La pachamama.
(Pacha: tierra; mama: madre). Es tan antiguo como la existencia de la tierra misma, después que los hombres cayeran en la idolatría. Representa la idea primitiva consagratoria del símbolo de la reproducción, de la primera agricultura y de los animales domésticos.
Semeja un apogeo panteísta, fugitivo en una devoción de cosmo vital, pero refugiado en el paisaje interior y emotivo de la naturaleza como en un difuso estremecimiento.
Con el correr del tiempo ha adoptado distintos nombres en el espacio de naciones y culturas. En Creta era la Madre de la Montaña (según su descubridor Arturo Evans) y, en general, llamábase Deméter en Grecia, y, en ambas, reluce el bello mito de su hija Perséfone o Prosepina. En Roma, Dea Mater y Ceres. Muestra vínculos sospechosos con Afrodita, Cibeles e Isis, amigas desaconsejables, y con Rea salvadora de Zeus y Poseidón. Ostenta un antepasado de doble sexo, Hermafrodita. Con título de Gea le achacan ciertos afectos no santos. Posee poderes de Atenea en la agricultura y en la fabricación de los tejidos, ya que la nube representa la lana y la lluvia, la fecundidad. La une rasgos comunes con la turbulenta Vesta, de quien aclara San Isidoro que se denomina también Telus (Tierra), y Gran Madre; y se figura como torre con tímpano, gallos y sonidos de címbalos. La pachamama se adapta al lugar: se acompaña de cerdos y víboras y se deja escuchar con manifiesto ruido de cadenas. “Se llama MADRE porque da muchos frutos y GRANDE porque es madre de los alimentos, LAMA porque con sus frutos alimenta a todos los animales… Este simulacro se representa con una llave porque la tierra se cierra en invierno y se abre en primavera”. Diremos que la pachamama abre puertas en la tierra por donde se aparece, analogía visible. Más aún nos sigue interpretando San Isidoro “Lleva unos leones que le someten, para manifestar que no hay terreno alguno en la tierra tan fiero que no pueda ser sometido y superado por ella”, debemos decir que Pachamama se escolta de un perro malo y negro.
Entre los INCAS, donde tiene que ver sobre la interpretación actual en la Quebrada de Humahuaca, Ataliba sostiene “Nadie criase nada sino el Sol, a quienes ellos tenían por Dios y a la Tierra por Madre, y sus Guacas; ypachamama lo había drenado todo lo que allí había”. Sin divinidades distintas, el pachacamá o pachamac y la pachamama o pachacamama, según se advierte. El primero sería el dios omnipotente de todo lo creado, y las últimas, sus diosas fecundantes. Para lo que dudan, dejo sentado quepachamama fue deidad incaica.
Corresponde al ciclo del genio de la tierra, reverenciada y temida por los hombres. Es culto tanto de primitivos como de ilustrados, entre quienes hallamos célebres pensadores, como en el caso de Cicerón, que no escapo a la influencia de su tiempo. En el culto romano, se asoció a la madre Tierra con los difuntos, dándoles el nombre de Dea Tacita, por el silencio de los muertos. Se le tributaban sacrificios en hoyo abierto en la tierra, llamado mundus, generalmente tapado, pero abierto en el día de la fiesta.
Esta inclinación fervorosa de los humanos ha dado bastantes dolores de cabeza a las autoridades eclesiásticas de todos los tiempos y de todo el mundo. Ciñéndonos a la América del Sur, están llenos los archivos curiales de admoniciones, edictos, sínodos y censuras contra este culto supersticioso. Un ejemplo: el arzobispo de Lima (siglo XVI) enumera las “ocasiones de idolatrías”, que son “el sol, la luna las estrellas, especialmente las siete cabrillas y el lucero de la mañana, el rayo y el trueno, la mar, los manantiales, los ríos, las lagunas, las sierras nevadas, y los lugares de sus pacarinas, y ninguna de estas cosas se les puede quitar delante de los ojos”. (169, 0.58).
No es muy práctica para nuestro fin esta enumeración de los sitios de piedad incaica. En el número 66 añade que “a los puquios, que son manantiales y fuentes adoran de la misma manera, especialmente donde tiene falta de agua, pidiéndoles que no se sequen”. (Ibídem). Hasta nuestros días permanece la misma costumbre, recordemos estas piedras y peñascos cuando tratemos de la Apacheta.
Con la devoción a la Tierra van incluida la constante de sacrificio. La Biblia nos introduce en la correcta y verdadera explicación, pero así mismo, nos narra y detalla diversas tergiversaciones y caídas en actos idolátricos. De éstos cúbrense las páginas de la historia de todos los tiempos.
Actualmente, en nuestra Quebrada, se reduce a distintas formas de propiciación. Se le reza en toda oportunidad. Es menester cada año obsequiar a la Pachamama una vaca para que se alimente. Con tal fin, el animal es subido a los cerros y ahí lo dejan perdido o atado. Igualmente, antes de tomar cualquier líquido o alimento sólido, se le participa del mismo. En los días “aciagos” se la torna favorable enterrando cosas de comer, bebidas o “vicios”.
En el antiguo Perú y México se practicaban el conjunto de ritos con los cuales conoce la adoración a la montaña. Ascendían a las alturas, porque los hombres de todas las latitudes han creído que en las inaccesibles cimas habitaba es dueña, protectora y capaz de castigar, cuando los alpinistas o exploradores han llegado hasta las cúspides, los fanáticos de esas creencias, convertidas algunas veces las religiones, no han creído en tal éxito, afirmando que no podía ser posible.
La pequeñez de pachamama concuerda con el estereotipo universal de los espíritus antiguos. Nótese que el culto entraña animismo puro y no una mera personificación de la tierra. En otras regiones toma el nombre de Madre del cerro; y en Santiago del Estero, madre de Monte. En el Collao pudo más que el Pacha-Achachi (El Saturno andino, según paredes) y lo desplazó quedándose de madre de los Andes.
El rito adquiere varias conformaciones (Surapata, en Bolivia) y para mayor categoría actúa una corte de sacerdotes, también en muchos casos se usa hechiceros para las ofrendas a la “mama pacha”, que es la tierra reverenciada por las mujeres al tiempo de la siembra y hablando con ella diciendo que les dé buena cosecha y derraman para esto chicha y maíz molido, o por sus manos o por medio de los hechiceros.
Este culto tiene ciertas connotaciones sexuales, concordamos con otros autores en señalar que, en todos los pueblos donde se pasan noches y matinales en la adoración a la montaña se cometen abusos contra la honestidad de doncellas como víctima de este ritual intencionado. Por este episodio no se puede culpar a nuestra Madre Tierra de ser Celestina o cómplice, ya que la astucia específica del hombre es la que desenvuelve sus garras inferiores.
La madre Tierra es asociada siempre a la idea de un dios que la fertiliza. Creo que este esposo es el Sol. La funcionalidad “maternal”, de la tierra crea recursos compensatorios al trabajo del hombre; lo hace descansar de su peregrinaje e inquietudes, otorga una propiedad para que se arraigue en la zona. Esto representa un símbolo del trascendente amor humano, que desea el sexo opuesto y crea una familia. La tierra y la vida concurren con sus bienes propios y naturales. Es menester trabajo, inteligencia y calma perseverante. El continuo amor en el cosmos natural y maternal hará que le rinda gratitud y admiración, y nacerá en la reverencia amorosa, hasta llegar a preguntarse, si el apego a la propiedad es preferible a la mujer, la razón le es lógica: la tierra todo lo da, convierte las piedras de las parcelas en maíz y el dinero viene solo, como ya lo decían las sacerdotisas de Dodona, cuando exclamaban “la tierra produce sus frutos, invoquemos por ello a la tierra, la Madre”.
Con la súplica van las ofrendas que guardan siempre su debida correlación como ejemplo, en Grecia, a la Démeter se le ofreció cerdos, signos de los granos de la agricultura, en Roma, a Ceres. En la Quebrada de Humahuaca los lugareños le ofrendan bebidas alcohólicas u otras. Según la tradición alemana se derrama cerveza u otra bebida sin querer ellos dicen “Bueno, para los dioses”.
Y es la tradición hispana, como lo expresa Armando palacio Valdéz, en la Aldea Pérdida, y cuenta: “su primo le ayudó a beber las botellas de vino blanco de la nava, no sin antes dejar caer al suelo algunas gotas en honor de los dioses”.
La ofrenda de la vaca, y en general de animales, parece tener su origen en la analogía de la lluvia, que fecunda, síntoma de abundancia. La tierra seca sería estéril. El uso frecuente de la lana, semejante a las nubes, tendría relación con las partes pudendas. Igualmente, tal sentido demostraría el juntar los animales de la señalada (macho y hembra), cubrirlo de flores como los griegos con sus tenias. Luego colocar parte de los restos en un hoyo de la tierra (procreación).
Todavía hoy, entre los Incas, se brindan animales, como cita el P. Román en su República de Indias “para hacer sacrificios tenían una gran cantidad de ganados, y de trigos, y de caza, porque los primeros reyes tuvieron gran cuenta con esto”.
La pompa hierática del “llamado del espíritu”, tanto en niños como en adultos, es usual en todas las culturas primitivas (En Humahuaca es común ver esta escena en los curanderos, el caso de Aleja). Es la creencia de que el alma individual puede pasar tanto a una inanimada como viviente y, viceversa, regresar. La “perdida”, funda un caso de exacta terminología psicológica, ya que en estos “asustos”. O enfermedades se pierden transitoriamente la conciencia de sí mismo. Si se cura, recupera su espíritu, es decir el ejercicio cabal de su conciencia y, en los casos graves, el elemento imprescindible para la salvación. No es exacto que el alma se ausente del cuerpo, ya que obra el compuesto; pero el pueblo, en conjunto admite algunas de estas creencias, a pesar de las enseñanzas cristianas.
La forma y accesorios de este “llamado del espíritu” en la Quebrada es indígena en su origen y denuncia el fundamento del sacrificio: la cruz que se traza en el suelo es un ara; el fuego, del que hablaremos en la Apacheta: la purificación y el sitio de la víctima; esta es un vacuno al que se ata o deja extraviado y que termina por morir hambriento, pero, la creencia es de que la Pachamama no lo ha comido. El uso de la honda significa la veneración a todas las deidades del lugar. Así lo ordenaron los Incas: “ninguna huaca debía quedar sin tener su sacrificio, y allí donde por la aspereza no se podía ir, se realizaba por medio de hondas”: “desde donde podían arrojar con hondas, arrojaban el sacrificio”. (131, p.72).
En cuanto a nuestra región, nos parece hallar parece hallar referencias antecesoras de esta práctica, sobre todo en el momento de hacer la “cacharpaya del alma”, el despacho, en el siguiente informe de una carta anua, observamos que.. “al declararse la peste en su aldea o en sus casas, se juntan todos allá, todos los hechiceros, acompañados de una multitud de gente y con ridículas ceremonias recogen allí todas las clases de basuras, la llevan con gran solemnidad y como procesión por los caminos públicos hasta las más elevadas cumbres de las montañas, quemándolas allí juntamente con sacrificios en honor a sus dioses… Concluido el sacrificio y las oraciones para impedir que vuelva el contagio, cierran el remate del camino con espinas para que se pinche del contagio al querer a sus casa. Hecho esto ellos vuelven alegres a sus aldeas como firmemente convencidos de haber definitivamente destruido el contagio. Por lo tanto, al instante agarran al inocente y lo matan a saetas… “Luego da cuenta que unos de los padres pudo salvarse de esta muerte, pues le cometieron con saetas e invocó la intercesión del beato… Luis defiende la justicia a los pobres padres”. (Años 1.952 – 1.954).
Esta narración contiene los elementos esenciales de la escenografía del llamado del “espíritu” actual:
a) Enfermos.
b) Conducción de objetos.
c) Fuego, sacrificio y oraciones.
d) “Vigilancia de limpiar el camino”.
e) La preferencia por el idioma antiguo.
f) Procesión.
g) Cerrar la puerta de la casa, inmediatamente, atrapado.
El atar la vela no se menciona, es la prisión del espíritu, queda atado y no podrá marcharse otra vez, como los animales de la señalada, destinado, al sacrificio, aquí también este “atar” equivale a las etnias griegas, que denotaban su misión y entrega. (El concepto atar es muy corriente en España).
En Las Molucas existen datos símiles: “cuando un hombre está delicado de salud se cree que algún diablo se ha llevado su alma al árbol, montaña o colina donde reside”. Un brujo señala el lugar del domicilio del diablo y los amigos del enfermo llevan allá arroz cocido, frutas, peces, huevos crudos, una gallina, un pollo, una prenda de seda, oro, brazaletes y otros obsequios parecidos. Después de colocar la comida rezan: “Venimos a ofrendarte, oh demonio, estas ofrendas de comida, ropas, oro y demás. Tómalas y devuélvenos el alma del enfermo por quien te rezamos. Déjala volver a su cuerpo, para que, el que ahora está enfermo, pueda ponerse bien”. Echo esto comen un poco y dejan la gallina desatada como rescate por el alma del paciente; también ponen en el suelo los huevos crudos, pero la ropa de seda, el oro y los brazaletes se los llevan a casa. En cuanto llegan colocan todas las ofrendas que han recogido en una fuente de porcelana, la ponen sobre la cabeza del enfermo y dicen: “Ahora tu alma esta redimida, tú lo pasarás bien y llegarás a tener canas”.
JORGE IGNACIO VILLENA Y VALENTINA GARCÍA Profesores de Historia
Comentarios