El corazón y el cerebro se comunican constantemente.
Por ejemplo, cuando nos encontramos con una situación peligrosa, las señales del cerebro aseguran que el corazón lata más rápido. Cuando nos relajamos, el corazón se ralentiza.
Aunque sabemos que los latidos del corazón también afectan al cerebro, los mecanismos subyacentes en estos procesos no están claros.
Investigadores del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas (MPI CBS) en Leipzig y de la Escuela de Mente y Cerebro de Berlín, han identificado dos mecanismos que explican cómo el corazón influye en nuestra percepción y en el cerebro.
Primer mecanismo: la sístole habla
El primer mecanismo establece una relación entre la fase del latido del corazón y la experiencia consciente.
En un ritmo regular, el corazón se contrae en la llamada fase sistólica y bombea sangre al cuerpo.
En una segunda fase, la fase diastólica, el corazón se relaja permitiendo que las cámaras cardíacas sean llenadas de nuevo con sangre.
En una investigación anterior del MPI CBS, se estableció que la percepción de los estímulos externos cambia con los latidos del corazón.
Según esta primera investigación, en la sístole tenemos menos probabilidades de detectar un estímulo eléctrico débil en el dedo, en comparación con la diástole.
Cambio cerebral acompasado con el corazón
Ahora, en un nuevo estudio, Esra Al y sus colegas han encontrado la razón de este cambio en la percepción: la actividad cerebral cambia a lo largo del ciclo cardíaco.
En la sístole, un componente específico de la actividad cerebral, que marca la transición a la consciencia, se suprime el llamado componente P300.
El componente P300 es una respuesta cerebral, una onda positiva que se registra unos 300 milisegundos después de la detección de un estímulo, en el marco de una tarea cognitiva.
Al evitar la respuesta P300, la información sensorial entrante no se percibe conscientemente.
El cerebro acepta entonces que los cambios corporales derivados del ritmo cardiaco no ocurren como reacción a un entorno cambiante.
Son solo reacciones al latido del corazón, que se repite regularmente, y por ello no debemos preocuparnos. Por eso no los percibimos normalmente.
Segundo efecto
Al y sus colegas también revelaron un segundo efecto de los latidos del corazón sobre la percepción.
Han comprobado que el ritmo cardiaco condiciona la percepción de los estímulos externos, no solo los que proceden de la actividad del corazón.
El cerebro vigila permanentemente el estado del organismo. Si nota una anomalía, como por ejemplo una subida de la tensión arterial, sacrifica la percepción de estímulos externos para asegurar que el ritmo cardiaco no se altere o se detenga.
En otras palabras, los latidos del corazón pueden ser un indicativo o marcador del estado del organismo: si el cerebro les está prestando una atención especial, nos avisa de que algo no va bien.
Lo notaremos porque, durante esa crisis, la percepción que tenemos del mundo exterior disminuye: nuestro cerebro sacrifica esos estímulos para no distraernos de lo esencial.