(CNNMéxico) — Carlos Fuentes, el “dandy de las fiestas”, como era conocido en los años 50 decidió ser escritor a los 21 años, se casó dos veces y tuvo tres hijos, dos de ellos murieron, pero el escritor mexicano aprendió otras cosas en la estimulante escuela de la vida.
El escritor vivió en Estados Unidos y Chile, entre otros países, de niño tuvo que estudiar en distintos colegios debido a que su padre era diplomático, por lo que nació el 11 de noviembre de 1928 en la ciudad de Panamá.
«A los 15 años pasé el año más maravilloso, al descubrir a Borges, el tango y las mujeres», le confió el escritor hace algunos años a Maya Jaggi, periodista cultural del diario británico The Guardian, citó el sitio Quién.com.
Entre las amistades más destacadas de su adolescencia están la de Roberto Torreti, con quien compartió la pasión por la lectura y las primeras inquietudes por escribir historias que tecleaban juntos en una máquina Royal portátil.
Sin duda esta relación inspiró en Fuentes el ideal de una amistad afectiva e intelectual que buscaría a lo largo de su vida, destaca el artículo de Quién.com.
«Carlos y yo asistíamos sin inmutarnos, desde un extremo de la cancha, a las carreras de nuestros compañeros que en el extremo opuesto se disputaban el balón. Apoyados en los postes del arco, hablábamos de lo humano y lo divino […] sobre todo debatíamos el futuro de Europa», escribió para la revista mexicana Nexos el chileno Torreti, quien ahora es un destacado filósofo en su país, recordando esa intensa amistad entre adolescentes que el novelista mexicano ha evocado en algunos libros.
Después de muchos años de vida gitana, la familia Fuentes regresó a residir en México a finales de 1944, gracias a que su padre fue designado para dirigir la Secretaría de Relaciones Exteriores.
«Cuando era muy jovencito, Carlos Fuentes aparecía fotografiado en Social, la revista que se publicó en México desde los años 30. Lo invitaban a todas las embajadas porque era muy bien parecido y muy bien educado. Las hijas de los embajadores lo invitaban e incluso recuerdo que salió con la hija del embajador de China, una chica guapísima. Era un partidazo», explica Guadalupe Loaeza, una escritora que, entre otras cosas, ha documentado sobre aquella intensa vida social de la época alemanista.
A pesar de haber residido la mayor parte de su vida en el extranjero, México no era una tierra extraña para Fuentes porque durante su infancia y adolescencia él y su hermana pasaban los veranos en las casas de sus abuelas.
«Eran mujeres muy distintas. Una era del Golfo de México y la otra del Pacífico. Una era hija de alemanes, la otra descendía de mercaderes de Santander y de indios yaquis», comentó el escritor al diario español El País, recordando a doña Emilia Boettiger de Fuentes, veracruzana, y a doña Emilia Rivas de Macías, sonorense radicada en Mazatlán, Sinaloa.
Hacia finales de la década de los 40 y principios de los 50, él ya tenía una activa vida social. De acuerdo con Guadalupe Loaeza, «vivió intensamente el periodo alemanista, cuando había muchos centros nocturnos y estaba de moda Acapulco. Carlos Fuentes se divertía con toda esa gente en una sociedad muy elitista, muy esnob, en la que había nuevas fortunas. Por ahí andaban los O’Farrill, los Escandón, etcétera».
Según el propio Carlos Fuentes, él decidió convertirse en escritor exactamente a los 21 años cuando vio a Thomas Mann, el legendario Premio Nobel de Literatura alemán, cenando en Suiza.
Su primer libro, Los días enmascarados, lo publicó en 1954, pero no fue sino con La región más transparente, su segunda obra, publicada en 1958, que igualó el éxito que ya tenía en sus relaciones sociales.
Además de eso, Fuentes mantenía la imagen de un dandy, siempre impecable, bien vestido y cosmopolita.
«Claro que se podía decir que era amado por las mujeres y envidiado por los hombres. Todo mundo decía que era muy guapo y muy agradable. Llamaba mucho la atención porque era un hombre bien vestido. Por ejemplo, usaba lino blanco en primavera», dijo la escritora Elena Poniatowska, quien conoció a Fuentes desde 1951.
Hacia principios de los años 60, Fuentes había dejado atrás el ambiente del jet-set que había retratado en La región más transparente y ya era una figura central en la vida cultural, en donde era requerido para conferencias, cocteles, exposiciones y fiestas de artistas e intelectuales.
Cuando María de la Concepción Macedo Guzmán se casó con el escritor mexicano, ella era un rostro identificado por el público del cine mexicano y su nombre artístico era bien conocido como Rita Macedo.
Bella, talentosa y con fama, Rita se divorció de Luis de Llano Palmer, un pionero de la televisión y padre de sus hijos Luis y Julissa, y se casó con Fuentes en 1958.
A la Rita de aquellos años el novelista la describió como «una bellísima actriz de perfil mestizo, morena, de grandes ojos rasgados y pómulos altos».
En 1962, Rita apenas pudo filmar solo una escena de El ángel exterminador, de Buñuel, porque su médico le advirtió que tenía un embarazo de alto riesgo. Tuvo que guardar reposo absoluto y a los pocos meses nació Cecilia. La Fuentecita la llamó Buñuel.
«…al abrazarla por primera vez yo sentí que mi cuerpo y el de ella se expresaban libremente. Padre e hija distintos, pero ambos dueños, gracias a la hermosura de un instante», escribió muchos años después el novelista en su libro En esto creo.
Los años siguientes no fueron sencillos para el matrimonio. Él continuaba escribiendo a un ritmo impresionante y ella buscaba seguir con sus proyectos como actriz y atender a su pequeña y a sus otros hijos, finalmente vino el divorcio en 1969.
Cada quien siguió sus carreras exitosas. Pero la vida de Rita tuvo un final trágico cuando le diagnosticaron cáncer y ella decidió terminar con su vida en 1993, a los 67 años de edad, según informó la prensa de la época. Sin embargo, la familia informó que el fallecimiento se debió a causas naturales.
En un curioso y trágico juego del destino, Macedo no sería la única mujer amada por Fuentes que se quitaría la vida. La actriz estadounidense Jean Seberg, con quien mantuvo un romance fugaz, puso punto final a su vida ingiriendo una sobredosis de barbitúricos después de ocho tentativas de suicidio.
Para Fuentes, el principio de la década de los 70 estuvo marcado por una gran pérdida, la de su padre, en 1971, pero también por un encuentro fundamental con la periodista Silvia Lemus. Y en 1972 la pareja decidió casarse.
«Si todas las mujeres que he querido se resumen en una sola, la única mujer que he querido para siempre las resume a todas las demás. Ellas son estrellas. Silvia es la galaxia misma», escribe Fuentes en el libro En esto creo sobre la mujer que representa el amor de su vida.
Al año siguiente de su unión nació Carlos, en París. Con él se repetiría la historia del escritor, que nació lejos de México y creció en distintas naciones. Lo mismo ocurriría con Natasha, nacida en Washington en 1974, el mismo año en que Fuentes fue nombrado embajador en Francia.
Sin embargo, la tragedia se presentó el 5 de mayo de 1999 cuando el hijo del escritor, Carlos Fuentes Lemus, falleció en un penthouse del hotel Camino Real de Puerto Vallarta por un infarto pulmonar a los 25 años.
«La muerte de Carlos dejó en mí y en su madre la realidad de cuanto es indestructible. Vivía ya en nosotros y no lo sabíamos», reflexionó en uno de sus libros el escritor.
Seis años después, Natasha sería el centro de otra tragedia en la vida del escritor.
24 de agosto de 2005. Hacia la media tarde de ese día llegó una información desconcertante a las redacciones de los diarios que se editan en la ciudad de México: el cuerpo sin vida de «la hija de Carlos Fuentes» había sido encontrado en una vecindad ubicada cerca del Centro Histórico.
A los pocos minutos se reportó que era la hija de un homónimo del escritor, pero otras fuentes desmintieron esta versión.
En menos de una hora la información quedó confirmada, la Presidencia de la República emitió un comunicado en el que el presidente Vicente Fox dio el pésame al escritor y a su esposa.
«Natasha siempre habitará en nuestro recuerdo», decía del documento, y en los días siguientes la mayoría de los medios de comunicación informaron sobre el fallecimiento de Natasha sin dar detalles debido a decisiones editoriales internas.
El único medio de comunicación que abundó sobre las causas de la muerte de Natasha, de 30 años, fue el semanario Proceso que detalló que la hija del escritor fue hallada en una vecindad de la Colonia Morelos, cerca del barrio de Tepito, en el centro de la ciudad de México.
«Con síntomas de congestión visceral generalizada había ingresado al Semefo en la delegación Venustiano Carranza en calidad de indigente», publicó Proceso.
El escritor y su esposa no perdieron la energía ante los duros embates de la vida de los años recientes.
Sin embargo, este martes alrededor de las 12:30 horas locales el escritor falleció a los 83 años en un hospital de la Ciudad de México.
«Mi destino fue encontrar a Silvia (su esposa) y convertir el mío en el suyo», llegó a escribir Fuentes, un hombre que deja un legado enriquecedor en la cultura universal.
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