A finales del siglo XIX, el movimiento obrero se extendía con rapidez por España. Había cuajado con fuerza en Cataluña y los caciques andaluces temían que los campesinos se asociaran y terminaran con sus privilegios. Entonces, desde el poder surgió una maquiavélica idea: convertir a aquellos que exigían derechos para los trabajadores en delincuentes, en criminales dispuestos a todo. Había que ligar delincuencia con movimiento obrero. Y así nació la Mano Negra, una supuesta sociedad secreta dispuesta a cualquier cosa para aterrorizar a los propietarios de la tierra en los alrededores de Jerez. A esta organización se le atribuyen incendios, palizas y asesinatos. Se llega a decir que marcan sus acciones con la huella de una mano. Y los cabecillas del movimiento obrero pasan de héroes a villanos; de luchadores por la igualdad a criminales y asesinos.
Los trabajadores más reivindicativos son acusados de pertenecer a la Mano Negra y de estar implicados en varios asesinatos. Tras una cuestionable decisión judicial, que tiene vocación de servir de ejemplo y amenaza, siete hombres son ejecutados. Pero lo cierto es que no existe prueba alguna de la existencia del supuesto grupo. La Mano Negra es una entidad fantasmal que no tiene ninguna sede, ningún afiliado. Es sólo la coartada de los poderosos para reprimir duramente a los jornaleros.
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Oscuras reuniones
En una Andalucía hambrienta y oprimida, de la nada surge una misteriosa leyenda: un grupo de hombres dispuesto a tomarse la justicia por su mano. El pueblo, tan necesitado de héroes, la hace suya y pronto se habla de reuniones secretas y subterráneas, en las que se tejen conspiraciones inconfesables. Da la sensación de que los débiles le han declarado la guerra a los terratenientes. Pero no es lo que parece.
La situación de los campesinos de finales del siglo XIX era desesperada. Trabajaban 16 horas al día por un pedazo de pan y estaban a merced de los caciques. Pero, tarde o temprano, el cambio tenía que llegar. Poco a poco, los braceros se estaban asociando, haciéndose fuertes para defender sus derechos, y era cuestión de tiempo que estrecharan lazos con los compañeros de otras comunidades.
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El solitario cortijo Alcornocalejos. |
Pero la irrupción de la Mano Negra lo barrió todo. Las autoridades encontraron al fin la manera de arremeter contra todo aquel capaz de reunir voluntades: señalarlo como miembro de la sociedad prohibida.
Fue el jefe de la policía rural de Jerez, Tomás Pérez de Monforte, el que encontró el presunto reglamento de la Mano Negra. Apareció durante una inspección, debajo de una piedra. El texto, que denomina al grupo como la Sociedad de Pobres contra Ladrones y Verdugos, dice así: “Declaramos a los ricos fuera del derecho de gentes, y declaramos que para combatirlos como se merecen es necesario y lícito que aceptemos todos los medios que mejor conduzcan al fin, incluso el hierro, el fuego y la calumnia”.
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el cortijo de la parrilla, otro de los escenarios de las andanzas de la mano negra |
Este documento es esgrimido como la evidencia de la existencia de una amenaza contra la seguridad. En 1882 comienzan las detenciones, que llegan a ser masivas. Se supone que la vida de las personas mas populares de jerez estaban en peligro.
Pero paradójicamente, la organización parece actuar solo contra los suyos. Varios labradores son asesinados y las autoridades señalan a la mano negra. No tiene sentido, pero los crímenes son tratados como ajustes de cuentas: la organización es tan cruel que aniquila a los disidentes y a los traidores.
Los crímenes de la Mano negra
Cuatro sucesos sangrientos dieron justificación a la represión contra los trabajadores del campo andaluz. El primer asesinato que se imputó a los miembros de la Mano Negra fue el llamado “crimen de Arcos”. El 14 de agosto de 1882, Fernando Olivera, guarda de una propiedad, volvió a casa con un fuerte dolor en el vientre. Explicó a sus seres queridos que había disparado su escopeta sin tener en cuenta el retroceso y se había dado un fuerte golpe con la culata. El médico le diagnosticó una peritonitis muy grave y el hombre falleció entre fuertes dolores. Todo indicaba que se trataba de un accidente, pero más de un centenar de jornaleros fueron detenidos e interrogados y, finalmente, dos hombres fueron acusados del homicidio.
Según el relato de hechos, Cristóbal Durán y Joaquín Campos le habrían propinado una paliza a Fernando Olivera por negarse a ingresar en la Federación Socialista. Cuando Campos presentó una sólida coartada, no se dudó en detener a otro hombre, Antonio Jaime Domínguez, al que se señaló como coautor del crimen. Durán será condenado a cadena perpetua y Domínguez a 14 años de prisión.
El primer asesinato que se imputa a los miembros de la Mano Negra es el llamado “crimen de Arcos”.
El 13 de diciembre de 1882, tuvo lugar el llamado “crimen del Ventorrillo de Núñez”.
El dueño del negocio, Juan Nuñez, y su mujer, María Labrador, que estaba embarazada, aparecieron asesinados junto al cadáver de uno de los atacantes, al que el ventero logró abatir antes de perder la vida. La investigación corrió a cargo del hombre que había encontrado los supuestos mandamientos de la Mano Negra, Tomás Pérez de Monforte. Para él no había duda de que los culpables de tan execrable crimen pertenecían a la sociedad secreta. Una sospecha que se vio confirmada cuando fue hallado un número de la Revista Social convenientemente oculto en el sombrero del agresor muerto.
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Estos fueron los ejecutados de la mano negra |
De nada sirvieron las declaraciones de los testigos, que apuntaron que los dueños se habían encarado con unos borrachos y éstos habían respondido sacando sus armas. Finalmente fue. Detenido un tal Juan Galán, que tras ser hábilmente interrogado, terminó por confesar su participación en el crimen. Hay quien dice que no tuvieron piedad con él y que hubiera admitido cualquier cosa con tal de que acabaran los golpes. Fue condenado a muerte y ejecutado el 19 de abril de 1884.
El 13 de diciembre de 1882, tuvo lugar el llamado “crimen del Ventorrillo de Núñez”.
Muy similar fue el “crimen de la Venta del Empalme”. En este lugar, el 2 de abril de 1883, unos desalmados robaron, golpearon y degollaron al ventero, Antonio Vázquez. Los propios peones detuvieron a uno de los culpables, que marchaba por un camino ebrio y con las ropas manchadas de sangre. Se trataba de Diego Maestre. Muy pronto fueron capturados sus cómplices: Antonio Roldán, Francisco Prieto y José Jiménez. Aquellos cuatro eran unos delincuentes de poca monta, unos desgraciados, justo el tipo de persona que interesaba asociar con la imagen de los integrantes de la Mano Negra. Fueron condenados a morir en el garrote vil pero, a pesar de que no había duda de su culpabilidad, terminaron por ser indultados.
Como se puede advertir, los tres procesos citados son cuanto menos dudosos. Pero el que se lleva la palma es el que desencadenó el mayor proceso judicial contra la sociedad secreta, el llamado “crimen de la Parrilla”.
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Plaza del mercado, en jerez donde se ejecuto a los reos |
El asesinato de El Blanco
En el sumario se afirma que Bartolomé Gago Campos, El Blanco de Benaocaz, fue asesinado supuestamente por cuentas pendientes con Pedro Corbacho, bien por un dinero que el Blanco le debía, bien por un asunto de faldas.
Se detalla que la víctima estuvo en la Venta del Pollo bebiendo vino con su primo Manuel Gago y con un amigo, Cristóbal Fernández. Ambos actuaban según el plan trazado por Pedro Corbacho en el lugar de reunión habitual, el rancho del Alcornocalejo.
Cuando acabaron con las frascas, decidieron volver a La Parrilla y, con la ayuda de otros compinches que esperaban en el camino, le tirotearon por la espalda. El Blanco cayó al suelo herido de muerte, donde fue rematado por Gregorio Sánchez, que lo degolló.
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Tanto la víctima como los atacantes participaban en el incipiente desarrollo de las agrupaciones sindicales. De hecho, los presuntos asesinos pertenecían a una sociedad de socorro mutuo, un recurso que muchos trabajadores del campo utilizaban para tener cierta seguridad laboral y que estaba contemplado por la ley. Sin embargo, este y otros detalles se utilizaron para relacionar el caso con la Mano Negra.
Diecisiete personas fueron procesadas por el crimen, aunque los detenidos fueron más de 600.
Son datos llamativos, demasiados implicados para una sola víctima. En cualquier caso, se sugería que El Blanco se había granjeado el odio de los miembros de la sociedad tras haber revelado algunos de sus secretos.
El juicio estuvo plagado de irregularidades. De hecho, ni siquiera llegó a probarse que el muerto fuera El Blanco de Benaocaz.
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Pedro Corbacho |
Es cierto que se encontró un cadáver, pero su identidad sólo se pudo determinar atendiendo a la declaración de un testigo, que aseguró que el muerto iba vestido como El Blanco. Un detalle claramente insuficiente, sobre todo si tenemos en cuenta la declaración del padre ante el juez: “Pues miren, porque me dicen ustedes que mi hijo ha sido asesinado aquí en Jerez, pero yo lo hacía en Barcelona, trabajando…
Se sugería que El Blanco se había granjeado el odio de los miembros de la sociedad tras haber revelado algunos de sus secretos.
A pesar de todas las dudas, el proceso terminó con ocho penas de muerte: los hermanos Pedro y Francisco Corbacho; los primos de la víctima, Bartolomé y Manuel Gago; Gregorio Sánchez, Juan Ruiz, Cristóbal Fernández y Cayetano de la Cruz. El último se suicidó en la cárcel. Otros seis acusados fueron condenados a cadena perpetua.
La ejecución pública tuvo lugar en el verano de 1884, en la plaza del mercado de Jerez, entre gritos que pedían el indulto. A estas alturas el pueblo ya se había dado cuenta de que en toda esta historia de la Mano Negra había gato encerrado, aunque nunca adivinó que todo era una gran mentira.
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Dibujo de la sala en la que se celebró el juicio del crimen de la Parrilla. |
Tras la huelga jornalera de 1883, tan crítica que la uva tuvo que ser recogida por soldados, el Gobierno llegó a la conclusión de que si no se empleaba la mano dura el caos imperaría. Llegados al punto, no quiso dar muestras de debilidad perdonando la vida de aquellos trabajadores condenados.
Pero el efecto del duro castigo fue el contrario del deseado. Es posible que la estrategia de las autoridades retrasara la propagación del movimiento obrero, pero fue como intentar poner diques al mar.
La ejecución pública tuvo lugar en el verano de 1884, en la plaza del mercado de Jerez, entre gritos que pedían el indulto.
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Todo el país siguió la ejecución a través de la prensa. |
Todos los grandes especialistas están de acuerdo en señalar que no hubo ninguna Mano Negra. Todo fue un engaño para justificar la represión necesaria para ahogar las huelgas y los levantamientos populares.
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