Es, en cierta forma, una ley de la naturaleza. A ritmo regular y bajo el poso de los 60 años de construcción europea la bruta realidad de la “Matchpolitik” entre potencias del Viejo Continente resurge como un río de lava que agrieta los muros de un volcán. Algunos toman las erupciones como un signo de vitalidad, otros como amenaza. Dos caras unidas en la lava.
Si no son nuevas, las erupciones van aumentando estos últimos años. Señalando la transformación mas importante de la geografía política desde 1953. Sabíamos que la caída del Muro de Berlín alteró el equilibrio político del Continente. Hoy descubrimos que el sistema de la Unión Europea está encontrando su centro de gravedad. Y ya no está en Estrasburgo, ciudad simbólica de la alianza franco-alemana, centro geográfico del antiguo bloque Occidental y sede, hoy cuestionada, del Europarlamento. El centro hay que buscarlo en algún sitio en medio de Alemania.
La negociación del presupuesto del billón de euros ( para el periodo de la Unión Europea 2014-2020), suspendida la semana pasada tras 24 horas de discusión confirma la nueva situación. Berlín jugó a hacer de mediador entre el Norte rico y “ahorrador” ( del que Alemania misma es el principal actor) y un Sur en crisis y peleando frente a una Europa Central, principal beneficiaria de fondos comunitarios. Y así, Angela Merkel regresó a Berlin tan serena como había llegado hasta Bruselas. Convencida que podrá resolver la diferencia de 30.000 millones entre las partes.
Una negociación que se cierre como se cierre dará siempre la victoria a Alemania por razones que nada tienen que ver con el maquiavelismo de la señora Merkel y que están vinculadas a la situación geográfica de la República Federal. Porque hay otro movimiento de fondo que puede leerse entre las líneas de la proposición presupuestaria: el lanzamiento de una política de infraestructuras y de investigación industrial europea de varios miles de millones de euros.
Cuando se trata de plantar líneas de alta tensión o de hacer pasar trenes de mercancías por las fronteras, la probabilidad de atravesar el territorio Merkel es simplemente más grande que la de atravesar cualquier otro país. La densificación del mercado y de las infraestructuras del bloque europeo beneficia mecánicamente mas al centro que a la periferia. Y es evidente que no hace falta ser doctor en la materia para saber que los países más industrializados y con tecnología punta serán también quienes puedan quedarse con estos créditos.
Los pocos miles de millones complementarios que el presidente francés conseguirá arrancar para sus agricultores no deben esconder la caída de la Política Agrícola Común en declive relativo, inexorable, desde los acuerdos de Marrakech de 1994.
A partir de ahora, todo lo que refuerce “Europa” en el sentido de una construcción política centrada sobre el Continente, reforzará el espacio de Alemania en Europa.
La deriva de las islas británicas es la segunda lección que hay que sacar de este Consejo presupuestario. Lo que sorprende de Londres no es ya su capacidad de hacer daño sino su insignificancia. El primer ministro británico regresó a casa sin verse en la obligación de amenazar. El veto británico quedó conjurado por la táctica alemana de “un-acuerdo-a-26-si-Cameron-se-enroca”. La canciller consiguió así asustarlo y convencerlo para que volviera al redil a cambio de asumir como propia la defensa del “cheque británico”… del que depende el “cheque alemán”.
Pero los dos saben perfectamente que su camino terminará en una bifurcación dentro de algunos años. Elmomento en el que a la amenaza de un “No” británico el Continente responderá “If you wish so, just go” ( Si así lo quieren, váyanse), no está tan lejos. Lo que hoy es gesticulación, terminará en profecía auto-realizada porque desprovisto de sus instrumentos de presión, los días del Reino Unido en la Unión caducarán y se enfrentará al momento de anunciar que “el continente queda aislado”. La ley insular volverá así a mandar.
¿Hay que tenerle miedo a esta revancha de la geografía? No necesariamente. Las primeras comunidades europeas nacieron, durante la Guerra Fría, de un imperativo geopolítico: la necesidad de acercar al campo occidental una Alemania amputada de su parte oriental, con Francia como punto de amarre.
Y a partir de este punto, Europa pudo dejar atrás el modelo de Westphalia llegando incluso a inventarse una moneda propia. Entre la historia y la geografía no hay nunca ni derrota ni victoria, solo la dialéctica. Y de momento, la capa del volcán va resistiendo bien.
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