Hay una increíble espontaneidad en el centro de toda nuestra experiencia que a menudo no notamos. Cuando prestamos profunda atención ―el corazón de la práctica contemplativa espiritual real es prestar atención― nuestros pensamientos parecen aparecer, incluso los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos, así como sobre otros seres y el mundo.
No tenemos consciencia de cómo estamos latiendo nuestro corazón o exactamente cómo estamos respirando. No tenemos que recordar el digerir bien nuestra comida. Todo eso está programado en nuestra biología, y está sucediendo sin que lo sepamos conscientemente. Lo que sabemos es lo que rompe la barrera entre lo inconsciente y lo consciente. Tan pronto como algo del inconsciente rompe la barrera, de repente somos conscientes de ello ― reconocemos el pensamiento.