Una manifestación masiva en Teherán en la época de la Revolución Islámica de 1979. Crédito: Licencia GNU
WASHINGTON, 12 feb 2014 (IPS) – Hace 35 años, millones de iraníes se abrazaron a la promesa de un líder religioso que terminó con una monarquía corrupta y ofrecía garantizar la independencia nacional. Ahora, muchos quieren mejorar el nivel de vida y ampliar los derechos civiles.
“Los estándares de vida son 50 por ciento más altos que antes de la Revolución (Islámica), pero también lo son las expectativas, y por eso la gente común cree que antes se vivía mejor”, dijo Djavad Salehi-Isfahani, un economista que visita Irán con regularidad.
Tras años de sanciones internacionales dirigidas al Banco Central de Irán y a las ganancias petroleras, así como de un mal manejo gubernamental de la economía, las finanzas están devastadas, el presupuesto agotado y el desempleo supera 14 por ciento, y 25 por ciento entre los jóvenes.
“Al principio, los revolucionarios centraron su atención en la provisión de salud, educación e infraestructura (electricidad, agua potable y carreteras) para los sectores menos privilegiados”, dijo a IPS el profesor de Virginia Tech.
Estas políticas “contribuyeron a que vastos sectores ingresaran a las capas medias y a adoptaran un estilo de vida moderno”, sostuvo.
Y quienes integran hoy esa clase media en expansión y toda la sociedad iraní, ahora más educada que nunca, desean mayores libertades sociales y civiles, además de mejores oportunidades laborales.
“El presidente iraní (Hasán Ruhaní) ha propuesto una carta de derechos, y lo positivo fue que lo hizo público y lo abrió a comentarios, pero no alcanza a las mujeres ni a las minorías”, dijo la defensora de los derechos femeninos Sussan Tahmasebi, cofundadora de la no gubernamental Red Internacional de Acción por la Sociedad Civil (ICAN, por sus siglas en inglés).
Tahmasebi, quien vivió y trabajó en Irán entre 1999 y 2010, también condenó el continuo encarcelamiento de activistas estudiantiles y dirigentes reformistas, y la gran cantidad de ejecuciones, que inclusive han aumentado en los últimos meses.
“Los iraníes quieren vivir en un entorno seguro, donde la ley esté para protegerlos en vez de castigarlos”, dijo a IPS. De todos modos, Tahmasebi reconoció que las prioridades de la agenda de Ruhaní son resolver la cuestión nuclear y mejorar la economía del país.
“Apenas haya logrado un avance serio en el ámbito internacional, tendrá más influencia para presionar en temas más controvertidos en el plano interno”, planteó.
Mientras, la elite gobernante de Irán ha experimentado una notable actualización desde las elecciones presidenciales de junio de 2013, que dieron el triunfo a Ruhaní, un clérigo centrista que promete “esperanza”, “prudencia” y “moderación”.
El triunfo de Ruhaní habría sido improbable sin el respaldo de dirigentes reformistas y centristas. Por eso, ahora el mandatario debe mantener ese apoyo, al tiempo que lidia con los representantes de la línea dura, ansiosos por recuperar su influencia en la vida política.
De momento Teherán está implementando la primera fase del “Plan de Acción Conjunta”, un acuerdo logrado el 24 de noviembre de 2013 en Ginebra con las potencias mundiales conocidas como P5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Rusia, más Alemania) para resolver el diferendo internacional por el supuesto interés iraní en desarrollar armamento nuclear.
El inicio de las conversaciones para buscar una solución definitiva está previsto para el 18 de este mes en Viena.
Momentos de la Revolución Iraní
Las manifestaciones contra el sha Mohammad Reza Pahlevi –cuyo régimen títere de Estados Unidos se instauró en 1941— estallaron en octubre de 1977. Para fines del año siguiente, las huelgas y las protestas ya paralizaban al país durante meses. El sha huyó al exilio el 16 de enero de 1979, y el exiliado ayatolá Ruhollah Jomeini fue invitado a regresar a Irán, donde fue vitoreado por varios millones de personas.
El 11 de febrero, los rebeldes superaron a los efectivos leales al sha en enfrentamientos callejeros armados, y Jomeini ascendió al poder.
El 1 de abril de 1979, los iraníes decidieron en un referendo convertir el país en una República Islámica y aprobar una nueva Constitución teocrático-republicana por la cual, en diciembre de ese mismo año, Jomeini se convirtió en líder supremo del país.
Algunos de los más incondicionales revolucionarios están elevando el volumen de sus críticas a la forma en que Ruhaní maneja el problema nuclear.
Miembros de la Guardia Revolucionaria, una poderosa unidad paramilitar, y varios parlamentarios sostienen que Ruhaní ha dado mucho más que lo que Irán ha recibido en las negociaciones.
El martes 11, millones de personas asistieron a los actos de conmemoración del aniversario de la Revolución Islámica, según medios estatales, portando pancartas y afiches en respuesta a la advertencia del presidente estadounidense Barack Obama sobre los planes nucleares de Irán: “Todas las opciones están sobre la mesa”, una referencia al uso de la fuerza militar.
“Estamos dispuestos a poner todas las opciones sobre la mesa”, rezaban algunos de los carteles.
Los manifestantes también vocearon la habitual consigna revolucionaria iraní, “Muerte a Estados Unidos”, mientras otros gritaban “Muerte a (Wendy) Sherman”, la principal negociadora y subsecretaria de Estado para los Asuntos Políticos de ese país.
Pero, pese a las críticas internas, el gobierno de Ruhaní disfruta del apoyo del líder supremo de Irán, Ali Jamenei, quien reiteradamente ha urgido a la unidad y a la fe en el gobierno.
“Si consideramos que solo han pasado unos meses (desde) que el gobierno se ha hecho cargo del país, deberíamos dar tiempo a los funcionarios ejecutivos a fin de que, por el favor de Alá, ellos puedan hacer avanzar las cosas de un modo firme y poderoso”, dijo el 9 de este mes el gran ayatolá en un discurso a los comandantes de la fuerza aérea publicado en su sitio web.
“No deberíamos permitir que los agentes del enemigo dentro del país se aprovechen de los puntos débiles y creen desorden”, agregó.
Desde la semana pasada, medios de comunicación iraníes vienen transmitiendo noticias sobre las Fuerzas Armadas, divulgando declaraciones de comandantes sobre lo preparado que está el país para responder a amenazas militares, y difundiendo ejercicios bélicos, como las pruebas de lanzamiento de misiles de factura iraní el lunes 10.
En un discurso que pronunció la mañana del martes 11 en la Plaza de la Libertad de Teherán, Ruhaní declaró: “Hoy, si cualquiera de las partes planea lanzar una agresión contra Irán, debería saber que la nación iraní se plantará contra los agresores con todo su poderío y hará que lo lamenten”, según la Agencia de Noticias de los Estudiantes Iraníes.
El presidente también enfatizó la voluntad de Irán a comprometerse en conversaciones “justas” y “constructivas” sobre la cuestión nuclear.
“Todas nuestras negociaciones con el P5+1 se han basado en la búsqueda de la paz, que está en la naturaleza de los iraníes”, dijo.
“Queremos transmitir al mundo entero la fatua (edicto religioso contra la fabricación de armas nucleares) del líder durante las negociaciones y ayudar a entender que el proyecto de la iranofobia es una gran mentira”, sostuvo Ruhaní.
“Mientras negociamos con las potencias mundiales, queremos decir que las sanciones contra los iraníes son crueles e inhumanas”, agregó.
El lunes 10, un exrehén de la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán (1979-1981), John Limbert, observó en Washington que algunos participantes iraníes en ese incidente, “ahora más viejos y más sabios”, se sumaron más tarde a gobiernos reformistas.
Limbert, un historiador que habla persa con fluidez, agregó que la reciente apertura de la embajada al público “puede ser un símbolo de cambios mayores en las relaciones de la República Islámica con el resto del mundo, especialmente con Estados Unidos”.
“Ambas partes, luego de 34 años, han hecho un descubrimiento sorprendente: que la diplomacia —las ignoradas herramientas de escuchar, buscar pequeñas zonas de acuerdo y elegir las palabras con cuidado— puede lograr más que proferir insultos, amenazar y sentir la maravillosa autosatisfacción de tener la razón siempre”, dijo.
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