La francmasonería es una de las más antiguas organizaciones aún existentes en nuestros días. Rollos de papiro, encontrados en 1888, durante excavaciones en el desierto de Libia, describen encuentros secretos de corporaciones semejantes 2000 años antes de Cristo.
Esas corporaciones ya habían participado de la construcción del Templo de Salomón y eran, más o menos, como la de los sindicatos de hoy en día.
Ya entonces eran garantía de tradición mística.
Dicen que la finalidad de la francmasonería es la transformación interior del ser humano, gracias a un trabajo espiritual que visa a la perfección, en lo que concierne a Dios.
Los francmasones pertenecen a diversas religiones, de dónde viene el nombre que ellos dan a Dios, que es “El Gran Arquitecto del Universo”.
Encontramos otras informaciones en el Libro de los Muertos de los egipcios, gracias al dios Toth, que fue antaño su gran-maestre. Gran maestre, es el título utilizado para los grandes dirigentes.
El conocimiento espiritual de los francmasones fue traducido por símbolos, alegorías y rituales, que servían también para la comunicación.
El lenguaje secreto es representado por símbolos, tales como el apretón de mano de los francmasones, la pirámide, el pentagrama, la utilización de los números 3, 7, 13, 33, que encontramos en sus blasones, en los emblemas y, hoy en día, en las siglas de las firmas y en los nombres propios.
El más importante símbolo en muchas organizaciones, incluyendo la francmasonería, es el delantal.
El delantal, que en el inicio era muy simple y sin gala, fue sustituido por el clero de Melquisedequec allá por el año 2200 a.C. por una piel de carnero blanca, que aún hoy se utiliza.
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