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El síndrome de Cotard o cómo convertirse en un zombie

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Los zombies son de los personajes más populares del cine y la televisión actuales, y así lo demuestran The Walking Dead o La Noche de los Muertos Vivos. Sin embargo es muy poco probable que un zombie pueda existir realmente tal cual lo conocemos, comiendo cerebros y caminando sin rumbo fijo, pero existe una enfermedad llamada Síndrome de Cotard, que hace que las personas se consideran zombies.

El síndrome de Cotard es un desorden mental muy extraño que hace que las personas crean que están muertas. El primer caso fue presentado por Jules Cotard, un neurólogo francés que conoció a una chica con este problema. Además de negar su propia existencia, negaba a Dios y creía que ya no podía morir, por lo que dejó de comer, muriendo de hambre.

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Variaciones del síndrome

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Este caso que nombramos es solamente uno de los más normales dentro del desorden, dado que hay otros pacientes con otras ideas. Por ejemplo, piensan que han perdido la sangre y los órganos internos y consideran que se están pudriendo.

Aunque muchos pacientes con este síndrome son diagnosticados también conesquizofrenia, hay causas más simples, como el consumo de una droga que cura el herpes llamada aciclovir. Este medicamento afecta la zona del cerebro que reconoce los rostros, lo que hace que no vean de la misma manera a sus conocidos. Esto los aleja del mundo y los hace sentir muertos.

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Etapas de la enfermedad

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El síndrome de Cotard ocurre en tres etapas: germinación, florecimiento y crónica. En la germinación los pacientes sienten depresión, hipocondría y ansiedad; en el florecimiento, los síntomas se agravan, y en la etapa crónica, la visión del mundo está completamente distorsionada.

Entre los otros problemas con los que está relacionado se encuentra el Síndrome de Capgras, por el cual una persona piensa que un ser querido fue sustituido por alguien más. El tratamiento es lento e implica una gran cantidad de medicamentos como antidepresivos y antipsicóticos.

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Los Templarios y el Camino de Santiago

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Ver documental “Siempre hacia el oeste: las claves del Camino de Santiago” 
con la participación de José Carlos Fernández.

 

En el momento actual se tiende a revalorizar (quizás porque nos hallamos en los umbrales de una nueva era zodiacal, y también, al decir de cada vez mayor número de investigadores y filósofos, de una Nueva Edad Media) la función vitalizante que supuso el Camino de Santiago.

Este papel civilizatorio que encontramos en el Camino de Santiago lo es en lo comercial, reabriéndose antiguas vías; en lo humano, con una fusión y encuentro de distintas culturas y pueblos de la actual Europa; en lo artístico, con una amplia difusión del románico y primeros ensayos del gótico; y en lo místico, haciendo que un ideal común iluminase a tantos y tantos peregrinos, que unificase ambiciones, anhelos, que guiara variadas tendencias de los hombres en estos momentos de la Edad Media, armando, casi nos atrevemos a decir, la estructura de una nueva civilización.

Nadie duda ya de la importancia de la misión asignada a los templarios en este proceso de reconstrucción del viejo Imperio Romano, con una renovada savia mística surgida del Oriente. Valientes, impecables, misteriosos, plenos de ígnea pureza, con el triple hábito de castidad, pobreza y obediencia, se convierten en custodios de los caminos sagrados, en defensores a ultranza de aquello que haga crecer al hombre y comprender y vivir la unidad de esfuerzos humanos; propagadores fieles, comprometidos y responsables de una nueva fe que hace estallar en el corazón de sus adeptos los principios de una Caballería celeste, bajo el humilde hábito de la túnica de blanca pureza y la cruz roja de regeneración universal. Forman a las gentes sencillas en profesiones artesanales, los cobijan bajo su ordenada, férrea y generosa administración y los llevan de nuevo, en armonía con sus creencias, a las prácticas de una religión más natural, en un folclore de indudables raíces paganas.

¿QUIÉNES CONFORMAN ESTA ENIGMATICA ORDEN DEL TEMPLE?

20070718klpprcryc_533.Ies.SCOEsta Orden se funda en Jerusalén, a la sazón en poder de los cruzados. Nueve caballeros, “los pobres soldados de Cristo”, se instalan en las ruinas del Templo de Salomón. Nueve años después, en el Concilio de Troyes, el abad Bernardo de Clairvaux se encargó del destino de estos caballeros, haciendo que el Papa reconociese esta nueva Orden, de doble finalidad: religiosa y militar. Poco a poco la Orden fue ganando en riquezas materiales, necesarias para su subsistencia y para el cumplimiento de la misión que se habían impuesto. Al principio fueron donaciones que luego se vieron acrecentadas por la habilidad con que los propios templarios administraban sus bienes. Además, los Papas, exceptuaron a la Orden de cargos y diezmos.

Durante doscientos años la Orden crece y se extiende por Europa y el Mediterráneo, desde el Reino Latino de Jerusalén, con sus aledaños, Anatolia o Armenia, hasta los confines del Mar Tenebroso en las Islas Británicas. Desarrollará una perfecta organización económica, religiosa y militar, con una gran fuerza exotérica y profundas raíces esotéricas, que estará presente en las manifestaciones fundamentales de la cultura medieval.

Regidas por una regla aprobada por el Papa, la “regla latina”, es posible que existiese otra secreta que se transmitirían oralmente. Pero el desarrollo de la Orden hizo crecer la envidia en la misma proporción, al punto de que en el siglo XIV el rey Felipe el Hermoso hizo que se suprimiese. Un largo y dudoso proceso, y no menos dudosos testigos, escogidos entre los hermanos excluídos de la Orden por mala conducta, pusieron fin -al menos en lo formal- a esta congregación religioso-militar, con la cesión de sus bienes a la Orden del Hospital.

En el lema Non nobis, Domine, non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam (nada para nosotros, Señor, nada para nosotros, sino para la gloria de tu nombre) hallamos la fundamental importancia que daban a la humildad, la caridad, el servicio y el amor a su Ideal.

Se ha insistido mucho en el aspecto esotérico y ritual de los templarios, del que se conoce muy poco y se especula mucho, pero es necesario no olvidar el impulso civilizatorio. Parafraseando a Rafael Alarcón: desbrozaban, roturaban, desecaban pantanos, explotaban salinas, canalizaban los ríos y lagunas, cultivaban, abrían nuevas vías de comunicación o reconstruían otras fuera de uso – especialmente calzadas romanas- reduciendo el peaje o eliminando éste y otros impuestos que obstruían el comercio, protegiendo a comerciantes y peregrinos; establecían mercados de los que eran beneficiarios, fundan nuevos pueblos con colectividades humanas de diversa procedencia, repueblan territorios enteros. Sus economistas revolucionan el sistema mediante la introducción de la letra de cambio, con lo que se podían hacer transacciones nominales y viajar tranquilos sin miedo a los robos de los valores en metálico. Pagan rescates a princesas y reyes, financian la construcción de los grandes edificios góticos, colaboran en la fusión de las culturas cristiana y árabe (con la consiguiente transmisión de conocimientos de éstos a aquellos), consiguen en los territorios por ellos regentados el sincretismo y la tolerancia entre cristianismo, islamismo y judaísmo; resucitan las milenarias tradiciones esotéricas, fomentan los contactos entre filósofos e intelectuales de las tres grandes religiones, activan polémicas constructivas, fundan Universidades y centros de cultura (Escuela de Traductores de Toledo, Escuela Náutica de Segres, Insituto Luliano de Mallorca, Universidades de Palencia y Coimbra…); actúan con admirable eficacia en lo político: Independencia de Portugal, Cortes leonesas de 1188, en la Concordia de “Sotofermoso” entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla y en la educación de futuros monarcas como Jaime I de Aragón o Federico II de Alemania.

Respecto al Camino de Santiago, que es el tema que nos ocupa, en él se instalaron y se erigieron en guardianes, fomentando el culto y las peregrinaciones tanto a Santiago como a los diversos santuarios de interés trascendente intercalados en las rutas principales. Edifican sus propios santuarios en las encomiendas del Camino y entronizan diversas devociones a la Virgen Madre Negra.

Analicemos algunas de las distintas construcciones atribuidas a los templarios y que se hallaban en el Camino de Santiago, pues son estos perennes documentos en piedra los únicos que poseemos para desentrañar el misterio de la actuación de esta Orden de monjes guerreros en el Camino Jacobeo.

NUESTRA SEÑORA DE EUNATE

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Se halla en la provincia de Navarra, a tres kilómetros de Puente la Reina (importante encomienda templaria, donde se juntan el Camino navarro y el francés, procedentes de Somport y Roncesvalles respectivamente).

Para el peregrino, el camino que lleva a Eunate es penoso. El efecto del paisaje en el verano es desolador y, como ocurre con el emplazamiento de otras construcciones templarias, es tal la “tensión” del lugar, la austeridad de sus líneas de construcción, que provocan (al menos, ésta fue mi experiencia personal y la de otros peregrinos con los que conversé de esto mismo) una especial sensación de extraño cansancio y “aplastamiento”, que imagino debía preceder a un alumbramiento a otra realidad más sutil, imperiosa, inconmovible.

Eunate significa en vasco “las Cien Puertas”, haciendo referencia a los arcos de que está rodeada esta iglesia octogonal atribuida al Temple. Durante el Medioevo se celebraba en el equinoccio de primavera una romería desde Puente la Reina hasta Eunate. Aunque se desconoce el ritual que llevaban a cabo, es muy posible que en él se efectuase una danza de entradas y salidas por cada una de las puertas, dibujando figuras geométricas relacionadas con la ruta del Sol en su aparente recorrido en el año.

En 1142 los templarios se instalaron en Puente la Reina y construyeron esta enigmática iglesia poligonal irregular (tan propia de los Templarios). Podemos destacar en ella varios elementos de interés en relación con el Temple:

  • El trazo poligonal irregular de su planta, un octógono, tensado por las nervaduras de la cúpula que dibujan una doble cruz templaria, superpuesta, giradas 1/8 de círculo la una sobre la otra. Según Atienza, esas nervaduras que parten de la cúpula y van a dar a los ángulos de la capilla, si se prolongan idealmente, cortarán con toda limpieza los ángulos exteriores de la capilla, los de la columnata y hasta los de la tapia exterior, marcando en línea recta una dirección que, prolongada, parece apuntar a importantes núcleos mágicos y enclaves templarios.
  • Los signos grabados en su piedra. Destaca un abacus o bastón o mango espiral. Una figura extraña, que parece que se quiere destacar especialmente. Es una marca que en el Medioevo representaba una pieza de ajedrez (la torre) y que recuerda al gorro de los bufones. Lo encontramos en muchas construcciones templarias, especialmente en Tarragona, donde aparecen seis de estos signos en un escudo heráldico nobiliario, sobre una pila bautismal octogonal en una antigua casa del Temple. Es, con toda seguridad, el símbolo de las plumas de Amón, que con idéntica forma representaba al Dios del Sol Oculto en el Antiguo Egipto. Dice, por lo tanto, del carácter ritual y solar del templo. Además aparece sellando justamente una de las columnas de la entrada principal.
  • Una escalera helicoidal en la linterna o torrecilla sur, que no conduce a ninguna parte.

Así, a pesar de la carencia de datos escritos que afirmen la procedencia templaria, los símbolos en piedra identificados en otras construcciones y las tradiciones populares pesan muy a favor de esta idea. De todos modos, los datos más antiguos que poseemos no son anteriores a 1520.

En Eunate encontramos una serie de símbolos lapidarios. Desconocemos su significado: ¿harán referencia, quizás, a la misteriosa reina que según la leyenda muy antigua albergaría?. La portada principal, en el Noroeste, está flanqueada por dos capiteles que sostienen la cornisa en que nacen las arquivoltas. Representan dos cabezas humanas de enormes ojos abiertos. Rostros con grandes barbas enrolladas que forman en conjunto cuatro espirales. Estos rostros sorprenden al peregrino como un viento gélido que desnuda el alma. La doble espiral de sus barbas, presente en la misma cruz templaria, es la espiral que succiona hacia la tierra en un sentido, y que eleva hacia el infinito en el otro, y en medio queda el aspirante, símbolo del hombre en la eterna encrucijada, representado en un capitel cerca de la puerta antedicha, en la galería de arcos; es un Cristo propio de los templarios, carece de cruz, él mismo es el hombre cruz.

Las columnas, como lotos que abren sus pétalos sólo en lo más elevado, reproducen la vida del templario, su continua soledad de transmutación, su vigoroso crecimiento vertical para abrir su alma en dimensiones y vivencias que le unen a sus hermanos del Temple en profunda e indisoluble fraternidad. En la piedra, en su propio ascenso, el sello que indica la presencia de Dios como Viento Espiritual, como Sol de Justicia, el símbolo que reproduce el más antiguo del Dios Amón egipcio.

PORTADA DE EUNATE

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La portada NE se abre en una serie de nueve arquivoltas (sin contar el arco de la puerta propiamente dicho, que consta de once piedras). En la novena arquivolta hay una serie de doce imágenes, más una central. Extrañas imágenes que podrían representar los doce signos del Zodíaco mas el Sol (la imagen central con cabeza de Bafomet).

En la simbología románica, la portada representa al cielo. Las arquivoltas son entonces distintos cielos hasta el último (el noveno) donde estarían impresos los signos del Zodíaco. En la tercera arquivolta vemos imágenes de plantas. En la quinta una sucesión irregular y aparentemente caprichosa de seis estrellas y medias esferas (que podrían representar los nueve planetas más seis estrellas fijas de interés en Astrología). Si desde el centro de la portada trazamos radios sobre estas estrellas y esferas, se proyectan sobre cada una de las imágenes de la arquivolta exterior (menos sobre la imagen del templario). ¿Significará esto quizás que nos hallamos frente a una representación del Zodíaco?. Las posiciones de estrellas y semiesferas (planetas) hablan de un momento especial en que el cielo tuvo esa disposición, o son un emblema de poderosas enseñanzas, en cuanto los signos zodiacales representan los arquetipos y los planetas o estrellas la canalización activa de los mismos. Los ángulos exactos que conforman dicen también de un exacto y trascendental mensaje legible sólo por el iniciado.

En el pueblo de Olcot, a diez kilómetros de distancia, encontramos una portada que es casi simétrica respecto a la antedicha. Presenta las mismas imágenes que las de Eunate (salvo dos, una especie de cisne y un pájaro con cola de serpiente). El perfecto estado de conservación en que se halla, a pesar de estar expuesta a los vientos del Norte, y la forma simétrica respecto a la de Eunate, hacen pensar que dicha portada no debe llevar mucho tiempo allí y que correspondería con la puerta Sur de Eunate. En esta portada aparece también una cara con doble espiral, y grabado sobre la columna interior derecha un cordero (puede ser otro cuadrúpedo). Y en el tímpano de esta última el Crismón, símbolo éste que merece especial atención. Si este símbolo lo descomponemos en sus símbolos fundamentales aparece un hacha de doble filo (el laber) y una Tau con una serpiente ascendiendo. El alfa y el omega inscritos se refieren al principio y fín, que dispuestos en un círculo dicen de la circulación continua, el flujo eterno del Todo en el Todo. En la parte superior del símbolo, la letra griega P, que entre los pitagóricos era símbolo del número 100, o sea, 10 x 10.

Destacamos entre las imágenes de ambas portadas la de un Caballero que viste el hábito de los Templarios, larga túnica y capa cerrada por un broche en forma de serpiente, apoyándose sobre un rostro grotesco que saca la lengua. La capa asemeja dos alas plegadas que dicen de la naturaleza celeste del “templario” o del hombre que ha reencontrado su propia inmortalidad, y que permanece en el mundo con las alas perfectamente desarrolladas, pero plegadas, para ayudar a sus semejantes. Lleva la cabeza cubierta por un extraño gorro de ceremonias, a la manera del casco de Ptah, Dios del fuego en Egipto.

Es también de interés una representación de la Madre-Tierra como una mujer desnuda en cuyo cuerpo se enrosca una serpiente que surge de sus pies y va a beber en una copa que sostiene entre las manos.

Otro elemento muy interesante en esta construcción es el de las asimetrías y desviaciones de los ejes. Como en la casi totalidad de las construcciones medievales, éstos expresan el principio pitagórico de que lo par, lo simétrico, es la muerte, mientras que lo impar, lo asimétrico, es el desequilibrio y, por lo tanto, la vida. Estas desviaciones lo son de 9 grados, 27 y 36, todo ello múltiplos de 9, con lo que es posible que éste sea el número mágico que preside toda la obra de Eunate, como expresión del 9 = 8 + 1; la propia construcción octogonal de Eunate y el Espíritu de Unidad que lo habita.

PUENTE DE LA REINA

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Pequeño pueblo navarro en el punto de confluencia del Camino Francés y el Navarro. Allí la Orden del Temple edificó un hospital de peregrinos y la Iglesia de Nuestra Señora de los Huertos hacia el año 1130. La situación de ambas es la siguiente; a la derecha la Iglesia, a la izquierda el Hospital, y en el centro el Camino de Santiago, que pasa bajo un arco abovedado entre ambos edificios.

El peregrino experimenta tensión en el ambiente, una ciudad llena de melancolía, una congelación del presente en el pasado, desde el fatídico año del proceso de estos monjes guerreros y constructores.

La templaria Iglesia de Nuestra Señora de los Huertos se convertiría en la sanjuanista Iglesia del Crucifijo, como se conoce ahora. Primero se edificó la nave mayor en estilo románico y en caracteres arcaicos, con el interesante detalle de tener quebrado el eje longitudinal según el principio simbólico de asimetría. Con posteridad se levantó el pórtico y la portada, plena de signos románicos, con arquivoltas que son ya del gótico inicial. Finalmente de construyó un segunda nave, más pequña, al Norte, con el propósito de albergar cierto crucifijo… Y aquí nos encontramos con uno de los grandes misterios de Puente Reina: el crucifijo de la Pata de Oca, Cristo de origen germano, donado por unos peregrinos (¿templarios?) en agradecimiento a la hospitalidad recibida, en calidad de exvoto.

Los brazos laterales de la cruz forman una Y (letra símbolo de los pitagóricos y de los maestros constructores). Mientras que el palo central se prolonga hasta la altura de dichos brazos. Los maderos semejan un árbol sin labrar al que simplemente se le ha despojado de las ramas secundarias. La corona está constituida por dos gruesas sogas trenzadas de grandes espinas. Los pies son desproporcionadamente grandes: es el símbolo del Alma, como peregrino de las infinitas y polvorientas sendas, a la manera del Edipo griego, el de los pies hinchados. En ausencia de documentos concretos, hay sin embargo, muchos datos que inducen a pensar que este Cristo llegó a esta iglesia cuando estaba regentada por los templarios.

Es un Cristo que representa en su forma singular de Y la intersección de los dos caminos, la Gran Elección, la Encrucijada; encontramos también la Pata de Oca, símbolo de reconocimiento de las antiguas fraternidades de constructores, que dice de las huellas de Dios como ave celeste sobre la Tierra.

En la Iglesia de Santiago, también en Puente de la Reina, hallamos junto a la portada la imagen de un guerrero matando a una fiera, imagen que nos muestra la mística templaria. Antes de penetrar el hombre en lo sagrado, debe combatir las pasiones, la inercia, el miedo, representados por el animal. Y en la portada observamos una serie de columnas rematadas con un capitel con forma de cabezas humanas, con rasgos de distintas razas, que habla de otro de los ideales templarios; son los hombres-columna, verticalizados al convertirse en encarnación de Ideales superiores; nada queda en ellos salvo un camino de ascenso, y su parte superior esférica, perfecta; dice también de la unión de diferentes razas y pueblos para constituir unidos en lo superior un Imperio-Confederación de hombres armonizados-, objetivo de los templarios en Europa y en Oriente, y quizás también en América (ante el escepticismo que pueda despertar esta afirmación, deberíamos preguntar a los símbolos de reconocimiento templario en las carabelas de Colón).

Situada a 50 kilómetros de Eunate, entre Estella y Logroño, en los bordes de una gran falla tectónica que le da un importante valor telúrico. Como en otros lugares del camino también aquí carecemos de documentos que acrediten la pertenencia al Temple. Sólo existe la tradición popular, la leyenda y la estructura octogonal, tan cara a los templarios.

De esta planta octogonal casi regular, su estilo es de transición románico-gótico de fines del siglo XII o comienzos del XIII, con una división en su alzado de tres paños. El último de ellos con una rica decoración simbólica en sus capiteles; máscaras con pájaros y serpientes que susurran a sus oídos (la sabiduría que alimenta al alma alada); pájaros con el cuello entrelazado (símbolo de la unión y completura de las almas gemelas impulsadas por un mismo vuelo, por la luz del mismo Ideal, amor que es fraternidad, fraternidad que es amor). Centauros disparando flechas (símbolo de los grandes sabios, como el centauro Quirón de la mitología griega, que dirigen sus anhelos, sus pensamientos hacia los más altos fines, o hacia el dominio de las fuerzas inferiores de la Naturaleza).

El resto de la estructura se completa con una torrecilla cilíndrica al Oeste, frente al ábside, que alberga una escalera que da acceso al tejado, sobre cuyo centro se alza un edículo que es una maqueta a escala reducida del edificio.

En el interior, la austeridad templaria, sus paredes sin decorar, ausentes de una estética de superficie. Sin embargo, sus medidas, las figuras geométricas que traza la piedra, el silencio sobrecogedor en su interior elevan la mirada del alma y nos remontan a mundos desconocidos, a extraños recuerdos, a melancólicos anhelos de un mundo distinto del actual…La bóveda es de tipo califal con nervios que no se cruzan en el centro y que trazan una cruz templaria.

Mirando en la penumbra encontramos un capitel que muestra dos estilizados monstruos que comparten una sola cabeza, dos ménsulas de cabeza leonina, escrutadoras, una de ellas devorando un cordero. También un pájaro de cabeza humana y cola de serpiente, símbolo quizás de la sabiduría acabada, que asciende alada a la contemplación de las luminosas formas primeras, en el Reino de la Incesante Armonía, pero que también desciende a la tierra de la acción cotidiana y se desliza sin dificultad en sus asperezas y oquedades, guía a la acción eficaz, separa lo verdadero de lo falso, penetra la superficie de las cosas, extrayendo de ellas su quintaesencia. Inteligencia celeste ante el resplandor de la Idea, Inteligencia en la acción cotidiana ante la luz del mundo, admirable símbolo del pájaro-serpiente que recordaba, a todos aquellos que con el alma serena le contemplaban, la eterna fugacidad de las cosas, pero también su oculta armonía, su belleza invisible. Entre los capiteles que sostienen el arco triunfal que da paso al ábside, y a manera de guardianes ante la bóveda celeste, nos hallamos, a la izquierda, con un “descendimiento”; y en el capitel de la derecha, las “tres Marías ante el sepulcro vacío”. En el “desprendimiento”, tres personajes parecen tratar de descolgar la persona del Crucificado; pero en realidad se aferran al cuerpo santo y tiran de él en distintas direcciones, como queriendo trocearlo. Representan el triángulo inferior de la psique que apresa, sepulta, mortifica y desgarra el Cristos interior (la luz de Dios en el propio corazón).

El capitel de ´”las tres Marías ante el sepulcro vacío” trata de la purificación, verticalización y deificación de esta misma psique, aureolada de gracia y santidad, y a la personalidad entera como la vaciada piedra cúbica que es el abierto sepulcro. Es el estado de perfección del hombre, con el sepulcro de la personalidad abierto a la luz del Sol.

En este último capitel la tapa flota por encima sin soporte alguno, y del sepulcro cuelga un trozo del Santo Sudario, testigo de la presencia de Dios en el Hombre. Del interior escapan formas vaporosas que se resuelven en figuras espiraladas y que dejan ver tras de sí un edificio o torre de tres cuerpos con arcadas, símbolo de la Ciudad Celeste, o representación de la misma capilla poligonal. Representan quizás las potencialidades ocultas en el hombre, despiertas al abrir el sepulcro de la propia personalidad egoísta, potencias que participan de la naturaleza del Cielo y de la Tierra, y por ello se resuelven en la imagen sintética de la espiral.

CASTROJERIZ

En Burgos, pueblo eminentemente jacobeo, que duerme hoy recordando sus días gloriosos, encontramos la Colegiata de la Virgen del Manzano (cantada por Alfonso X el Sabio), restos de monasterios, y lo que más nos interesa ahora, el convento de San Antón, de origen templario, del siglo XIII, y la Iglesia de San Juan, también templaria.

En la primera, el sello indiscutible del Temple en un rosetón en la fachada Oeste con ocho más cuatro, doce, cruces tau (con forma de un trébol de cuatro hojas en el interior de un octógono).

La Iglesia de San Juan es como una pétrea caja de resonancia espiritual. En uno de los ventanales un pantaclo invertido, símbolo de la magia práctica, del conocimiento y dominio de los poderes ocultos de la Naturaleza. Símbolo del descenso de las energías celestes en la materia muy caro a los templarios. En el interior, es de destacar una bóveda nervada, y en la intersección de los nervios, caras circulares. Nos expresan el misterio del hombre, representado como una síntesis de fuerzas de distintas naturalezas, el hombre como una ilusión gestado en el cruce de distintas líneas espirituales, en el impacto de distintas entidades.

VILLALCAZAR DE SIRGA

En la provincia de Palencia, este pueblo surge de la llanura, dominado por una inmensa iglesia, encomienda del Temple. Se trata de un templo gótico, algo tosco en el exterior por un apedreamiento vandálico e iconoclasta. Destaca en el friso superior, en el centro, un extraño Pantocrator, donde se ha sustituido el Toro por un cerdo arrodillado, en actitud de rezar a Cristo, y el León mira más bien al cerdo.

También otro de los temas que se repiten profusamente en la catedral de León: tallos que salen de la boca de una máscara y que terminan en una flor, o en una hoja, o en fruto. Símbolo del florecimiento interior, del despliegue de las internas cualidades, que de dentro a fuera sobrepasan la máscara de la personalidad. Símbolo también del poder de la palabra, de su capacidad de objetivar la Idea, de expresar lo subjetivo y producir frutos en quienes lo escuchan.

En el interior de la Iglesia, tres grandes naves de piedra blanca en proporciones que emanan fuerza y sobriedad, soberbia elegancia. Esculturas de caras, una de ellas con rasgos orientales, insertadas en el muro. Capiteles pequeños, en lo alto, con imágenes de reyes que sonríen, una mujer de gran belleza, tallas de músicos celestes (que tan magistralmente se hallan en las vidrieras de la catedral de León). Cuatro vírgenes custodian el sepulcro vacío de don Juan de Pereira, caballero templario, ¿Gran Maestre?, acompañado del Infante Felipe y de doña Leonor. Delimitan las vírgenes un espacio sagrado, como antaño, en otras civilizaciones, en las tumbas de los Reyes Iniciados. Entre ellas, Nª Sª la Blanca, milagrosa y celebrada por el rey Alfonso X el Sabio, sonríe enigmáticamente. En otro de los ángulos, otra Virgen, también sorprendente, pues, con el Cristo niño en la mano, está a punto de dar a luz ¿otra vez?.

Al decir de Marín y Cobreros: “El silencio luminoso de este templo, primitivo, potente, inspirado, nos habla de ideales inquebrantables, de caballería, de peregrinación; en definitiva, de búsqueda de Dios, de uno mismo”.

PONFERRADA

En el Bierzo. Inmensa fortaleza (más de 10.000 m2) resulta desproporcionada para la misión que desempeñaban los templarios en esta región. Porta los signos de reconocimiento con que los templarios señalaban sus “grandes tesoros”. Triple muralla (símbolo de los votos de pobreza, castidad y obediencia que hacían los templarios, de las tres etapas de la Alquimia, de los tres colores simbólicos, blanco de sus túnicas, rojo de sus cruces, negro del hábito de sus sargentos y de la cruz del estandarte de guerra). La cruz tau en la puerta y en sus habitaciones principales, en las torres y en la muralla.

El trazado de acuerdo a planos astronómicos. Con doce torres, todas diferentes, que tienen la forma de las constelaciones del Zodíaco, pero no en el orden natural, sino alterado, seguro para señalar un momento especial, o una canalización especial de energías, o la expresión de una Idea Celeste.

En la portada principal existió una piedra, clave de arco, donde la tau está inscrita en una gran estrella geométrica de ocho puntas y flanqueada por un sol helicoidal y por una estrella. Es la Rosa de la Regeneración espiritual, formada por dos cuadrados entrelazados. También nos encontramos con el Bafomet, figura en forma de cabeza que era obligatorio poner en la entrada de las casas mandadas por comendadores.

¿Qué protegía esta gigantesca construcción? ¿Acaso la riqueza de yacimientos de hierro y oro? ¿O, además de éstas, otras posesiones que serían confiadas a este castillo?. Recordemos a Fulcanelli en sus Moradas Filosofales: “El Santo Grial estaba custodiado por doce templarios (como las torres del castillo); estos doce custodios recuerdan los signos del zodiaco”.

A pocos kilómetros, siguiendo el Camino de Santiago y ya pasada Villafranca del Bierzo, nos encontramos vigilante en imponente actitud de desafío: El castillo de Sarracín. Probablemente se trata del nunca encontrado Castillo de Antares. Si es así, recibe el nombre de la estrella de primera magnitud en la constelación de Escorpio, y la planta poligonal de este Castillo la reproduce en su forma.

Iglesia de Santa María del Templo. Mellid. Ya en las amables tierras de Galicia nos encontramos con esta Iglesia del siglo XII, en Mellid, la Coruña. De nuevo el lenguaje indescifrado de los templarios se manifiesta en las misteriosas inscripciones en las caras interior y exterior de la arquivolta más exterior de la portada Oeste. Son 48 signos repartidos en dos grupos de 24 equis, cruces invertidas, círculos, líneas curvas, rombos, enrejados, un misterioso lenguaje de figuras geométricas. Puede tratarse de símbolos, de muy profundos significados en su clave numérica. O quizá también de figuras, cristalizaciones gráficas de hondas meditaciones, y llaves a su vez de otros estados de conciencia (como lo fuera el lenguaje jeroglífico egipcio o el “lenguaje enochiano” o los símbolos de los tatvas).

También en Mellid, en la Iglesia de San Julián, templaria, el misterio nos alerta en once piedras rectangulares, a modo de friso, sobre la portada románica, con signos geométricos sin descifrar.

IRIA FLAVIA

Hemos atravesado Santiago de Compostela y rumbo siempre hacia el Poniente encontramos el enclave mágico de Iria Flavia, hoy apenas un barrio de la ciudad de Padrón. Importante ésta en la tradición del Camino porque en ella se halla, en la Iglesia de Santiago , el “pedrón”, de ahí el nombre del pueblo donde los discípulos de Santiago habrían amarrado la barca que contenía su Cuerpo Santo. Esta piedra, es, en realidad, una de aquellas arae solis con que los romanos sembraron las costas del Mar Tenebroso.

En la Iglesia de Santa María, reedificada y actualmente con rango de Colegiata y “segunda silla compostelana”, encontramos una serie de cruces, repartidas rítmicamente en las paredes exterior e interior. Se trata de una serie de cruces céltico-templarias de cuatro modelos distintos. Ahora sólo hay 13, pero el número original era de 27, y el que sean de distinta configuración determina quizás un recorrido de alto contenido mágico y simbólico, por el exterior e interior del templo. Paseo o danza ceremonial que reproduciría un recorrido solar, una especie de inmersión en el corazón del laberinto y resurrección radiante.

Frente a esta Iglesia y junto al actual cementerio, otro mucho más antiguo con lápidas de época medieval y aun anteriores, suévicos, paleo-cristianos y compañeriles. Y en la piedra las perennes inscripciones de cruces paté en círculos, cruces visigodas, patas de oca dobles o sencillas, escuadras con el compás y el péndulo, etc. Imágenes que el tiempo quiere desdibujar, imágenes que susurran el misterio, que nos refieren otros tiempos, otros hombres, otros anhelos… Y en medio de ellas nos preguntamos con lacerante inquietud, otra vez más, la eterna pregunta: ¿qué es el hombre?

NOYA

Pueblo rodeado de frondosas colinas, importante ya en tiempo romano, mira a la ría gallega que lleva su nombre. En él habría desembarcado Noé, cuya nieta Noela fundó la primitiva villa y a la que puso su nombre. Ciudad-término occidental del recorrido de Santiago, acuden a ella peregrinos desde tiempos inmemoriales. En el escudo de la Ciudad un Arca de Noé flotando sobre las Aguas y una paloma que la sobrevuela con una rama en el pico.

Lo más importante aquí es el cementerio medieval de Santa María, con las famosas y enigmáticas lápidas donde se agolpan extraños símbolos, tantos que saturan la imaginación. Y, en este cementerio, un pequeño templete cuadrangular, a cielo abierto, rodeado de tumbas y con un cruceiro en su interior, rematado en su parte superior por una bóveda piramidal, que se apoya en cuatro pilares.

Se cuenta que el templete fue donación de un soldado del Templo de regreso de las Cruzadas trayendo consigo tierra de los Santos Lugares con la que se dice que está relleno el cementerio.

Otra leyenda cuenta que el monumento fue donación de dos hermanos inseparables, “monjes del Templo del Señor de Jerusalén”, que estaban combatiendo contra el infiel y quedaron separados en medio de una batalla. No volvieron a encontrarse más, a pesar de que el mayor estuvo buscando a su hermano durante siete años por tierras de moros. Al fin regresó a su tierra natal de Noya y mandó levantar el cruceiro en memoria del joven desaparecido, al que creía muerto. Pero éste, al cabo de siete años, tras muchas peripecias, consiguió escapar y llegó al mismo sitio. Y mandó levantar el templete sobre el cruceiro como acción de gracias y en perpetua memoria del cariño manifestado por su hermano.

Nos sobrecoge el símbolo de la pirámide sostenida sobre cuatro pilares, y en su interior el símbolo del Hombre, el Cristo Crucificado. Las antiguas enseñanzas nos dicen que la Pirámide es el símbolo perfecto del Fuego Espiritual sobre la Tierra y que representa la Humanidad en su ascenso hacia las Ideas Celestes, a través de sus expresiones artísticas, filosóficas, científicas y místicas. Todo ello para devolver al Cristos Interior, la Luz de Dios en el corazón, que es el verdadero morador de la pirámide, representado por el Fuego. La enseñanza cabalística nos enseña que la típica inscripción INRI, que figura en la cara anterior de la cruz orientada a Poniente, significa esotéricamente: Ignea Natura Renovatur Integra (toda la Naturaleza será renovada por el Fuego). En otra clave, la pirámide es un altar a la estructura y funcionalidad del Sistema Solar y del Logos, su última esencia. Esto queda confirmado por los dos símbolos astronómicos que aparecen en el foso de este templete, estructura que se apoya sobre los cuatro pilares y sobre los que descansa la pirámide de piedra. En el friso oeste aparecen representados cinco círculos unidos por unas bandas serpenteantes, entrelazadas geométricamente (símbolo del tiempo). Las figuras inscritas en los círculos son, sucesivamente, un trébol (esquema del ciclo solar), un libro abierto señalado por un “lapiz” (símbolo del gran libro de la Naturaleza) en el segundo; en el tercero la imagen de un rostro con forma de luna; en el cuarto, otro libro abierto pero todo el círculo quebrado por una línea que le corta un tercio de la superficie; y en el quinto, una cara representando al Sol en tensa actitud. Quizás esté también queriendo significar el devenir cíclico de la Humanidad: las cinco humanidades de Tierra, Agua, Aire, Fuego y Eter, representando al Cuerpo, la Vitalidad, la Psique, la Mente Egoísta y la Inteligencia.

En el friso del lado este, mirando, pues, al Poniente, la Montaña Occidental de sombras, unos grabados que representan de izquierda a derecha la figura de un hombre de rodillas y que se apoya en un gran perro, pero sujetando con la mano izquierda una correa, es decir, no lleva, sino que es llevado, mientras su rostro cadavérico se alza dolorido al cielo: el gran perro sujeto por el hombre parece morder el lomo a otro de menor tamaño, (o es, quizás, un cervatillo) que le precede, quien a su vez hace lo propio con un tercero situado ante su hocico y más pequeño que él (¿un perro o qué otro cuadrúpedo?) La mirada hacia Occidente, el perro que conduce, lo demacrado del hombre, nos recuerdan la vinculación de estos mismos elementos en Egipto, con Anubis, el Chacal, y su estrella regente Sirio, estrella que deseca las aguas de la personalidad, símbolo de la liberación del Alma mediante la destrucción de los cuerpos materiales.

Quizás representen ambos frisos las dos formas de ascenso del hombre en la pirámide de la evolución: la evolución de las formas, en las sucesivas humanidades, mirando al Sol que nace, es decir, a la luz de la vida, y la evolución de la conciencia en un camino arriesgado, vertical, consumidor, mirando a la luz de Occidente, a la luz del Sol que se sumerge en el Abismo, o sea, la luz de la conciencia que busca en lo más profundo de sí. El hombre de rodillas, consumido y en éxtasis de adoración es la personalidad dominada, el perro es la Mente Superior y el Ciervo la fría llama de la Intuición.

Este ha sido un breve recorrido por las construcciones y símbolos templarios en el Camino de Santiago. Puede que hayamos encontrado interpretaciones excediéndonos en el uso de imaginación, pero ¿qué es el hombre sino aquello que antes imagina? ¿No es la imaginación la facultad de tender puentes a lo desconocido, la primera puerta hacia el misterio que nos envuelve, la facultad de conocer intuitivamente aquello que la razón o la escasez de datos nos niegan? En palabras de uno de los más grandes filósofos del siglo XX, el profesor Livraga: El hombre tiene la medida de aquello que se atreve a soñar. Que sea este imaginario camino de símbolos templarios una ruta de ensueño que nos aproxime más hacia nosotros mismos.

Jose Carlos Fernández

Los Templarios y el Camino de Santiago

domi EL SIMBOLISMO DEL JUEGO DE LA OCA

Seguramente nunca acabará la discusión que sugiere un simbolismo concreto en los juegos populares y, particularmente, en el Juego de la Oca.

De la Oca se ha venido a decir que simboliza el acceso del alma humana al Paraíso, que es un trasunto del Camino de Santiago, que simula “el itinerario del espíritu que, tras las aventuras y desventuras de su viaje vital, vuelve desencarnándose al seno de la Magna Mater, o también, que representa el viaje post-mortem del alma humana hasta el Empíreo. Se han señalado, asímismo, aspectos alquímicos, masónicos, astrológicos, e incluso tántricos.  Y si bien estas interpretaciones, unidas a otras, convienen a la significación del Juego de la Oca, ninguna podría por sí sola definirla ni agotarla completamente. Todas ellas no son sino expresiones particulares del simbolismo de un juego que, en su condición de símbolo, al estar fundamentado en lo inefable, nunca podría ser enteramente expresado en los términos del lenguaje ordinario.

 En la mayor parte de las obras en las que se habla del simbolismo del Juego de la Oca, junto a consideraciones de incuestionable interés, hemos observado graves errores que afectan tanto al planteamiento general del tema como a los métodos escogidos para resolver el problema que presenta el estudio de los símbolos. Por un lado, se ha convenido a menudo en enfocar aquél como si se tratara de un “asunto” mitológico o alegórico cualquiera, que tuviera principio y fin en sí mismo, y cuyo contenido, necesariamente finito, pudiera ser objeto de una descripción literaria más o menos detallada y finalmente agotado, sin tener en cuenta la menor de las vinculaciones que pudiera ofrecer con otras expresiones análogas.

LA “COINCIDENTIA OPPOSITORUM”

Merece destacarse que de manera general, el juego, como el símbolo, “entraña las dos ideas de separación y reunión; esto confirma la relación del juego con lo sagrado, en cuanto esta idea de “reunión” es la misma que se halla en términos como religión (religare, reunir), yoga (vínculo, unión), tantra (urdimbre, trama) o, según apuntábamos antes, símbolo.

 Paralelamente, esta dualidad se manifiesta en el diseño del tablero, y un buen ejemplo de ello se halla en los escaques blancos y negros del tablero de ajedrez, que se refieren exactamente al simbolismo del que tratamos . En el Juego de la Oca, la oposición se establece entre la forma generalmente cuadrada del tablero, y la forma circular en la que puede inscribirse la espiral, que no es sino una secuencia numérica que concluye en el denario final  (la casilla central, cuya cifra es 64, donde 6+4=10), símbolo de la Unidad Principal que “engendra” todos los seres (el mundo manifestado) como la unidad matemática “produce” todos los números. Esta “quadratura circuli” es quizá más evidente en el Parchís, donde adopta los de la doctrina de los cuatro elementos, representados por los círculos de colores figurados en cada una de las cuatro esquinas del tablero, desde los que parten las fichas de los jugadores, trazando asímismo una espiral numerada,  hacia el elemento central unificador o “quintaesencia”. En la teoría de los elementos, el centro corresponderá al quinto elemento, es decir, al éter, el primero de todos ellos según el orden de producción. En definitiva, la unión del cuadrado con el círculo, la estrella, el loto, los círculos concéntricos, el círculo con punto central, etc. “simbolizan el final del proceso de “salvación” en las doctrinas tradicionales, es decir, la etapa de la vida espiritual en que se han eliminado las imperfecciones representadas por las figuras irregulares, y también los intereses vitales (monstruos, animales salvajes, pruebas –pozo, posada, laberinto, muerte, en el Juego de la Oca– para concentrarse en la unidad” (el espacio central del tablero, la meta del juego).

(El primer tablero conocido con su cinta de 63 celdillas, número que a partir de entonces se fijó canónicamente. El tablero de madera se conserva en buen estado en el Monastero de Valldemossa, en Mallorca.)

Podrían adivinarse todavía otras relaciones más profundas entre los mandalas y los tableros de juego que insisten en la idea fundamental de la oposición aparente de dos principios complementarios; así se ha dicho que  el mandala es “una imagen sintética y dinamógena a la vez” –esto es, reúne y separa, como todo símbolo—“que representa y tiende a hacer superar las oposiciones de lo múltiple y. lo uno, de lo exterior y. lo interior, de lo difuso y. lo concentrado, de lo espaciotemporal y lo extraespacial e intemporal”,  en todo lo cual se halla una correspondencia exacta con el programa simbólico” fundamental del Juego de la Oca.

LA PARTIDA COMO “RITO DE PASO” O VIAJE RITUAL

Durante la partida, los jugadores parten de la multiplicidad para llegar a la Unidad –es decir, pasan de la secuencia numerada de la espiral a una casilla central sin numeración–; van de lo exterior a lo interior –desde una posición periférica alcanzan la zona interna del tablero de juego–; proceden de lo difuso a lo concentrado –el recorrido en el juego equivale en todos los sentidos a una “concentración”–; en definitiva, los participantes trascienden la esfera espacio-temporal (representada por la espiral, que simboliza aquí el “curso de las formas” del mundo manifestado,esto es, el dominio de los estados cambiantes y de la sucesión temporal –emblemas, números de la espiral– para acceder finalmente a lo extraespacial y lo intemporal, simbolizados por el punto central del tablero, que según su propia definición geométrica, carece de  “magnitudes” o lo que es lo mismo, se halla fuera de lo espacial  y no está numerado (lo que significa que se dispone fuera de la dimensión temporal o cíclica representada por la secuencia numérica de la espiral).

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(Fanes o Aion Mitraico)

 Existen aún otras vinculaciones de los mandalas y los juegos, que nos interesa especialmente recoger en cuanto ponen de manifiesto el carácter realmente iniciático del Juego de la Oca. En la práctica ritual del juego, el tablero sirve de soporte para un viaje ritual orientado a través de la espiral hacia la meta central, del mismo modo que en el la meditación, el mandala es “el apoyo del viaje mental hacia el centro del diagrama, hacia la iluminación“.

EL TABLERO DE JUEGO COMO IMAGO MUNDI

De manera análoga a los yantras y los mandalas, los tableros de juego constituyen una imago mundi, una imagen del mundo, presentado en su dualidad fundamental: Cielo (círculo) y Tierra (cuadrado), con sus lados orientados hacia los cuatro puntos cardinales o “extremos del mundo”, en tanto que el punto medio representa el Centro Puro de todas las tradiciones. Hecho a imagen y semejanza del mundo inteligible, el tablero o terreno de juego supone una recreación de la hierofanía original, una reproducción simbólica de la obra ejemplar de la Creación (“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” Gn.I,I ), tendiendo a sustituir la anarquía de las relaciones naturales (“la Tierra desordenada y vacía”, Gn.I,II) por un orden y unas reglas que son, a su vez, reflejo de las del mundo divino.

El tablero de juego, como el mandala , es la exposición gráfica del conflicto entre el Orden y el Caos, y la acción de jugar expresa el “anhelo final de Unidad y retorno a la condensación original de lo inespacial y lo intemporal”. Si el tablero de juego es un “esquema” de la Creación, entonces el centro representa el Fiat Lux original (lo que conviene a la idea del Centro como punto que “irradiando” en las cuatro direcciones principales del espacio da lugar todo lo manifestado, simbolismo que puede ser encarado desde dos puntos de vista, según hagamos una lectura descendente o “macrocósmica” (en la que el Fiat Lux determina el momento en que Dios crea el mundo, haciendo del Caos un Cosmos) o una lectura ascendente o “microcósmica” (en la que el jugador, emulando al Supremo Artífice, consigue superar el conflicto, haciendo igualmente un Cosmos del Caos, lo que constituye el instante del Fiat Lux iniciático, que algunos denominan “iluminación”).Por eso se dice en la tradición hindú que, el individuo, en su proceso de liberación de las cadenas de la vida, sigue una trayectoria inversa a la que siguió en el proceso de su entrada en la manifestación.

TODO ESTÁ DISPUESTO SEGÚN EL NÚMERO

 Hay efectivamente en el Juego de la Oca un aspecto “aritmológico” de gran relevancia que complementa su parcela iconográfica; de esta configuración numérica devienen además las aplicaciones “técnicas” del juego como instrumento adivinatorio y astrológico que algunos autores han observado muy justamente.  En primer lugar, la división de la espiral en 64 casillas (incluída la viñeta central a la que corresponde virtualmente esta cifra) coincide con la del tablero de ajedrez y con la del antecedente del parchís,el caupur, todos ellos basados en el esquema del asthâpada hindú, un diagrama de 8 x 8 cuadrados, del que aquéllas son variantes más o menos complejas;  este número 64 es también el de los hexagramas del I Ching  cuyas combinaciones, que surgen del “machihembrado” de los dos trigramas básicos, constituyen la totalidad del mundo manifestado.

Del mismo modo se dice que la cifra 63, la totalidad de las “figuras” de la espiral del Juego de la Oca, “es el último número del universo creado, expresa el fin de un ciclo, el cierre de un anillo, el término de una carrera”, y completa el conjunto de la manifestación junto al número 64, que ocupa en el juego la posición central representando la Unidad metafísica (64, por reducción de sus cifras componentes, equivale a 1; 6+4=10;1+0=1). Se podrían aún señalar otras muchas correspondencias, como las 64 puertas del Paraíso de Vaikuntha, morada celestial de Vishnú y equivalente al símbolo cristiano de la Jerusalén Celeste,  pero nos limitaremos finalmente a comentar que la cifra que nos ocupa, 64, es submúltiplo del número cíclico fundamental 25920 (el Gran Año pitagórico), que mide la precesión de los equinoccios, lo cual conviene al simbolismo cíclico de la espiral en el  juego como representación del mundo manifestado en su doble dimensión de espacio y tiempo.

La espiral numerada constituye entonces, en este sentido, una representación del Cosmos donde se sitúan los “diez mil seres”, conjunto de la manifestación universal, en la cual las diversas cifras corresponderían a los “nombres” de todo lo creado, estos es, las propias criaturas son números, en tanto surgen del Principio que es la Unidad;  idea que por otra parte expresan diversas tradiciones en que el Universo es creado a partir del Logos, que admite esa doble significación de número y nombre; por lo demás, la relación estrecha, incluso vale decir la identificación, de la “ciencia de los números” y la “ciencia de las letras”, en razón de las correspondencias numéricas de estas últimas, es evidente en expresiones como la Kábala judía o las doctrinas del Pitagorismo. En cuanto a la división numérica como representación del tiempo, es una idea que se encuentra  por ejemplo en Platón, cuando describe la creación del mundo a partir del Paradigma: “Así, cuando hubo ordenado todo el Cielo, (Zeus) hizo de esta Eternidad que siempre permanece en su unidad una imagen sempiterna que se mueve de acuerdo con el número: esto mismo que hemos llamado tiempo”.

Il Dilettevole Gioco del' Oca (The Delightful Game of the Goose) (1700s)

(Tablero anónimo del siglo -XVIII impreso en Boloia con dibujos en las esquinas de (lo que parece ser) personajes de la Comedia dell´Arte y una pareja central mirando la oca con avidez. Como la mayor parte de los tableros de la oca, este ejemplar tiene 63 casillas jugables numeradas)

LA ESCALA PLANETARIA EN EL JUEGO DE LA OCA

Se dan en la configuración numérica de la espiral otras cifras muy significativas, especialmente 7 y 9, que fragmentan la totalidad inicial (63) en siete sectores de nueve casillas, división que ofrece un notable parecido con las representaciones tradicionales de la escala planetaria o las figuraciones de los “cielos” o “paraísos” medievales, en los que cada esfera estaba bajo la “influencia” de un astro, y cuya vinculación con el proceso iniciático nos parece evidente. Recordemos en los misterios mitraicos, por ejemplo, el papel de la escala de siete peldaños asimilados a los siete metales astrológicos, o en el ritual masónico, los siete escalones de la escalera de caracol que simbolizan “las siete fases del proceso de iniciación, los siete niveles de consciencia y las siete artes liberales”.

En el juego de la Oca, catorce casillas están ocupadas por una oca; estas 14 ocas se hallan dispuestas al modo de la cosmogonía rosicruciana; siete segmentos consecutivos y centrípetos, integrado cada uno de ellos por nueve celdas rematadas por un ave solar (el fénix, el águila imperial)las ocas se situán aparentemente espaciadas cada 5 casillas de la anterior y cada 4 de la siguiente, pero en realidad están divididas en dos grupos, en los que estas aves aparecen de 9 en 9 casillas, según se detalla seguidamente:

grupo I: 5-14-23-32-41-50-59

grupo II: 9-18-27-36-45-54-63

De manera que el conjunto se presenta como dos espirales gemelas de siete ocas, asociadas respectivamente a los números 5 y 9 (a los que pueden ser reducidas mediante suma de sus dos componentes todas las cifras reproducidas arriba). Podrían tener relación  estas dos ocas gemelas con los “dos pájaros, inseparables amigos, que se posan en el mismo árbol; uno de ellos come el fruto dulce, mientras el otro mira sin probar bocado.”(Mundaka Upanishad III,1), que  simbolizan el jivâtma y el Âtmâ, es decir, los dos grados del Sí-mismo.

Del mismo modo, los números 5 y 9 que designan a las ocas gemelas participan del simbolismo de la Dualidad Cósmica y representan, en una de sus acepciones, las dos vías principales (mârgas) de realización metafísica del ser humano.  En tanto el cinco es, según la doctrina pitagórica, el número nupcial, emblema de la Hierogamia, conjunción del principio celeste (3) y terrestre (2), representando los cinco sentidos y las cinco formas sensibles de la naturaleza (ciencias cosmológicas), dicho número se vincula a la Vía de los Pequeños Misterios (Bhakti Yoga) o Iniciación Real, que culmina con la realización del “Andrógino primordial”. El número nueve, imagen completa de los tres mundos, de la Gran Tríada (Cielo-Hombre-Tierra), límite de la serie numérica antes de su retorno e integración en la Unidad, se asocia a la Vía de los Grandes Misterios (Jnâna Yoga) o Iniciación Sacerdotal, que cristaliza en la realización de la “Identidad Suprema”.

Estas dos cifras, 5 y 9, aparecen en estado puro en las dos primeras ocas del juego, separadas por el Puente, símbolo en este caso del paso desde la realización de la individualidad integral o “estado primordial” o “Edénico”, meta de los Pequeños Misterios, a la realización de la “Identidad Suprema” u obtención de los “estados supraindividuales”, meta de los Grandes Misterios. En otras palabras, 5 y 9 respresentan al “Hombre Verdadero” y al “Hombre Trascendente”, siendo aquí la significación particular del Puente la del tránsito “de la muerte a la inmortalidad”, el paso de los estados individuales a los supraindividuales. Sobre este punto es necesario aclarar una cuestión de importancia extrema, y es que la dualidad entre las dos vías se presenta en sendos planos de realización horizontal y vertical donde la primera sirve de base o punto de partida a la segunda, lo que en el Juego de la Oca se traduce en el recorrido de la espiral plana hasta el centro del tablero (el Jardín de la Oca, símbolo del Paraíso Terrenal), y la trayectoria del eje vertical que arranca desde ese centro, eje que lleva hasta la obtención de la “Identidad Suprema”, que queda fuera del “programa” del juego como soporte iniciático, al menos en lo que se refiere a su dimensión ritual o activa.

LA DOBLE ESPIRAL

 Las dos series septenarias de ocas son una representación del símbolo de la doble espiral, en cuanto emblema de la Dualidad Cósmica, y constituyen probablemente el más relevante de los que se asocian al repertorio simbólico del Juego de la Oca; habida cuenta de su complejidad, nos limitaremos con reseñar  algunas cuestiones fundamentales, entre ellas que la espiral del Juego de la Oca es en realidad una doble espiral, que admite dos lecturas, definidas respectivamente por un sentido centrípeto y otro centrífugo, que se asocian a la iniciación “ascendente” y “descendente”, aun cuando sólo el primero de ellos sea el que desarrolle el juego, siendo este movimiento de retorno al origen (centrípeto) el que indica “la vía seguida por el sabio para alcanzar la unión con el Principio”.

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Observaremos también que el sentido ascendente y descendente de la doble espiral se relaciona con las dos fases complementarias e inversas de la manifestación universal, denominadas en la doctrina hindú Kalpa y Pralaya, y consideradas como los “días y las noches de Brahma”; concepción de la formación de todas las cosas a partir del Principio Supremo, al cual deben volver en la disolución final al concluir el ciclo completo; son dos “ritmos” que se corresponden en su  “despliegue”  y “repliegue”, con las dos fases de la respiración (aspir y expir), o del Soplo divino.

Estas dos secuencias de la doble espiral responden a la estructura rítmica del movimiento que tiene lugar en el interior del laberinto, “que procede no de forma rectilínea, sino en un cierto sentido de una alternacia de sístole y diástole”, cuya relación con el nacimiento y la muerte han sido ampliamente discutidas en otras ocasiones para volver a insistir en ellas. Las dos fases de las que acabamos de hablar se encuentran igualmente en la alquimia, donde son llamadas Solve et Coagula,  “disolución” y “coagulación”, y ello porque  el “Opus Alchimicum” sintetiza simbólicamente el conjunto del ciclo cósmico.

LA DOBLE ESPIRAL Y EL HUEVO DEL MUNDO

A propósito de la doble espiral, René Guénon asegura que ésta “se refiere al simbolismo de los dos hemisferios, uno luminoso y el otro oscuro, (yang, en su sentido original, es el lado de la luz, y yin el de la sombra), que son las dos mitades del “Huevo del Mundo”, asimiladas respectivamente al Cielo y la Tierra.” –y prosigue diciendo–“son también, para cada ser las dos mitades del Andrógino primordial”.  Estos dos hemisferios estaban figurados entre los griegos por los tocados redondos de los Dióscuros, que son “las dos mitades del huevo de Leda, es decir, del Huevo del cisne, que, como también el huevo de serpiente, representa el “Huevo del Mundo” de la tradición hindú.” El nacimiento del mundo a partir de un huevo es un mito común a celtas, griegos, egipcios, fenicios, cananeos tibetanos, hindúes, vietnamitas, chinos, japoneses, poblaciones siberianas e indonesias y aún otros. Así, en el Ritual egipcio se da al universo la denominación de “huevo concebido en la hora del Gran Uno de la fuerza doble (…)”.

En la tradición religiosa de la India, el Huevo del Mundo es incubado por Hamsa, una oca sagrada, encarnación del bodhisattva Siddhârta en los jatâka y montura del dios Brahma, que como tal aparece con frecuencia en la iconografía y la escultura ornamental. Las hamsa son también símbolo de las almas que ascienden a las divinas mansiones. En el mito hindú, el huevo cósmico, incubado por la oca Hamsa, se separa en dos mitades para dar nacimiento al cielo y la tierra (la polarización del andrógino, las dos series septenarias de ocas) Así el Brahmânda hindú se separa “en dos semiesferas de oro y de plata”,  el huevo de Leda da nacimiento a dos Dióscuros, Cástor y Pólux, dos gemelos, uno mortal (jivatma) y otro inmortal (Atma). El huevo primordial del shinto se divide en dos mitades, una ligera y una densa (cielo y teirra);etc. La palabra Hamsa, en sánscrito, designa además al Hálito divino (que también se asocia a la Creación y la Disolución del Mundo) y  a la casta única anterior a las cuatro castas diferenciadas de la sociedad tradicional hindú.

Estableciendo una correspondencia del mito del “Huevo Cósmico” incubado por Hamsa con el simbolismo del Juego de la Oca, encontramos que si la lectura centrífuga o descendente de la espiral designa el nacimiento del mundo por la escisión  o fragmentación en dos mitades del Ser original, proceso que en muchas tradiciones se asimila a un sacrificio, la lectura centrípeta o ascendente implica la reunión de las dos mitades diferenciadas del ser humano en el androginismo del Ser total central, lo que implica en este orden de cosas, que el itinerario centrípeto seguido por el jugador concierne al sentido general de la reintegración de lo manifestado en la unidad principial.

Il nuovo et piacevole gioco dell ocha (1598)

LAS PRUEBAS INICIÁTICAS

Volviendo a los números, observamos que también se cuentan entre las casillas que consituyen las “venturas” y “desventuras” del juego hasta un total de siete (el Puente, la Posada, los Dados, el Pozo, el Laberinto, la Cárcel y la Muerte), o nueve según otros autores, que incluyen la duplicidad de los Dados (casillas 26 y 53) y añaden la casilla 63 (la puerta del Jardín de la Oca).

(Entrada al mitreo de Ostia)

Nosostros nos inclinamos por la primera enumeración, en tanto las siete casillas “fastas” y “nefastas” simbolizan el proceso de  “purificación” (el “martirio de los metales” alquímico) a la que ha de someterse el neófito que pretende, tras superar una serie de pruebas, alcanzar el antro iniciático ( el centro del tablero) para obtener efectivamente la iniciación. “Todo transcurre en las siete salas laterales del templo: el Sancta Sanctorum en el centro sólo es accesible “cuando de dos se haga uno” y se franquee la puerta de la muerte y de la putrefacción”(J.Browring, Panel de trabajo para el 2º grado masónico , 1819.) En el Juego de la Oca, como se explicita en la fórmula masónica precedente, el acceso al Sancta Sanctorum central (la meta) sólo es posible una vez superada la Muerte (casilla 58), cuando “de dos se haga uno”; situada tras la muerte, en la casilla 59, aparecen efectivamente juntos  los dos principios complementarios (5 y 9) del andrógino primordial, siendo además el único caso en todo el juego en que ambos dígitos aparecen “reunidos”.

Estas siete pruebas, por otro lado, podrían relacionarse con los siete centros sutiles del ser humano, según la doctrina tántrica (así se dice que “los santos y sabios tienen “siete agujeros” en el corazón”. En el Kundalîni yoga, los siete centros sutiles (chakras) son abiertos por las dos serpientes Ida y Pingala, que ascendiendo desde el Mûlâdhâra (centro sutil localizado en la región genital) en torno a un eje alcanzan la cima en el Brahma-randra (la coronilla) donde se sitúa el Shakra supremo, el “Loto de mil petalos”. El simbolismo de estas dos serpientes equivaldría al de las dos espirales gemelas del Juego de la Oca, en la que las siete ocas que las constituyen son representaciones de los estados superiores del ser: “viniendo del norte o volviendo a él, estas aves simbolizan los estados superiores o angélicos del ser en curso de liberación y volviendo hacia el Principio supremo”  (idéntico significado tienen las alas en las que culmina el caduceo hermético, bastón de Mercurio, el dios hermafrodita, símbolo del andrógino primordial de naturaleza blanca y negra, cuya relación con el esquema kundalínico es evidente).

También las diversas “penalidades” formuladas en los juramentos de los diferentes grados masónicos, “así como los signos que a elas corresponden, se refieren en realidad a los diversos centros sutiles del ser humano”. En alquimia, asímismo, son siete las fases que conducen a la roca central del lapis (la piedra filosofal), las siete fases alternantes del Solve et Coagula (tintura, coagulación, destilación, putrefacción, solución, sublimación, calcinación), compendio de la Gran Obra alquímica. Estas etapas del “Opus Alchimicum”, en tanto proceso circulatorio ascendente y descendente, se representan también como pájaros volando hacia el cielo o descendiendo hacia la tierra.

LA DOBLE ESPIRAL COMO IMAGEN DE LOS CICLOS CÓSMICOS

 No nos detendremos mucho tiempo en este aspecto aritmológico o numérico del Juego de la Oca, que bastaría sin embargo para exponer la práctica totalidad de símbolos presentes en el mismo; concluiremos por tanto esta cuestión diciendo que, en un plano macrocósmico, las dos espirales gemelas compuestas por siete ocas equivalen en la doctrina hindú de los ciclos a las dos series septenarias que componen un Manvantara, eras de los sucesivos Manus, legisladores primordiales o “polos” de la manifestación, hasta un número total de 14;  y que corresponden también a los siete Dwipas o “regiones” en las que está dividido nuestro mundo, según la misma tradición, o a las “siete tierras” del esoterismo islámico y la Kábala judía; de las que se afirma que “cada una de ellas regida por un “Polo” (Qutb)” hasta un total de siete, todos ellos subordinados al “Polo” supremo. Añadiremos que lo siete “polos” terrestres están considerados como reflejos de los siete “polos” celestes, que presiden respectivamente los siete cielos planetarios”. Del mismo modo, todo este simbolismo cíclico se halla presente en la espiral del juego (que hemos considerado una representación del mundo) igualmente dividida en dos series septenarias, cada una “regida” por dos ocas, una terrestre y otra celeste, que se vinculan a las cifras 5 y 9 que “regulan” el juego, y que dependen del Polo Supremo, siendo éste uno de los significados de la Gran Oca que aparece en el centro de algunos tableros,  la cual se constituye como Brahma, en “el único pájaro en medio del mundo” (Svetasvara Upanishad, Sexto Adhaya, 15)

 

EL SIMBOLISMO DEL COMBATE Y LA RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS

 La Dualidad Cósmica se expresa con frecuencia como un combate entre dos principios antagónicos; en ese caso, conviene recordar que en los juegos interesa no el conflicto en sí mismo sino como medio para la solución de una oposición; siendo el objetivo mismo de la guerra es el restablecimiento de la paz. Por lo demás, esta componente conflictiva o competitiva de los juegos es incontestable: sin disputa, sin drama, difícilmente hay juego.

El tablero de juego, conceptuado como escenario de un conflicto (especialmente en el caso de ajedrez), tiene la significación general de la existencia concebida como “campo de acción” (kshetra) de las fuerzas divinas: “en su significado más universal, el combate figurado por el juego del ajedrez representa –según Titus Burkhardt–  el de los devas con los asûras, los “dioses” con los “titanes”, o los “ángeles” con los “demonios”, derivándose de este todos los demás significados del juego”.

En el Juego de la Oca, este aspecto agonístico se presenta de varias maneras, entre ellas, la rivalidad entre cada jugador y sus oponentes, que aparece como una “carrera” hacia la meta; en la lucha individual de cada jugador con las diversos obstáculos que se presentan en el recorrido del tablero; en el conflicto entre la voluntad del jugador contra el “azar” o representado por la tirada de dados (voluntad y destino); pero sobre todo, el conflicto fundamental se da entre lo exterior y lo interior, esto es, las respectivas posiciones del jugador en el inicio y el final del juego.

tablero oca

UN EPISODIO EN LA GUERRA DE TROYA

 Por otro lado, la existencia en el juego de esta vertiente agonística tan acusada no debe extrañar teniendo en cuenta que, tradicionalmente, los juegos, como las ciencias cosmológicas y la poesía épica, son creaciones concebidas por los Brahmanes (casta sacerdotal) de un modo apropiado a la naturaleza y a la función de los Kshatriyas (casta guerrera) que es a quiénes se dirige especialmente, en cuanto su ámbito de realización espiritual es el dominio de la acción. En una leyenda que atribuye un origen griego al Juego de la Oca, se encuentran elementos que indican la naturaleza heróica o “caballeresca” del mismo; según apuntan diversos autores, se cree que durante el asedio a la ciudad de Troya, un genial estratega llamado Palamedes, nieto de Poseidón y al que se atribuyen numerosos ingenios y también juegos, como los dados o el alquerque, “creó, con el propósito de ayudar a los soldados a soportar el prolongado asedio, un entretenimiento consistente en un recorrido circular, procedente directamente de una formación de combate, en el que el destino y los dioses regulaban la progresión de los jugadores”.

EL DISCO DE PHAISTOS  Y EL ESCUDO DE AQUILES

Al hilo de este espisodio  se ha querido ver en el llamado disco de Phaistos, un disco de arcilla cocida impreso por ambas caras con una línea en espiral a lo largo de la cual discurren 61 casillas historiadas con diversas represntanciones, descubierto en 1908 en la isla de Creta y datado como del año 2000 A.C., el antecedente más antiguo del Juego de la Oca. Otros autores, sin embargo, siguiendo también la huella troyana, han señalado el escudo de Aquiles, descrito asímismo por Homero –Ilíada, XVIII,478-479– como el auténtico modelo para el juego; en el escudo, que a menudo usaba el héroe como tablero de juego, figuraban, dispuestos a la manera de una danza ritual laberíntica,  la tierra y el cielo y todos los astros,  y dos ciudades; “en una se celebraban bodas y festines (…) la otra aparecía cercada por dos ejércitos” (se hallan en esta última descripción referencias claras a la dualidad cósmica, por un lado, y al conflicto primordial –una ciudad asediada por dos ejércitos– resuelto finalmente mediante la Hierogamia (son las “bodas y festines” que menciona el texto).

(imágenes del escudo de Aquiles)

 Obviando el discutible valor histórico de esta leyenda, decíamos, se hallan en ella cuestiones muy interesantes desde el momento en que ponen de manifiesto la importancia del factor agonístico y heróico en el Juego de la Oca; en primer lugar, porque se dice que éste fue concebido para los soldados, para los guerreros, de ahí la expresión “juego noble” que se daba al Juego de la Oca en la Edad Media. En segundo lugar, porque se afirma que  la estructura del juego procedía de una “formación de combate”, que no puede ser muy diferente de la del Chakra-vyûha, el “orden de batalla impenetrable” de forma laberíntica descrito en el Mahâbhârata, de la Danza de Teseo o el Troiae Lusus, o de las formaciones militares (circunvalaciones) que se empleaban igualmente como medio de ataque o como línea defensiva de una plaza o fortaleza (este mismo sentido se encuentra en el laberinto entendido como “nudo con funciones protectoras” apotropaicas, o como vía hacia el interior,  y se halla también las aplicaciones rituales, y mágicas de nudos y lazos a los que  corresponden un uso “benéfico” o “maléfico” de aquéllos).

(Chakra Vyhua)

El disco de Phaistos

Basándose en estas concomitancias, se ha afirmado que “el juego de la Oca asocia la progresión heroica en un itinerario de forma laberíntica y la lucha por conquistar una ciudad inexpugnable. En los dos casos el jugador (…) debe alcanzar lo inaccesible, lo que le convierte en héroe.” Lo que merece destacarse aquí, por encima de las posibles semejanzas del  laberinto y la espiral del Juego de la Oca y sus correspondencias simbólicas, es la existencia de un simbolismo “caballeresco” fundamental  en dicho juego, que hace de su práctica una disciplina “noble”, un “Arte Real”, donde “la razón de ser esencial de la guerra es la de acabar con un desorden y resablecer el orden (…) la unificación de la multiplicidad; la guerra –no limitada a un sentido exclusivamente humano– representa el proceso cósmico de reintegración de lo manifestado a la unidad principial” (Guénon). “Esta es la enseñanza del juego; el kshatriya que se entrega a él no encuentra sólo un pasatiempo, un medio de sublimar su pasión guerrera y su necesidad de aventura, sino también, en la medida de su capacidad intelectual, un soporte especulativo, una vía que conduce de la acción a la contemplación” (Burckhardt). El paso de la acción a la contemplación viene dado por el acceso al punto central del tablero, instante en que cesa el movimiento del jugador. El acceso al centro del tablero determina así la resolución de los conflictos y la obtención de la “Gran Paz”.

 

EL JUEGO DE LA OCA COMO JARDÍN DE AMOR

En en este contexto épico, además, la coincidencia opositorum de los principios masculino (Yang) y femenino (Yin), que en el Sânkhya hindú es la pareja Purusha -Prakriti, aparece como un matrimonio  o connubio entre el héroe y la noble dama, que se produce al final de un viaje, que incluye una serie de pruebas o “trabajos” que aquél ha de llevar a buen término, y que responden en general al simbolismo de las “pruebas iniciáticas”. El significado de tal evento, típico en las sagas heroicas y en la mayoría de las novelas de caballerías, donde presenta los rasgos del “amor cortés”, es el de la repetición ritual de la hierogamia cósmica, la unificación del padre Cielo y la madre Tierra, y se podría  interpretar acertadamente este simbolismo en términos tántricos. El Juego de la Oca admite igualmente un estudio según este modelo heróico; sin que nos sea posible insistir en esto ahora, nos contentaremos con señalar algunas claves, entre las que destacamos la idea principal del itinerario del jugador a través de una vía surcada de pruebas como figuración de la “gesta” o “demanda”, con el sentido que aparece en la “Quêste du Sanct Graal”, una búsqueda que culmina con el reencuentro con la amada, llámese a esta Ariadna, Penélope, Beatriz, o la “Dama del Jardín de la Oca”, que espera pacientemente a que el héroe supere la prueba del laberinto, desenredado la tela de araña que ella misma, la manifestación universal (Mâya) teje y desteje afanosamente.

Il novo et piacevol gioco del giardin d'amore (1590s)

 Así como los esponsales entre Zeus y Hera se desarrollaron en el Jardín de las Hespérides, hemos visto que en el Juego de la Oca el encuentro de los amantes se produce igualmente en un Jardín. Esta idea, que se vuelve a encontrar en los “laberintos de amor” tan extendidos entre 1550 y 1650, es de un lado la de  la propiciación de la fecundidad y de otro lado la del  jardín laberíntico como lugar de intrigas eróticas, y corresponde al concepto del Centro como lugar de los “opuestos coincidentes” que, como vimos con anterioridad, es uno de lo símbolos fundamentales del Juego de la Oca. En éste, el centro se representa como un Jardín, y como tal se identifica con el con el Paraíso Terrenal, del que se dice que era “un Jardín cultivado por Adán”. También aquí se mantiene cuanto dijimos a propósito del Huevo del Mundo y las dos espirales descendente y ascendente, de modo que la expulsión de la pareja Adán-Eva del Jardín del Edén da lugar al origen del mundo y el regreso al estado edénico original, a través de la reunión de las dos mitades del andrógino, determina el regreso al Pardés, a la Unidad Primordial indiferenciada.

 Este viaje de regreso al Jardín Edénico es el paradigma de los símbolos de pasaje a los que hicimos alusión al comienzo de este artículo, calificándolos entonces como fundamentales dentro del repertorio simbólico del Juego de la Oca; obviando las múltiples modalidades en que puede presentarse, que podrían asociarse en su mayor parte al sentido general del juego, sólo subrayaremos que, tradicionalmente, el viaje no es la simple traslación en el espacio, sino que esencialmente, implica la idea de cambio, de transformación, de tránsito, y en este orden de cosas es donde cabe ver una identificación con la muerte, entendida en su dimensión más amplia.

 LA MUERTE INICIÁTICA

La presencia de la muerte entre uno de los emblemas del Juego de la Oca ha suscitado toda clase de interpretaciones fantasiosas, que no dudan en situar su significado en la base de todo el “discurso” simbólico del juego; se ha llegado a decir que el propósito del juego “no es competir o ganar, sino llegar; o sea, morir”, reduciendo toda la riqueza simbólica del juego a un simple “programa existencial”,  e incluso se han propuesto no menos absurdas tesis “reencarnacionistas” carentes de todo fundamento, debidas a una observación superficial y al desconocimiento de las más elementales nociones de simbolismo tradicional.

 Hemos de aclarar que, si bien el símbolo de la muerte es uno de los más relevantes en el Juego de la Oca, como justamente ha sido observado, ello no implica que haya de ser contemplado como el objetivo final del mismo, y su posición en el tablero así lo indica expresamente; el “arcano sin nombre”, como reza la lámina XIII del Tarot, se halla en  la casilla 58, y no en la viñeta final, situación que le correspondería de ser efectivamente la “meta” del juego, de lo que se desprende que cualquier interpretación del itinerario de los jugadores como un trasunto de la existencia humana es del todo erróneo, o cuando menos, incompleto. Debe haber aquí por tanto otra cosa.

 El significado general, en el Juego de la Oca, de la Muerte, es análogo al del laberinto o la espiral, y ello por dos razones simbólicas, la primera de las cuales se refiere al valor “apotropaico” o de defensa que hemos observado en los trazados laberínticos, en los encuadres, las espirales y los nudos, que con este propósito de protección mágica se representaban en los muros de las casas. Como la casilla de la muerte, el laberinto y la espiral “permiten o vedan, según los casos, el acceso a determinado lugar donde no todos pueden penetrar indistintamente”, lográndolo únicamente los que están “cualificados” ; esta idea de “selección” conviene además al sentido de las “pruebas iniciáticas”, de las que la espiral misma no son sino una representación, y no la iniciación en sí misma, que sólo puede tener lugar en el Corazón del Antro Iniciático, en el Centro del laberinto, en la meta final, que se presenta así como un lugar resevado a los “escogidos”.

(Este ejemplar contiene el mayor númerode casillas: 142)

 

El dios egipcio Geb, tocado con una oca sagrada

El connubio sagrado

 Geb y Nut

(El mehen, o juego egipcio con un tablero en forma de serpiente enrollada sobre sí misma; su simbolismo participa del propio del Juego de la oca)

LA MUERTE COMO MONSTRUO ANDRÓFAGO

 En segundo lugar, el papel de la muerte en el juego corresponde al del “monstruo devorador”, que impide al héroe llegar a la dama, custodia el tesoro o defiende el acceso al antro iniciático, otros tantos símbolos del Centro espiritual; monstruo al que hay que combatir y vencer; y este aspecto se halla igualmente en la leyenda de Teseo y el Minotaruo, que acecha en el centro del laberinto, y asímismo se encuentra en el símbolo de la serpiente enroscada en el Árbol, cuyo esquema repite en el tablero la espiral enrollada alrededor del eje central, donde responde al papel de la serpiente como guardiana de determinados símbolos de la inmortalidad, entre ellos el acceso al Paraíso. En algunas tradiciones, el recorrido de los direrentes estados de la manifestación está representado por la migración del ser por el cuerpo de una serpiente; lo que nos remite al simbolismo del samsara búdico, la rueda de la vida, de la que el ser debe libearse para alcanzar el Nirvana.

 Pero la significación más profunda de la Muerte es la que se vincula al simbolismo del “Guardián de la Puerta”, el “Glotón” o “Monstruo Andrófago”, un símbolo de variadas formas que se encuentra representado a menudo en las puertas de los templos de las culturas más diferentes, incluido el arte románico europeo, donde con frecuencia adopta los rasgos de una cabeza de león, o usualmente, como dos leones que flanquean la entrada al espacio sagrado, y cuya versión más primitiva constituía una estilización de un cráneo humano.

 Vinculado con la idea de la puerta, cuya función además detenta, Coomaraswamy dice que ese rostro, “es verdaderamente la “Faz de Dios” que a la vez mata y vivifica (no es exactamente una “calavera”, es decir, la “cabeza de un muerto”, sino que es “la cabeza de la Muerte”, o sea la de Mrtyu, otro de cuyos nombres también es Kâla.”, que es también el “Tiempo devorador” (y aquí hay una indicación que explica la relación de Saturno con la muerte), la Muerte representa “la vía única por la que todo ser ha de pasar necesariamente, presentándose así como el “Guardian de la Puerta”, que debe franquear para liberarse de las condiciones limitativas de la existencia contingente y manifestada.

 

 

LA DOBLE VÍA DE LA LIBERACIÓN

 En el Juego de la Oca, la casilla de la Muerte actúa separando a los jugadores, que hasta entonces han seguido el mismo itinerario, en dos caminos distintos; uno que conduce definitivamente hacia la meta, y el otro que reconduce al inicio del recorrido, de modo que el jugador que cae en la casilla 58, vuelve a empezar el juego. De manera análoga, el símbolo del “Guardián del Umbral” se presenta como una Puerta Doble, en el sentido que se dice de la Muerte que “según el estado al cual ha llegado el ser que se presenta ante ella, su boca es para éste “Puerta de la Liberación” o las “Fauces de la Muerte”.

 Estos dos itinerarios simbólicos son los que puede seguir el ser humano en su proceso de liberación gradual, y son descritos de esta forma en un pasaje de la Bhagavad-Gita: “Voy a enseñarte en qué momento (…) los que tienden a la unión dejan la existencia manifestada, sea sin retorno, sea para volver a ella. (…) Estas son las dos vías permanentes, una clara, la otra oscura, del mundo manifestado;  a través de una no hay retorno (la que conduce al centro, a la “salvación”); a través de la otra se vuelve hacia atrás (al mundo manifestado, al inicio de la espiral)” (Bhagavad-Gita, VIII, 23.26).Los mitólogos griegos nos dicen que los dioses tomaban esta vía para dirigirse al palacio de Zeus, y que los héroes la seguían igualmente para entrar en el Olimpo.

 Estas dos vías, llamadas en el Vedanta Pitri Yana y Deva Yana, o “Puerta de los Hombres” y “Puerta de los Dioses” en la traducción que Homero hace en su Ilíada al describir el “Antro de las Ninfas”, corresponden igualmente a las de las Puertas de los templos del románico occidental, en las que el Cristo Cronocrátor separa a los Condenados de los Elegidos, cuyo significado, vinculado al del Jano bifronte y las Puertas solsticiales, y por lo demás uno de los más complejos del simbolismo tradicional, redunda en los conceptos de la Dualidad Cósmica y la doctrina de los ciclos que ya hemos señalado en diversas ocasiones sobre el significado general del Juego de la Oca. (1)

 Todas estas observaciones sobre el simbolismo del Juego de la Oca, aunque incompletas, bastan para poner de manifiesto el grado de complejidad que presentan estas cosas, y cuántas consideraciones es posible señalar en lo que se presenta exteriomente como un mero entretenimiento, cuyo alcance sin embargo es incomparablemente superior, una vez más, a lo que dictan las apariencias.

Nuovo et Piaccevole Gioco detto il Barone (1550-1600)

 (En este detalle de un tablero es interesante destacar el “hortus conclusus” que corona el final del viaje: un simbólico Jardín del Eden esperando con las puertas abiertas al ganador. Una imagen que compendia el complejo simbolismo del Juego de la Oca.)

http://www.viajesconmitia.com/el-simbolismo-del-juego-de-la-oca/

 

 

domi La libertad religiosa en España hoy

Sociológicamente la sociedad española ha variado profundamente en cuestión de creencias. Son diversos los elementos que han motivado esta situación; en primer lugar, la secularización generalizada en toda Europa, que ha supuesto un decrecimiento progresivo de la práctica religiosa. En segundo lugar, se ha producido una diversificación de las creencias. Este pluralismo, que cualitativamente ya existía en nuestro país, se ha visto cuantitativamente aumentado por el proceso de recepción de inmigrantes.

Este cambio se aprecia en la calle porque a las 23.000 parroquias católicas se han sumado más de 5.300 lugares de culto de confesiones minoritarias que en términos de individuos acogerían al 6% de la población. Hacer una prospectiva en términos sociológicos es complejo, pero los datos parecen indicar que la población creyente tiende a estabilizarse y que algo menos de la tercera parte de la ciudadanía es practicante. El resto de la población se mueve en una gradación que va desde el catolicismo cultural al ateísmo, pasando por la creciente indiferencia. La nuestra es hoy, por tanto, una sociedad menos creyente pero más plural.

Legislativamente contamos con un marco normativo definido por la Constitución (1978), la Ley Orgánica de Libertad Religiosa (1980) y los Acuerdos de cooperación con las confesiones -católica, evangélica, musulmana y judía. Estas normas se promulgaron en un contexto muy diferente al actual: la secularización no había alcanzado aún un nivel de masas y el pluralismo religioso no era cuantitativamente relevante.

El derecho a la libertad religiosa es el primer Derecho fundamental legislado después de la promulgación de la Constitución. El problema es que el sistema de acuerdos hace de él un derecho asimétrico que tendría cuatro niveles. En primer lugar está la Iglesia católica, cuyos acuerdos son de carácter internacional y que le aseguran una serie de derechos como la financiación, la asistencia religiosa, la educación en la escuela pública, etc. En un segundo nivel están judíos, musulmanes y protestantes, que tienen acuerdos con el Estado con rango de Ley general y que les permiten acceder a la asistencia religiosa, la educación en la escuela pública, adaptación de cementerios en algunos casos, etc. En tercer lugar están las “confesiones con notorio arraigo” –budistas, testigos de Jehová, mormones y ortodoxos- que tienen más reconocimientos que derechos, pero que están en el paso previo a la firma de un acuerdo. Por último, están el resto de confesiones –desde hinduistas a odinistas- que, simplemente, están reconocidas. Seguramente nos encontramos ante el único derecho fundamental no aplicado igual a toda la población española, sino que depende de la creencia que se tenga.

En este sentido, nuevos desarrollos normativos en relación a cuestiones que afectan directamente a la práctica religiosa resultan necesarios. Pero también es verdad que buena parte de las dificultades que a día de hoy encuentran tanto los individuos y comunidades religiosas como los gestores públicos en relación a la práctica religiosa y a la participación ciudadana de las entidades religiosas no derivan tanto de carencias normativas como de otros factores. El problema no está tanto en el derecho como en el ejercicio del mismo.

Desde la perspectiva ideológica, el debate parece moverse en los mismos parámetros de hace tres décadas. El imaginario colectivo, que se alimenta en mayor medida del factor ideológico que del sociológico, mira la nueva realidad con una perspectiva poco actualizada, lo que produce un desajuste entre la representación del hecho religioso y la realidad del mismo que afecta en una gran variedad de ámbitos.

Aunque la construcción del imaginario sobre la religión es muy complejo y está lleno de matices, se puede hacer una aproximación al mismo en base a tres ideas claves. La primera es la dialéctica clerical/anticlerical. Se da por hecho que en términos de religión la ciudadanía se posiciona inexcusablemente en una de las dos categorías. Esta división es fruto de una idea que se desarrolló fundamentalmente en el siglo XIX. Esta situación se extremó durante la dictadura franquista, que incorporó la religión católica como parte constituyente y soporte fundamental del régimen.

Un segundo factor, entroncado con el anterior, remite al vínculo entre religión y ciudadanía. Si la población española es clerical o anticlerical el resto de creencias son “extranjeras”. Esta lógica se ha visto reforzada en los últimos años por el papel que ha jugado la inmigración en el incremento de la diversidad religiosa. El resultado es que, en la práctica, creer en algo distinto no parece “propio” de aquí.

Por último, está la relación privado/público. Durante la dictadura la religión era pública debido a que el nacionalcatolicismo era una parte estructural del Estado. Con la llegada de la democracia el Estado se declara no confesional y, por tanto, no hay religión oficial. Se entiende que la religión pasa a ser del ámbito privado y por tanto la Administración pública no tiene que ocuparse.

Este imaginario social se traslada a la práctica administrativa: ¿qué ocurre cuando un grupo de españoles y españolas protestantes (unas 900.000 personas) quiere abrir una iglesia? El ayuntamiento correspondiente tiene un problema. Unos les pedirán que se conviertan en entidad cultural para así saber qué hacer; como la religión es privada no hay interlocución para hablar de religión, pero sí de cultura. Otros es muy posible que les pongan como interlocutor con el área de inmigración –es un tema de extranjeros. Otros le aplicarán las ordenanzas de lugares de ocio para darles la licencia de apertura; a la pregunta ¿la parroquia católica tiene licencia de apertura? La respuesta es que seguramente no pero“siempre ha estado ahí”. Otros simplemente dilatarán la respuesta porque no es un tema público sino privado. Todas las creencias son particulares –religiosas, políticas,… o deportivas-, pero cuando varias personas de la misma creencia se juntan para expresarse les amparan sus derechos. Un mitin es el derecho de expresión de muchas creencias particulares. Cuando un equipo de fútbol de primera división juega el municipio asegura el derecho –corta calles, pone servicios de urgencia…-, sin embargo, si se trata de un tema religioso puede llegar a pensar que se trata de un tema privado.

¿Qué ocurre cuando un español musulmán (aproximadamente 1.100.000 personas) quiere enterrarse en el cementerio municipal siguiendo su rito? La primera respuesta suele ser “que se entierre en su casa”. Para la mayoría, bien por años de residencia, bien porque ya han nacido aquí, esta es su casa. En la provincia de Madrid solo hay un cementerio adaptado para el entierro musulmán. Es el antiguo cementerio de la Guardia de Franco, que es propiedad del consulado marroquí. Así que cuando un madrileño musulmán se quiere enterrar en su país ha de pedir permiso a otro país para hacerlo.

El problema es que tenemos un imaginario sobre la religión muy desajustado con la realidad sociológica; y este imaginario es el que se ha incorporado a la inercia administrativa. En paralelo hay una legislación que, siendo mejorable, asegura el derecho, pero no todas las confesiones lo pueden ejercer.

En este contexto, las confesiones minoritarias demandan acceder a cubrir sus necesidades básicas: abrir lugares de culto, utilizar la vía pública en ocasiones, adaptar cementerios o asegurar la alimentación koser o hahal en centros públicos. Por su parte, la confesión mayoritaria tiene cubierta sus necesidades básicas y pugna por no perder la hegemonía cultural que tuvo en su momento. Las administraciones locales quieren resolver las nuevas necesidades que se les presentan sin crear conflictos y cumpliendo la ley, aunque no tienen herramientas para hacerlo. La sociedad mira cada vez con mayor indiferencia al hecho religioso, lo que en el fondo implica mayor facilidad para abordar la cuestión.

¿Por donde puede ir el futuro? En primer lugar asegurando el ejercicio del derecho. Es necesario que las minorías que ya son propias puedan disfrutar de la libertad religiosa. Esto pasa necesariamente por el desarrollo de herramientas para facilitar la gestión a las Administraciones locales.

En segundo lugar, una actualización del derecho ajustándolo a la realidad actual. Es posible tener una legislación que profundice al máximo la laicidad del Estado y simultáneamente desarrolle más la libertad religiosa. Los derechos de los que creen y de los que no creen no son un juego de suma cero.

En tercer lugar hay que trabajar para el cambio del imaginario social sobre el hecho religioso y eso no se produce solo. Requiere de políticas activas en el campo de la educación y de los medios de comunicación.

*José Manuel López Rodrigo es director de la Fundación Pluralismo y Convivencia

http://www.alandar.org/spip-alandar/?La-libertad-religiosa-en-Espana#.U47Xkvl_uHg

domi Leona marina reacciona «preocupada» al caerse una niña

Leona marina reacciona "preocupada" al caerse una niña .Imagen tomada de Youtube.

Para quienes alguna vez han ido a un zoológico, es común ver a niños disfrutar la experiencia de conocer a animales y convivir con ellos, aunque a veces suelen ocurrir accidentes por el «exceso de diversión». Esto le pasó a una pequeña niña que visitó el Zoológico Nacional Smithsonian en Washington D.C., el año pasado.

Pero lo que está causando furor en la red es la reacción de una leona marina cuando se da cuenta que una pequeña se cae frente a su estanque. La escena fue capturada por Ariel Myren y muestra a una pequeña con un vestidito de princesa corriendo por todo el lugar cerca de la leona marina llamada Sophie, que también nada de un lado a otro. En cierto momento, la niña cae al suelo y Sophie, como si pareciera preocupada, se detiene y observa a la niña. Algunos de los visitantes entonces dicen que creen que Sophie realmente «está preocupada» por la niña.

Tristemente Sophie murió este mes por causas que aún se desconocen. Aunque se le realizó una necropsia, no se ha revelado públicamente la causa de la muerte. Aunque el video es del año pasado, se volvió viral este mes, cuando logró dos millones de visitas en solo unos días.

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=owkdOWdEMU8[/youtube]

https://mx.noticias.yahoo.com/leona-marina-reacciona–preocupada–al-caerse-una-ni%C3%B1a-224451696.html

domi Radiestesia, utilización practica de péndulos

La moderna  radiestesia tiene sus orígenes en los zahories, que tradicionalmente utilizaban esta técnica para encontrar agua hacer pozos y también para encontrar minerales. Antiguamente se utilizaba y todavía se utiliza en los pueblos por los modernos zahories una vara de avellano que al acercarse al lugar donde se encontraba el agua empezaba a girar dándonos con este movimiento su distancia.

 

Hoy en día los modernos radiestesistas utilizan péndulos de diferentes materiales, pueden ser metálicos o de diferentes minerales. Y además de seguir siendo utilizado para sus antiguos usos ha ampliado su campo de acción. Hoy en día también se utiliza para encontrar enfermedades tanto en personas como en animales, para encontrar objetos personas o animales desaparecidos, e incluso para realizar practicas espiritistas.

Lo primero que hemos de saber es como funciona la radiestesia. Realmente la función del péndulo la varilla o el elemento que estemos utilizando para su practica es una especie de antena que refleja con sus movimientos lo que realmente hemos percibido nosotros de una manera tan sutil que somos capaces de percibirlo conscientemente.

 

En el presente articulo pretendemos hacer un recorrido por cada uno de los campos de actuación de la radiestesia y diferentes técnicas que se utilizan y que  podemos utilizar para practicar este antiguo saber.

¿Qué podemos hacer con el péndulo? A continuación hacemos una enumeración de posibles usos.

Podemos buscar Minerales:
En este caso sujetaremos el “testigo” (muestra del material buscado) con una mano, mientras con la otra sujetaremos el péndulo. Muchos péndulos traen un pequeño compartimento interior para introducir la muestra. Después pasaremos el péndulo sobre el área de búsqueda o sobre un plano o mapa esperando los movimientos radiestésicos del mismo.

 

Aconsejamos un ejercicio practico muy sencillo para la búsqueda de minerales es el siguiente: Introduzca una pequeña muestra de un metal o mineral en una caja llena de tierra de la que no conozca su posición, y con el testigo en una mano pasa muy despacio por toda la caja el péndulo concentrándose en el metal buscado esperando los movimientos de radiestesia del péndulo.

 

Líquidos :

En el caso de los líquidos procederemos como en el caso anterior pero introduciendo el “testigo” del liquido buscado en un recipiente que portaremos como muestra. En el caso de que estemos  buscando  agua no será necesaria muestra al contener nuestro propio cuerpo gran cantidad de la misma que servirá de “testigo”.

 

Personas o animales perdidos:

En este caso se utilizara de “testigo” elementos personales propios de la persona o animal que se desea localizar como un trozo de uña un pelo etc. O en su ausencia un objeto personal que haya estado en contacto permanente con la persona, como prendas intimas relojes pendientes etc. En ambos casos para un mejor funcionamiento deberemos estar apoyados por una imagen o dibujo de la persona o animal para favorecer la sintonización psíquica.

 

Encontrar enfermedades con el péndulo:

En este caso el “testigo” será una imagen del cuerpo. Mientras con la otra mano pasaremos el péndulo por el cuerpo del paciente. Esperando los movimientos del péndulo para localizar la zona del problema. En ausencia del paciente pasaremos el péndulo por el atlas del cuerpo humano y con la otra sostendremos el testigo que será una foto un pelo o cualquier otra muestra del paciente.

Fenómenos paranormales:

Esta como las técnicas anteriores requiere practica antes de obtener los primeros resultados empezaremos de una manera sencilla:
1º Para los fenómenos de sintonización paranormal necesitaremos una hoja de control en la que dibujaremos una circunferencia de unos 20 cm de diámetro. En la que dibujaremos tres líneas rectas en la que escribiremos en cada extremo: Si, no, pasado, presente, futuro y no lo sé.

2º Coloque el péndulo sobre la vertical del centro de la hoja y concéntrese en la entidad psíquica o la persona viva o muerta con la que desea contactar.

Al cabo de unos minutos el péndulo empezara a oscilar déjelo libremente hasta que sus movimientos se acoplen a las líneas de respuesta.
3º El siguiente paso consiste en hacer preguntas mentalmente y hablando con quien desee contactar. Al cabo de un instante notara que el péndulo comienza a contestar a sus preguntas.

Estos ejemplos anteriores son una pequeña muestra de lo que podemos hacer a través del ejercicio de la radiestesia. Podemos extender su utilización a otros muchos campos de actuación como la búsqueda de restos arqueológicos, la búsqueda del mejor lugar para una edificación, o una plantación etc..

 

Por ultimo diremos que la utilización del péndulo está condicionada por el grado de experiencia, y esta lógicamente se adquiere con la practica. La practica con el péndulo debe siempre efectuarse en ascendente grado de dificultad. Primero con ejercicios sencillos y mas tarde mas complejos.

http://revista-esoterica.blogspot.com.es/2012/05/radiestesia-utilizacion-practica-del.html