Padre, no pongas mi alma a prueba. Estoy acosado por tentaciones de todo tipo. Fuerzas invisibles gritan en mi interior y no puedo ver Tu Rostro. La Presencia que me dio valor en la tribulación, paz en la agitación y fuerza en las dificultades, ha desaparecido totalmente de mi vista. Llamo y no respondes, examino y no descubro, busco pero en vano. En ocasiones parece que Te vislumbre, pero es solamente un recuerdo del pasado. No veo más que a mí mismo en las profundidades de mi esencia. Solamente veo la persona malvada que soy capaz de ser. Veo en mi alma como tres habitaciones. Una habitación se llama Memoria, otra Entendimiento y otra Voluntad. A veces, Padre mío, estoy bloqueado en una habitación – la Memoria. Todo es oscuro y lleno con la fea presencia de mi yo real. En ocasiones es como una habitación sin salida y luego, la mínima señal de amor de mi prójimo – una sonrisa, un roce, una oración, abre de pronto una puerta muy ligeramente y doy un suspiro de alivio. Después la puerta se cierra de nuevo y sigue la lucha. Hay momentos de esperanza, cuando me escapo de algún modo a la habitación llamada Entendimiento, cuya puerta nunca está cerrada. Entro y razono mi estado, pero parece que no soy capaz de permanecer mucho tiempo. Todos los métodos y argumentos que encuentro allí para evitar que esa fuerza invisible me destruya, simplemente confirman lo que ya sé en lo profundo de mí ser. Entro en esa habitación para encontrar nuevas armas, pero solo encuentro las viejas que he estado usando. Mi alma está asustada con la perspectiva de no encontrar alivio, pero entonces pasa un amigo y, de nuevo, una mirada de amor y de cariño calma mi alma.
Cuando salgo de la habitación llamada Entendimiento, escucho una voz decir, «Busca en la habitación llamada Voluntad». Entro y la voz apacible de la Fe dice, «Tómame contigo – no temas.» Encuentro en ese lugar amor puro – amor fuerte – decidido amor. Encuentro nuevas armas – Voluntad y Amor – la clase del amor que no depende de los sentimientos – que es consecuente, como el amor de Dios. Sí, Padre, me gustaría vivir en esta habitación – la habitación de la Voluntad y el Amor.
Caigo en la habitación, casi extenuado, y busco en ella el poder y la Presencia. Es una paradoja – parece que repentinamente la oscuridad en mi memoria y la Fe en mi intelecto unen sus fuerzas y me dejan ir camino de la puerta de la Voluntad. La Fe me indica que no haga más que descansar en la oscuridad – para aceptar en lugar de preguntar por qué – para admitir qué estoy ante Ti, Padre, y hacer Tu voluntad con amor – para estar ansioso de sufrir el vacío en mi alma, la oscuridad en mi mente, la incertidumbre de mi camino y, aún así, cumplir Tu Voluntad – para decir «Te quiero» cuando solamente el sonido ensordecedor del silencio resuena en mis oídos – para decir «Creo» cuando el vacío anterior a la creación me llama – para comprender que esto es para mi bien, cuando la futilidad me rodea como un manto.
¿Escuchas mis suspiros del dolor cuando lucho por superar la oscuridad? Sí, sé que lo haces. ¿Te duele verme luchar y buscar para ser lo que quieres que sea? ¿Alguna vez cruzaré ese puente llamado Humildad y así podré aceptarme y fijar mis ojos en Ti? ¿Puedo permanecer ante Ti deseando sentir mi condición de pecador y fijar mis ojos en Tu belleza?
Dame un corazón puro y una voluntad fuerte, para que mi búsqueda Te alcance cuando sienta mis debilidades. Refuerza mi fe, así nunca buscaré razones o excusas. Deja a mi esperanza crecer tan profundo que me dé cuenta de que Tu poder trabaja en la oscuridad de mi alma.
Hay algo en lo profundo de mí que me hace sentir una Presencia en medio de la ausencia, Tu compasivo corazón en medio de uno tan vacío, Tu mirada misericordiosa que, de algún modo, desea que algunas cosas no así, pero que sabe que no hay otro camino que la cruz.
¿Por qué me siento como si estuviera solo en un yermo desierto? ¿Cómo es que sé que soy tan amado por Dios y con todo me siento tan solo? ¡Qué estado tan desgraciado pensar, incluso por un momento, que el conocimiento del amor de Dios no es suficiente! ¿Estás diciendo, Padre mío, que mi corazón no está lo suficientemente vacío para que puedas llenarlo? ¿Mi caminar debe ser en la fe pura, mi única garantía Tu providencia y mi fuerza Tu Voluntad? ¿Mi alma debe gritar en la angustia y luego escuchar solamente los sonidos de su propio eco?
He llegado a comprender, Oh Dios, que Tu no eres mi Todo. Pensaba que mi corazón estaba alejado de todo y de todos, pero el fuego purificador de Tu espíritu toca mi alma y repentinamente me veo sobre el peldaño más bajo de la escalera, apenas capaz de subir. Estoy ante Ti, Santidad Infinita, queriendo proteger mis ojos, pero no me atrevo, ni por un momento, a ponerlos en Ti. Miro a Jesús, que se enfrentó con mi humanidad y luchó como yo lucho. Sé que me comprende y con todo siento que le he decepcionado. Quiero correr, pero no hay lugar donde ir. Quiero ser transformado, pero mi falta del valor me priva de dar ese paso gigantesco. Digo «Sí, Señor, tómalo todo» y el miedo me encoge el corazón. Digo «No, Señor, no puedo» y me envuelve la decepción. Las lágrimas inundan mis ojos y estoy avergonzado de mi falta del valor. ¿Lloras en mí, conmigo? No quiero llorar a solas.
Por qué me siento atrapado – sé que esto pasará. Sé que Tu amor nunca me abandona. Sé que Tú ves cada acción mía, mis ideas están abiertas a Ti – y todavía me siento como si estuviera en combate – una lucha de voluntades. Siento que mis propias debilidades son de algún modo instrumentos en mis manos de lucha contra el enemigo. ¿Cuál es mi punto más débil? ¿Es el conocimiento de mis defectos, el impedimento o estoy luchando contra ese conocimiento? Quizás busco la perfección pensando que Tu amor sería una recompensa. ¿Me es difícil aceptar que realmente Tu amor es un regalo para un pecador como yo? Tú amas porque eres así de bueno y yo soy un niño torpe que tropieza todos los días. ¿Por qué encuentro tan difícil enfrentarme a mí mismo y sumergirme en Tu misericordia y amor? ¿Por qué no puedo presentarme honestamente ante Ti y beber de Tu amor? ¿Sería esto humildad? ¿Estoy perdiendo un arma secreta para luchar contra el enemigo?
Solía pensar que la humildad era un tema de humillaciones, pero, Padre, ¿hay alguna humillación comparable a la realidad de ver mi verdadera identidad y cómo estoy ante ti? ¿Alguna vez me aceptaré y entonces seré libre de intentar ser como Tú? ¿Alguna vez podré sentir mi condición de pecador, esperar en Tu poder y luego sumergirme en el océano de Tu piedad? Mi auto-conocimiento no es ninguna sorpresa para Ti, Padre. Mi alma está angustiada porque la reciente comprensión de la profundidad de mi degradación me ha hecho consciente de mi necesidad de Tu amor y Presencia, mientras me siento empujado casi fuera de Tu visión. Es como si Tus ojos huyeran de mi vista. Cuando comienza cada día, parece que la distancia sea mayor y cuando mi alma grita «Te quiero», el eco de mi propia voz regresa y mi corazón cae de nuevo en otra profunda angustia. Esperaré en la esperanza de que Tus ojos se vuelvan hacia mí. ¿Te duele esperar que el fuego realice su obra en mí? ¿Tu corazón palpita cuando escuchas mi voz gritar, «Oh Dios, alza Tus ojos y mírame – mira esta nave vacía – lléname con Tu amor – tócame – cúrame – castígame, pero nunca me abandones?»
Veo Tu imagen reflejada en mi prójimo, en la naturaleza, en los acontecimientos y mi alma se emociona con la visión, pero, cuando busco más rastros de tu presencia, Te has ido. Mi alma se intranquiliza y se agita de un lado a otro como un niño con una fiebre alta. Tengo sed y un poco de Agua Viva solo incrementa mi sed. Me trae el recuerdo de aquellos momentos en que estábamos en casa juntos, contentos uno en la Presencia del otro. Esos días parecen lejanos. Mi corazón se consuela en la comprensión de que Tú me conocías entonces como yo me conozco ahora, y todavía me amas. Debo esperar con paciencia en Tu buen gusto.
Gracias, Padre, mi alma, de alguna manera, siente que una puerta se está abriendo. Es como cuando oyes unos pasos familiares y esperas que la llave abra la puerta a un ser querido. La habitación de la Memoria todavía está a oscuras y las pequeñas cosas y molestias parecen fácilmente revolverla. Cuando Te busco, aunque mi alma está en la oscuridad, siento que Tus ojos no bajan más. ¿Estás observándome? Qué poderoso eres, Señor Dios, para que Tu más leve mirada traiga la paz en medio de la agitación. Parece que no tengo miedo a la oscuridad. ¿He empezado a mirarme a mismo sin sorpresa y quizás aceptado mis defectos? ¿Podré fijar mis ojos en Ti algún día?
Si me quedo mirando a mi mismo, me enfrentaré a la cruda verdad y esa visión me retiene en un estado de continua agitación. Ayúdame para que pueda sentir mis defectos pero fija mis ojos en Tu belleza y poder. Esto sería la libertad – la habilidad de aceptar la verdad humana y poner mis ojos sobre la Verdad Divina – poseer el conocimiento de mi dignidad natural sin perder de vista mi dignidad sobrenatural – entender que soy capaz de cualquier mal, pero totalmente consciente de que Tu gracia es mayor en mi debilidad – tener la conciencia de que puedo caer, mientras descanso seguro en Tu misericordia – sentir el escalofrío helado de la separación mientras descanso en Tu Amor – ver como soy visto y no estremecerme ante la visión, viendo la gloriosa bondad de Dios en que Tú realizas una obra santa en un ser imperfecto.
¿Puedo ser como Jesús, siendo que encuentro tan difícil ser amable, paciente y comprensivo? Mi alma está inmersa en la oscuridad constantemente y la pequeña visión que podría haber tenido de Ti, únicamente hace la oscuridad más negra cuando Te vas. Mi alma es como un bote a la deriva, balanceado de un lado a otro por la carne, el mundo y el Enemigo. Justo cuando pienso que he vencido a los tres, me encuentro atrapado por uno de ellos repentinamente.
¿Por qué hay tres orígenes de la tentación? ¿Están las tentaciones de la carne en la facultad hecha a Tu imagen, Padre – la Memoria? ¿Están las tentaciones del mundo en la facultad hecha a imagen de la Palabra Eterna – el Entendimiento? ¿Las tentaciones del Enemigo están dirigidas hacia la facultad hecha a imagen del Espíritu – la Voluntad? Dentro de mi alma hay una lucha a tres bandas. Te grito en busca de ayuda, mi Jesús, y no oigo Tu voz. Hay momentos en que la lucha es tan feroz que cuestiono Tu poder y mi resistencia. Perdóname – busco solamente Tu Voluntad y la gloria de Tu nombre.
Parece que los siete Pecados Capitales toman posesión a menudo de una facultad particular. ¿Dios lo permite para que pueda elegir correctamente – para confundir al Tentador – para que utilice la gracia, para dar fe de Su Poder?
Parece como si la lujuria, la gula y la pereza, las tentaciones de la carne, traten de influir en la Memoria y la Imaginación. La Avaricia y la Envidia son usadas por el mundo para influir en el Entendimiento – mientras el enemigo trata desesperadamente de controlar la Voluntad con el Orgullo y la Ira.
¿Qué tengo, Señor Jesús, para luchar contra estos enemigos? Sí, poseo Tu espíritu, Tu gracia, Tu cruz, Tu presencia, Tu amor. Me has pedido que sea misericordioso y compasivo y que recuerde las palabras de la Escritura y rece con el propósito de no ser puesto a prueba. Y aún, con todo esto, mi Señor, parezco desesperadamente enredado en un laberinto de oscuridad. ¿Cuál es la armadura para luchar contra enemigos tan fuertes? ¿Debo estar pasivo y dejar que se desencadene la tormenta cuando vivo en Tu presencia? ¿Debo librar la batalla de Voluntades como San Miguel hizo hace tiempo? ¿Debo amar más cuando siento odio – ser más apacible cuando la ira me atrapa?
Mi Señor y Padre, todo ello lo he intentado y en ello encontré cada vez un oasis donde vivir durante un tiempo – una bocanada de aire fresco para reavivar mi decaído espíritu – una nueva dirección para seguir – un nuevo plan del ataque. Sí, todos estos modos de luchar contra el enemigo me han servido mucho tiempo y bien.
¿Hay un nuevo camino – un nuevo sendero para que lo recorra? ¿Quizá lo he comenzado sin verlo? ¿Es éste un hueco que viene de una ausencia o un vacío que viene de la luz – la luz en la oscuridad – la luz que penetra mi ser y me hace ver que estoy ante mi Creador? ¿Qué hago en tal visión? ¿Qué quiere El que haga?
El amor que asumió mis pecados «Y sumido en la agonía, insistía más en su oración.» (Mc 14; Lc 22). En el huerto de Gethsemaní rezó durante tres horas y pidió a Sus Apóstoles que rezaran con El. La oración de los Apóstoles era para que evitaran caer. Como Jesús, fueron a preguntar por la Voluntad de Dios y a pedir valor para soportar el sufrimiento que les sucedería pronto.
Jesús estaba asustado, pero llevó su angustia a su Padre, preguntó si había otro camino, pero no lo había. El sufrimiento era necesario para manifestar Su amor por mí. La comunión con el Padre en la oración mantuvo a Jesús en unión con la Voluntad del Padre. Pese a la dificultad, Jesús vio la Voluntad del Padre y aceptó todo lo que la Voluntad permitiera en Su vida. Me parezco más a los apóstoles, que durmieron, como nos dice San Lucas, «dormidos por la tristeza» cuando Jesús agonizaba en el huerto.
Obviamente, la oración no evitó el terrible sufrimiento que aguardaba a Jesús y Sus Apóstoles. ¿Cuál era entonces la «Prueba» en la que se les pedía no caer? La prueba era ciertamente el modo en que soportaron ese sufrimiento. Veo en el Evangelio que Jesús rezó y recibió la fuerza de afrontar las tribulaciones con valor. La Humildad permitió a Jesús aceptar totalmente la Voluntad del Padre.
El orgullo de los Apóstoles no les permitió enfrentarse a la realidad, así que el pesar tomó posesión de ellos, en vez del santo temor y la oración. Por consiguiente, la situación les forzó a que actuaran de un modo emocional y egoísta y no pudieron ver la Voluntad del Padre. Huyeron de la situación, primero con el sueño, luego abandonando a Jesús. No se dieron cuenta a medida que corrían y se escondían, en esa medida fueron miserables. Si hubieran rezado, habrían tenido el valor de permanecer con Jesús, como su Madre María lo hizo. Puedo estar razonablemente seguro de que ella pidió constantemente al Padre la fuerza para tolerar los sufrimientos de Jesús.
Sí, Padre mío, ruego para que me quites la cruz porque no poseo la humildad necesaria para decir «Hágase Tu Voluntad – no la mía.» No rezo «Mucho y ardientemente» – no pongo mi alma oscura y en tentación ante Ti y no confío en Ti completamente.
Padre, toma mis sentimientos, mis preocupaciones, mis miedos y defectos – son las únicas cosas que son mías para darte – toman mi voluntad y únela a la Tuya. Dame fuerza para aceptarme humildemente y que mi esperanza sea constante en Tu Voluntad. Deja a nuestros corazones – el Tuyo y el mío – estar unidos en el dolor, que pueda confortar a mi prójimo en su pena. Deja que nuestro amor sea uno, que mi amor por mi prójimo pueda ser desinteresado.
Oh Dios, deja que la noche oscura de mi interior se una a la agonía de Jesús en el huerto, para que aquellos que caminan en la oscuridad puedan un día ver la luz del mundo, para que con el amanecer venga el regocijo. Realmente, hay un silencioso conocimiento de Tu presencia en esta oscuridad y angustia. Aunque busco y no encuentro, hay una proximidad del Mismo Amor que me trae una silenciosa calma. Sigo adelante para vivir en la Voluntad y encontrarme más paciente con mi prójimo porque soy más consciente de mis propias luchas.
Me encuentro más capaz de amar a mi prójimo. Es como si los defectos, que a veces le hacían difícil de amar, hayan desparecido. La realidad de mis propios defectos – los defectos que están presentes y son tan claros para mí – me hace mirar a todos los demás con el mayor amor. De repente parecen mucho mejores que yo – mucho más merecedores del amor que yo. Esta oscuridad en mi alma me hace amar a toda humanidad con un amor compasivo y desinteresado. A través del laberinto de sus pecados y defectos puedo ver a Jesús. Debido a que estoy tan lleno de defectos, sus defectos ya no son un obstáculo para mi amor.
Soy libre para querer y comprender. El adormecimiento espiritual que acompaña la oscuridad, a veces me hace escuchar a otros. El falso concepto de mi propia fortaleza, que me hizo incapaz de parar y escuchar a mi prójimo, ha sido reducido. Estoy contento con sus preguntas y con la oportunidad de servir. La oscuridad de mi alma ve solo otras almas también en combate, también con ansiedad en el corazón.
La llama purificadora de Tu Espíritu, que tocó mi alma y la hundió en la agonía, le forzó a que se superara. La oración no es ya un tiempo de conversación con Dios sino un conocimiento profundo de la Santidad misma – siempre presente – siempre misericordiosa – siempre amorosa – siempre impresionante. En mis defectos veo las angustias de Jesús, cuando vivió en la tierra, y la tierna justicia del Padre. Es como si yo fuera todo pecado, contemplando la santidad infinita. Es aterrador y sin embargo sin temor. Su amor por mí parece más importante que mi amor por Él. Él es todo y yo no soy nada.
Las luchas y la oscuridad, que me fuerzan a vivir en el nivel de la Voluntad, me hacen buscar la Voluntad de Dios como un bienvenido refugio de descanso. Mi condición de pecador me hace desear hacer Su voluntad sobre la mía. Ya no estoy seguro de mi deseo si mi yo real no está presente ante mí. Ahora veo la sabiduría en Su voluntad, su plan, Sus designios. Le observo desarrollar los acontecimientos y luego camino por ellos con confianza, porque únicamente Él es mi seguridad. En cualquier cosa que ocurra en mí día a día estoy únicamente para disponerme a sus demandas sin preocupación, porque solamente Él produce frutos.
¡Qué paradoja! «Si el grano de trigo no cae al suelo y muere, queda solo.» Mi negativa a mirarme me priva de «caer al suelo» y me impide morir a mí mismo, pero su Amor me hunde de cabeza en la tierra de mi auto-conocimiento y, en la oscuridad de la humildad, la semilla de mi alma se convierte en un árbol – un árbol que está empezando a producir las agradables flores de Su fruto.
Qué grande eres, Oh Dios, por Ti todavía grito al vacío – a la oscuridad – a la nada y digo «Déjame ser luz.» |