Colaboración de David Topí en el programa DDLATV, de Loja TV. Cuarto programa de la tercera temporada, hablando del poder de la autoobservación como herramienta para poder conocernos mejor.
Archivo por meses: mayo 2016
Aida. Como subir frecuencias en el Ser
La solucion para mantener la frecuencia alta en todo el momento es la alegria, la felicidad y el amor incondicional.
Steve Locse
La Base de la Vida
https://youtu.be/8KrVeFDpbaY
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10 trucos que ojalá hubieras conocido antes
Adriana – Sientes rabia y no sabes por qué
Psicologia/Edith Sánchez
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Es una especie de molestia que se manifiesta en tu estado de ánimo, pero también en tu cuerpo. Experimentas fastidio. Te da calor y puedes sentir cierta pesadez en la cabeza. También es posible que experimentes tensión en la garganta y algo de opresión en el pecho. Es la rabia, que te asedia y a veces no sabes exactamente por qué.
Cuando la ira nace a partir de un estímulo concreto, como un acto ofensivo o una situación desagradable, es mucho más sencillo trazar una conducta a seguir. Tienes la alternativa de armar una bronca, digerir lo ocurrido y dejarlo pasar o manejar civilizadamente el asunto. Pero cuando la rabia no se dirige a algo o a alguien específicamente, sino que simplemente impregna de fastidio todo tu mundo emocional, es más difícil mantenerla bajo control.
“Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien; eres tú quien te quemas.” -Buda-
En principio, la ira es una emoción positiva, en la medida en que permite oponer resistencia a circunstancias que son frustrantes o amenazantes para ti. Se trata simplemente de una reacción de defensa o ataque, que permite reafirmar a una persona. Pero cuando esa rabia se vuelve sorda y constante, cuando se convierte en una irritabilidad permanente y te hace estallar hasta por eventos insignificantes, es necesario revisar qué pasa.
La rabia que persiste y se retroalimenta
Todos conocemos personas que parecen estar enojadas constantemente. Se les ve tensas y notablemente preocupadas cada día, sin importar si hay hechos positivos o negativos a su alrededor. Parecen ser inmunes a lo que ocurre en su entorno, porque igual permanecen enfadados. Se les dice que son como “una chispa” y que al menor estímulo desagradable, desatan un incendio de grandes proporciones.
¿Qué pasa en esas personas que sienten rabia y no logran especificar por qué? Por lo general se trata de individuos con un aprendizaje equivocado: creen que desatar un conflicto es una vía eficaz para lograr sus propósitos. Como les cuesta tolerar y entender a quienes piensan o actúan de manera diferente a ellos mismos, se enojan y les reclaman a los demás por no hacer las cosas como ellos piensan que deberían hacerlas, con o sin razón.
Para los enfadones crónicos hay una sola forma de vivir, una sola forma de sentir y una sola forma de actuar: la que ellos llaman “correcta”. Sienten que deben reaccionar con ira cuando “pillan” a alguien haciendo algo que “no corresponde”. No soportan la sensación de caos en el mundo, porque, muy probablemente, ellos mismos experimentan un caos interior, que solo pueden mantener a raya siendo “psicorígidos”.
También suele tratarse de personas con dificultades para expresar sus emociones. Es frecuente que repriman lo que hay en su interior y que solo sean capaces de expresarlo mediante un estallido de rabia. Esa emoción les da el impulso necesario para decir lo que habían callado. Por eso mismo, sus palabras están sobrecargadas y casi siempre representan una visión exagerada o demasiado extrema de una situación.
Un monstruo que termina devorando a su creador
Hay momentos en los que el enfado es realmente un factor que ordena, que pone límites y que evita males mayores. Una buena verdad, dicha a tiempo y “sin anestesia”, permite poner “los puntos sobre las íes” y detener alguna circunstancia nociva.
Lo ideal sería que siempre tuviéramos el suficiente control para decir todo con exactitud y mesura. Pero esto no siempre es así, nuestro cerebro instintivo y emocional es mucho más antiguo que el racional y no podemos evitar que de manera excepcional tome el control. De hecho es bueno que a veces quienes nos rodean se den cuenta de que también tenemos nuestro carácter.
Pero en el caso de esa irritabilidad constante, en lugar de propiciar una situación saludable, lo que se puede desencadenar es una dinámica que termina atentando contra el propio bienestar del “enfadon”. Lo que quiere es orden, “corrección”, o como quiera llamársele. Pero lo que obtiene con sus gritos y sus reclamos desencajados es todo lo contrario: más desorden, más errores y menos soluciones.
Este tipo de personas terminan impregnando todas sus relaciones de tensión y conflicto. Más tarde o más temprano, siempre termina uno recibiendo aquello que da. Así que es muy probable que el “enfadon” se convierta en víctima de su propio invento. Los demás se tornan más exigentes e intolerantes con él y permanecen predispuestos de manera negativa ante su presencia. Se vuelve alguien que fastidia, que constantemente es también puesto en tela de juicio, que no se soporta.
Es muy frecuente que esa irritabilidad constante esté acompañada de depresión y de ansiedad. Tristeza por la frustración que implica el sentirse impotente ante la imposibilidad de lograr que todo funcione como él desea. Ansiedad, por la misma razón y por los múltiples conflictos en los que se ve envuelta la persona.
Al final del día, este tipo de actitudes solo son una forma de desperdiciar lo mejor de la vida. Es claro que si sientes rabia constantemente, terminas sin saber por qué y esto te bloquea, necesitas algo más que un nuevo propósito. Lo que requieres es ayuda profesional.
Edith Sánchez
Cambia el futuro que le espera a la humanidad
Algunas refexiones para un mundo mejor
Hola amigos en este post quiero invitarlos a que pensemos un rato sobre como va a ser nuestro mundo en un futuro y como va a ser el mundo que le vamos a dejar a nuestros hijos, nietos y descendencia en general…
La gran mayoría de la gente se dedica a vivir solo en presente y a disfrutarse cada momento
pues eso esta bien yo diría esta excelente vivir cada segundo sin preocuparse por el futuro
pero no nos paramos a pensar sobre como esta el mundo en la actualidad y como sera en unos años
Muchos de nosotros nos hacemos los Ciegos sordos y mudos cuando nos hablan de estos temas
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Para las hermanas no importa la distancia: las une el corazón
Para las hermanas no importa el tiempo ni la distancia. Esos rostros que comparten gestos semejantes y una misma forma de reír, volverán a mirarse con la complicidad de siempre, intuyendo todo aquello que no dicen las palabras, y nutriéndose, una vez más, de ese vínculo invisible que habita de forma perdurable en sus corazones.
Todos sabemos que la relación fraternal suele ser, normalmente, un sistema de apoyo único y excepcional. Nuestros hermanos son esos miembros de la familia que con toda probabilidad, más van a coexistir con nosotros a lo largo del ciclo vital. Compartimos con ellos un pasado, unas experiencias y un legado emocional que suele construirse de una forma particular en el caso de las hermanas.
El vínculo entre hermanas nos trae a instantes el eco de aquellos años de infancia habitados por las peleas por la ropa, por detestar ser la mayor o por odiar ser la pequeña. El lazo entre las hermanas se alimenta ahora por el cariño que no caduca, que no entiende de distancias y que se preocupa cada día el bienestar de las unas por las otras.
Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Illinois, la relación entre los hermanos supone siempre ese primer contacto que un niño o una niña tiene con un igual. Es algo esencial que los padres deben tener en cuenta.
Por su parte, lo más curioso en lo referente al vinculo entre las hermanas, es que suele ser algo complejo durante los primeros años de infancia. Sin embargo, llegada la madurez, esa relación se convierte en un pilar maravilloso, en una alianza excepcional.
Te invitamos a profundizar en el tema.
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CÓMO DESCUBRIR NUESTRA VERDADERA ESENCIA
Gnothi Seauton – Conócete a ti mismo. Estas eran las palabras que aparecían inscritas en la entrada del templo de Apolo en Delfos, sede del oráculo sagrado. Los habitantes de la Antigua Grecia visitaban al oráculo con la esperanza de descubrir lo que les deparaba el destino o lo que debían hacer en una determinada situación. Es probable que la mayoría de los visitantes leyeran esas palabras al ingresar al templo sin darse cuenta que apuntaban a una verdad más profunda que cualquiera otra que el oráculo les pudiera indicar. Quizás también hubiera pasado desapercibido para ellos el hecho de que, independientemente de la magnitud de la revelación o de la exactitud de la información recibida, en últimas, de nada les serviría ni los salvaría de la infelicidad y del sufrimiento provocado por ellos mismos si no encontraban la verdad oculta en ese imperativo de «Conócete a ti mismo». Lo que esas palabras implican es lo siguiente: antes de hacer ninguna otra pregunta, primero debemos hacer la pregunta más fundamental en
la vida: ¿Quién soy?
Las personas que viven en la inconsciencia (y muchas permanecen en esa inconsciencia, atrapadas en el ego durante toda la vida), se apresuran a responder esa pregunta: hablan de su nombre, ocupación, historia personal, la forma o el estado de su cuerpo, y de cualquier otra cosa con la cual se identifican. Otras parecerían más evolucionadas al decir que son espíritu o almas inmortales. ¿Pero realmente se conocen a sí mismas, o apenas han adoptado algunos conceptos de visos espirituales como parte del contenido de su mente? Conocernos a nosotros mismos no es limitarnos a adoptar una serie de ideas o creencias. En el mejor de los casos, las ideas y las creencias espirituales son pautas importantes, pero rara vez encierran el
poder para desalojar los conceptos medulares arraigados de lo que creemos ser, los cuales son parte del condicionamiento de la mente humana. El conocimiento profundo de nuestro ser no tiene nada que ver con las ideas que flotan en nuestra mente. Conocernos a nosotros mismos implica estar anclados en el Ser, en lugar de estar perdidos en la mente.
LO QUE CREEMOS SER
Nuestro sentido de lo que somos determina cuáles han de ser nuestras necesidades y las cosas a las cuales les atribuiremos importancia en la vida; y todo aquello que nos parezca importante tendrá el poder de perturbarnos e irritarnos. Esto se puede utilizar como criterio para descubrir hasta qué punto nos conocemos a nosotros mismos. Lo que nos importa no es necesariamente lo que expresamos ni aquello en lo cual creemos, sino aquello que se manifiesta como serio e importante a través de nuestros actos y de nuestras reacciones. Entonces conviene preguntarnos: «¿Cuáles son las cosas que me irritan y me alteran?» Si las
nimiedades tienen el poder para molestarnos, entonces eso es exactamente lo que creemos ser: un ser insignificante. Esa será nuestra noción inconsciente. ¿Cuáles son las cosas insignificantes? En últimas, todas las cosas son insignificantes, porque todas las cosas son transitorias.
Podemos decir, «sé que soy un espíritu inmortal», o «estoy cansado de este mundo de locos y lo único que deseo es paz», hasta cuando suena el teléfono. Malas noticias: hubo un colapso de la bolsa de valores; se dañó el negocio; se robaron el automóvil; llegó la suegra; se canceló el viaje; se canceló el contrato; el compañero se ha ido; piden más dinero; dicen que es culpa nuestra. Entonces se levanta en nuestro interior una oleada de ira o ansiedad. La voz se torna dura: «no soporto más esto». Acusamos, culpamos, atacamos, nos defendemos o nos justificamos, y todo eso sucede en piloto automático. Obviamente hay algo más importante para nosotros que la paz interior que pedíamos hace un momento, y tampoco somos ya un
espíritu inmortal. El negocio, el dinero, el contrato, la pérdida o la amenaza de pérdida son más importantes. ¿Para quién? ¿Para el espíritu inmortal que dijimos ser? No, para mí. Para ese pequeño yo que busca la seguridad o la realización en cosas transitorias y que se enoja o se pone nervioso cuando no las encuentra.
Bueno, por lo menos ahora sabemos quiénes creemos ser realmente.
Si la paz es realmente lo que deseamos, debemos elegir la paz. Si la paz fuera más importante para nosotros que todo lo demás y si supiéramos de verdad que somos espíritu en lugar de un pequeño yo, no reaccionaríamos sino que nos mantendríamos totalmente alertas frente a situaciones o personas difíciles.
Aceptaríamos inmediatamente la situación y nos haríamos uno con ella en lugar de separarnos de ella.
Entonces, a partir del estado de alerta, vendría la reacción. Sería una reacción proveniente de lo que somos (conciencia) y no de lo que creemos ser (el pequeño yo). Sería entonces una respuesta poderosa y eficaz que no convertiría a la persona o a la situación en enemiga.
El mundo siempre se encarga de que no nos engañemos durante mucho tiempo acerca de lo que pensamos ser, mostrándonos las cosas que realmente nos importan. La forma como reaccionamos ante las personas y las situaciones, especialmente en los momentos difíciles, es el mejor indicador del conocimiento real que tenemos de nosotros mismos.
Mientras más limitada y más egotista sea nuestra idea de nosotros mismos, más atención prestaremos y más reaccionaremos ante las limitaciones del ego, ante la inconsciencia de los demás. Los «defectos» que vemos en los otros se convierten, para nosotros, en su identidad. Eso significa que veremos solamente el ego en los demás, reforzando así el nuestro. En lugar de mirar «más allá» del ego de los demás, fijamos
nuestra atención en él. ¿Quién ve el ego? Nuestro ego.
Las personas que viven en estado profundo de inconsciencia experimentan el ego viendo su reflejo en los demás. Cuando reconocemos que aquellas cosas de los demás que nos producen una reacción son también nuestras (y a veces sólo nuestras), comenzamos a tomar conciencia de nuestro propio ego. En esa etapa es probable que también nos demos cuenta que les hacíamos a los demás lo que pensábamos que ellos nos hacían a nosotros. Dejamos de considerarnos víctimas.
Puesto que no somos el ego, el hecho de tomar conciencia de él no significa que sepamos lo que somos:
sólo reconocemos lo que no somos. Pero es gracias a ese conocimiento de lo que no somos que logramos eliminar el mayor obstáculo para llegar a conocernos realmente.
Nadie puede decirnos lo que somos. Sería apenas otro concepto más, incapaz de cambiarnos. No hace falta una creencia para saber lo que somos. En efecto, todas las creencias son obstáculos. Ni siquiera necesitamos alcanzar la realización, porque ya somos lo que somos. Pero sin la realización nuestro ser no puede proyectar su luminosidad sobre el mundo. Permanece en el ámbito de lo inmanifiesto, es decir, en nuestro verdadero hogar. Entonces somos como la persona que finge ser pobre mientras tiene cien millones de dólares en su cuenta, con lo cual el potencial de su fortuna jamás se manifiesta.
UNA NUEVA TIERRA
ECKHART TOLLE
El bien más precioso: la vida
¡ Cuántas veces os ha sucedido que desperdiciáis vuestra vida corriendo
detrás de adquisiciones que no son tan importantes como la vida misma!
¿Habéis pensado en ello? Si pusierais a la vida en primer lugar, si pensarais en
cuidarla, protegerla, conservarla con la mayor integridad, con la mayor pureza,
tendríais cada vez más posibilidades de obtener lo que deseáis. Pues
precisamente esta vida limpia, iluminada, intensa, es la que puede
proporcionároslo todo.
Por el hecho de estar vivos creéis que todo os está permitido. Pues no; cuando
hayáis trabajado durante años para satisfacer vuestras ambiciones, os
encontraréis un día tan agotados, tan hastiados de todo, que si colocáis en una
balanza lo que habéis obtenido y lo que habéis perdido, os daréis cuenta que lo
habéis perdido casi todo para ganar muy poco. Cuántas personas dicen:
«Puesto tengo la vida, puedo servirme de ella para conseguir todo lo que
deseo: dinero, placeres, conocimientos, la gloria. . . » Entonces se posesionan
de todo, y cuando no les queda nada tienen que interrumpir todas sus
actividades. No tiene sentido actuar así, pues si se pierde la vida, se pierde
todo. Lo esencial es la vida, y debéis protegerla, purificarla, reforzarla, eliminar
lo que la dificulta o la bloquea porque gracias a la vida obtendréis la salud, la
belleza, el poder, la inteligencia, el amor y la verdadera riqueza.
En lo sucesivo, trabajad pues para embellecer vuestra vida, para intensificarla,
para santificarla.
Pronto la sentiréis: esta vida pura, armoniosa, alcanzará otras regiones donde
actuará sobre multitud de entidades que vendrán después a inspirar os y
ayudaros.
Conciliad la vida material y la vida espiritual
Nadie os pide abandonar completamente la vida material para consagraros
únicamente a la meditación ya la oración, como hicieron algunos místicos o
ascetas que querían huir del mundo, de sus tentaciones y de sus dificultades.
Pero dejarse absorber por las preocupaciones materiales, como hacen cada
vez más los humanos, tampoco es bueno.
Todos tenéis derecho a trabajar, a ganar dinero, a casaros, a fundar una
familia, pero debéis tener al mismo tiempo una luz, unos métodos de trabajo ,a
fin de avanzar en el camino de la evolución. La cuestión consiste, pues, en
poner en funcionamiento a la vez el lado espiritual y el lado material: estar en el
mundo pero poder vivir al mismo tiempo una vida celestial. Esta debe ser
vuestra meta. Ciertamente esto es difícil, pues todavía os encontráis en la
encrucijada de que si os lanzáis a la vida espiritual, abandonáis vuestros
asuntos, y si arregláis vuestros asuntos, abandonáis la vida espiritual. Pues no;
ambas cosas son importantes, y vosotros podéis conseguir equilibrarlas.
¿Cómo? . . . pues bien, cualquier cosa que emprendáis, comenzadla diciendo:
« y o busco la luz, yo busco el amor , yo busco el verdadero poder. ¿Los
obtendré haciendo esto o aquello? » Reflexionad, y si veis que tal
preocupación, tal actividad os aleja de vuestro ideal, abandonadla.
Consagrad la vida a un fin sublime
Es muy importante que sepáis con qué fin trabajáis y para quién, pues según
sea el caso, vuestras energías tomarán talo cual dirección. Si consagráis
vuestra vida a un fin sublime se enriquecerá, aumentará en fuerza y en
intensidad. Es exactamente como si hicierais fructificar un capital. Colocáis este
capital en un banco celestial, y entonces en lugar de malgastarse,
despilfarrarse, aumenta y os enri quecéis. y como sois más ricos, tenéis la
posibilidad de instruiros y de trabajar mejor. El que se entrega a los placeres, a
las emociones, a las pasiones, dilapida su capital, su vida, porque todo lo que
obtiene así debe pagarlo, y acaba pagándolo con su vida. Mientras que
colocando vuestro capital en un banco de los de arriba, trabajáis más, os
fortalecéis más porque continuamente nuevos elementos más puros, más
luminosos, se van introduciendo en vosotros, reemplazando a los que habéis
perdido.
La vida cotidiana: una materia que el espíritu debe transformar
En todos los actos de la vida cotidiana, incluso en los más simples, debéis
aprender a poner en acción fuerzas y elementos que as permitan trasponer
estos actos al plano espiritual, alcanzando así los grados más altos de la vida.
Consideremos lo que ocurre en un día normal. Nos despertamos e
inmediatamente se desencadena toda una serie de procesos: pensamientos,
sentimientos, y también gestos, como levantarse, encender la lámpara, abrir las
ventanas, lavarse, preparar el desayuno, ir al trabajo, encontrarse con
determinadas personas, etc. Cuántas cosas que hacer, y todo el mundo tiene la
obligación de hacerlas. La diferencia está en que algunos las hacen
maquinalmente, mecánicamente, mientras que otros, por el contrario, al poseer
una filosofía espiritual, procuran desarrollar en cada uno de sus actos una vida
más intensa, p1ás pura, y entonces todo resulta transformado, todo toma un
sentido nuevo, con lo cual se sienten continuamente inspirados.
Evidentemente vemos a muchas personas que se muestran dinámicas,
emprendedoras, pero toda esta actividad está dirigida a la consecución del
éxito, del dinero, de la gloria; no hacen nada para que su existencia sea más
serena, más equilibrada, más armoniosa. y esto no es inteligente, pues esta
actividad desbordante no consigue más que agotarles y enfermarles.
Acostumbraos pues a considerar vuestra vida cotidiana, con los actos que
debéis realizar, los acontecimientos que se os presentan, los seres junto a los
que debéis vivir o con los que os encontráis, como una materia sobre la que
debéis trabajar para transformarla. No os contentéis con aceptar lo que recibís,
con soportar lo que os llega, no permanezcáis pasivos, pensad siempre en
añadir un elemento capaz de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia.
Pues verdaderamente la vida espiritual consiste en ser capaz de introducir en
cada una de vuestras actividades, un elemento susceptible de proyectar esta
actividad hacia un plano superior. Diréis: «¿y la meditación, y la oración…?»
Pues bien, precisamente la oración y la meditación os sirven
para captar estos elementos más sutiles, más puros, que os permiten dar a
vuestros actos una nueva dimensión.
Pueden producirse en vuestra existencia acontecimientos que imposibiliten la
práctica de los ejercicios espirituales que estáis acostumbrados a hacer cada
día. Pero esto no debe impediros seguir en contacto con el Espíritu. Pues el
Espíritu está por encima de las formas, por encima de las prácticas. En
cualquier situación, en cualquier circunstancia, podéis poneros en contacto con
el Espíritu para que anime y embellezca vuestra vida.
REGLAS DE ORO PARA LA VIDA COTIDIANA
Omraam Mikhael Aivanhov
Programar pensamientos para el bienestar de tu vida
Vives en un mundo negativo, toma la decisión de hacerlo positivo. Vives en un mundo con presagios de caos, toma la decisión de pensar en un mundo mejor. Prepárate para mañana trabajando bien hoy.
Vives en un mundo con un promedio de 80% de pensamientos negativos. Desde este instante puedes abandonarlo y hacerlo un mundo mejor con fe y esperanza.
Desde ahora estás capacitado para iniciar una nueva vida positiva. Vida que quedará en tu subconsciente como tu vida natural, impregnando con la fuerza todo tu ser físico y mental.
Eres capaz de hacerlo. Realmente puedes lograrlo. Inténtalo ahora, llevando contigo no tan sólo pensamientos positivos, sino que una vida positiva fruto de esos pensamientos.
El pensamiento positivo afecta todo lo que haces, impregna de elevadas vibraciones todo lo que te rodea. Sólo trabaja en tu beneficio y en el de los demás, dado que en el reino de la mente lo positivo atrae a lo positivo y rechaza a lo negativo.
Cuántos en el planeta desearían estar en tu lugar. Sé agradecido con lo que tienes, y desde lo que eres y tienes inicia el cambio hacia algo mejor, pues siempre habrá delante nuevos logros para tu crecer. La vida positiva se inicia ahora, ya, desde donde uno está.
Usa dos palabras mágicas: PUEDO y QUIERO.
Puedo ser mejor, quiero ser mejor.
Usa una frase mágica: SOY CAPAZ. Yo soy capaz de ser mejor y lograr éxito en mis metas positivas, para la nueva vida que desde ahora iniciaré.
No hay edad para el cambio, la ciencia ya lo ha demostrado. Siempre siente que tu edad de mayor producción y capacidad está 20 años más allá de la que ahora tienes, y actúa así, pues tu cerebro crecerá, nuevos circuitos activarás y cada día más inteligente serás. No olvides que la edad para China y Japón, es sabiduría. Sin importar tu edad, tienes una vida por delante y esa vida es importante.
Pide a lo interno ayuda para iniciar el cambio y comenzar desde este instante a vivir una vida positiva, aprendiendo el arte del buen pensar, pensando cada día más y más cosas positivas.
Quien no comete errores es un ser que no sabe vivir, es un ser estancado en la vida. Sólo quien intenta ser mejor, vivir mejor y aprender más, comete errores. De cada error se saca una positiva lección, cada error es una enseñanza que nos permita avanzar.
Quien no aprende a perdonar, dificulta su caminar. Perdonar deja una sensación de libertad maravillosa.
El mejor lugar del planeta está donde tú en este instante te encuentras, en ese lugar puedes hacer un cielo de un infierno sólo con tu actitud mental positiva.
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Ciencia de la vacuidad: budismo, Física Cuántica y la naturaleza de la mente (Una Conversación con Leandro Chernicoff I / II)
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Uno de los diálogos más estimulantes en la actualidad es el que entablan el budismo y la física, dos acercamientos al conocimiento muy distintos pero que sin embargo tienen importantes coincidencias. El budismo tiene la particularidad de ser una religión que no fue revelada por una divinidad, sino que fue descubierta por un ser humano como un camino de liberación, utilizando lo que podríamos llamar una ciencia interna. Como explica el traductor de tibetano y budista practicante Gerardo Abboud: «Buda fue también un científico porque su actitud para buscar la verdad, la naturaleza de las cosas, era similar, por ejemplo, a la de un físico».
A muchos nos llama la atención que algunos de las nociones básicas del budismo desarrolladas desde hace más de 2,500 años estén siendo de alguna manera confirmadas o al menos seriamente consideradas por la física cuántica, como es el caso de la interdependencia de los fenómenos (cotéjese con el entrelazamiento cuántico), la vacuidad de las cosas o la posibilidad de que la conciencia sea un aspecto fundamental del universo. El mismo Abboud nos hace dimensionar esto: «Asombra lo que pudo descubrir un hombre semidesnudo, sentado debajo de una vieja higuera, sólo con el poder de la mente. Entre otras cosas, que no hay tiempo, que no hay espacio y que no hay materia como creemos percibirla; que todos son simplemente conceptos. Curiosamente, las mismas conclusiones a las que llega la física cuántica».
Siguiendo con esta exploración de las coincidencias entre el budismo y la ciencia, hace unos días entrevisté a Leandro Chernicoff, quien tiene la genial particularidad de ser budista practicante, maestro de meditación y maestro de física. Nuestra conversación será publicada en dos partes, ya que fue bastante amplia; creo que puede servir como una introducción a varios de los conceptos básicos de la filosofía budista.
Leandro se acercó al budismo después de una primera crisis filosófica mientras estudiaba su maestria en física teórica en Estados Unidos, «quería entender que hacemos aquí, de dónde viene el universo… preguntas de carácter teológico o filosófico», las cuales el budismo podía quizás responder con mayor soltura que la física. Habiendo dejado un proyecto de doctorado como físico teórico y preferido dedicarse a la docencia en la física, Leandro actualmente es uno de los directores del proyecto Atenta Mente y uno de los instructores de Casa Tibet, fundada por su mastro Marco Antonio Karam. Otro de sus maestros es Alan Wallace, también físico y traductor de textos tibetanos, quien ha mencionado que mientras que la ciencia tiene su método científico, el budismo tiene «el samadhi», la concentración y la purificación de la mente, como método para averiguar la realidad.
La iniciación de Platón y Pitágoras en los Templos de Egipto
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La filosofía occidental moderna prefiere no reparar demasiado en las fuentes de la filosofía de Platón, a quien considera uno de los suyos. Es decir, un filósofo que perfila ya y provee el impulso para el edificio lógico racional de la filosofía y de la ciencia moderna: un tipo de conocimiento que pretende ser objetivo, mayormente materialista, cuyo fin es conocer y conquistar la naturaleza exterior y no tanto la naturaleza interior; donde es más importante producir discursos de virtuosismo intelectual que poner en práctica y vivir el conocimiento. Esta visión de la historia nos quisiera hacer creer que la filosofía, y en general el pensamiento crítico y el conocimiento validado objetivamente, nació en Grecia, casi por generación espontánea, liberándose de la superstición religiosa de todas las otras oscuras culturas del pasado (literalmente de culturas de tez oscura, como los egipcios). Sin embargo, la tradición de aquellos más allegados a Platón, sus contemporáneos y la escuela místico-filosófica que se desdobló de sus enseñanzas nos dicen que Platón fue principalmente un místico, un iniciado y un teólogo y que su filosofía no es tan original como se piensa sino que es la refinación intelectual de una antiquísima tradición esotérica. Nos dice Marsilio Ficino, el gran traductor de Platón al latín, que su enseñanza puede llamarse «una teología», puesto que «cualquier tema que trate, sea la ética, la dialéctica, la matemática, rápidamente lo completa, en un espíritu piadoso, y lo lleva a la contemplación y veneración de Dios».
¿De dónde obtuvo Platón la sustancia de su conocimiento, eso que en su aspecto más profundo lo revela como un maestro iniciado en los misterios del alma y del cosmos? La tradición afirma que de Egipto, de los misterios órficos y de los pitagóricos. En la época de Platón era común iniciarse en los misterios de Eleusis, los cuales parecen ser la continuidad de la tradición órfica, la cual aparentemente cifraba en la mitología una serie de enseñanzas místicas. En su libro The Eleusinian and Bacchic Mysteries, Thomas Taylor nos dice que Platón consideraba que «el gran diseño de los Misterios… era llevarnos de regreso a los principios de los cuales descendemos… una experiencia perfecta de bien espiritual». Cicerón no podía otorgarle más alta estima a los misterios:
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El Palacio de Topkapi en Estambul: centro de poder y harén de los sultanes otomanos
El palacio de Topkapi, cercano al estrecho del Bósforo, fue testigo de las mayores glorias y las más tristes tragedias de la historia del Imperio Otomano. En la actualidad el palacio de Topkapi es un museo, pero hace menos de cien años era aún el hogar del sultán, su harén y sus numerosos sirvientes.
El palacio fue construido en Estambul entre los años 1466 y 1478 por encargo del sultán Mehmet II. Tras la conquista de la ciudad de Constantinopla en el año 1453, el sultán necesitaba un nuevo hogar en el que vivir y desde el que dirigir el imperio. Topkapi fue edificado sobre las antiguas ruinas de las construcciones de los emperadores bizantinos. Esto quizás se debiera a que los otomanos querían ser vistos como una continuación de la gloria del antiguo poder, no sencillamente como creadores de uno nuevo. A finales del siglo XV, el palacio pasó a ser la residencia principal de los sultanes otomanos.
“Topkapi” significa “Puerta de los Cañones” en turco. El nombre del palacio viene de los grandes cañones que se encontraban a sus puertas. Estos cañones estaban en uso cuando se conquistó la ciudad. El 3 de abril de 1924 se decidió que el Palacio de Topkapi debía ser transformado en museo. De hecho fue el primer museo de la república de Turquía. El palacio continúa situado en el corazón de la ciudad aún en la actualidad, cercano a mezquitas famosas como la de Süleymaniye y la Mezquita Azul, cercanas al Bósforo. Muchas de las construcciones de madera de Topkapi desaparecieron o fueron sustituidas por otras más modernas, pero la estructura principal del palacio aún sigue en pie.
Las tres residencias del Sultán
En su origen el palacio contaba con unos 700-800 residentes, pero con el paso de los siglos este número aumentó hasta las 5.000 personas. El palacio consta de tres complejos principales: El Palacio Viejo, el Palacio Nuevo y el Palacio de Yildiz. El conocido como ‘Topkapi’ es el Palacio Nuevo.
Planta esquemática de los patios del Palacio de Topkapi. (CC BY 4.0)
El Palacio Viejo fue la primera construcción edificada en la Constantinopla recién conquistada. Sufrió un incendio en el año 1514, tras lo cual la mayor parte de sus residentes se trasladaron al Palacio Nuevo. El Palacio Viejo fue reparado y reconstruido en parte, pero el fuego lo destruyó de nuevo durante el reinado del sultán Abdülaziz, que ejerció su dominio entre los años 1861 y 1876. Fue en esta época cuando la Puerta del Comandante en Jefe ocupó el lugar del antiguo palacio. En la actualidad esta puerta forma parte de la Universidad de Estambul.
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