Todos sabemos que la mente, el cuerpo y el mundo son en realidad la experiencia que tenemos de ellos. Y la experiencia depende completamente de la presencia de nuestro yo, sea lo que sea dicho yo. Nadie ha podido experimentar nunca una mente, un cuerpo o el mundo sin que antes estuviera presente su propio yo.
Toda experiencia es conocida por nuestro yo, y por lo tanto el conocimiento que tenemos acerca de la mente, el cuerpo y el mundo está relacionado con el conocimiento que tenemos de nuestro yo; de hecho, depende de este conocimiento.
El poeta y pintor William Blake dijo: «Tal es el hombre, tal ve». Se refería a que la manera como una persona se ve o se entiende a sí misma condiciona profundamente las maneras como ve y comprende los objetos, el mundo y a los demás.
Así pues, empecemos con nuestro yo, puesto que todo depende de él. ¿Qué es lo que sabemos de nuestro propio yo a ciencia cierta?
Con el fin de averiguado, tenemos que estar dispuestos a dejar de lado todo lo que hemos aprendido sobre nuestro yo por medio de los demás y de nuestra cultura y a confiar en nuestra experiencia directa e íntima. Después de todo, la experiencia debe ser la prueba de la realidad.
Lo primero que sabemos con certeza es que «yo soy». Este sencillo conocimiento de nuestro propio yo ―tan sencillo y evidente que a menudo se pasa por alto― resulta ser el conocimiento más valioso que cualquiera puede tener.