Aunque la imagen de un brujo o de una bruja varía en cada cultura, la representación más popular en occidente está asociada a la de una mujer capaz de volar encima de una escoba.
Esta imagen arquetípica se ha visto potenciada, de unos años a esta parte, gracias al cine y la literatura con obras como Harry Potter y la icónica escena del Quidditch.
Hoy sabemos que el vuelo de las brujas era, en realidad, un simbolismo fálico, que en cierto sentido enlazaría con la promiscuidad de los seres endemoniados. No obstante, el fenómeno inquietó tanto en la Edad Media que hasta el rey Felipe II encargó una minuciosa investigación. Los comisionados concluyeron que las brujas volaban. Incluso afirmaron haber sido testigos de uno de esos vuelos. Las evidencias científicas, sin embargo, relegan esos vuelos a simples alucinaciones y cenestesias provocadas por sustancias como la mandrágora, la belladona, el estramonio, el beleño negro y la aconitina. Ésta última, por ejemplo, se absorve fácilmente a través de la piel.
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