Toda la realidad manifestada aparece, inexorablemente, en forma de dualidades. No es posible ninguna expresión fuera del juego de los opuestos. No cabe encontrar sonido sin silencio, ni objeto sin sujeto, ni fuera sin dentro. Todos los contrarios son mutuamente dependientes, y, por tanto, podemos entenderlos como manifestaciones polares de una realidad que los trasciende, y que es «previa» a esa dualización.
El universo surgió en un polo de máxima energía (y prácticamente nula consciencia) y se dirige hacia otro polo de máxima consciencia (y prácticamente nula energía). Los físicos hablan de una energía potencial infinita en el vacío cuántico original, y los sabios hablan de una consciencia diáfana infinita en el vacío místico final. Nuestra propuesta es que esos dos vacíos son la misma y única Vacuidad, percibida por los físicos de forma objetiva y por los contemplativos de forma subjetiva, pero que, en sí, no es objetiva ni subjetiva, sino «previa» a esa perspectiva dual. Y lo más fascinante de todo es que esa Vacuidad no es una realidad metafísica lejana, sino la simple y pura Autoevidencia de cada instante, la innegable Certeza-de-Ser siempre presente.