista ensalce caudillos indígenas como Viriato, Indívil, Mandoni, Istolacio, Indortes e incluso a Sertorio, que aunque no tuviese un origen peninsular se le concede la «nacionalidad«, con motivo de sus luchas contra Roma. También episodios como la resistencia de Sagunto o Numancia serán considerados como batallas épicas en contra de la agresión exterior, en el primer caso cartaginesa y en el segundo romana. En definitiva se trata de formar artificialmente una mitología gloriosa como la que poseen las dos grandes civilizaciones mediterráneas: Roma y Grecia.
Es singular y merecedora de atención la imagen que alcanza la figura de Viriato. Este es otro ejemplo parecido a Sertorio, ya que aunque teniendo un origen lusitano, esto no impide que por su resistencia al poder de Roma, sea considerado como un paradigma de estratega militar especialista en la guerra de guerrillas, llegándose a identificar por sus dotes militares con el mismo Caudillo.
Como hemos visto se trata de intentar destacar el falso carácter heroico y de unión que se produjo primero contra los cartagineses y más tarde contra los romanos. Es curioso como llegan a interpretar el proceso de romanización, negando que sea un proceso de transformación de las instituciones indígenas sino todo lo contrario y sólo aceptando que Roma proporcionó a la Península una unidad política y lingüística. Esta superioridad de la raza ibérica se demuestra en los personajes que más tarde participarán en la vida política de Roma como los Balbos, Séneca y como máximos exponentes los emperadores: Trajano, Adriano y Teodosio.
Otra interpretación partidista, es relacionar la república romana con la República que antecedió al golpe de estado del año 1936. Se identifica erróneamente los partidos políticos con las facciones que dominaban el Senado de Roma, y también se identifica la corrupción y las luchas de poder que precipitaron el advenimiento de Augusto, con el clima político que antecede la Guerra Civil. Esto desemboca en llegar a identificar a Franco con Augusto, que se erige como líder político y militar, restituyendo la necesitada paz y unidad en la España que había quebrado la República.
El régimen franquista tenía en el catolicismo y en la Iglesia, otro de los puntales para sostener su política, y ésta cobra un excepcional protagonismo en el análisis de nuestro pasado. Todo lo que no se podía identificar claramente con el cristianismo, se le buscaba una explicación bajo este prisma y la lectura del mundo antiguo se hace exageradamente impregnada desde este enfoque católico. De este modo la institución indígena de la devotio, consistente en la obligación de quitarse la vida cuando muere un líder militar, se considera como una forma precristiana. También la interpretación de pensadores o autores de la Antigüedad se hace bajo estos parámetros, así PlatónSócrates, Isidoro de Sevilla o Séneca, son considerados como autores precristianos; mientras que por otro lado filósofos presocráticos como Tales de Mileto que pueden dar una visión del origen del mundo que no encajaba con la interpretación católica, desaparecen en el olvido injustamente.
También la Iglesia y el franquismo tienen una visión particular de la familia como núcleo de convivencia y no conciben al hombre como un personaje aislado. Este detalle llevará a identificarla equivocadamente con la familia romana, ya que el concepto de familia en el derecho romano era un concepto mucho más amplio que incluía otros elementos como los esclavos y los clientes. La visión de la mujer será en un plano inferior a la del hombre y su protagonismo en la historia es casi nulo. La mujer será considerada como la compañera fiel del hombre, será la ama de casa y la responsable del cuidado de los hijos. Los protagonistas de la Historia son masculinos, y el rol de la mujer sufrirá un deterioro que le acompañará durante muchos años.
Por último y sin alejarnos del ámbito educativo, hay que destacar como se impuso al profesorado docente una actitud diferente a la que existía en el sistema educativo republicano. La Iglesia y el franquismo marcan claramente cuales son los valores que hay que transmitir y qué expectativas esperan conseguir. A modo de ejemplo sirven las palabras de Agustín Serrano de Haro, autor de manuales de Historia: «El profesor ha de proceder…seleccionando hechos…por su valor para la formación en este sentido patriótico nacional…Se trata de hacer españoles que sientan la historia y no de formar hombres que conozcan plenamente la historia».
Hasta aquí hemos visto los principales cambios y modificaciones voluntarias que el régimen franquista introdujo en la enseñanza escolar en lo que respecta a la Cultura Ibérica. Pero aun jugando un papel importantísimo en la manipulación de la formación de las nuevas generaciones, no era suficiente para llegar a la totalidad de la población. En estos casos el régimen utilizó, aunque no de un modo exhaustivo, unas plataformas mucho más populares y fáciles de penetrar en la sociedad: la iconografía, la literatura y la cinematografía.
En la pintura del siglo XIX aparece en Francia una corriente neoclásica que potenciará la aparición de representaciones con temas históricos. Esta corriente también llegará a España y pintores tan destacados como Madrazo, repetirán en sus obras temáticas de la Antigüedad clásica. En estas obras la iconografía representada no tiene un gran valor histórico debido que no sería hasta finales de este siglo cuando se dispondría de una información suficiente, para poder valorar detalles como puede ser la indumentaria de los personajes representados. Hasta aquí no tenemos nada más que una voluntad, que goza de una aceptación popular, consistente en dejar plasmados episodios y personajes que marcaron momentos importantes del pasado. Lo que verdaderamente nos interesa en nuestro estudio es la recuperación que el régimen realizó de esta iconografía para ilustrar los libros de texto de la educación franquista. Es interesante recoger la opinión del autor Llimargas, haciendo referencia a que de los viejos manuales de historia de nuestra infancia tenemos un recuerdo más por sus ilustraciones que por sus contenidos; estos manuales nos transmitirán a través de estas ilustraciones unos valores colectivos que serán aprovechados por la coyuntura política.
La producción de novela histórica durante el franquismo con una temática clásica no es muy prolífica, más bien se toman como referentes novelas escritas con anterioridad como la obra de Vicente Blasco Ibáñez: Sónnica la cortesana (1901). Esta obra está ambientada en la defensa de Sagunto ante el asedio cartaginés y aunque no pertenece a la época franquista su tema es aprovechado para los intereses de la época. Por otro lado existe un subgénero clásico que gira alrededor de las persecuciones de los cristianos, que a la Iglesia le interesa promocionar. Las obras referentes de este subgénero son Los últimos días de Pompeya de Eduard Bulwer Lytton y Fabiola del cardenal Wiseman. También tenemos alguna referencia en el campo del cómic como la serie Jabato con guión de Víctor Mora y dibujos de Francisco Damís, que aunque relata las aventuras de un guerrero íbero, la acción transcurre en el siglo I de nuestra era.
El cine, en la posguerra y hasta los años setenta, es el principal medio de comunicación audiovisual y es utilizado por una gran parte de la sociedad como actividad de entretenimiento. Con esta premisa es fácil de imaginar que se utilizara, y de hecho se utilizó, como transmisor de referentes políticos. Lo curioso es que no se escogieron temáticas que tanto jugo podían extraer como los episodios de Sagunto o Numancia. El régimen prefirió utilizar temas más contemporáneos como los relacionados con la reconquista de los Reyes Católicos, y la prehistoria peninsular pasó desapercibida. En cuanto a temas clásicos España solamente participó en coproducciones italianas, llamados peplum, o cooperó aportando escenarios o soporte técnico en superproducciones americanas como La caída del Imperio Romano (Anthony Mann, 1969).

4. Conclusiones.

En este trabajo hemos realizado un análisis de lo que representó para la historiografía de la Cultura Ibérica el régimen franquista (1936-1975). En primer lugar y a modo de introducción hemos visto que han existido a lo largo de la historia diferentes escuelas o posiciones para afrontar la explicación de los hechos y acontecimientos históricos. Después nos hemos centrado en la historiografía sobre la Cultura Ibérica y hemos analizado los antecedentes que existieron hasta la Guerra Civil. De un modo más detallado hemos demostrado hasta que punto se utilizó y se interpretó la historia, para unos fines estrictamente políticos, como repercutió este hecho en la enseñanza y en otros campos de la cultura como en la pintura, la literatura y el cine.
Para finalizar, y volviendo al texto que intercalábamos como introducción, sobre las palabras que dirigió Franco a los profesores de Salamanca en 1937. No nos tiene que extrañar después de lo analizado que cualquier régimen político puede caer en la tentación, y la realidad es que se trata de un hecho generalizado, de utilizar la historia de un modo parcial y de ser dirigida hacia unos objetivos y beneficios concretos. Esta manipulación del pasado histórico lo aprovechó el régimen franquista para legitimar su autoridad y a través del aparato educativo poder insuflar a las nuevas generaciones unos valores que le permitiría afianzar este poder durante décadas.

http://www.monografias.com/trabajos10/cuber/cuber.shtml#ixzz39bnj6xoD