Cuando uno está en contemplación o en meditación profunda, en contacto con lo no manifestado y con lo que carece de forma ―la vacuidad o la cesación más pura―, no aparece ningún tipo de formas conceptuales. La mente «no conceptual» pura ―un estado causal y despojado de forma― forma parte esencial de nuestra liberación, realización e iluminación.
Para el budismo Theravada, o budismo primitivo, este estado de cesación sin forma (es decir, nirvikalpa, nirvana o nirodh) es un fin en sí mismo, es decir, un nirvana ajeno al samsara o manifestación. El budismo Mahayana dio un paso más allá y sostuvo que esa verdad, aun siendo completamente cierta, es limitada, razón por la cual no tardó en denominar al Theravada «budismo hinayana» (es decir, «el budismo del Pequeño Vehículo»). Según el Mahayana, por más importante que sea la realización del nirvana o de la vacuidad, todavía existe una realización más profunda, en la que el nirvana y el samsara, es decir, la Vacuidad y el mundo entero de la Forma, son uno o, por decirlo más técnicamente, la Vacuidad y la Forma son «no dos». Como afirma al respecto el sutra más conocido, es decir, El sutra del corazón, la Vacuidad no está separada de la Forma y la forma no está separada de la Vacuidad
. Esta realización de la no dualidad representa la piedra angular tanto del budismo Mahayana («el Gran Vehículo») como del budismo Vajrayana («el Vehículo del Diamante»).