El problema del mal supone un reto sin respuesta racional para las creencias religiosas. ¿Cómo compaginar un Dios misericordioso y sabio con la existencia del dolor, la violencia, la muerte, el sufrimiento de los inocentes? El teólogo
Andrés Torres-Queiruga ha escrito que si Dios es tal como lo describe la teología tradicional, habría que denunciarlo al Tribunal de la Haya.
Las respuestas al sentido del mal están presentes en todas las religiones. Es más: algunos antropólogos postulan que las religiones aparecen como un lenitivo amortiguador del peso insoportable del dolor, del mal y de la muerte.
En el Coloquio “La esperanza puesta a prueba por el mal”, celebrado en noviembre de 2011 en París bajo la organización de la Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin y la Cátedra Teilhard de Chardin de las Facultades jesuitas de París, las intervenciones se organizaron en torno a seis grandes problemas que aborda Teilhard de Chardin en sus cartas y ensayos: las experiencias del mal o mal metafísico; guerra mundial y violencia: una experiencia fundante; la divinización de las pasividades; libertad, pecado y vaciedad; el Cristo salvador y la recapitulación; el final del mal.
Estas ponencias fueron seguidas por unas conclusiones. Todo ello acaba de ser publicado en un número especial de la revista Teilhard aujourd´hui de la Asociación francesa de amigos de Teilhard de Chardin, con el título L’Esperance à l´épreuve du mal (Saint-Léger éditions, marzo de 2012, número 41).
André Dupleix y Teilhard de Chardin
El autor de esta ponencia, monseñor André Dupleix, nacido en 1944 en Pau (Francia) ha sido Secretario General adjunto de la Conferencia de obispos de Francia desde 2005. Realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de Dax y de Bayona (1962 – 1968) y posteriormente en el Instituto Católico de Toulouse (1968 – 1970). Más tarde, realizó la tesis doctoral en Teología en la Universidad Gregoriana de Roma (1970 – 1973).
Entre 1973 y 1981 fue profesor en el Seminario Mayor de Bayona, Directeur du Centre de culture religieuse de Bayonne (1973 – 1981), Délégué diocésain à l’œcuménisme, Délégué régional – Sud-ouest – à l’œcuménisme (1973 – 1981). Entre 1981 y 2000, profesor del Institut catholique de Toulouse, Professeur à la faculté de Théologie (1981 – 1987), Doyen de la faculté de théologie (1987 – 1993), Recteur de l’Institut catholique (1993 – 2000), Directeur du Service national du catéchuménat (desde 2000), Secrétaire de la Commission épiscopale de la catéchèse et du catéchuménat (desde 2000). Entre otros libros, destacamos Prier 15 jours avec Pierre Teilhard de Chardin (Nouvelle Cité, 1994), del que se han editado 5 ediciones con 11.000 ejemplares.
¿Tiene explicación el mal?
“Es comprometedor, tras el conjunto de debates en los que hemos participado, aventurarse con una intervención concluyente sobre el “fin del mal”. Afortunadamente se me ha propuesto este tema con una interrogación, ello hace más creible el contenido, cualquiera que sea el enfoque desde el que sea abordado. Pues, si este tema es una constante que relaciona tanto la tradición bíblica y cristiana, como la relación con Teilhard, y una gran parte del pensamiento contemporáneo, es porque la experiencia del mal es reiterativa, como también lo es la resistencia al mal por todos los medios posibles” – explica Dupleix.
Y prosigue: “Donde la singularidad cristiana aparece, es en la siguiente afirmación: que si el mal bajo todas las formas físicas y morales, no tiene un fin visible en la existencia humana y en la historia, no solamente no puede tener la última palabra en cualquier momento en que se encuentre la humanidad, sino que está definitivamente aniquilado por la Resurrección de Cristo”.
¿Qué lugar ocupa el mal en su cosmovisión optimista? Para Teilhard, el mal forma parte integrante de la evolución de una humanidad en génesis permanente hasta su término; pero el término es el cumplimiento en Dios, por la Resurrección de Cristo. Teilhard encuentra en las palabras del capítulo ocho de la Carta de Pablo de Tarso a los Romanos una clave importante. Pablo nos dice que “Estimo pues, que los sufrimientos del tiempo presente no son proporcionados con la gloria que debe revelarse en nosotros. Pues la creación espera con impaciencia la revelación de los hijos de Dios: liberado del poder de la vanidad, no por su decisión, sino por la autoridad de aquel que le ha liberado, ella guarda la esperanza, pues ella también será liberada de la esclavitud de la corrupción, por tener parte en la libertad y en la gloria de los hijos de Dios. Nosotros lo sabemos ciertamente: la creación entera gime aún hoy con dolores de parto. (Rom. 8, 18-22)”.
Para los exegetas, el parto definitivo, el nacimiento de lo alto, por Cristo en el Espíritu, harán también decir a Pablo, desde ahora, desde esta vida, hablando de la muerte, la forma más dolorosa del mal: la muerte ha sido destruida por la victoria. Muerte, ¿dónde está tu victoria? (1 Cor. 15, 54-55).
André Dupleix propone cinco puntos que considera se encuentran en relación continua con el pensamiento de Teilhard: Una perspectiva general; de lo múltiple a la Unión; Las sombras de la fe; un debate teológico abierto; y el término “último”.
1.- PERSPECTIVA GENERAL
Para entender el sentido del mal en Teilhard conviene recordar este texto de La Energía Espiritual del Sufrimiento: Sí, cuanto más hombre se hace el hombre, más se incrusta y se agrava –en su carne, en sus nervios, en su espíritu-, el problema del Mal: del Mal por comprender y del Mal por sufrir.
Según Dupleix, Teilhard va a experimentar, desde un extremo a otro de su vida la experiencia existencial del fracaso humano. Nada se parece tanto como la epopeya humana a un camino de cruz… escribe Teilhard en el apéndice de El Fenómeno Humano.
Y esto no será solamente el fruto de su lúcida observación del mundo, sino una experiencia personal ininterrumpida. Pero la prueba y los zarpazos del mal serán siempre soportados como un umbral de peligro y una victoria, con Cristo, bajo las fuerzas de la resignación y de la capitulación.
Pero hay un error grave que debemos evitar al hablar de Teilhard. Es el de quedarnos solamente con la dimensión estadística del mal. Es el caso, ciertamente, desde un cierto punto de vista de su análisis. Pero nosotros no podemos quedarnos con la perspectiva de un mal –inherente a la estructura incluso del universo y del hombre- lo que sería su finitud fundamental. Si el mal puede tener un fin [temporal], es porque no tiene ni finalidad ni finitud… Escribe su comentarista Rideau (El pensamiento de Teilhard de Chardin): “Independientemente pues de la solución sobrenatural, la solución del problema del mal, no es otra que la inmortalidad de las personas y de la colectividad humana, al término de una historia que converge hacia un Fin trascendente”. Pero la solución última es sobrenatural. La muerte no es el umbral de cualquier inmortalidad.
Teilhard escribe en El Medio Divino: i[El gran triunfo del Creador y del Redentor, en nuestras perspectivas cristianas, es haber transformado en factor esencial de vivificación aquello que, en sí, es una potencia universal de disminución y de desaparición… Y así, [el nefasto poder de la muerte] de descomponer y de disolver se encontrará atrapado por la más sublime de las operaciones de la vida. Aquella que, por naturaleza, estaba vacía, hueca, vuelve a la pluralidad, puede llegar a ser, en cada existencia humana, plenitud y unidad en Dios. ]i
Para Dupleix, en esta lucha permanente entre las agresiones del mal y las fuerzas de la vida que Dios despliega en nosotros, se plantea evidentemente la cuestión del origen del pecado, indisociable para Teilhard del origen del mal. También si se habla de pecado original, se podrá igualmente hablar de mal original. Siendo correlativo el fin del pecado con el fin del mal. La oposición al pecado es una manera de resistencia al mal, del cual no es más que uno de los aspectos, aunque no de los menores, para Teilhard.
Ahora bien, para Teilhard, el fin del pecado –definitivo o anticipado en cada instante de la existencia por la resurrección- es Cristo. El Cristo salvador y redentor. Si el pecado afecta al conjunto de la Humanidad, las fuerzas de la Evolución no pueden en cualquier circunstancia cambiar o disminuir los contornos y los efectos. Sólo Dios se levanta contra el pecado y el mal y sus dramáticas consecuencias. Escribe en “Cristología y Evolución” (Lo que yo creo): La idea de caída no es en efecto, en el fondo, mas que un intento de explicación del Mal en un universo fijo. He aquí por qué nos oprime. En consecuencia, es el problema del Mal en sus relaciones con el Cristo lo que necesitamos respirar, retomar y repensar, con un estilo adecuado a nuestras visiones cósmicas actuales. El pecado original es una solución estática del problema del Mal.
El problema del pecado original
Para Teilhard si hay un dogma del pecado original ¿no habría que hacer una transposición de la imagen clásica de la caída –pues la palabra no alimenta nuestro espíritu ni nuestros corazones- poniendo atención a la teología de la Redención? Continúa el mismo texto: Una transposición del tipo que sugiero, deja subsistir totalmente, e incluso salva, en su esencia, esta realidad en concreto y esta urgencia de la Redención que los concilios han tratado de definir.
A pesar de esta precaución del anuncio, Teilhard está llevando a reconsiderar, al mismo tiempo que la formulación del dogma tradicional del pecado original, el contenido mismo de una parte de la afirmación dogmática. Esto, dentro de la lógica de su concepción de la Revelación. El replanteamiento no tanto sobre el pecado mismo cuanto sobre su origen y su relación con la muerte: la muerte precede al pecado. La consciencia de drama fundamental, ligado a la muerte, está intensificada por el pecado. Debe hacerse una nueva lectura del papel personal del hombre en el origen del mal y de la relación entre el mal y la salud.
La preocupación de Teilhard es comprender mejor, teniendo en cuenta sus convicciones personales, la afirmación de San Pablo en la primera carta a los Corintios: ya que la muerte vino por un hombre, por un hombre también viene la Resurrección de los muertos. Como todos mueren en Adán, en Cristo todos recibirán la vida. (I Cor. 15, 21-22).
Finalmente, ¿el pecado original no será algo demasiado ‘poca cosa’ para Cristo? Todo el mal por el que es confrontada la humanidad no puede provenir de un solo hombre. Él [Teilhard] interpreta en este sentido las palabras de Pablo: “por el pecado vino la muerte” per peccatum mors (Rom. 5, 12): El pecado original no explica por sí solo todo el dolor y toda la muerte humana. Por san Pablo, explica todo el sufrimiento. Ésta es la solución general del problema del mal.
En el universo tal como nosotros lo conocemos hoy y del cual nuestro Mundo no es más que un elementoel pecado original simboliza simplemente la inevitable suerte del Mal… atado a la existencia de todo ser participado… El pecado original es la esencial reacción de lo finito por el acto creador. Inevitablemente, con el favor de toda la creación, él se desliza por la existencia. Él es el revés de toda la creación, escribe en Caída, Redención y Geocentría”.
Nuestra perspectiva geocéntrica conduce a un distanciamiento considerable entre un origen puntual del mal, ligado a un solo acto del primer Adán, y la acción universal del segundo Adán: La Humanidad, muy probablemente… es “una entre mil”. ¿Cómo puede ser que, entonces, que ella haya sido elegida contra toda probabilidad, para ser Centro de la Redención? ¿Y cómo, a partir de ella, la Redención puede propagarse de astro en astro?
Teilhard no niega que un cierto número de cuestiones quedan aún sin respuesta para él. Prosigue el texto anterior: Es uno de los momentos en que uno se desespera por despejar los dogmas católicos del geocentrismo en el seno en que han emergido. Y así, una cosa es más segura que ninguna otra, en el Credo católico: esto es, que hay un Cristo “por el cual todo se mantiene” (Col. 1,17) Todas las ciencias secundarias deberán ceder, si es necesario, ante este artículo fundamental. Cristo es todo o nada.
En Cristología y Evolución, Teilhard precisa su búsqueda. Pecado y muerte están ligados en san Pablo, lo dice expresamente: El pecado se paga con la muerte. (Rom. 6,23) Pues la muerte es el mal absoluto, es precisamente sobre este punto sobre el que Teilhard reacciona en “Cristología y Evolución”: De hecho, a pesar de distinciones sutiles de la teología, el Cristianismo se ha desarrollado bajo la impresión dominante de que el Mal en torno nuestro había surgido de una culpa inicial.
Para Dupleix, si ello se analiza desde una perspectiva de un mundo en evolución se dibuja un cambio importante, con consecuencias nada desdeñables para la teología: Puesto que sin perder nada de su gravedad ni de sus horrores, el Mal deja, en este nuevo contexto, de ser un elemento incomprensible para hacerse un rasgo natural de la estructura del Mundo.