Los extraños caminos que llevan a Roma: el Colegio Romano en los tiempos de Kircher
Hay ocasiones en que, como dice el refrán, “el hombre propone y Dios dispone”. Eso le sucedió a Kircher. Esta es la historia: en el año 1633 el Emperador Fernando II, conocedor de la sabiduría del jesuita, propone a sus superiores que concedan permiso para que Kircher sea nombrado profesor de matemáticas en Viena. Otras fuentes (Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús ) indican que fue Fabri de Peiresc (gran aficionado a las antigüedades e interesado en la investigación orientalista y egiptológica), quien persuadió, por medio del cardenal Francesco Barberini, al papa Urbano VIII para que lo destinara al Colegio Romano.
Concedido el permiso, Kircher se dirigió desde Francia a Alemania por vía marítima. En una accidentada travesía, sufrió varios naufragios que le obligan a arribar a la ciudad de Roma, donde no tenía intención de ir. Está por estudiar la abundante correspondencia de Fabri con Kircher. Posiblemente se desvelarían muchos misterios relativos a los estudios de Kircher.
Sea del modo que sea, Athanasius Kircher nunca llegó a Viena. Desde ese año 1633 hasta su muerte en 1680, permaneció como profesor en Colegio Romano, que gozaba en aquel tiempo de una merecida fama. Desde 1633 hasta 1638, Kircher dispuso de su tiempo para trabajar libremente en Roma. No tenía aún una misión concreta. Por ello se dedicó a la egiptología publicando el Prodromus Coptus sive Aegiptiacus (1636), un pequeño tratado de coptología.
Desde 1638, cuando tenía 37 años de edad, se incorporó como profesor de Física y de Matemáticas al claustro de profesores del Colegio Romano. No se puede entender la obra completa de Kircher, el impresionante esfuerzo intelectual de ámbito científico, filosófico y teológico, sin situarlo en el contexto de esta institución al servicio de la Iglesia.
El Colegio Romano fue fruto del desarrollo de una de las intuiciones más preclaras de Ignacio de Loyola y tenía como objetivo colaborar en la restauración católica que había iniciado el Concilio de Trento. En la mente de Ignacio se trataba de impulsar una institución dedicada a la educación cristiana de la juventud, a la formación del clero, a la recuperación de la presencia católica en las letras y en la ciencia, a la formación de apóstoles decididos a difundir la fe de Roma.
¿”El último hombre que lo sabía todo”? ( The last man who knew everything, Paula Findlen)
Aficionado a la ciencia, inventor y coleccionista se considera a Athanasius Kircher un erudito en diversos campos del saber en los que publicó diversos tratados: el estudio del chino, la escritura universal ( Novum hoc inventum quo omnia mundi idiomata ad unum reducuntur, 1660) o el arte de cómo pensar. Destacó por su estudio sobre la lengua copta y su aplicación al desciframiento de los jeroglíficos egipcios, campo en el que pese a que se le consideraba un experto no logró ningún resultado válido llegando a publicar un libro lleno de presuntas traducciones sin valor.
Pienso que Kircher estaba fascinado por la investigación del origen de las culturas. Este trabajo lo llevó a cabo rastreando el origen de las lenguas. Y sobre todo, si el origen de las lenguas y de las culturas provenía de Egipto o de China. Ya lo veremos en China Munumentis Illustrata (1867). Además clasificó a los animales en aquellos que nacían de la nada y aquellos que nacían normalmente.
En su obra del año 1641 Ars magna lucis et umbrae describe varios artilugios relacionados con la luz y las sombras, entre ellos varios diseños fantásticos de Relojes solares: fue una de las muchas contribuciones del siglo XVII a la gnomónica (la construcción de relojes).
La obra escrita de Kircher
La obra impresa de Kircher es de 44 títulos de muy diversos temas. De igual modo, los manuscritos y su correspondencia son muy amplios. En 2001, con ocasión de centenario, se publicó un catálogo del fondo kircheriano. Consta de 2.587 documentos en 20 lenguas, con cartas que proceden de 336 ciudades en 42 países.
Siguiendo las pautas de la Ratio Studiorum profundizó en el estudio de los autores clásicos. Séneca, Estrabón, Plinio y el Cicerón del Somnium Scipionis, son manejados con soltura y aprovechamiento. Se puede decir que constituyen la base fundamental de su pensamiento geocósmico. Pero también debió consultar otras fuentes, otras bibliotecas extrañas. Y uno lo evoca en la biblioteca de El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, pasando páginas de los saberes prohibidos..
Una de las preguntas que me hago después de recorrer los casi 80 años de su vida es: ¿qué itinerario sigue su mente? ¿Qué experiencias le marcaron desde sus primeros años de estudiante jesuita? ¿Qué contactos? ¿Qué amistades? Y uno se lo imagina rodeado de magos, de nigromantes, de herméticos, de gente rara..
Kircher fue n auténtico friki en del sentido más moderno de la palabra. Uno de sus primeros trabajos está dedicado a los experimentos realizados en Avignon años atrás con espejos, a partir de los cuales construye un reloj de reflexión. En los primeros años de estancia en Roma, además del tratado de coptología, publicó cuatro gramáticas árabes en latín ( Lingua Aegyptiaca restituta, Roma, 1643).
Años más tarde, vio la luz un monumental tratado de Egiptología (Oedipus Aegyptiacus). Los cuatro tomos se editaron entre 1652 y 1653. Tras estos, vinieron otros muchos libros de temas variados, tocando los temas más diversos: desde la interpretación de los jeroglíficos egipcios ( Obeliscus Pamphilius, 1650), tratados de lenguas orientales, de cultura china ( China Monumentis illustrata, Amsterdam, 1667), de música ( Musurgia Universalisfeeds.feedburner.com/feedburner/gsJB, Roma, 1650), de física (Primitiae gnomonicae catoptricae, Avignon, 1635) y geofísica (Ars Magna Lucis et Umbrae, Roma, 1646) y de magnetismo (Magnes sive de Arte Magnetica, Roma, 1641; Ars magnesia, Würzburgo, 1631; Magneticum Naturale Regnum, Roma y Amsterdam, 1667), de matemáticas, de medicina (Scrutinium physico medicum contagiosae luis, quae pestis dicitur, Roma, 1657), de zoología ( Arca Noe, Amsterdam, 1675; Turris Babel, Amsterdam, 1679), etc.
Parece ser que Kircher tenía gran interés en divulgar los conocimientos. Por eso escribe en latín, que era la lengua culta normal y universal. Sus obras tienen gran claridad expositiva, acude con frecuencia a las anécdotas, acompañaba al texto con preciosas litografías y, al escribir en latín, se difundieron sin dificultad por toda Europa.
El Musaeum Kircherianum
Su afán divulgador le llevó a montar en Roma un gran Museo (conocido luego como Musaeum Kircherianum. Nuestro activo autor, empezó a coleccionar objetos curiosos en su propio cuarto en Roma. Como la cantidad de objetos aumentó desmesuradamente, el Rector concedió a Kircher una estancia mayor. Pero en 1615 Alfonso Donnini (más conocido por su nombre latinizado de Donninus) había donado al Colegio una colección de cosascuriosas y valiosas. Este fue el germen del Musaeum Kircherianum que fue dirigido por el P. Athanasius Kircher en Roma.
El Museo comprendía colecciones de curiosidades, rarezas naturales, arqueología, etnografía, instrumentos científicos, malacología, rocas, minerales y fósiles, etc. En 1678, Jorge de Sepi, bajo la dirección de Kircher, publicó un catálogo del mismo ( Romani Collegii Soc. Jesu Musaeum celeberrimum, cuius magnum antiquariae rei, statuarium imaginum, picturarumque partem ex legato Alphonsi Donnini S.P.Q.R. a secretis munifica liberalitate relictum P. Athanasius Kircherus Soc. Iesu novis et raris inventis locuplectatum, cumpluriumque Principum curiosis donariis magno rerum apparatu instruxit; Amsterdam, 1678).
A la muerte de Kircher, los jesuitas encomendaron al padre Filippo Bonanni (1638-1735) su reorganización e ilustración. En 1709 publica la obra Musaeum Kircherianum (539 páginas y 171 láminas). Con la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, las piezas del Museo fueron dispersadas. Aunque tras la restauración hubo un intento de agruparlas, la incautación por parte del Gobierno italiano en 1870 acabó con el Musaeum. Los restos del mismo se integraron en 1913, parte de ellos en el Museo Paleoetnográfico del Museo de Roma, y otros en los fondos del Museo Nazionale de Castel Sant´Angelo.
Se atribuyen a Kircher muchos “inventos” curiosos, entre ellos, un sistema de proyección a través de colores, que puede considerarse antecesor del cinematógrafo. Kircher pretendía difundir y divulgar los conocimientos de que disponía por medio de esta obra monumental. Sus obras son de gran claridad, reúne los avances científicos de su época en armonía con los datos de la Escritura, de los Santos Padres y la tradición de la Iglesia, así como los mitos, lo saberes ocultos, la alquimia, la magia, el hermetismo.
Kircher deseaba un saber universal que incluyese todos los conocimientos dentro del marco del saber teológico. Al estar escrito en latín el libro se divulgó rápidamente por Europa en la que obtuvo gran popularidad. Jungius y Leibniz citaron las obras de Kircher y von Guericke aprovechó muchas de las ideas de la Magnes, sive de arte magnetica (1643), de la Ars magna lucis et umbrae (1646), del Iter Exstaticum (1654) y del Mundus Subterraneus(1665).