El tortuoso desvío africano de un sirio para lograr refugio en Reino Unido

El viaje de Badi duró 306 días y le costó US$27.200.

Badi tenía una buena vida en la capital siria, Damasco, pero cuando la guerra en Siria comenzó a afectar a su familia, decidió llevarlos a Egipto, y de ahí partir hacia Reino Unido. Dos meses más tarde, sin embargo, se encontraba entre rejas en Togo. Su historia le pone cara al drama de muchos refugiados sirios que están cayendo en las redes de mafias de traficantes corruptos.

Badi se despertó en un hotel barato de Acra. Llevaba en Ghana casi un mes y se estaba quedando sin dinero. Por décima vez ese día, agarró su celular y llamó al traficante. Sin respuesta.

Unos pocos días más tarde recibió una llamada. El traficante le dijo que el plan había cambiado y que debería montarse en un taxi para ir a Togo.

«Pensamos que Togo era un vecindario de Acra, o quizás otra ciudad», dice Badi. «Así que nos montamos en el taxi. Resulta que Togo es un país completamente distinto».

La vida había sido buena en Siria antes de la guerra. Él era un comerciante con formación que trabajaba en obras de construcción por todo Damasco.

Había bastante trabajo; su familia no era rica, pero Badi tenía una casa y un auto propios, y a sus dos hijas pequeñas les iba bien en la escuela.

Los pasaportes que les dio la mafia no eran lo suficientemente buenos como para resistir una inspección detenida.

A finales de 2012, sin embargo, cuando la guerra se recrudeció, empezó a faltar trabajo y el frente de batalla se acercó a la zona donde vivía Badi.

«Cada mañana mirábamos por el balcón y veíamos el cielo lleno de humo. Por la noche había mucho ruido de bombas. Al final me acostumbré, pero no pasó lo mismo con mis niñas. Cada noche se despertaban aterrorizadas».

Junto con su esposa y sus hijas, Badi tomó un taxi hacia Beirut, Líbano, y voló desde ahí a Egipto. Su hermano estaba ya asentado en El Cairo, pero pronto quedó claro que ése no iba a ser un lugar fácil para criar a sus pequeñas.

No había trabajo ni perspectivas de encontrar uno. Badi había llevado a su familia a un lugar seguro, pero ahora se estaban hundiendo en la pobreza.

Fue por entonces que otro de los amigos de Badi, un sirio que había acabado en Reino Unido, le habló de un hombre que le podría llevar a Europa.

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Pasaportes falsos

Confiando en el consejo de su amigo, Badi envió una transferencia de US$5.000 a un traficante de emigrantes llamado Abu Sami (nombre ficticio), un sirio que vivía en la ciudad turca de Estambul.

Era dinero que Badi había tomado prestado de su familia. Desde el momento que entregó el efectivo en un Western Union de El Cairo, Badi quedó a merced de un hombre al que nunca había conocido.

Badi (derecha) y Huthaifah en Togo.

Unas pocas semanas más tarde, otro hombre, Abu Eyad, llegó a El Cairo con otro refugiado sirio, Huthaifah, y un par de pasaportes europeos.

«Eran pasaportes alemanes, completamente falsos, pero a primera vista parecían reales. Tenían nuestras fotos y otros nombres. Incluso tenían sellos de Turquía y Egipto».

Sin embargo, los pasaportes no eran lo suficientemente buenos como para resistir una inspección más detenida. Abu Eyad le dijo a Badi y Huthaifah que viajarían desde un país donde él tuviera contacto con los oficiales de inmigración de los aeropuertos, para poder sobornarlos fácilmente.

Primero lo intentaron con Sudán, pero cuando eso no funcionó se asentaron en Ghana.

«Nos tomó siete horas y media volar a Ghana», dice Badi, «y eso que el piloto del avión estaba pisando el acelerador».

Badi en el apartamento donde estuvo en Atenas.

En Acra, les recibió en el aeropuerto un oficial ghanés en uniforme que los condujo directamente a la zona de llegadas sin necesidad de pasar por el control de pasaportes.

El oficial los montó en un taxi y los envió a un hotel donde encontraron a Abu Eyad, el traficante a quien habían conocido en El Cairo, completamente dormido.

Badi y Huthaifah esperaban que Abu Eyad entrara en acción a la mañana siguiente, pero estaban totalmente equivocados.

Mientras los dos refugiados esperaban preocupados en el hotel, o trataban de hablar con sus hijos por Skype, Abu Eyad dormía todo el día y pasaba las noches bebiendo en los casinos y burdeles de Acra.

«El problema», dice Badi, «es que a esas alturas ya estás atrapado. Has pagado miles de dólares a estos hombres y no quieres perderlos. ¿Qué podíamos hacer?».

Lo que Badi y Huthaifah tenían que hacer, de acuerdo con Abu Eyad, era ir a Togo.

Tras pagar otro soborno en la frontera, los dos hombres se encontraron en manos de un tercer traficante: un sirio que hacía que Abu Eyad pareciera un modelo de trabajo duro e integridad.

«Ese hombre no podía decir una sola palabra honesta», dice Badi. «No podía siquiera decirte su nombre sin mentir y te mentiría hasta hacerse con el último dólar tuyo. Lo juro, era un perro».

Huthaifah en un momento del viaje.

Después de otro mes en Togo, Badi y Huthaifah se dieron cuenta de que se las tenían que arreglar por si mismos. Compraron boletos de avión a Egipto y probaron suerte en el aeropuerto. Entregaron sus pasaportes sirios, contaron la verdad sobre lo que les había sucedido y de inmediato fueron arrestados y llevados a prisión.

«Los mosquitos en esa celda eran los peores que he visto», dice Badi. Aún peor era el miedo a no salir más de ahí. Después de una semana en la cárcel en Lome, Badi y Huthaifah volaron de vuelta finalmente a Egipto.

Entre ambos, habían pagado más de US$20.000 a la banda de traficantes de Abu Sami, pero tenían que empezar de cero.

Badi y Huthaifah se separaron. Badi tomó un avión a Turquía e intentó una táctica diferente. En lugar de pagar a un solo traficante para que le llevara a Reino Unido, iría de país en país, confiando en su ingenio y en una red informal de traficantes y refugiados de Medio Oriente que se había extendido por toda Europa.

Preparado para morir

El mejor de estos hombres, dice Badi, era un sirio que le enseñó el camino para atravesar por una zona montañosa y aislada en Grecia. Badi le pagó 2.000 euros (US$2.175), anduvo durante toda la noche a través de las montañas y cruzó un río a nado, siguiendo un bote inflable para niños que estaba lleno de sirios que no sabían nadar.

En Atenas, Grecia, Badi entregó otros 5.000 euros (US$5.440) a un egipcio llamado Majdi, que arregló todo para que Badi y otros dos amigos sirios cruzaran a Italia en el depósito de reserva del camión de un conductor griego.

Badi y Huthaifah pagaron a la mafia de trata de personas para que les consiguieran pasaportes falsos.

Durante 24 horas, los hombres soportaron el poco aire que había en un compartimento ardiente y contaminado con los humos del tubo de escape. Pero Badi no culpa al egipcio, del que dice que era una persona amable y que cumplió con lo que había prometido.

Menos afable era el kurdo iraquí que, por otros 500 euros, llevó a Badi en un camión a Dunquerque, en el norte de Francia, y de ahí a través del Canal de la Mancha, a Reino Unido.

«Era un individuo ostentoso. Vestía con ropa cara y un reloj de lujo, portaba el último modelo de iPad. Tenía aspectocool. Pero si tuvieras algún problema con él, te cortaría la garganta sin pensárselo dos veces».

Badi llegó a Reino Unido en noviembre de 2013 y obtuvo asilo. El viaje había durado 306 días y le había costado 25.000 euros (US$27.200).

Se estableció cerca de un primo suyo en Bradford (norte de Inglaterra), y su mujer y sus dos hijas, Lina e Isra, se reunieron con él finalmente en diciembre de 2014.

Era por ellas que salió de su país, que pasó semanas en una prisión africana, que cruzó un río a nado y estuvo preparado para morir en el depósito de combustible de un camión.

«Arriesgué mi futuro por el de ellas», dice.

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Espera que las niñas estén contentas en Reino Unido. Acaban de empezar la escuela primaria y Badi está orgulloso de su progreso. «Isra ha estado ahí sólo tres meses y ya es capaz de traducir del inglés para mí», dice.

Aunque a Badi le está costando encontrar trabajo en Bradford, conserva el optimismo. «Hemos pasado tiempos difíciles en Siria», dice, «y eso nos ha enseñado que no hay que rendirse nunca».

¿Adónde están emigrando los sirios?

Los refugiados sirios suelen entrar en la Unión Europea por Italia o Grecia, pero la mayoría preferiría llegar a un país con más oportunidades de trabajo y mejor cobertura social. El acoso policial también es un problema para ellos.

Los refugiados sirios suelen entrar en la Unión Europea por Italia o Grecia.

Los países más populares se encuentran en el norte de Europa. Reino Unido, Holanda, Alemania y los países escandinavos son vistos como lugares que ofrecen un grado de apoyo a los buscadores de asilo y proveen a los emigrantes de oportunidades para encontrar empleo.

Naciones Unidas calcula que las mafias que trafican con personas hacia Europa y Estados Unidos ganan más de US$7.000 millones al año. La cifra real puede ser mucho mayor.

La Organización Internacional para las Migraciones, por su parte, estima que al menos 4.077 emigrantes murieron en 2014 tratando de acceder a una vida mejor, y que al menos 40.000 han perdido la vida desde el año 2000; muchos de ellos en el mar, que es una forma más barata pero más peligrosa de viajar.

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/04/150404_siria_escapada_refugiados_africa_fp

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