Un grupo de investigadores acaba de descubrir en Brasil una veintena de enormes geoglifos, con más de diez mil años de antigüedad, atribuidos a antiguos pueblos desconocidos.
Geoglifo cortado por la carretera BR-317 |
El hallazgo se produjo mientras sobrevolaban una región comprendida entre los estados de Acre y Amazonas. Las extrañas formaciones – algunas con centenares de metros de longitud -se encuentran principalmente en el extremo de mesetas situadas en los valles de los afluentes al sudeste del río Purus. Se han hecho visibles ahora debido a la extensiva tala de árboles que sufre la región desde la década de los años setenta.
Mediciones de radiocarbono indican que la ocupación de los geoglifos ocurrió entre 2.000 y 700 años antes de Cristo y que “la construcción de esas figuras geométricas pudo haber sido un fenómeno regional común de los pueblos Arawak y Tacana, que los habrían usado para reuniones, actividades religiosas y en algunos casos como lugar de residencia”, según las declaraciones del equipo descubridor.
Los estudios sobre geoglifos son llevados adelante por la arqueóloga Denise Schaan (Universidad Federal de Pará), Martti Pärssinen (Instituto Iberoamericano de Finlandia) Sanna Saunaluoma (Universidad de Helsinki), Alceu Ranzi (Universidad Federal de Acre), Miriam Bueno (Universidad Federal de Goiás) y Antonia Barbosa (Universidad Federal de Pará).
Geoglifo hallado a 20 kms de Boca do Acre |
A mediados de los 80, el doctor Alceu Ranzi, geólogo y paleontólogo de la Universidad de Acre, miraba por la ventanilla de un avión esa deforestada zona del oeste del Amazonas, cuando lo descubrió: un círculo doble, que parecía grabado en la tierra. En 1999, en otro vuelo comercial, avistó otra gigantesca estructura similar. Se acordó de las líneas de Nazca y cayó en la cuenta de que sólo una civilización avanzada podía haber tallado formas geométricas tan perfectas. Ahora, esa civilización precolombina desconocida intriga a los arqueólogos de todo el mundo.
Algunas de esas estructuras habían sido descubiertas en 1977 por el profesor Ondemar Dias. Pero únicamente desde el aire, ya mediante sobrevuelos, Ranzi pudo percibir la real dimensión y extensión del hallazgo. Era evidente que, como los de Nazca, se trataba de geoglifos: grandes diseños labrados en el suelo -geométricos, zoomorfos o antropomorfos-, que pueden ser mejor observados desde lo alto, y a veces sólo así.
Se trata de prolijas zanjas o fosos de 1 a 4 metros de profundidad y 11 a 12 metros de ancho. Los hay de diferentes formatos y diseños: círculos, cuadrados, rectángulos, figuras compuestas, rectas, paralelas. Las cunetas están reforzadas por muros en ambos márgenes, construidos con la tierra de la excavación. Además, las figuras están conectadas entre sí por lo que parecen ser “caminos: dos líneas paralelas, más elevadas, como si estuvieran protegidos“, describe Ranzi.
Un grupo de investigadores acaba de descubrir en Brasil una veintena de enormes geoglifos, con más de diez mil años de antigüedad, atribuidos a antiguos pueblos desconocidos.
Geoglifo cortado por la carretera BR-317 |
El hallazgo se produjo mientras sobrevolaban una región comprendida entre los estados de Acre y Amazonas. Las extrañas formaciones – algunas con centenares de metros de longitud -se encuentran principalmente en el extremo de mesetas situadas en los valles de los afluentes al sudeste del río Purus. Se han hecho visibles ahora debido a la extensiva tala de árboles que sufre la región desde la década de los años setenta.
Mediciones de radiocarbono indican que la ocupación de los geoglifos ocurrió entre 2.000 y 700 años antes de Cristo y que “la construcción de esas figuras geométricas pudo haber sido un fenómeno regional común de los pueblos Arawak y Tacana, que los habrían usado para reuniones, actividades religiosas y en algunos casos como lugar de residencia”, según las declaraciones del equipo descubridor.
Los estudios sobre geoglifos son llevados adelante por la arqueóloga Denise Schaan (Universidad Federal de Pará), Martti Pärssinen (Instituto Iberoamericano de Finlandia) Sanna Saunaluoma (Universidad de Helsinki), Alceu Ranzi (Universidad Federal de Acre), Miriam Bueno (Universidad Federal de Goiás) y Antonia Barbosa (Universidad Federal de Pará).
Geoglifo hallado a 20 kms de Boca do Acre |
A mediados de los 80, el doctor Alceu Ranzi, geólogo y paleontólogo de la Universidad de Acre, miraba por la ventanilla de un avión esa deforestada zona del oeste del Amazonas, cuando lo descubrió: un círculo doble, que parecía grabado en la tierra. En 1999, en otro vuelo comercial, avistó otra gigantesca estructura similar. Se acordó de las líneas de Nazca y cayó en la cuenta de que sólo una civilización avanzada podía haber tallado formas geométricas tan perfectas. Ahora, esa civilización precolombina desconocida intriga a los arqueólogos de todo el mundo.
Algunas de esas estructuras habían sido descubiertas en 1977 por el profesor Ondemar Dias. Pero únicamente desde el aire, ya mediante sobrevuelos, Ranzi pudo percibir la real dimensión y extensión del hallazgo. Era evidente que, como los de Nazca, se trataba de geoglifos: grandes diseños labrados en el suelo -geométricos, zoomorfos o antropomorfos-, que pueden ser mejor observados desde lo alto, y a veces sólo así.
Se trata de prolijas zanjas o fosos de 1 a 4 metros de profundidad y 11 a 12 metros de ancho. Los hay de diferentes formatos y diseños: círculos, cuadrados, rectángulos, figuras compuestas, rectas, paralelas. Las cunetas están reforzadas por muros en ambos márgenes, construidos con la tierra de la excavación. Además, las figuras están conectadas entre sí por lo que parecen ser “caminos: dos líneas paralelas, más elevadas, como si estuvieran protegidos“, describe Ranzi.
Geoglifo situado en el margen derecho de la BR-317 |
¿Que función cumplieron los fosos?En algunos casos, tal vez defensiva, pues en otras zonas de Brasil hay evidencias de que hubo levas de esclavos. Otros, dentro de los muros, quizás sirvieron “como reservas de agua para productos básicos, como peces, tortugas y almejas“, señala el profesor Martti Parssinen. Pero, además, “su perfecta geometría habla de un significado simbólico“, destacan los investigadores en un artículo publicado en Antiquity.
El dominio de la geometría y las dimensiones de los geoglifos -hay círculos de hasta 300 metros de diámetro- revelan algo más fascinante y que revoluciona la historia del Amazonas: “Se creía que sólo hubo cazadores y recolectores, nómadas. Pero por el número y el tamaño de las estructuras, tenían que ser sedentarios y organizados, haciendo trabajos en cooperación“, deduce Ranzi. Calcula que, al menos en los sitios descubiertos, la población rondaba las 70.000 personas.
Ahora, los investigadores buscan dar a conocer su hallazgo, “para que el progreso no dañe esos monumentos históricos –alerta Ranzi-. Posiblemente pueda desarrollarse en el área una industria turística sustentable, como en Nazca, basada en los sobrevuelos“.
El paso siguiente será el trabajo de campo, excavar para identificar cocinas, cementerios o enterramientos. En el Amazonas, la humedad y el calor destruyen los restos orgánicos (textiles, cestos, objetos de madera y de cuero); por eso, para descifrar su contexto intervendrá un equipo multidisciplinario de expertos en paleoclima, paleobotánica, palinología (estudio del polen y las esporas), geografía y geomorfología.
¿No había selva cuando existía esa civilización? ¿O la talaron, como hicieron los mayas? ¿Cómo vivieron? “No sabemos quiénes fueron. Hasta ahora –confiesa Ranzi– hay más preguntas que respuestas”.
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