El tantra es uno de los movimientos religiosos más malentendidos y desvirtuados, en gran medida por ser confundido con una visión hedonista y new age de la experiencia espiritual.
El tantra está muy lejos del hedonismo y, aunque la sexualidad juega un papel importante en sus prácticas, de ninguna manera puede reducirse a solamente el sexo. De hecho el llamado sexo tántrico no es algo que se pueda practicar por una persona que no ha sido iniciada por un maestro calificado en un linaje, ya sea budista o hindú (si bien hay algo como el tantra jaina, pero es muy raro). O sin que haya asimilado la visión del universo tántrico, en la que se concibe que la realidad tiene una fuente no dual, siempre pura, y por lo tanto el practicante no se aferra al placer, ni tampoco rehuye de las cosas que se asocian con el dolor o lo desagradable.
Si bien el tantra tiene un fundamento eminentemente práctico, pues los tantras son textos que suelen enseñar una práctica espiritual (sadhana), la mejor forma de entender esta escuela es acercarse a textos académicos, que tienen acceso a las fuentes originales en sánscrito (o que tienen acceso al tibetano o a otras lenguas en las que se practican estas enseñanzas) y que se destacan por una investigación rigurosa. Esto especialmente ya que existe enorme cantidad de desinformación en Internet que banaliza o simplemente confunde los principios básicos del tantra. Ya que el inglés es actualmente algo así como la lingua franca de la academia, quien quiera realmente estudiar seriamente las tradiciones espirituales de la India, al menos deberá conocer esta lengua. Sin embargo, es posible encontrar recientemente más libros académicos en español sobre el tantra, entre ellos el trabajo del mexicano Oscar Figueroa, quien, sin embargo, no ha escrito un texto general sobre el tantra, aunque si ha traducido «tantras», como el Vijñanabhairava.
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