Uno de los mayores trompazos que uno se puede llevar en la vida es cuando te percatas que la justicia no existe. El impacto supera al que recibe un niño cuando se entera de que los Reyes Magos son los padres: su mundo se viene abajo. La justicia no es más que un instrumento en manos del poder. Cualquier otra cosa es palabrería para vestir el artilugio de algo decente, el Estado de Derecho son tomos y más tomos para sortear los vericuetos de la razón. Para ser riguroso, y decente, no todos los jueces son de la misma cuerda pero van en la misma ruin barca, en conjunto, para la ciudadanía el sistema es una engañifa. Conforme se asciende en el escalafón de la judicatura mayor es la aproximación al poder. Una buena culpa, he dicho culpa, de lo que esta ocurriendo al desmoronarse el Estado a favor de este enemigo invisible del Mercado impulsado por los grandes bancos está en la judicatura que a base de cabezazos de asentimientos y reverencias de sumisión han permitido que su hegemonía se instale y perpetúe. Hago esta manifestación por propia experiencia, no es un cuento contado donde hay más fantasía que realidad, todo lo contrario, la realidad de la justicia es triste además de ciega. Se supone que la venda en los ojos de la señora justicia evidencia que no distingue a quien juzga, todos son iguales ante la ley. Mentira simple y llanamente mentira.
Quisiera traer a colación dos episodios cuyo protagonista es el Banco Santander y el elenco teatral lo aportan la actuación de unos jueces que actúan como mariachis tocando el guitarrón que por más evidencias que se expongan ante sus ojos no encuentran nada que pueda ser punible. Uno se quedará en este post (los papeles de trabajo) y el otro tendrá que ser para el siguiente. Pero antes creo que se hace necesaria una explicación previa. Hace unos años, cuando empecé a intuir el peligro que se cernía sobre la sociedad por el desmadre, en grado superlativo, de la banca me fui encontrando con situaciones un tanto pintorescas. En uno de mis desplazamientos a Madrid, un periodista, digamos de los afamados e instalados, se interesó por mis pesquisas y para hablar de ellas me invitó a una comida en un restaurante de alto copete. Resultó, que de lo que teníamos que hablar nada de nada, interesaba soltar un mensaje de lo absurdo que resultaba rebuscar en el lado oscuro de la banca. Nadie me iba a agradecer nada, “los accionistas buscan la rentabilidad y sino están satisfechos con la que se les proporciona venden sus acciones y compran otras”. En cambio, a resultas de nada todo pueden ser complicaciones “son gente muy poderosa” –recuerdo muy bien esta parte del mensaje- y me anticipó que una agencia de detectives, de primera línea, me había investigado. Incluso me dio detalles del mismo. Explico esto porque ahí esta el meollo del asunto, a mi los accionistas me importaban bien poco lo que entendía como aberrante era la perdida de poder de la sociedad a favor de corporaciones mezquinas que arrasan con todo por conseguir el supremo fin de unos beneficios espatarrantes. Visto lo visto tanto es así, que no iba tan desencaminado. Con quien compartí mesa y mantel no me quedaron ganas de pasar por un Quijote de pacotilla y nada dije de lo que pensaba; me limité a poner cara de reflexión.
Tengo que confesar que mi forma de investigar los pufos de la banca, y otras corporaciones, ha sido del todo particular respecto al uso y costumbre de mis colegas que tiran de su lista de contactos y alguien suelta algo, casi siempre interesado, para que se sepa o transfiere información en un dossier a unos periodistas que tan solo tienen que dar forma de artículo. La investigación periodística no interesa a las empresas editoras por lo que la sección de economía se limita a la difusión de comunicados de prensa que se repiten y publican sin comprobación alguna. ¿Alguien va a poner en duda una nota de prensa del BBVA, Santander o Telefónica o …? Pues entonces estamos al cabo de la calle así no es posible investigar nada de nada tan sólo repetir como loritos lo que otros quieren que se sepa. Mi forma de actuar era otra bien distinta, podíamos decir que consiste en rebuscar entre miles de papeles aquellos que dejan rastro de lo que se dice no es lo que se hace. Cuando empecé en ello no estaba desarrollado Internet y rebuscar papeles requería presentarseinsitu en la Bolsa de Madrid, la de Barcelona, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Ministerio de Economía y Hacienda y sitios por el estilo que, lógicamente, te tomaban por el chalado de turno. Chalado o no yo iba a la mía ya que sabía lo que estaba buscando.
El mero hecho de querer recopilar las Memorias del Banco Santander, entonces BSCH, de los cinco últimos años era un propósito de una magnitud descomunal. Las acabé encontrando en el archivo de la Bolsa de Madrid en unas fotocopias, incompletas pero por suerte contenían la parte que me interesaba. Me sorprendió que información del primer banco del país se limitara a una caja llega de papelotes sin orden ni concierto. Mi sospecha que las cuentas del Banco Santander estaban hechas a capón partía de las fanfarronadas del presidente del banco cada vez que remataba un negocio se atrevía a cuantificarlo. Siempre era una millonada y cada manifestación de este tipo pretendía captar más accionistas interesados en la mano mágica de Emilio Botín para los negocios. Se me ocurrió ir anotando las manifestaciones de euforia y el importe que se le asignaba para llegar al fin de ejercicio y cerrar la suma. ¡Oh sorpresa! El beneficio declarado por el banco es inferior, de largo, a la suma reportada por los negocios anunciados. Podía ser que se aplicara a las reservas del banco. Tampoco, ninguna explicación a tal misterio. Por algo tan a la vista empezó mi sospecha. Rebuscando papeles encontré que la información que se trasmitía a los accionistas y las autoridades de control era diferente a la que el auditor, garante de la bondad de las cuentas, depositaba en no se sabe donde pero discrepaba sobre los beneficios obtenidos.
Me tomé todas las precauciones posibles ya que era una repetición que se reproducía año tras año. Decidí publicarlo en La Banca, la publicación que dirigía. El engaño no sólo afectaba a los accionistas del banco sino a los despistados inspectores de Hacienda y se trataba de unas cifras descomunales. Por aquel entonces el Banco Santander tenía casi un millón de accionistas. Para Botín y los capitostes del Santander la información aireada por La Banca era fétida a más no poder, por lo que se dedicaron a ningunear y entorpecer su difusión por todos los métodos. A lo que renunciaron fue a la utilización del aparato judicial, no fuera que les saliera el tiro por la culata, así las injurias y las calumnias quedaron aparcadas. Quien no perdió tiempo fue Rafael Pérez Escolar, enfrentado a Botín por quedarse, por las malas, con el Banco Español de Crédito (Banesto). Pérez Escolar no se podía creer lo que había publicado, realmente sorprendía que el Santander pudiera burlar tantísimos controles y que un tipo con una mano delante y otra detrás llegara al lugar donde se cocinan las cuentas del Santander.
El material era explosivo ya que era una repetición que acumulaba una cifra sorprendente. Había todavía algo más a la exterminación continuada de los beneficios obtenidos por el Santander se trataba de la desaparición en combate de centenares de sociedades participadas por el banco que dejo para el próximo post. Para continuar con lo que nos trae aquí ahora, se trataba de elementos de prueba que estaban al alcance de la mano dada la impunidad con que Botín y su pléyade habían actuado. Tan solo había que seleccionar y ordenar aquellos asuntos que sirvieran de muestra para acreditar un uso indiscriminado del engaño al por mayor, tomando como referencia los propios documentos extendidos y hechos públicos de medio lado. La complicidad de Botín y sus muchachos con el auditor era la clave. Aunque pueda parecer una broma, el máximo responsable de Arthur Andersen, José Luis Palao Garcia Suelto, firmaba un informe emitido con fecha 28 de enero de 2000 en estos términos.
“6. En nuestra opinión, excepto por el efecto de la salvedad indicada en el párrafo 4.° anterior, de las cuentas anuales adjuntas del ejercicio de 1999 expresan en todos los aspectos significativos la imagen fiel del patrimonio y de la situación financiera del Banco Santander Central Hispano, S. A. al 31 de diciembre de 1999. ..”. Explícitamente venía a decir que “En consecuencia, para corregir el efecto acumulado de los fondos sin asignar específicamente al 31 de diciembre de 1999, sería necesario incrementar el resultado neto del ejercicio terminado en dicha fecha en 153.000 millones de pesetas. . .”
Los papeles de trabajo
El párrafo firmado por el responsable de la auditoría no daba lugar a lenguaje encriptado, habían volado de los beneficios del banco 153.000 millones de pesetas y Pérez Escolar no se lo pensó dos veces e impugno los acuerdos sociales ante los Tribunales. El asunto recayó en el juzgado de Primera Instancia número 2 de Santander. El juez considero de vital importancia el tener conocimiento de los papeles de trabajo de la auditora Arthur Andersen relacionados con los informes de auditoria que se habían presentado ante la junta impugnada. Pérez Escolar había propuesto que dichos papeles se incorporaran al procedimiento mediante oficio y dentro de la prueba documental privada o, subsidiariamente, por el procedimiento de exhibición de libros. Por lo tanto, el juez en providencia de fecha 21 de noviembre de 2001 requerir a Arthur Andersen para que, por persona legalmente autorizada remitiera al juzgado, certificados, entre otros, los siguientes particulares:
2. Respecto de la salvedad contenida en el Informe de Auditoria de 28/1/00 sobre las Cuentas Individuales del BSCH cerradas a 31/12/99: Si el resultado neto contabilizado por los administradores del BSCH en las Cuentas del ejercicio 1999 por importe de 144.600 millones de pesetas, aproximadamente, se corresponde con el realmente obtenido por la entidad o, por el contrario, seria necesario incrementar éste en otros 155.000 millones de pesetas mas, aproximadamente. A la vista de la salvedad referida, que Uds. emitieron como Auditores, ¿cuál de las dos siguientes cifras expresa con mas fidelidad los resultados netos realmente obtenidos por el Banco en el ejercicio 1999: 144.600 millones ó 297.600 millones de pesetas (es decir, 144.600 + 153.000 millones)?
La petición judicial no parecía demasiado complicada, pero Arthur Andersen se la paso por el arco del triunfo. Fue entonces cuando el juzgado acordó (auto 280/00) la exhibición de los papeles de trabajo sobre la base de los cuales se habían realizado los informes elaborados con respecto a los acuerdos adoptados en la junta General de Accionistas celebrada el 4 de marzo de 2000. Sin embargo, la firma auditora Arthur Andersen, conocida por los fraudes fiscales en los Estados Unidos, en todo momento mostró una conducta invariable y dirigida a impedir la practica de la prueba de libros acordada por el juzgado de Santander, que por exhorto había solicitado al Juzgado de Primera Instancia Numero 8 de Madrid, que señaló la prueba de exhibición de libros para el día 9 de enero de 2001 en la sede de la firma auditora. Ya se pueden imaginar el susto que se les metió en el cuerpo a estos personajes, peones del poder económico, cuando se les anuncia que una comisión judicial se les presenta en las oficinas con la intención de echar mano a los falsos números. El día 8 del mismo mes, es decir unas horas antes, Arthur Andersen presenta ante el juzgado exhortado un escrito solicitando la suspensión de la diligencia acordada, alegando la imposibilidad de reunir para el día señalado los papeles de trabajo requeridos. ¿Que se podía esperar de quien había llevado al gigante americano Enron con sus argucias contables a la quiebra técnica dejando en la ruina a miles de accionistas y en la calle a miles de trabajadores?
El juzgado no accedió a la pretensión ejercitada por la firma auditora y en consecuencia, la comisión judicial se persono en las oficinas de Arthur Andersen, donde ante el representante de la firma auditora y recogiendo las manifestaciones de Antonio Barba de Alba, se levanto la diligencia que, por su extraordinaria importancia, vale la pena transcribir:
“Siendo la hora señalada se constituye la comisión judicial en la calle Raimundo Fernandez Villaverde en el domicilio de Arthur Andersen y Cía. S. Com., acompañado del Procurador portador Aníbal Bordallo Huidobro, para la practica de la diligencia acordada en resolución de fecha 12.12.00 y en virtud de providencia de fecha 21.11.00. Una vez en dicho lugar se halla el abogado de Arthur Andersen y Cía. S. Com., Antonio Barba de Alba, al que se le hace saber el objeto de la presente, manifestando quedar enterado y por el mismo se dice también que en este momento no es posible exhibir la documentación interesada, porque esta siendo utilizada en la actualidad como material indispensable para la emisión del informe de auditoría correspondiente a las cuentas anuales del Banco Santander Central Hispanoamericano correspondiente al ejercicio 2000, y por su volumen (mas de cien archivadores) y dispersión nacional se encuentra en varios de los centros de trabajo del BCH en los que se están realizando los trabajos preparatorios del citado informe de auditoría, manifiesta también que todas estas razones han sido alegadas con carácter previo y por escrito ante el juzgado, citando que los trabajos de auditoria para los que el material de trabajo es indispensable concluirán a finales del mes de febrero de este año, por lo que tienen interesado ante el juzgado que señale nueva fecha para la practica de esta prueba de libros a partir del mes de marzo próximo”.
A la vista de las manifestaciones realizadas por los “arturos”, el juzgado exhortado de Madrid devolvió la diligencia al juzgado de Santander que determino una nueva fecha (21 de marzo de 2001) Y remitió un nuevo exhorto para la practica de la diligencia de exhibición de libros. Con carácter previo a que el juzgado de Madrid pudiera proceder al señalamiento de nueva fecha para que se practicara la prueba de exhibición de Libros acordada, Arthur Andersen en fecha 3 de abril de 2001, presento ante ese juzgado un escrito en el que se manifestaba y cito textualmente:
Por todo lo cual, respetuosamente comunicamos que no nos está permitido acceder al requerimiento arriba referido.
Es decir, Arthur Andersen y Cia., en el segundo requerimiento que le practica el juzgado, no solitita una suspensión —como había ocurrido en la anterior diligencia-, aplazamiento o revocación de la prueba acordada por el juzgado de Primera Instancia número 2 de Santander, sino que simplemente se limita a manifestar ante el propio juzgado su intención de desobedecer, y no acatar por tanto, el mandato judicial sobre la practica de la prueba. Esta vez, como puede verse, la auditora, en vez de mentir, que es lo suyo, se alza en manifiesta rebeldía frente a la autoridad judicial. “Respetuosamente” viene a decir que no le da la gana cumplimentar el requerimiento, lo que es una burla al juzgado, al que se pasan por la entrepierna con unos argumentos que nos permitimos transcribir a continuación:
“Sin embargo, queremos poner de manifiesto que a Arthur Andersen y Cia. S. Com. no le esta permitido acceder a dicho requerimiento {…]. Porque al auditor solo le esta permitido exhibir sus papeles de trabajo en la forma y condiciones establecidas en los artículos 15 y 14 de la Ley de Auditoria de Cuentas. Pero he aquí que precisamente los artículos 13 y 14 de la Ley de Auditoria de Cuentas excluyen del secreto profesional los casos en los que se disponga la entrega o exhibición de los papeles de trabajo de la auditora cuando provenga de un mandato judicial”.
Estos tipos, cómplices del sindicato del crimen, tienen a la justicia como un instrumento a su favor, pero cuando, como hemos visto, es la justicia la que les requiere para tan solo levantar un trozo de la alfombra donde esconden un arsenal de mentiras, “respetuosamente” tienen la osadía de enviar a la justicia con viento fresco al retrete mas próximo. Este episodio no es más que un indicio de las altas dosis de verdad de lo que aquí se dice. Ni Botín esta dispuesto a emprender una cruzada por su honor y dignidad, ni los “arturos” estaban dispuestos a mostrar un triste papel con cuatro números, por la simple razón de que sus argumentos eran insostenibles. Solo un muro de silencio les permitió seguir con la mangancia a gran escala. Tan solo hay que ver como acaba el respetuoso incidente judicial. El juzgado de Madrid, que estaba tramitando a instancia del juzgado de Santander el exhorto para la exhibición de Libros, se limito a devolver el mismo en los siguientes términos:
En Madrid, a veinticuatro de mayo de dos mil uno. Se extiende para hacer constar que en conversación telefónica mantenida en el día de hoy con el Magistrado del juzgado exhortante, éste manifiesta que se devuelva el presente exhorto con carácter urgente, por lo que se procede a la devolución del mismo por el conducto de su recibo a fin de que dicho juzgado acuerde lo procedente, dejando nota en su libro de Registro. Doy fe.
Que traducido al lenguaje de la calle viene a decir que la señora justicia lamenta haber importunado a tan distinguidos caballeros y se marcha con el rabo entre las piernas sin la exhibición de Libros, y sin obtener respuesta a la simple pregunta de “si las cuentas del ejercicio 1999 por importe de 144.600 millones de pesetas se corresponden con el realmente obtenido por la entidad; o, por el contrario, seria necesario incrementar éste en otros 153.000 millones de pesetas mas”. Lo que si queda acreditado es que los papeles de trabajo de los “arturos” los queman —caso Enron- o te dan un descomunal trabajo el que los exhiban. Viva la justicia. Este episodio no deja de ser una anécdota pero pone de manifiesto que el poder económico se ha cebado en los juzgados. Hemos llegado hasta aquí, entre crisis y desamparo, a base de una sobredosis de reverencias de la señora justicia.
Uno de los mayores trompazos que uno se puede llevar en la vida es cuando te percatas que la justicia no existe. El impacto supera al que recibe un niño cuando se entera de que los Reyes Magos son los padres: su mundo se viene abajo. La justicia no es más que un instrumento en manos del poder. Cualquier otra cosa es palabrería para vestir el artilugio de algo decente, el Estado de Derecho son tomos y más tomos para sortear los vericuetos de la razón. Para ser riguroso, y decente, no todos los jueces son de la misma cuerda pero van en la misma ruin barca, en conjunto, para la ciudadanía el sistema es una engañifa. Conforme se asciende en el escalafón de la judicatura mayor es la aproximación al poder. Una buena culpa, he dicho culpa, de lo que esta ocurriendo al desmoronarse el Estado a favor de este enemigo invisible del Mercado impulsado por los grandes bancos está en la judicatura que a base de cabezazos de asentimientos y reverencias de sumisión han permitido que su hegemonía se instale y perpetúe. Hago esta manifestación por propia experiencia, no es un cuento contado donde hay más fantasía que realidad, todo lo contrario, la realidad de la justicia es triste además de ciega. Se supone que la venda en los ojos de la señora justicia evidencia que no distingue a quien juzga, todos son iguales ante la ley. Mentira simple y llanamente mentira.
Quisiera traer a colación dos episodios cuyo protagonista es el Banco Santander y el elenco teatral lo aportan la actuación de unos jueces que actúan como mariachis tocando el guitarrón que por más evidencias que se expongan ante sus ojos no encuentran nada que pueda ser punible. Uno se quedará en este post (los papeles de trabajo) y el otro tendrá que ser para el siguiente. Pero antes creo que se hace necesaria una explicación previa. Hace unos años, cuando empecé a intuir el peligro que se cernía sobre la sociedad por el desmadre, en grado superlativo, de la banca me fui encontrando con situaciones un tanto pintorescas. En uno de mis desplazamientos a Madrid, un periodista, digamos de los afamados e instalados, se interesó por mis pesquisas y para hablar de ellas me invitó a una comida en un restaurante de alto copete. Resultó, que de lo que teníamos que hablar nada de nada, interesaba soltar un mensaje de lo absurdo que resultaba rebuscar en el lado oscuro de la banca. Nadie me iba a agradecer nada, “los accionistas buscan la rentabilidad y sino están satisfechos con la que se les proporciona venden sus acciones y compran otras”. En cambio, a resultas de nada todo pueden ser complicaciones “son gente muy poderosa” –recuerdo muy bien esta parte del mensaje- y me anticipó que una agencia de detectives, de primera línea, me había investigado. Incluso me dio detalles del mismo. Explico esto porque ahí esta el meollo del asunto, a mi los accionistas me importaban bien poco lo que entendía como aberrante era la perdida de poder de la sociedad a favor de corporaciones mezquinas que arrasan con todo por conseguir el supremo fin de unos beneficios espatarrantes. Visto lo visto tanto es así, que no iba tan desencaminado. Con quien compartí mesa y mantel no me quedaron ganas de pasar por un Quijote de pacotilla y nada dije de lo que pensaba; me limité a poner cara de reflexión.
Tengo que confesar que mi forma de investigar los pufos de la banca, y otras corporaciones, ha sido del todo particular respecto al uso y costumbre de mis colegas que tiran de su lista de contactos y alguien suelta algo, casi siempre interesado, para que se sepa o transfiere información en un dossier a unos periodistas que tan solo tienen que dar forma de artículo. La investigación periodística no interesa a las empresas editoras por lo que la sección de economía se limita a la difusión de comunicados de prensa que se repiten y publican sin comprobación alguna. ¿Alguien va a poner en duda una nota de prensa del BBVA, Santander o Telefónica o …? Pues entonces estamos al cabo de la calle así no es posible investigar nada de nada tan sólo repetir como loritos lo que otros quieren que se sepa. Mi forma de actuar era otra bien distinta, podíamos decir que consiste en rebuscar entre miles de papeles aquellos que dejan rastro de lo que se dice no es lo que se hace. Cuando empecé en ello no estaba desarrollado Internet y rebuscar papeles requería presentarseinsitu en la Bolsa de Madrid, la de Barcelona, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Ministerio de Economía y Hacienda y sitios por el estilo que, lógicamente, te tomaban por el chalado de turno. Chalado o no yo iba a la mía ya que sabía lo que estaba buscando.
El mero hecho de querer recopilar las Memorias del Banco Santander, entonces BSCH, de los cinco últimos años era un propósito de una magnitud descomunal. Las acabé encontrando en el archivo de la Bolsa de Madrid en unas fotocopias, incompletas pero por suerte contenían la parte que me interesaba. Me sorprendió que información del primer banco del país se limitara a una caja llega de papelotes sin orden ni concierto. Mi sospecha que las cuentas del Banco Santander estaban hechas a capón partía de las fanfarronadas del presidente del banco cada vez que remataba un negocio se atrevía a cuantificarlo. Siempre era una millonada y cada manifestación de este tipo pretendía captar más accionistas interesados en la mano mágica de Emilio Botín para los negocios. Se me ocurrió ir anotando las manifestaciones de euforia y el importe que se le asignaba para llegar al fin de ejercicio y cerrar la suma. ¡Oh sorpresa! El beneficio declarado por el banco es inferior, de largo, a la suma reportada por los negocios anunciados. Podía ser que se aplicara a las reservas del banco. Tampoco, ninguna explicación a tal misterio. Por algo tan a la vista empezó mi sospecha. Rebuscando papeles encontré que la información que se trasmitía a los accionistas y las autoridades de control era diferente a la que el auditor, garante de la bondad de las cuentas, depositaba en no se sabe donde pero discrepaba sobre los beneficios obtenidos.
Me tomé todas las precauciones posibles ya que era una repetición que se reproducía año tras año. Decidí publicarlo en La Banca, la publicación que dirigía. El engaño no sólo afectaba a los accionistas del banco sino a los despistados inspectores de Hacienda y se trataba de unas cifras descomunales. Por aquel entonces el Banco Santander tenía casi un millón de accionistas. Para Botín y los capitostes del Santander la información aireada por La Banca era fétida a más no poder, por lo que se dedicaron a ningunear y entorpecer su difusión por todos los métodos. A lo que renunciaron fue a la utilización del aparato judicial, no fuera que les saliera el tiro por la culata, así las injurias y las calumnias quedaron aparcadas. Quien no perdió tiempo fue Rafael Pérez Escolar, enfrentado a Botín por quedarse, por las malas, con el Banco Español de Crédito (Banesto). Pérez Escolar no se podía creer lo que había publicado, realmente sorprendía que el Santander pudiera burlar tantísimos controles y que un tipo con una mano delante y otra detrás llegara al lugar donde se cocinan las cuentas del Santander.
El material era explosivo ya que era una repetición que acumulaba una cifra sorprendente. Había todavía algo más a la exterminación continuada de los beneficios obtenidos por el Santander se trataba de la desaparición en combate de centenares de sociedades participadas por el banco que dejo para el próximo post. Para continuar con lo que nos trae aquí ahora, se trataba de elementos de prueba que estaban al alcance de la mano dada la impunidad con que Botín y su pléyade habían actuado. Tan solo había que seleccionar y ordenar aquellos asuntos que sirvieran de muestra para acreditar un uso indiscriminado del engaño al por mayor, tomando como referencia los propios documentos extendidos y hechos públicos de medio lado. La complicidad de Botín y sus muchachos con el auditor era la clave. Aunque pueda parecer una broma, el máximo responsable de Arthur Andersen, José Luis Palao Garcia Suelto, firmaba un informe emitido con fecha 28 de enero de 2000 en estos términos.
“6. En nuestra opinión, excepto por el efecto de la salvedad indicada en el párrafo 4.° anterior, de las cuentas anuales adjuntas del ejercicio de 1999 expresan en todos los aspectos significativos la imagen fiel del patrimonio y de la situación financiera del Banco Santander Central Hispano, S. A. al 31 de diciembre de 1999. ..”. Explícitamente venía a decir que “En consecuencia, para corregir el efecto acumulado de los fondos sin asignar específicamente al 31 de diciembre de 1999, sería necesario incrementar el resultado neto del ejercicio terminado en dicha fecha en 153.000 millones de pesetas. . .”
Los papeles de trabajo
El párrafo firmado por el responsable de la auditoría no daba lugar a lenguaje encriptado, habían volado de los beneficios del banco 153.000 millones de pesetas y Pérez Escolar no se lo pensó dos veces e impugno los acuerdos sociales ante los Tribunales. El asunto recayó en el juzgado de Primera Instancia número 2 de Santander. El juez considero de vital importancia el tener conocimiento de los papeles de trabajo de la auditora Arthur Andersen relacionados con los informes de auditoria que se habían presentado ante la junta impugnada. Pérez Escolar había propuesto que dichos papeles se incorporaran al procedimiento mediante oficio y dentro de la prueba documental privada o, subsidiariamente, por el procedimiento de exhibición de libros. Por lo tanto, el juez en providencia de fecha 21 de noviembre de 2001 requerir a Arthur Andersen para que, por persona legalmente autorizada remitiera al juzgado, certificados, entre otros, los siguientes particulares:
2. Respecto de la salvedad contenida en el Informe de Auditoria de 28/1/00 sobre las Cuentas Individuales del BSCH cerradas a 31/12/99: Si el resultado neto contabilizado por los administradores del BSCH en las Cuentas del ejercicio 1999 por importe de 144.600 millones de pesetas, aproximadamente, se corresponde con el realmente obtenido por la entidad o, por el contrario, seria necesario incrementar éste en otros 155.000 millones de pesetas mas, aproximadamente. A la vista de la salvedad referida, que Uds. emitieron como Auditores, ¿cuál de las dos siguientes cifras expresa con mas fidelidad los resultados netos realmente obtenidos por el Banco en el ejercicio 1999: 144.600 millones ó 297.600 millones de pesetas (es decir, 144.600 + 153.000 millones)?
La petición judicial no parecía demasiado complicada, pero Arthur Andersen se la paso por el arco del triunfo. Fue entonces cuando el juzgado acordó (auto 280/00) la exhibición de los papeles de trabajo sobre la base de los cuales se habían realizado los informes elaborados con respecto a los acuerdos adoptados en la junta General de Accionistas celebrada el 4 de marzo de 2000. Sin embargo, la firma auditora Arthur Andersen, conocida por los fraudes fiscales en los Estados Unidos, en todo momento mostró una conducta invariable y dirigida a impedir la practica de la prueba de libros acordada por el juzgado de Santander, que por exhorto había solicitado al Juzgado de Primera Instancia Numero 8 de Madrid, que señaló la prueba de exhibición de libros para el día 9 de enero de 2001 en la sede de la firma auditora. Ya se pueden imaginar el susto que se les metió en el cuerpo a estos personajes, peones del poder económico, cuando se les anuncia que una comisión judicial se les presenta en las oficinas con la intención de echar mano a los falsos números. El día 8 del mismo mes, es decir unas horas antes, Arthur Andersen presenta ante el juzgado exhortado un escrito solicitando la suspensión de la diligencia acordada, alegando la imposibilidad de reunir para el día señalado los papeles de trabajo requeridos. ¿Que se podía esperar de quien había llevado al gigante americano Enron con sus argucias contables a la quiebra técnica dejando en la ruina a miles de accionistas y en la calle a miles de trabajadores?
El juzgado no accedió a la pretensión ejercitada por la firma auditora y en consecuencia, la comisión judicial se persono en las oficinas de Arthur Andersen, donde ante el representante de la firma auditora y recogiendo las manifestaciones de Antonio Barba de Alba, se levanto la diligencia que, por su extraordinaria importancia, vale la pena transcribir:
“Siendo la hora señalada se constituye la comisión judicial en la calle Raimundo Fernandez Villaverde en el domicilio de Arthur Andersen y Cía. S. Com., acompañado del Procurador portador Aníbal Bordallo Huidobro, para la practica de la diligencia acordada en resolución de fecha 12.12.00 y en virtud de providencia de fecha 21.11.00. Una vez en dicho lugar se halla el abogado de Arthur Andersen y Cía. S. Com., Antonio Barba de Alba, al que se le hace saber el objeto de la presente, manifestando quedar enterado y por el mismo se dice también que en este momento no es posible exhibir la documentación interesada, porque esta siendo utilizada en la actualidad como material indispensable para la emisión del informe de auditoría correspondiente a las cuentas anuales del Banco Santander Central Hispanoamericano correspondiente al ejercicio 2000, y por su volumen (mas de cien archivadores) y dispersión nacional se encuentra en varios de los centros de trabajo del BCH en los que se están realizando los trabajos preparatorios del citado informe de auditoría, manifiesta también que todas estas razones han sido alegadas con carácter previo y por escrito ante el juzgado, citando que los trabajos de auditoria para los que el material de trabajo es indispensable concluirán a finales del mes de febrero de este año, por lo que tienen interesado ante el juzgado que señale nueva fecha para la practica de esta prueba de libros a partir del mes de marzo próximo”.
A la vista de las manifestaciones realizadas por los “arturos”, el juzgado exhortado de Madrid devolvió la diligencia al juzgado de Santander que determino una nueva fecha (21 de marzo de 2001) Y remitió un nuevo exhorto para la practica de la diligencia de exhibición de libros. Con carácter previo a que el juzgado de Madrid pudiera proceder al señalamiento de nueva fecha para que se practicara la prueba de exhibición de Libros acordada, Arthur Andersen en fecha 3 de abril de 2001, presento ante ese juzgado un escrito en el que se manifestaba y cito textualmente:
Por todo lo cual, respetuosamente comunicamos que no nos está permitido acceder al requerimiento arriba referido.
Es decir, Arthur Andersen y Cia., en el segundo requerimiento que le practica el juzgado, no solitita una suspensión —como había ocurrido en la anterior diligencia-, aplazamiento o revocación de la prueba acordada por el juzgado de Primera Instancia número 2 de Santander, sino que simplemente se limita a manifestar ante el propio juzgado su intención de desobedecer, y no acatar por tanto, el mandato judicial sobre la practica de la prueba. Esta vez, como puede verse, la auditora, en vez de mentir, que es lo suyo, se alza en manifiesta rebeldía frente a la autoridad judicial. “Respetuosamente” viene a decir que no le da la gana cumplimentar el requerimiento, lo que es una burla al juzgado, al que se pasan por la entrepierna con unos argumentos que nos permitimos transcribir a continuación:
“Sin embargo, queremos poner de manifiesto que a Arthur Andersen y Cia. S. Com. no le esta permitido acceder a dicho requerimiento {…]. Porque al auditor solo le esta permitido exhibir sus papeles de trabajo en la forma y condiciones establecidas en los artículos 15 y 14 de la Ley de Auditoria de Cuentas. Pero he aquí que precisamente los artículos 13 y 14 de la Ley de Auditoria de Cuentas excluyen del secreto profesional los casos en los que se disponga la entrega o exhibición de los papeles de trabajo de la auditora cuando provenga de un mandato judicial”.
Estos tipos, cómplices del sindicato del crimen, tienen a la justicia como un instrumento a su favor, pero cuando, como hemos visto, es la justicia la que les requiere para tan solo levantar un trozo de la alfombra donde esconden un arsenal de mentiras, “respetuosamente” tienen la osadía de enviar a la justicia con viento fresco al retrete mas próximo. Este episodio no es más que un indicio de las altas dosis de verdad de lo que aquí se dice. Ni Botín esta dispuesto a emprender una cruzada por su honor y dignidad, ni los “arturos” estaban dispuestos a mostrar un triste papel con cuatro números, por la simple razón de que sus argumentos eran insostenibles. Solo un muro de silencio les permitió seguir con la mangancia a gran escala. Tan solo hay que ver como acaba el respetuoso incidente judicial. El juzgado de Madrid, que estaba tramitando a instancia del juzgado de Santander el exhorto para la exhibición de Libros, se limito a devolver el mismo en los siguientes términos:
En Madrid, a veinticuatro de mayo de dos mil uno. Se extiende para hacer constar que en conversación telefónica mantenida en el día de hoy con el Magistrado del juzgado exhortante, éste manifiesta que se devuelva el presente exhorto con carácter urgente, por lo que se procede a la devolución del mismo por el conducto de su recibo a fin de que dicho juzgado acuerde lo procedente, dejando nota en su libro de Registro. Doy fe.
Que traducido al lenguaje de la calle viene a decir que la señora justicia lamenta haber importunado a tan distinguidos caballeros y se marcha con el rabo entre las piernas sin la exhibición de Libros, y sin obtener respuesta a la simple pregunta de “si las cuentas del ejercicio 1999 por importe de 144.600 millones de pesetas se corresponden con el realmente obtenido por la entidad; o, por el contrario, seria necesario incrementar éste en otros 153.000 millones de pesetas mas”. Lo que si queda acreditado es que los papeles de trabajo de los “arturos” los queman —caso Enron- o te dan un descomunal trabajo el que los exhiban. Viva la justicia. Este episodio no deja de ser una anécdota pero pone de manifiesto que el poder económico se ha cebado en los juzgados. Hemos llegado hasta aquí, entre crisis y desamparo, a base de una sobredosis de reverencias de la señora justicia.
Una justicia de pacotilla es responsable del desamparo de la población (2)