lo que es, hasta despertar.
aunque ninguno lo entiende.
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
y los sueños, sueños son.
El ser humano, como todas las modalidades y formas de existencia que bullen e inundan la Creación y el Cosmos, es Vida y Consciencia. En este escenario, su peculiaridad radica en que la experiencia vital se despliega en un estado consciencial donde la vida es “sueño”. De este modo, las personas pasan sus días como sonámbulos inmersos en una especie de pesadilla, que adquiere apariencia de veracidad y sustantividad al desenvolverse en una colosal Matriz Holográfica de Tercera Dimensión que configura lo que llaman “realidad”. En semejante estado, la gente vivencia como “verdad” lo que son sólo ficciones e ilusiones mentales. De hecho, en la Matriz Holográfica todo es verdad, pero nada es Real. Y entre tales falacias destacan la necesidad de “hacer”, la idea de “cambio” y la percepción de “sufrimiento”. Pero ni el “hacer”, ni el “cambio”, ni el “sufrimiento” existen fuera de la Matriz, fuera del sueño.
Pero siendo la vida “sueño”, éste puede ser vivido “despierto”, es decir, siendo consciente de que experienciamos un sueño (como esas veces, por la noche, en la que, dentro del sueño, nos damos cuenta de que de un sueño se trata), o “dormido”, esto es, sin percibir que es un sueño y estimándolo “real”. La ensoñación se corresponde con el estado “dormido”. Y está provocada por la identificación con nuestra parte física, la percepción de la realidad sólo a través de los sentidos corpóreos-mentales y la vanidosa necesidad de hacer cosas.
Percatarse de la “innecesariedad de hacer” saca al ser humano de la ensoñación y le permite experienciar el sueño “despierto”, con la paz y la libertad que ello supone, como la que sentimos cuando, dentro del sueño de la noche, nos damos cuenta de que de un sueño se trata: seguimos soñando, pero dentro del sueño nos desenvolvemos con una libertad y una tranquilidad inimaginables mientras no percibíamos que estamos soñando. Y el abandono de la ensoñación es “no-hacer” y es Vivir: Vivir Viviendo, no haciendo.
Sólo cuando se sale de la ensoñación es posible experienciar la diferencia entre vivir (“no hacer”) y el hacer que practicábamos cuando estábamos “dormidos”. Y sólo cuando se Vive viviendo se puede experienciar el Amor que Somos y Todo Es. Con Amor no hay ensoñación. Sin Amor, no hay Vida.
Con frecuencia, en la encarnación como seres humanos y bajo el influjo de la mente, calificamos como “pequeño” o de escasa “importancia” lo que hacemos o lo que pensamos que podríamos hacer. Pero estos esquemas mentales son falsos, porque la clave radica en el Amor y en el Aquí y Ahora.
Desde la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, aquello que, viviendo, hacemos, lo hacemos sin vanidad, sin esperar ni desear nada y con Amor puro e incondicional. Y con ese Amor, el acto aparentemente “pequeño” se transfigura instantáneamente en una acción infinita de Amor que atraviesa el Cosmos y vibra y se expande energéticamente por toda la Creación.
Es por esto que antiguas corrientes espirituales se refieren a la “no-acción” como la forma suprema de acción. Y, desde luego, resulta desconcertante para la mente que sea precisamente en el “no hacer”, esto es, en el nuevo hacer asociado al Vivir viviendo y desprovisto de necesidad, deber y deseo, como el Amor se manifiesta hasta en lo más pequeño y se expande por toda la Creación.
P: ¡Ufff…! Puede parecer “algo colosal”
R: Es un magno y prodigioso escenario que se despliega ante el ser humano para que experiencie la Santidad y viva en ella.
P: ¿La Santidad? Ya hiciste mención a ella y me sigue sonando a pastel acaramelado del Vaticano que está a punto de caer, según las profecías de San Malaquías. Pero a ver, ¿qué es eso de la Santidad?
R: Para abordar la Santidad hay que referirse antes a la visión de Dios, a la percepción que tenemos de Él. Y, después, a lo que ser “santo” significa.
En lo relativo a lo primero, cada vez más seres humanos sentimos e interiorizamos lo desvelado por los místicos y místicas de todos los tiempos y escuelas espirituales: Dios es yo, tú, todos y Todo; y yo soy Dios cuando ceso de ser yo y dejo de identificarme (“desidentificación”) con cualquier noción o idea de identidad, sea individual o colectiva, sea física, álmica o espiritual. Por tanto, Dios no es “algo” ajeno a nosotros mismos: Dios es cada uno, todos y Todo. Su Presencia en cada cual es completa y absoluta. Y se evidencia en todo lo que somos, sin excepción, por más que se ponga especialmente de manifiesto en nuestra vida física humana a través de los dones y talentos que cada cual posee.
En cuanto a lo que representa ser “santo”, el Diccionario de la Academia de la Lengua indica que es santo aquel hombre o mujer o aquella cosa que están especialmente dedicados o consagrados a Dios.
Pues bien, uniendo lo uno con lo otro, la Santidad —experienciarla y vivir en ella— es ejercitar y llevar a la práctica, en cada momento presente y con Amor, el don —o dones— que cada cual atesora. Así de sencillo.
P: ¿Seguro?
R: Conscientes de la innecesariedad de hacer y en un Vivir viviendo, desplegamos una acción de instante en instante sin obligación ni vanidad y con Amor. Y entre las cosas que hacemos, damos preferencia, de forma natural y espontánea, a las que se corresponden con nuestros dones y talentos, cual expresión más plena y bella de la Presencia de Dios, que es cada uno de nosotros y todos. En esto radica la Santidad.
En definitiva, la Santidad es el ejercicio práctico de nuestros dones y talentos. Lo que no quita que atendamos, igualmente, en el día a día, otros quehaceres que la Providencia y la vida, en su fluir, nos vaya poniendo por delante y que acometeremos como quien dobla sábanas, sin “engancharnos” a ellos, aunque la propia experiencia de Santidad nos conducirá también, inexorablemente, a llenar de Amor hasta el acto más aparentemente nimio o insulso de la vida cotidiana.
P: Vale. Hablabas antes de dones y talentos “divinos” ¿Cómo descubrir en qué consisten y los que cada uno puede poseer?
R: ¡Facilísimo! Basta con que te observes a ti mismo y a los demás.
Fíjate que todas las personas, sin excepción, atesoran un “regalo” divino en forma de los dones y talentos que brillan en cada cual y son distintos en cada uno. Sus características y contenidos suelen ser muy diferentes según los casos. Y no tiene porque ser algo muy “grande” o “importante”, ni con impactos para el “futuro”. Normalmente, se trata de algo sencillo, nada extraordinario. Sin embargo, siempre es muy especial.
Detecta los dones que hay en ti. Y aquellos que sean, ejércelos y ponlos en práctica con Amor y de instante en instante. Hazlo sin esperar ni desear nada. Y no como obligación, por “tener que”, por “deber”, sino porque son tu expresión natural y espontánea ante la Vida. Además, lo pasarás muy bien, ya que los dones y talentos coinciden con aquello con lo que se disfruta. Tanto que ni siquiera se concibe como “hacer”, sino como un hacer “no-haciendo” que fluye y se plasma de manera natural en el Vivir viviendo.
“No-hacer” es ejercer, con la hermosura y el entusiasmo del Amor, los dones que la divinidad que Somos ha “regalado” en esta encarnación a cada cual. Y ejercerlos porque la vida, en su devenir, va poniendo por delante las circunstancias para ello. Por tanto, no por voluntad o iniciativa propia, que es la voluntad del ego, sobre la que Rumi afirmó:“quien no escapa de la voluntad, carece de Voluntad” (San Juan de la Cruz lanzó un mensaje similar, que venía a decir que quien no escapa del esfuerzo para nada se esfuerza).
Sin iniciativa propia y sin voluntad y ante las experiencias, situaciones y circunstancias que la Providencia y la Vida me van poniendo por delante, despliego los dones que constituyen Aquí y Ahora la expresión más plena de la acción (Movimiento) asociada a la Paz (Quietud) de lo que realmente Soy: Yo Soy y Dios mismo. Por ello, “no-hacer” es la plasmación de la Santidad, pues es el “Amor de Dios en acción”.
P: ¿Ese “Amor en acción” tiene algo que ver con el “Dios en acción” al que se refirió Saint Germain (aunque Saint Germain no es santo de mi devoción) a propósito del Yo Soy?
R: Es muy aconsejable que grabemos esto en nuestro interior y en nuestra mente: “Yo Soy” es “el Dios que es yo en acción”; y “no-hacer”, con los contenidos e implicaciones enunciados, “el Amor de Dios en acción”. Y en esta acción, la cuestión no es cuánto haces o piensas hacer, sino cuánto Amor pones en lo que efectivamente haces de instante en instante en el devenir de la Vida y de la mano de la Providencia.
P: Suena bien… Pero intuyo que te has quedado corto en lo solicitado…
R: El Amor en acción es la prueba más evidente de la Presencia de Dios en nosotros, en todos y en cada uno.
Quizás cueste trabajo explicarlo, o entenderlo. Sin embargo, cuando descubres esa Presencia, una vez que la “ves”, ya sabrás siempre quien es tú: Dios. Y tomarás, igualmente, consciencia de que Dios es también todos aquellos con quien te relacionas, de la manera que sea (“buena” o “mala”, “positiva” o “negativa”, “grata” o ingrata”…), en cada momento presente: a quien hablas o te habla, a quien abrazas y te abraza, a quien ayudas o te ayuda, a quien estás amando o te ama, a quien estás sirviendo o te sirve.
Sabrás bien que Dios es todos y cada uno. Y el Hijo de Dios encarnado en ser humano: Cristo en persona. Sentirás y desplegarás esa Presencia crística (corrientes espirituales orientales la denominan “búdica”). Y comprenderás íntimamente que la “Parusía” o “
Segunda Venida de
Cristo a la Tierra”, que para la mayoría de los
cristianos es el acontecimiento esperado al final de la
Historia, es igualmente la Presencia de Cristo en “mí” y Aquí y Ahora. No en balde, el vocablo “parusía” deriva del término griego “parousía”, forma sustantivada del verbo “páreimi”, que puede ser traducido como “estar presente”. Entonces, lo anunciado por Pablo de Tarso (Gálatas, 2,20) se transforma en una maravillosa realidad y se puede afirmar legítimamente:
“ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.
Y no hay que olvidar que hay muchos lugares en el planeta en los que el sufrimiento de la gente es físico, material. Pero en otros sitios, como los llamados “países desarrollados”, el sufrimiento ostenta a menudo más calado y se mantiene más oculto. Debemos tenerlo muy en cuenta en el ejercicio de los dones de cada uno.
P: Sí, sé que duele más el dolor ajeno que el propio, y que las cosas se están poniendo muy apretadas y duras para esa parte del mundo (¡desarrollado?) que parecía estar muy desahogada, pero te noto y siento muy feliz al compartir todo esto…
R: ¡Cómo no serlo!. El “no-hacer” haciendo, que es “Vivir viviendo”, muestra que la Felicidad es nuestro Estado Natural e invita a la sonrisa. Permanentemente y en todo momento, pues la Alegría es el misterio del Amor. Lleno de Amor se está lleno de Alegría. Y fluye la sonrisa… En el rostro, en los ojos, en el abrazo, en las palabras, en la manera en la que interaccionas con los demás, en el modo en el que los miras o los tocas, en la forma en la que te das a ellos,… Todo se llena de Alegría y fluye la sonrisa, ¡qué reír es algo muy serio, ja, ja, ja!.
Es el Amor en acción: el Dios que es yo actuando Aquí y Ahora y plasmando, real y fehacientemente, el Cielo en la Tierra.
Todos los que se relacionan contigo, de la manera que sea, da igual, sentirán ese “toque” divino, esa Presencia de Dios, esa Energía Crística o Búdica, ese Amor en acción. Y, por supuesto, lo sentirás tú mismo y estallarás en el Gozo continúo y en la Alegría constante que sólo proporciona el Amor de Dios.
P: Ya te dije en alguna ocasión que cuando miro a alguien no estoy viendo que sea hombre o mujer, que se llame de una forma u otra o lo que sea que represente esa manifestación física, sino que veo un alma a su manera siendo. Pero mi pregunta es la siguiente: ¿es siempre así de fácil como anuncias?
R: No lo es, desde luego, para la mente, pero hay que tener Confianza en la Providencia y en la Vida y, por ende, en tu propia divinidad. Se constata entonces que la “innecesariedad de hacer” y Vivir viviendo configuran un espléndido Camino ajeno al tiempo y al espacio; y a los conceptos y criterios mentales. Un Camino donde el destino se halla a cada paso y la meta en cada momento presente. Es el Camino que configura esa continúa Presencia de Dios en tu vida y en el mundo que tu vida crea a su alrededor: el “juego de crear”, que es lo que Nietzsche asocia al “niño”. Y lo plasmas a través de tus acciones de Amor con la gente en cada instante.
P: Otra vez la referencia a la Providencia, se me antoja que suena a algo lejano a lo que acudir, y estoy en desacuerdo con ese expresar que puede ser interpretado tal como aludo a alguna persona que lea esto. Pero vamos a otra cosa: ¿es una llamada a la esperanza en estos tiempos tan turbulentos? Y que conste que la palabrita esperanza no me gusta usarla, que suena a futuro, a postergación, que prefiero la fe en Un@ y la confianza en Sí.
R: El día a día está aparentemente repleto de “malas” noticias, de hechos y acontecimientos “negativos”. Pero no te dejes engañar por las apariencias.
Primero, porque todo se halla en proceso, en Evolución, fluyendo, refluyendo y confluyendo en la Perfección de cuanto Es. Hay que aprender a respetar y Aceptar el proceso de cada cual y de todo, pues todo tiene su por qué y su para qué el devenir evolutivo.
Y segundo y no menos notable, porque, aunque las “noticias” no se hagan eco de ello, son muchísimas las personas, la inmensa mayoría de modo absolutamente anónimo, que sencilla y naturalmente, sin darle importancia y sin darse notoriedad ni relevancia, despliegan el Amor en acción en el Aquí y Ahora de sus vidas cotidianas.
En el Amor en acción se encuentra la prueba de la Presencia de Dios, la Prueba de que Dios Es. No de que fue o de que será, sino de que ¡Es!. Aquí y Ahora. Y en ti, en mí, en todos y en Todo. ¡Qué nuestros ojos se abran y no sean ciegos ante los Milagros que acontecen continuamente en nuestra vida y a nuestro alrededor!.
P: ¿Algo más? Pero sin prédicas de sotana, por favor.
R: Sólo expresar de Corazón, para ti y todos los lectores, que la Presencia de Dios inunde vuestras Vidas en cada momento presente y para siempre; que permanentemente contempléis embelesados el Rostro de Dios en vosotros mismos y en cuanto os rodea; que gocéis continuamente de la Perfección de cuanto Es.
P: ¿Eso es la “Metamorfosis”?
R: Ni más, ni menos, ja, ja, ja… ¡Qué la Paz sea contigo!
P: Que la Paz sea cada Un@, es mucho mejor, y no te doy lugar a réplica que esto ha llegado a cubrir 14 páginas en Word y a ver si se la leen los lectores, que hay mucho y con densidad.