La crisis actual nos ha enseñado que tenemos que leer la letra pequeña de los datos económicos para no llegar a conclusiones erróneas cuando nos enfrentamos a un cambio de ciclo. Y en el caso de España, ahora más que nunca.
La evolución del mercado de trabajo suele constituir el mejor termómetro para anticipar la magnitud de una recesión o la consistencia de una recuperación. Estados Unidos y Reino Unido son, hoy día, dos de las economías desarrolladas con mejores perspectivas de crecimiento, en parte, porque han vuelto a los niveles de empleo previos a la crisis. Concluir, solo por ello, que están en disposición de crecer a las tasas que lo hacían antes de la Gran Recesión es olvidar que el mundo ha cambiado desde 2008. Tanto que algunos economistas como Summers, Krugman, Blanchard o Koo han empezado a hablar de «estancamiento secular» al referirse al escenario económico que nos espera para los próximos años: crecimiento reducido, baja inflación y tipos de interés próximos a cero durante un período prolongado de tiempo.
¿Cómo encaja este escenario con la recuperación laboral que observamos en algunos países, incluido España? La respuesta tiene dos hilos conductores: estancamiento salarial y calidad de los nuevos puestos de trabajo creados. Aunque con muchas salvedades, la esencia del análisis para España es extrapolable a Estados Unidos y Reino Unido, de ahí que sus bancos centrales vayan con pies de plomo cuando hablan de iniciar las subidas de tipos. Un accidente financiero podría dar al traste con una recuperación cogida por alfileres.
Las rentas salariales de los hogares españoles empezaron el año con caídas del 2% respecto a 2013, con el número de ocupados por cuenta ajena prácticamente estable en el nivel de entonces. Hasta julio, el grueso del aumento del empleo se ha correspondido con una mayor actividad en el sector privado por lo que, si únicamente atendiésemos a la generación de empleo, las rentas salariales deberían estar creciendo. No lo hacen porque los salarios por trabajador siguen estancados y la parcialidad y el subempleo están empezando a ganar peso.
En el último año, la Encuesta de Población Activa (EPA) revela un aumento de ocupados de casi 193.000 personas, de las que un 38% consiguió empleo a través de un contrato a tiempo parcial. La tasa de parcialidad (trabajadores con contrato a tiempo parcial sobre el total) ha subido hasta el 19,6%, cuando al inicio de la crisis rondaba el 13%.
Aún cuando en fases de recuperación laboral como la actual el recurso a la parcialidad sea frecuente, la clave está en ver qué porcentaje de los nuevos trabajos parciales esconden un componente elevado de subempleo, es decir, de trabajadores que estando dispuestos a trabajar a tiempo completo lo tienen que hacer a tiempo parcial.
De los 2,84 millones de ocupados a tiempo parcial, un 63% reconoce que el motivo de la parcialidad es la imposibilidad de encontrar un trabajo a tiempo completo (en 2005, no llegaban a 750.000 personas, un 30% del total). Si además tenemos en cuenta los trabajadores a tiempo completo que desempeñan un trabajo para el que están sobrecualificados o cuyo salario no se adecua a sus funciones, el resultado es que ¡2,4 millones de españoles son subempleados! Por tanto, no nos debe extrañar que los aumentos de gasto familiar se produzcan con cuentagotas y sólo en aquellos hogares de renta media-alta que han sorteado la crisis relativamente mejor. Queda todavía mucho para que el grueso de la sociedad española perciba el cambio de ciclo. Seguiremos atentos a lo que nos diga la letra pequeña del mercado de trabajo.
(% sobre el total). Fuente: Afi, INE
http://www.huffingtonpost.es/sara-balina/la-letra-pequena-de-la_b_5720802.html?utm_hp_ref=spain