RÍO DE JANEIRO, mar (IPS) – Oscilante entre la necesidad de atraer profesionales calificados, para enfrentar los desafíos de su crecimiento económico, y su tradición de acoger a extranjeros por razones humanitarias, Brasil intenta diseñar una política migratoria que no contradiga su pasado e impulse su futuro.
Emigrar no fue fácil para la portuguesa Vera Sardinha, una sicopedagoga y filósofa especializada en mercadeo, desempleada en su país.
«Hice preguntas, investigué Brasil y Río de Janeiro, hice una maleta con ropa y vine a buscar empleo», contó a IPS Sardinha, de 31 años, que escogió este país por integrar los BRICS, grupo de economías emergentes integrado también por Rusia, India, China y Sudáfrica.
Pero con visa de turista no hay empleo y conseguir la de trabajo resulta complicado, incluso para alguien originario de un país como Portugal, con historia y cultura común.
«Hay que demostrar que se tienen capacidades que ningún brasileño tiene. Si en Brasil alguien podía hacer lo mismo, rechazaban mi visa», rememoró.
Tras muchas idas y vueltas, pudo demostrar su experiencia distintiva en empresas multinacionales «con perspectiva global», frente a colegas brasileños, consiguió su visa y trabaja en una empresa portuguesa de soluciones tecnológicas para televisión.
«Eso de conseguir trabajo fácil en Brasil es una ilusión. También depende de la formación. Un abogado, que no lo intente, los ingenieros y economistas lo tienen más fácil», explicó.
Son profesiones a las que el gobierno ha puesto el ojo. La Secretaría de Asuntos Estratégicos elabora una nueva política de inmigración, destinada a atraer jóvenes profesionales «altamente calificados» y restringir flujo de los no formados.
Su coordinador, Ricardo Paes de Barros, adelantó al diario O Globo que para ese tipo de profesionales se eliminarían los obstáculos impuestos en 1980 en el vigente Estatuto de Extranjeros, durante la dictadura militar (1964-1985).
«Como Brasil ahora es una isla de prosperidad en el mundo, hay muchos profesionales de buena calidad que quieren venir. Pero la fila para el visado es igual para todos. Estamos mirando clínicamente para ver quién va a aportarnos tecnología», dijo Barros.
La iniciativa, no anunciada oficialmente, seguiría el modelo de Canadá y Australia, de amplitud para profesionales y empresarios y restricción para los demás, y está basada en que estudios gubernamentales y demandas de las empresas evidencian un déficit de mano de obra calificada en la ahora sexta economía del mundo.
El estatuto actual tiene múltiples diferencias para los permisos de residencia temporal y permanente y las visas de trabajo, según la procedencia de los extranjeros y otros elementos, como la disponibilidad de trabajadores locales en cada sector. Además, establece la visa por razones humanitarias y la de refugiado.
«La principal diferencia entre el expatriado de hoy y el inmigrante del pasado es que para justificar su presencia en el país tiene que agregar un valor a una empresa», sintetizó a IPS el italiano Gaetano Francini, vicepresidente de la filial de una multinacional de televisión digital.
Maurício Santoro, analista político brasileño de la independiente Fundación Getulio Vargas (FGV), es nieto de inmigrantes italianos que eran «campesinos con poca educación», como muchos de los que vinieron en la primera mitad del siglo XX.
Hoy, en cambio, los inmigrantes europeos suelen tener nivel universitario, maestrías y doctorados, sin oportunidad de empleo en sus países, dijo a IPS.
«Piensan que Brasil es una tierra de muchas oportunidades de crecimiento y de desarrollo, y donde hay demanda de mano de obra calificada. Aquí hay necesidad de técnicos, de ingenieros, de científicos, y las escuelas brasileñas no pueden formar a tantos profesionales», subrayó.
Estudios oficiales confirman que hay un déficit de entre 200.000 y 400.000 profesionales calificados, acentuado por la expansión de Brasil en aéreas como petróleo, minería y tecnologías de la información.
Esa demanda está también determinada por las grandes obras comprometidas para el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, y por la construcción de grandes centrales hidroeléctricas, para atender una expansiva demanda energética.
«En mi sector, el mercado hidráulico, Brasil es el número uno del mundo», explicó a IPS el ingeniero hidráulico francés Yann Chachereau, de 26 años, que sin embargo no consigue empleo.
Otro estudio de la FGV indica que en el rubro de las tecnologías de la información faltarán 800.000 profesionales desde ahora a 2014.
En una primera etapa, la nueva política migratoria brasileña buscaría captar a profesionales de Europa, donde el desempleo entre los jóvenes alcanza niveles históricos. De España, por ejemplo, en 2011 los inmigrantes llegados fueron 45 por ciento más que en 2010.
Al cierre de 2011, Brasil pasó a contar con dos millones de extranjeros en situación regular, según datos oficiales, equivalentes a uno por ciento de sus más de 198 millones de habitantes. Habría además 600.000 extranjeros indocumentados, según datos no oficiales.
En su vecina Argentina, los extranjeros en condición regular representan 14 por ciento de la población total, y en Estados Unidos alcanzan 13 por ciento del total de habitantes, más otro tres por ciento de indocumentados.
Pero lo llamativo en Brasil es lo acelerado del incremento de inmigrantes. El gobierno informó que los extranjeros aumentaron en 50 por ciento en 2011, y se expidieron 32 por ciento más de visas de trabajo, respecto de 2010.
Como resultado, por primera vez en dos décadas, en 2011 la balanza migratoria tuvo saldo positivo, y Brasil recuperó su tradición histórica de país receptor, rota por la precariedad socioeconómica interna.
China, actualmente el principal el socio comercial e inversionista extranjero en Brasil, fue el que solicitó más visas laborales, seguido de Estados Unidos, Portugal, Francia y España.
«Respecto de 100 años atrás, en que los inmigrantes eran pobres, ahora es una expatriación global o intelectual», dijo a IPS el ingeniero italiano de 34 años Cesare Simone, quien trabaja en la oficina brasileña de una firma francesa.
Pero mientras que para esa inmigración «global o intelectual», se prepara una entrada sin las trabas burocráticas actuales, las fronteras comienzan a cerrarse para las personas sin calificación profesional, en su mayoría pobres.
«Es necesario definir hasta dónde irá nuestra generosidad. Cómo vamos a contribuir a aliviar la pobreza del mundo y absorber esas personas. La solidaridad tiene que tener un límite dentro de lo que Brasil puede ayudar», explicó Paes de Barros en O Globo.
Es el caso de los inmigrantes haitianos que desde 2010 llegan al país por las fronteras de los estados norteños de Acre y Amazonas, huyendo del hambre. Brasil encabeza una misión de paz de las Naciones Unidas en Haití y es visto como un nuevo destino del éxodo haitiano.
El gobierno estableció en enero que más de 4.000 haitianos llegados en los dos últimos años serán legalizados. Pero desde ahora solo otorgará 100 visas mensuales para nuevos inmigrantes de esa procedencia. Además, reforzará las fronteras para evitar la intermediación ilegal de los llamados «coyotes».
El gubernamental Comité Nacional para los Refugiados considera que los haitianos no se encuadran en esa categoría, sino en la de inmigrantes. Pero hasta ahora se les concedía la permanencia por razones humanitarias.
«Cuando veo estos haitianos que quieren ingresar a Brasil me acuerdo de la historia de mi familia y pienso que si la nueva ley hubiera estado vigente en los tiempos de mis abuelos, ellos no hubieran podido venir», comparó Santoro.
Por eso, para el nieto de aquellos inmigrantes casi analfabetos y hoy uno de los más prometedores cientistas políticos del país, Brasil tiene un desafío de derechos humanos, además de económico y tecnológico.
«No podemos cometer aquí el mismo error que cometieron Europa y Estados Unidos, cerrando las puertas para las personas pobres que también quieren venir a trabajar», resumió.
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