La mente de piedra.
– Supón que hay una piedra muy grande, ¿la consideras que esta fuera o dentro de tu mente?.
Uno de los monjes le contestó:
– Desde el punto de vista del Budismo todo es una representación mental, así que yo diría que esta dentro de mi mente.
– ¡Debes de sentir tu cabeza muy pesada si vas por ahí cargando con una piedra como esa en tu mente!»
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-E…encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien-asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
Entró en la habitación.
-Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-58 monedas??!-exclamó el joven.
-Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad.
-Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
-A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada»
Comer y dormir.
– Maestro, ¿qué haces tú para estar en el camino verdadero?.
– Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo.
– Pero esas cosas las hace todo el mundo.
– No es cierto. Cuando los demás comen piensan en mil cosas a la vez.
Cuando duermen, sueñan con mil cosas a la vez. Por eso yo me diferencio de los demás.
La bandera.
Dos monjes estaban discutiendo acerca de una bandera. Uno dijo:
-La bandera se está moviendo”.
El otro dijo:
-El viento se está moviendo.
Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. Él les dijo:
-Ni el viento, ni la bandera; la mente se está moviendo.
Los dos tigres.
Un hombre que viajaba por el campo se encontró con un tigre. Corrió, y acercándose a un precipicio, se agarró a la raíz de una viña que allí crecía y comenzó a descender por el precipicio. El tigre lo observaba desde el borde. El hombre miró al fondo del precipicio y descubrió otro tigre acechando para comerle. Solo la viña lo sujetaba.
Dos ratones, uno negro y otro blanco, poco a poco empezaron a roer la viña.
El hombre vio una apetitosa fresa cerca de él. Sujetándose a la viña con una sola mano, cogió la fresa.
¡Que dulce estaba!
Un koan no es un cuento. No es una adivinanza. No es un juego de palabras. Un koan es una herramienta que es usada dentro del budismo Zen y sirve para bloquear de alguna manera el constante discurso mental y hacer que brote la mente más sutil, o una forma de ver las cosas más clara y despierta.Tienen el propósito de
desconcertar el pensamiento discursivo lógico-racional y provocar un shock mental que lleve a una abertura de la mente, o una vuelta de tuerca de la mente. Los koan nunca se resuelven siguiendo la lógica del enunciado o tras un análisis racional del problema. De hechomientras el alumno tenga su pensamiento entretenido y prisionero del discurso racional, probablemente, no podrá encontrar la solución. Un koan puede incluso resultar doloroso para una mente demasiado “rígida”. Este dolor es debido a que la mente funciona en la dualidad,
le gustan las distinciones netas y bien marcadas (negro/blanco, bien/mal, izquierda/derecha, verdadero/falso, etc.). Se puede decir que
“vista por un triángulo, la esfera es un koan”.
La respuesta a un koan también suele ser extraña, y en ocasiones tiene bastante de humor o ironía. Pero un koan no tiene por qué ser necesariamente un discurso, puede ser una acción, depende del maestro y por supuesto depende del discípulo. A veces el mismo koan es para varias personas, otras veces no. Cada persona a la que el maestro ha planteado el koan, entendiendo que debe trascendir al sentido literal de sus palabras, dará su respuesta y el maestro observará mediante esas respuestas el avance del discípulo. Está hecha para hacernos ver los límites de nuestra lógica.
Es por tanto un método de comunicación muy profundo donde el maestro puede constatar por sus respuestas que el discípulo ha llegado al mismo entendimiento; aunque puede ser también
una forma de comunicar sentimientos muy profundos e ideas muy sutiles entre dos personas a las que el lenguaje se les ha quedado corto.
Un koan siempre tendrá una respuesta sin ser una pregunta.
En ocasiones, aunque no haya un maestro, la vida o la gente que nos rodea nos plantean situaciones que bien podrían ser un koan. Y con la vida no se juega… o sí?
-Cuando ya no se puede hacer nada, ¿qué podemos hacer?
-¿Si todo se reduce a la unidad, a qué se reduce la unidad?”
-¿Alumbra la luz negra?
-¿Puede existir una ilusión?
-Cuando un árbol cae en medio del bosque y nadie lo escucha, ¿produce algún sonido?
-¿Estoy de acuerdo conmigo?
-Todas las cosas son conocidas… ¿sólo porque creemos conocerlas?.
-¿Cómo suena una palmada ejecutada con una sola mano?.
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Fuentes:
http://rutadelasespecias.blogspot.com.es/2008/10/koan.html
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/2012/09/koan-la-esfera-en-el-triangulo-de-la.html