La mayor parte de la educación contemporánea se basa en la obligatoriedad de ser educado. Por lo general, a través de centro públicos. Como alternativa, a través de centros privados.
También esa educación contemporánea se basa en la necesidad de adquirir una serie de conocimientos considerados básicos e indispensables, vinculados sobre todo al lenguaje (ortografía, gramática) y las matemáticas (en especial, cálculo).
Todo esto se hace, mayoritariamente, a través de fórmulas pedagógicas aburridas: las matemáticas son fórmulas (a memorizar), el lenguaje son reglas (a memorizar).
Murray Rothbard decía además (en su Manifiesto libertario) que la educación tenía por objeto adoctrinar a las personas al servicio del Estado y generarles falsas expectativas laborales, un par de leitmotiv que ha sido retomado desde todas las tendencias políticas, pese a no ser ciertos.
No es la escuela la que impone ciertos hábitos culturales, sino la sociedad en general
Sobre el adoctrinamiento, no es la escuela la que impone ciertos hábitos culturales, sino la sociedad en general. La aceptación de un modelo teocrático en la época medieval surge en un ambiente sin muchas escuelas. A la caída del muro de Berlín, la mayor parte de los habitantes de Europa del Este no creían en el comunismo pese a haber vivido varias décadas bajo ese régimen. No, la escuela no adoctrina, por mucho que les acusemos de ello cada vez que alguien discrepa de nuestras ideas.
En cuanto a las falsas expectativas laborales, si una falsa creencia se genera en la educación obligatoria es hacer creer que se puede alcanzar un resultado sin una inversión real del interés propio: puedo conseguir un título con notas brillantes superando exámenes de materias que no me interesan en absoluto o que no me aportan nada, utilizando una serie de reglas de trabajo que no han de suponer una acción emprendedora por mi parte: si estudio x número de horas, apruebo; no necesito racionalizar lo que aprendo, no necesito establecer una relación entre lo adquirido y lo que soy capaz de hacer con mi capacidad; no necesito aprender, sólo cumplir requisitos.
En realidad, la escuela lo que favorece es una postura pasiva, de aceptar lo que viene dado o de no cuestionar el procedimiento. Esa “pasividad” es la que hace que muchos puedan vivir aparentemente adoctrinados o, sencillamente, que se acostumbren a vivir sin cuestionarse.
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