Imagen de archivo de colisiones de partículas en el descubrimiento del bosón de Higgs – CMS/CERN)
Llevó más de cuarenta años dar con el famoso bosón de Higgs. Durante casi medio siglo nadie logró detectarlo, pero muchos físicos estaban convencidos de que, o bien esta partícula existía, o bien la Física estaba equivocada y había que tirar los libros a la basura. El motivo es que esta partícula era lo que la ciencia necesitaba para explicar cómo y por qué la materia tiene masa, y que, si no existía, era porque la Física tenía un problema en los mismísimos cimientos. Una vez descubierta, y quizás recordando los miles de quebraderos de cabeza y las horas de sueño que robó el bosón de Higgs, el físico Leon Lederman la bautizó como la «Goddam particle» (la partícula puñetera). Pero su editor prefirió abreviar el nombre a «God particle». Y así el bosón de Higgs pasó a ser, nada menos, la partícula de Dios.
Pero lo cierto es que si Dios fuera el creador de la Física, seguramente no solo se quedaría con una partícula. Actualmente tiene un amplio repertorio de partículas para explicar cuatro interacciones o fuerzas fundamentales de la Naturaleza: la interacción nuclear fuerte, la nuclear débil, la electromagnética y la gravitacional. Todas ellas bastan y sobran para explicar el comportamiento de la Naturaleza visible, y constituyen el Modelo Estándar de la Física. Sin embargo, dos recientes investigaciones, y un cada vez más animado debate entre los físicos de partículas, indican que la ciencia podría estar acercándose al descubrimiento de una quinta fuerza de la naturaleza. Ella podría ser la pieza que falta para explicar una de las cosas que los físicos aún no saben cómo funciona: la materia oscura.
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