Muchos/as de nosotros queremos relacionarnos más amorosa, pacífica y respetuosamente con nuestros hijos y niños en general. Muchas/os hemos dejado de amenazar, gritar, castigar y premiar o tenemos la intención de dejar de hacerlo. No obstante, en el fondo seguimos queriendo cambiar o modificar el comportamiento de los niños. Queremos ser respetuosos con ellos pero hay algo dentro de nosotros que no nos deja aceptarles tal y como realmente son. Siguen habiendo partes y comportamientos de ellos que queremos cambiar.
Me explico, en nombre de la Crianza Consciente, Con Apego, Natural o Respetuosa, les hablamos más dulcemente, intentamos validar sus emociones y sentimientos, intentamos mejorar la conexión emocional con ellos e incluso llegamos a ser capaces de nombrar nuestras necesidades y nuestro mal estar… Sin embargo, seguimos diciendo y pensando: “Pero es que no me funciona, yo ya no le grito ni le amenazo y le doy tiempo y le hablo amorosamente y también le valido pero sigue sin querer ducharse o seguimos teniendo problemas a la hora de vestirse y salir o no quiere recoger…”. Ese “no me funcióna” es la clave.
La verdad es que simplemente hemos cambiado un comportamiento por otro (una crianza más convencional por una más consciente) pero nuestra intencionalidad parece ser la misma: que obedezca, que sea complaciente, que haga caso… En definitiva, que acabe haciendo o dejando de hacer lo que nosotros queremos.
Ése es el paradigma que necesitamos cambiar, en mi opinión… No se trata de utilizar “estrategias” más respetuosas para seguir queriendo obediencia. No se trata de cambiar los gritos por validar o los castigos por nombrar. No se trata de que sean como nosotros queremos que sean. Ni de que de una manera más respetuosa nos sigan haciendo caso. Si esa es nuestra intención, seguimos queriendo manipularles y moldearles pero de una manera menos agresiva y más sutil… Mientras tengamos esa intención en mente, nuestra energía también lo manifestará y como resultado el mensaje que enviaremos encubierto será el de: “hay algo en ti que no marcha bien y como yo no lo puedo aceptar ni lo sé gestionar necesito y quiero modificártelo…”
¿Por qué pensamos que el problema está en ellos y no en la forma en que los tratamos? Cuando no pueden hacer lo que les pedimos el problema quizás no esté en ellos sino en QUÉ les estamos pidiendo realmente o el CÓMO se lo estamos pidiendo: desde el enfado y la crítica en vez de desde nuestra necesidad. Ya hablé anteriormente de la importancia de la conexión emocional con nuestros hijos y niños en general y la necesidad de poder nombrar nuestras propias necesidades y emociones.
Vamos a dar un paso más allá, a ampliar aún más nuestra mirada. Validar, conectar, nombrar, revisar nuestras propias infancias… nos van a ayudar a ACEPTAR mejor a cada uno de nuestros hijos y les va a ayudar a ellos a ver que NO hay nada de MALO en su comportamiento sino simplemente un mal estar o una desconexión. Sin mal estar y sin desconexión habría armonía.
Nuestro objetivo debería estar en mantener PAZ y ARMONIA en el entorno, en nosotros y en ellos. Y si aceptamos este hecho tal y como es, es más llevadero para ambos: adultos y niños. Lo mágico de la cuestión es que en muchas ocasiones, hay niños que al verse y sentirse aceptados de verdad, aún sin poder controlar sus emociones o reacciones, ser tenidos en cuenta, amados por quienes ya son y no por quienes nos gustaría que fuesen… empiezan a conectar más con nosotros y nuestras necesidades e incluso cooperan más y empiezan a poder gestionar mejor sus emociones fuertes de frustración y enfado como efecto secundario del trato amoroso y respetuoso que reciben.
Para poder tratarles así tenemos que estar muy conectados con nosotros mismos primero. Cuanta más conexión hay entre padres e hijos más cooperación. Pero no es nuestro objetivo principal sino simplemente el efecto secundario. Cuando nos relacionamos desde el amor todo empieza a cambiar mágicamente. No hay nada en este mundo que me produzca mayor satisfacción que ver que estoy pudiendo ser la madre que cada uno de mis 3 hijos necesita que sea. Y cuando no es así, me paro, me observo, me disculpo, me acepto y vuelvo a conectarme.
Lo que aquí quiero y necesito rescatar y recalcar es que no por ser más conscientes como adultos y más respetuosos con nuestros hijos, van a ser como nosotros queremos y necesitamos que sean. Ellos ya son perfectos siendo como son y lo que muchos adultos necesitamos son herramientas para poder aceptarles tal y como ya son.
Muchas veces nos cuesta respetar a otro ser ya que nosotros no fuimos respetados siendo niños. Y dichas herramientas también ayudan a nuestros hijos a poder seguir siendo como son sin la necesidad de ser juzgados ni criticados.
Validar, conectar, nombrar y revisar nuestra infancia no va a cambiar a ninguno de nuestros hijos, pero sí podemos cambiar la forma en que los vemos y la forma en que reaccionamos a sus comportamientos. Ellos se sentirán libres para poder seguir siendo como son y nosotros podremos y sabremos entenderlos y aceptarlos tal como son. Querer cambiar a alguien o su comportamiento no es relacionarnos desde el amor. Hacer sentir mejor a alguien puede provocar paz interior y bien estar (tanto a quien lo da como a quien lo recibe) y dicho bien estar, puede provocar un cambio de actitud, como efecto secundario, pero no debería ser nuestro objetivo.
Gracias por estar aquí de nuevo y os invito a que nuestra próxima interacción con un niño sea desde este otro lugar y cambiando la mirada. No olvidemos que ellos nos necesitan poder llegar a ser quienes han venido a ser.
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Yvonne Laborda
www.yvonnelaborda.com
El Blog Alternativo