Ante una situación que ha puesto en evidencia la incompetencia de los políticos, que en nuestro país han asumido sin vergüenza alguna el cierre del Parlamento -¿cómo se llama un Estado donde no opera un poder legislativo democráticamente elegido?-, y los gobernantes se lavan las manos, y no por profilaxis, el peligro real no es tanto la propagación de un virus como el colapso de los servicios, el desabastecimiento de las ciudades y la imposición de medidas draconianas por parte de unos militares, que, recordemos, no son los de aquí, con arraigo, familia y afectos, sino que, desde aquel nefasto ingreso en la OTAN al que nos empujaron con engaños, son el exponente de nuestra ausencia de soberanía en cuanto a defensa. La militarización de la situación será decidida desde centros de poder fuera de nuestro territorio. ¿Alguien cree que Bruselas o Washington cuidan de nuestros intereses como civiles?
El cine de epidemias que hemos venido consumiendo como ficción (La peste, Estallido, Contagio, etc.) ha sido, lisa y llanamente, el anuncio de lo que podemos ver materializarse. Porque de hecho ya está ocurriendo en Italia, país en el que asistimos, con un adelanto de 10 días, a lo que nos espera.
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