http://www.enkiptahsatya.com/44-el-diablo-satanas-y-el-satanismo—iexclacabemos-con-el-mito-una-vez-para-siempre.html
Quiero dejar algo bien claro para que no haya malentendidos. Enki no es el Satanás bíblico y no reconoce el Satanismo moderno como lo suyo. El Enkismo no tiene nada que ver con ningún tipo de religión satánica y Enki se niega a llevar el apelativo ‘Satanás’. Enki no es el diablo en el sentido judeocristiano de la palabra y nunca lo ha sido. Nuestro dios es tampoco el supuesto ángel caído ‘Lucifer’ de la mitología cristiana. Enki no es ningún ángel; Enki es un gran dios poderoso que creó a la humanidad y fundó la civilización mesopotámica muchos milenios antes de la invención de las mentiras de la maldecida Biblia judeocristiana. Voy a hablar bien claro para que mis queridos lectores entiendan la situación una vez para siempre. El diablo de los Cristianos, ya sea Lucifer o ya sea Satanás, no existe y nunca ha existido. El personaje diabólico del Nuevo Testamento no es ninguna entidad real sino solamente un arquetipo ficticio inventado por los fanáticos y paranoicos fundadores del Cristianismo apocalíptico en el primer siglo AEC. El Satanás bíblico es nada más que una forma pensadaimaginaria de los apóstoles cripto-sionistas engañosos ingeniada con el fin de confundir a los pueblos gentiles y atraparlos en el juego cruel de su malvado dios Yahvé (El/Saturno/Anu). En fin, el diablo cristiano sólo existe en las mentes retorcidas de los inquisidores homicidas de la Iglesia depravada y en las imaginaciones enfermizas de los Evangélicos enajenados y trastornados.
Aunque las varias sectas satánicas actuales digan oponerse a las religiones abrahámicas y rebelarse contra el tirano Yahvé, ningunas de ellas pertenecen a Enki y de todas maneras son nada más que un engaño del mismo Anu-Yahvé. ¡Así es! Anu y su camarilla depravada son ilusionistas crueles que se infiltran en ambos bandos y juegan ambos papeles para mantener al mundo entero bajo su control. Los Anuistas son marionetistas degenerados que crean filosofías y corrientes opuestas y luego hacen que peleen entre sí con el fin de asegurar que las masas ingenuas sigan distraídas y permanezcan sometidas a su voluntad maligna. Las iglesias satánicas y las hermandades esotéricas del camino de la mano izquierda actuales no son ninguna excepción. Los grupos del Satanismo moderno tanto secular como espiritual como la bien conocida Iglesia de Satanás laveyana, el Templo de Set y el ministerio de Alegría de Satán entre otros son organizaciones siniestras creadas por los lacayos de la élite iluminista (judeo-sionista) como una distracción para los gentiles irreligiosos que han rechazado la religión cristiana, el primer Caballo de Troya de los conspiradores. De hecho, el fundador de la Iglesia de Satanás y escritor de la Biblia Satánica, el famoso Anton LaVey cuyo nombre sigue siendo reverenciado en los círculos satánicos, era un ocultista judío estrechamente vinculado a los élites del gobierno de su tiempo. Cabe decir que el apellido de su abuelo paterno era Levy, un nombre muy típico de familias judías en Europa. Del mismo modo, el líder del Templo de Set que lo fundó supuestamente después de una cisma con la Iglesia de Satanás, el lugarteniente del ejército estadounidense Michael Aquino, también era un agente de la élite y estuvo vinculado al proyecto MK Ultra de la CIA. El ministerio de Alegría de Satán también es una organización corrupta cuyos líderes apoyan una ideología neonazi. Ningunas de estas sectas tienen que ver con Enki y todas son nada más que instrumentos del engañoso sistema anuista.
Como ya he dicho, la figura demoníaca Satanás de la secta cristiana es nada más que un arquetipo apocalíptico, un personaje ficticio y una forma pensada irreal de la religión del Nuevo Testamento. El diablo es de hecho un invento tardío de la herejía cristiana y nunca existió en la teología del Judaísmo bíblico. ¡El demonio auténtico es nadie más que Anu/El/Yahvé/Saturno, el malévolo dios del Antiguo Testamento!
Sabemos que la estrategia principal de Anu y su camarilla retorcida es la engañosa ‘inversión acusatoria’. Los secuaces de Anu inventan caricaturas calumniosas de sus enemigos y les transfieren todos sus propios crímenes depravados y todas sus propias características degeneradas con el fin de mostrar a sus rivales como los malos y presentarse a sí mismos como los buenos. La creación del Satanás neotestamentario fue un caso muy típico de este fenómeno. En el primer siglo, alrededor del tiempo de la fundación de la secta cristiana, Anu-Yahvé se dio cuenta de que su propia maldad era mucho peor que la de incluso los hombres más perversos y entendió que ningún gentil sano de la mente aceptaría la religión sanguinaria y depravada del Antiguo Testamento. Así que él y sus esbirros decidieron cambiar de estrategia. Ellos presentarían al propio diablo Anu-Yahvé como un dios paternal y bondadoso e inventarían un arquetipo del mal, el Satanás bíblico, al cual todas las fechorías de Yahvé serían transferidas. Por consiguiente, el Yahvé del Nuevo Testamento sería un padre bueno, justo y universal dispuesto a perdonar a sus ‘hijos perdidos’ y el arquetipo satánico que más tarde llegaría a ser asociado a la Serpiente del Edén (Apocalipsis 12:9) sería un ángel rebelde y un engañador decidido a usurpar el trono del cielo y apoderarse de la creación de su supuesto creador. En fin, con la creación del personaje ficticio bíblico Satanás, Anu-Yahvé se absolvería de la culpa de toda la maldad cometida en su nombre y le culparía a la Serpiente misteriosa por todos sus propios actos bárbaros.
Los Enkistas no reconocemos la historia inventada de la Biblia de Anu-Yahvé y tampoco creemos en el Satanás del Nuevo Testamento. Entendemos que el tema satánico de la secta cristiana es solamente una estrategia propagandista de los judeoanuistas y una herramienta del engaño. Nosotros creemos sólo en Enki cuyos actos de benevolencia hacia la humanidad están documentados en textos mesopotámicos que son más antiguos que la Biblia por milenios. Mantenemos también que el único adversario del género humano es nadie más que el impostor del Antiguo Testamento cuyo plan ha sido hacerse pasar como el dios creador. La verdad es que todas las religiones organizadas, ya sean sectas abrahámicas o ya sean hermandades satánicas u otras sociedades ocultas del llamado camino de la mano izquierda, son de hecho programas de control mental del mismo dios malévolo. Todas pertenecen a Anu/Yahvé/El/Saturno. En fin, el culto de los Illuminati no es satánico en el sentido cristiano de la palabra sino satúrnico y por ende jehovítico. Los élites son iniciados del culto secreto de Yahvé y hombres del Sionismo judío mientras las sectas satánicas actuales son nada más que sus marionetas. El Judaísmo satúrnico es la auténtica fuerza motora de la conspiración.
Satanás: El Diablo Inventado
La tradición cristiana mantiene que el mundo cayó en un estado de caos y fue abrumado por el mal porque un ángel rebelde y narcisista llamado Lucifer y luego renombrado como Satanás se opuso a la autoridad del supuesto dios creador Yahvé, intentó usurpar el trono del cielo y le incitó al hombre a que se rebelara contra el plan de ‘dios’ en el Huerto del Edén. Según el mismo sistema teológico, el mismo ángel demoníaco se adueñó de la tierra tras la supuesta ‘Caída del Hombre’ y por consiguiente todo el mal que existe en el mundo se puede atribuir a su rebelión injusta contra el orden divino. Los creyentes engañadizos piensan que Satanás bajó a la tierra con la intención de hacerla su reino y la misma Biblia griega reconoce que él sigue siendo el príncipe de este mundo actualmente, pero según la escatología cristiana el diablo y sus huestes de ángeles caídos serán derrotados por los ángeles de Yahvé en la batalla apocalíptica final y todos aquellos que se rebelaron contra la autoridad del mismo serán castigados en el lago de fuego infernal y serán destruidos para siempre. Todo esto parece muy bonito frente a los ojos miopes de los Cristianos ingenuos; sin embargo, hay un problema bien grave: nada de lo que las iglesias cristianas enseñan acerca del personaje de Satanás tiene fundamento en la Biblia hebrea (Antiguo Testamento) e incluso contradice lo que enseñan las escrituras judías más antiguas en las cuales el Cristianismo supuestamente está basado.
Esto podría resultar una gran sorpresa para mucha gente acostumbrada a la cosmovisión cristiana, pero la verdad es que en el Judaísmo, la religión del Antiguo Testamento, no existe ningún concepto de un diablo opuesto a la autoridad de su dios. Dicho de otra manera, los Judíos no creen en el diablo, pues la noción de un anti-dios rebelde y contrario a Yahvé no se encuentra en ninguna parte de sus escrituras religiosas. Los Judíos religiosos no reconocen la existencia del Satanás del Nuevo Testamento. Ellos saben que el diablo de los Cristianos es nada más que un invento tardío de una secta herética que se atrevió a tergiversar los versículos de la Biblia hebrea para apoyar sus doctrinas radicales. La judería ortodoxa sabía que todos los pasajes veterotestamentarios que los herejes cristianos citaban para sustentar su creencia en un diablo fueron sacados de su contexto engañosamente y malinterpretados. En fin, los mismos Judíos, los propios creadores de la Biblia hebrea, nunca creyeron en ningún diablo y aún menos en el personaje satánico de los Cristianos y por lo tanto ellos siempre han visto el Satanás de la teología eclesiástica gentil como un invento del Cristianismo extranjero.
Desde el nacimiento del Judaísmo pos-exílico los Judíos siempre han sido monoteístas a ultranza y no creen que sea posible que un mero ángel se rebele contra Yahvé, el creador omnipotente e inalcanzable según la teología judía ortodoxa. Los Judíos saben que la propia Biblia revela claramente que todo lo que existe en el mundo viene de Yahvé, un dios que crea tanto el bien como el mal (Isaías 45:7; Lamentaciones 3:38), y por lo tanto los rabinos reconocen que ningún tipo de diablo es necesario para explicar el origen del mal. Según las escrituras hebreas el mismo dios de Israel creó el mal y el sufrimiento, así que cualquier teología que enseñe que la aparición del mal se atribuye a una entidad demoníaca ajena a Yahvé es contraria a las enseñanzas de la Biblia (Antiguo Testamento) y es irracional para la mente judía. De hecho, el propio Génesis explica claramente que el mismo Yahvé maldijo la creación e introdujo muchas fuentes del sufrimiento al mundo para castigar al hombre (Génesis 3:15-19). En Génesis leemos que eso lo hizo Yahvé, no la Serpiente. En fin, la doctrina cristiana de que el mal se debe a un diablo que supuestamente se rebeló contra el trono de Yahvé está en contradicción con el contenido del Torá y por lo tanto queda refutada. Tengamos en cuenta que el Antiguo Testamento forma la base de las religiones abrahámicas y la validez teológica de las enseñanzas posteriores depende de que éstas estén en armonía con el contenido de la Biblia judía más antigua.
Los Cristianos afirman que Satanás es un ángel caído que se rebeló contra el trono celestial de Yahvé en un tiempo primordial antes de la supuesta ‘Caída del Hombre’ en el Edén. Las iglesias suelen interpretar la supuesta traición del diablo como una gran rebelión pre-adámica en el reino del cielo. Sin embargo, esta creencia no sólo carece de sustentación en la Biblia hebrea sino que también la contradice plenamente.
Primero, el Satanás desafiante de los Cristianos no aparece en los textos del Antiguo Testamento y en la gran mayoría de los casos el término hebreo śāṭān del cual posteriormente se derivaría el nombre del personaje mitológico cristiano Satanás no aparece como un nombre personal sino como un sustantivo general cuyo significado puede ser ‘adversario’ (1 Reyes 5:18; 11:14; 11:23; 11:25) 0 ‘acusador’ (Salmo 109:6). Si algún traductor bíblico insiste en traducirlo como un nombre personal en dichos contextos por motivos teológicos entonces no está siendo completamente honesto, pues está sacando el término fuera de su contexto original.
Segundo, el Satanás personal que aparece en el Libro de Job como el adversario del hombre justo Job no es de ninguna manera el mismo Satanás rebelde del dogma cristiano sino un ángel acusador subordinado al orden celestial cuyo trabajo es probar la lealtad de los fieles. En otras palabras, en el Libro de Job el ángel Satanás se presenta como un empleado de Yahvé y no podría estar más lejos de la fantasía cristiana de un arcángel renegado cuya meta es usurpar el trono de su creador. El Satanás del Libro de Job jamás podría ser el mismo Satanás de la teología neotestamentaria. Según la tradición cristiana, en el tiempo de Job el diablo Satanás ya se habría rebelado contra Yahvé hace unos milenios en una lejana época pre-adámica; sin embargo, la realidad es que en la Biblia encontramos a Satanás como un ángel acusador y un miembro de los Bene ha Elohim o ‘hijos de los dioses’ que está trabajando para Yahvé y probando la fe de un hombre posdiluviano. En fin, queda claro que el verdadero Satanás del Antiguo Testamento no es ningún archirebelde demoníaco como los Cristianos enseñan, sino más bien un siervo angélico del dios de Israel.
Los Cristianos citan el capítulo 14 del Libro de Isaías para sustentar su creencia de que Lucifer es un ángel rebelde que pretendió usurpar el trono del cielo.
‘!Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.‘ (Isaías 14:12-14)
Sin embargo, la verdad es que estos versículos no tienen nada que ver con ningún supuesto diablo rebelde y aún menos con Lucifer. En primer lugar Lucifer era un dios romano del lucero del alba cuyo teónimo latino significa ‘Portador de Luz’ y que no tuvo ninguna relación con los personajes de la angelología judía. La frase en el texto original no es Lucifer en el sentido satánico de la palabra sino hêlêl ben šāḥarcuyo significado en Hebreo es ‘lucero, hijo de la mañana’. Lo más probable es que sea una referencia al planeta Venus, la estrella matutina. Además, cabe decir que en el caso de Isaías 14 el sujeto de la rebelión no es ninguna entidad celestial como el supuesto diablo cristiano sino nadie más que el difunto rey de Babilonia. Al principio del mismo capítulo el profeta recibe un orden de pronunciar cierto proverbio hebreo contra el monarca babilonio y empieza a burlarse de su caída (Isaías 14:4). Luego el autor relata unos ejemplos de su opresión contra los pueblos extranjeros (Isaías 14:6; 14:8; 14:10), lo acusa de ser un rey soberbio y arrogante (Isaías 14:11) y termina por regocijarse de su muerte y su descenso al Seol o inframundo (Isaías 14:9; 14:15-20). Lo cierto es que el escarnio contra el lucero en este texto se refiere sólo al monarca caído del reino de Babilonia.
Sabiendo esto, los Cristianos intentan justificar su doctrina del Satanás usurpador por afirmar que Isaías 14 es una revelación polivalente que tiene dos niveles de interpretación pudiéndose aplicar tanto al rey babilonio como al ángel caído Lucifer/Satanás, pero eso no es lo que dice el texto y los Cristianos simplemente están distorsionando el contenido con sus propias ideas preconcebidas para la justificación de su propia teología. Los Judíos, en cambio, saben que la interpretación cristiana no está fundamentada en el texto y están conscientes de que los Cristianos sólo están tergiversando sus escrituras religiosas. Por lo tanto, los Judíos no pueden tomar las doctrinas cristianas en serio. En fin, ellos saben que no hay ningún Lucifer angélico rebelde en la Biblia hebrea y entienden que el personaje satánico es nada más que un invento cristiano.
El Único Diablo es Anu-Yahvé
En el Nuevo Testamento el altanero Nazareno dijo que el diablo ha sido homicida desde el principio y sólo habla mentiras (Juan 8:44). Los Cristianos interpretan el mismo versículo como un repudio contra Satanás, pero la realidad es que la acusación resulta ser mucho más aplicable al propio dios de Israel. La Biblia hebrea no deja lugar a dudas en cuanto a la malevolencia y la crueldad de Yahvé. Cualquier persona honesta que estudie el contenido de la Biblia de manera objetiva se dará cuenta de que los actos del dios bíblico son propios de una entidad demoníaca. La creencia de que Yahvé es un padre benévolo y un gran dios de amor es nada más que una fantasía ridícula del sacerdocio católico y de los pastores evangélicos y es evidente que el mismo dios judeocristiano es mucho más demoníaco que cualquier demonio extranjero.
La misma Biblia explica que Yahvé, el dios de los Judíos, es un hombre de guerra y un belicista xenofóbico y despiadado (Éxodo 15:3; Deuteronomio 20:11-17; Salmo 2:1-12), un asesino de inocentes y un carnicero de los indefensos (Deuteronomio 2:33-34; 7:16; 13:15; Josué 6:21; 1 Samuel 15:2-3; Ezequiel 9:5-7; Isaías 13:15-18), un invasor cruel que favorece el saqueo de los pueblos extranjeros y el cautiverio de sus muchachas virginales (Números 31:17-18) y un infanticida malvado (Éxodo 12:29; Salmos 135:8; 137:9). Además, el mismo tirano divino es una entidad sanguinaria que se deleita con el sacrificio de criaturas vivientes (Levítico 1:5-9; Números 18:17-19) e incluso incita a sus fieles a que inmolen a sus propios hijos y niños pequeños en holocausto (Éxodo 13:2; 13:12-15; Jueces 11:29-31; Ezequiel 20:25-26). El holocausto era un tipo de sacrificio en el cual la víctima era quemada por completo como una ofrenda a Yahvé. Todas estas características de la deidad bíblica son propias de su precursor pre-israelita el dios semítico El (Kronos/Saturno) cuyo culto exigía el sacrificio humano ritual y la inmolación de los infantes por holocausto. En fin, muy lejos del supuesto padre amoroso del dogma cristiano, el dios de la Biblia hebrea es un auténtico demonio sediento de sangre y su culto satúrnico practicado por los iniciados judíos es la verdadera religión demoníaca.
Anu-Yahvé es el único diablo real. Él es el malvado dios de este mundo que reina sobre la humanidad a través de sus programas de control mental como las religiones y las filosofías mundiales. Cuando inventaron la nueva teología cristiana en los primeros siglos de la Era Común, los Anuistas aprovecharon para demonizar más el símbolo de Enki y presentar nuestro libertador divino como un adversario engañoso. La Serpiente del Edén nunca había sido asociada al diablo antes de la época de la secta cristiana. De hecho, el simbolismo ofidio era normalmente asociado al conocimiento y a la sabiduría y hasta Moisés abrazó el símbolo de la Serpiente según la tradición bíblica.
Sabemos que la Serpiente del Edén que le otorgó a Adán la ciencia del cielo y hizo que el hombre despertara y llegara a ser como uno de los dioses era una representación posterior de nuestro gran dios sumerio Enki, la Gran Serpiente del santuario de Eridú en el Edín, que le reveló a Adapa el designio del cielo y de la tierra en contra de la voluntad del rey misántropo Anu según los textos sumerios antiguos. La literatura mesopotámica deja claro que Enki es el verdadero libertador y benefactor de la raza humana y la Biblia hebrea es nada más que una pobre copia y refundición de los relatos originales de la religión sumeria.
Volviendo al tema, Anu decidió inventar el concepto del diablo en su nuevo programa de control mental que llegaría a ser conocido como el Cristianismo y le transfirió a su personaje ficticio Satanás, el temido adversario universal, todas sus propias características diabólicas. Luego lo asociaría a la Serpiente libertadora y calumniaría el personaje simbólico y arquetípico de Enki convirtiéndolo en una entidad demoníaca y presentándolo como el padre de todo el mal. Así Anu echaría la culpa de sus propias maldades cometidas en la historia de la humanidad, enlodaría la reputación de sus rivales y haría que los humanos temieran y odiaran a su propio padre ancestral y libertador benévolo. En fin, este tipo de inversión acusatoria es el modus operandi típico de los Anuistas.
El Ocultismo Satánico Moderno: Una Cortina de Humo que esconde la Verdad sobre la Élite
¿Por qué eligió Anu el nombre Satanás para su diablo ficticio?
La respuesta es que lo hizo como parte de su solapada campaña de desprestigio contra su mayor enemigo Enki, la antigua Serpiente que se opuso a su política de oscurantismo y le entregó a Adapa/Adán el conocimiento divino en el santuario del Edín/Edén. Su motivo es la misma inversión acusatoria de siempre.
A pesar de que ya hubieran aparecido en la literatura hebrea decenas de dioses extranjeros cuyos nombres habían sido denigrados y demonizados por los redactores bíblicos como por ejemplo el dios semítico Baal (Enlil) cuyo nombre fue convertido en el insultante Belcebú, Anu decidió nombrarlo Satán, pues este sustantivo hebreo que significa ‘adversario’ se asemeja a la palabra antigua Satya a nivel fonológico. Satya es un epíteto para el dios benévolo Enki en la lengua sánscrita y también será el nombre de su era de luz Satya Yuga.
En Sánscrito, Satya significa ‘verdad eterna’. La raíz primitiva sat- tiene por significado ‘lo verdadero’ y aparece en muchos términos espirituales que tienen que ver con el crecimiento y la iluminación. La gran civilización de la India tiene una historia muy antigua e incluso fue contemporánea con la civilización sumeria. La cultura índica más antigua descendía de la leyendaria civilización atlante antediluviana y por lo tanto estuvo vinculada a nuestros dioses. La prueba de un vínculo entre la civilización sumeria y la antigua espiritualidad hindú yace en el hecho de que existan varias semejanzas entre la mitología mesopotámica y la religión índica. Un ejemplo muy breve sería la identidad asombrosa del salvador de la humanidad en los relatos diluvianos respectivos. Como ya sabemos muy bien, en la versión sumeria del relato Enki, el señor de las aguas representado por el símbolo del pez, salva a Ziusudra del linaje de Adapa de la devastación del diluvio. Del mismo modo, en la versión índica del diluvio es Matsia, un avatar pisciano cuyo nombre significa ‘pez’, el que es el salvador de Manu, cuyo nombre vienes de manas (mente) y significa ‘hombre sapiente’ asemejándose al significado del nombre de Adapa en la literatura mesopotámica. La explicación más lógica por las similitudes entre las mitologías de ambas culturas es que hubo contacto entre las dos y existió una corriente espiritual primordial común entre ambas regiones. En fin, Enki es Satya en su contexto índico; él es la verdad eterna.
Sin embargo, el engañoso Anu enlodó el título Satya de Enki y lo reemplazó por el sustantivo semítico Satán asociándole a Satya al ‘adversario’. En fin, el vengativo Anu hizo este juego de palabras para mostrar su desprecio por Enki y burlarse de él. Los Anuistas pretendieron presentar al portador de la verdad como un enemigo del hombre y convertirlo en un demonio temido y odiado. El apelativo Satán o Satanás es un insulto para Enki y por lo tanto él se niega a reconocerlo como un epíteto suyo. Enki es Satya, el auténtico creador y benefactor de la raza humana; él no tiene nada que ver con el personaje demoníaco ficticio inventado por sus enemigos como una calumniosa caricatura de su arquetipo.
Sucede lo mismo como el nombre Lucifer. La asociación falsa de este apelativo con el supuesto diablo rebelde Satanás fue algo intencionado por Anu. Él quiso mostrar el arquetipo benefactor e iluminador de Enki/Prometeo como una especie de demonio y asociarlo al mal. El invento del diablo cristiano fue una manera de que los Anuistas calumniara a su rival y lo demonizara delante de los ojos de los hombres. Enki sí es un lucifer en su sentido original de ‘portador de luz’, pues él nos otorgó la luz de la ciencia divina que nos iluminó los ojos y nos hizo despertar; pero no es de ninguna manera Lucifer en el sentido de un ángel caído en el contexto de la Biblia mentirosa. Enki no es un ángel y aún menos un demonio; Enki es un dios. Enki es uno de los seres divinos más poderosos. Enki no es Lucifer el ángel caído de la tradición cristiana; Enki es Prometeo, el titán benévolo de corazón noble que se opuso a la tiranía de los demás titanes y le entregó al hombre el fuego de los dioses. Enki es el gran dios sumerio que no toleró la misantropía de Anu y le reveló a Adapa el designio del cielo y de la tierra y le enseñó el conocimiento celestial de los Me. Enki es la Serpiente noble que se negó a dejar a los humanos a la merced del malévolo Yahvé y le enseñó a Adán la ciencia que lo hizo igual que los dioses. Enki no es ningún adversario o ángel caído; Enki es el verdadero padre creador del hombre y nuestro auténtico libertador. Enki es un gran héroe y benefactor amoroso según todos los textos más antiguos. ¡No es ningún Satanás demoníaco inventado milenios después y despreciado en un libro tan mentiroso que ni siquiera vale las hojas en las que está escrito!
Aquí la inversión acusatoria de Anu-Yahvé es tan evidente. En el Nuevo Testamento ese sinvergüenza tiránico le culpa a la Serpiente del Edén, la representación simbólica de Enki, de todos sus propios crímenes.
Primero, a pesar de que él mismo sea el verdadero oponente de la humanidad que pretendiera que no consiguiéramos el conocimiento de los dioses, Anu le presenta a Enki como el enemigo y le pone un epíteto que significa ‘adversario’.
Segundo, aunque Anu sea un violento usurpador que venciera a Alalu por el trono del cielo según varias mitologías (Anu > Alalu; Kronos > Urano; El-Yahvé > Elyon), él le acusa a la Serpiente enkiana de haber sido un usurpador convirtiéndolo en el soberbio arcángel Lucifer que dijo subir hasta lo alto del cielo y colocar su trono por encima del Altísimo.
Tercero, a pesar de que Anu-Yahvé fuera un tirano genocida y un ilusionista engañoso desde el inicio, su malvada forma pensada Jesús el Nazareno dice en el Evangelio de Juan que el diablo, obviamente la Serpiente, fue un asesino y mentiroso desde el principio.
Cuatro, sin importar el hecho de que él mismo sea el malvado dios de este mundo, su religión belicista el Judaísmo sea nada más que un anteproyecto para la dominación mundial judía y sus secuaces sionistas estén detrás de las conspiraciones contra los gobiernos del mundo, Anu-Yahvé le acusa a la Serpiente, ahora hecha el demonio, de ser el príncipe oscuro de este mundo y estar conspirando contra el reino del cielo.
¡Algunos seguidores de Anu-Yahvé incluso acusan a la Serpiente de ser el señor de los Illuminati! Anu siempre tergiversa la verdad y les echa a sus enemigos la culpa de sus propias fechorías. Así es su modus operandi de siempre.
Reflexiones
El diablo bíblico Satanás y el ángel caído Lucifer de la angelología cristiana no son entidades reales sino más bien un arquetipo ficticio inventado por el pueblo de Anu al comienzo de la Era Cristiana. La verdad es que el concepto del diablo no existió en el Judaísmo y los Judíos nunca han creído en su existencia. Ellos saben que los teólogos cristianos han malinterpretado o tergiversado el contenido de las escrituras de la Biblia hebrea para justificar su doctrina herética. En fin, el diablo es un invento tardío del Cristianismo y la creencia de que Satanás cayó y se rebeló contra Yahvé no tiene ningún fundamento en las escrituras judías. Los Judíos siempre han entendido que Yahvé crea tanto el bien como el mal, así que la doctrina de un personaje diabólico es innecesario e irracional en el Judaísmo bíblico.
El arquetipo del anti-dios Satanás o Lucifer es nada más que una forma pensada ingeniada por los Anuistas y diseñada de modo que se asemeje a la figura rebelde de Enki. Anu le transfirió a su personaje demoníaco ficticio todas sus propias características depravadas y todos sus propios actos malvados y luego lo asoció a la Serpiente del Edén, la representación alegórica de nuestro gran benefactor y libertador Enki. Los Anuistas utilizaron su modus operandi de siempre; recurrieron a la solapada táctica de la inversión acusatoria. Anu-Yahvé, el verdadero enemigo de la humanidad, se presentó a sí mismo como el bueno y mostró engañosamente a la Serpiente enkiana como el malo convirtiéndolo en una especie de demonio. Los Anuistas son ilusionistas crueles.
El malvado Anu-Yahvé, el dios del Antiguo Testamento, aún siendo él mismo un usurpador violento, un oponente malévolo del hombre y un conspirador contra la humanidad, le acusó a la Serpiente, nuestro Enki, de ser un ángel caído decidido a usurpar el trono del cielo, desvirtuó su nombre antiguo Satya cuyo significado es ‘verdad eterna’ reemplazándolo por Satán, un apelativo semítico que significa ‘adversario’; e incluso lo asoció falsamente a las sociedades ocultas que conspiran para apoderarse del mundo. Todas las acusaciones de Anu son totalmente falsas. Anu-Yahvé, el dios del Judaísmo, es el verdadero diablo, el auténtico adversario de la raza humana y el único dios de los iniciados del orden de los Illuminati. El supuesto ‘Satanismo’ de la élite es nada más que una cortina de humo de los conspiradores que sirve para ocultar su verdadera identidad: Judíos sionistas y adeptos del oscuro culto satúrnico-jehovítico. El dios hebreo, cuya identidad original es El-Saturno y Anu, es el dios de los Illuminati y el máximo conspirador contra la humanidad. Su religión judía expuesta en la Biblia hebrea es nada más que un anteproyecto para el Sionismo: la dominación mundial judía.
Enki no es el diablo Satanás y el Enkismo no tiene nada que ver con el Satanismo moderno. Éstos son nada más que inventos engañosos de Anu. La Biblia judeocristiana es solamente una pseudo-historia falsificada por los enemigos de la humanidad con el fin de engañarnos y someternos a su dominio. Las acusaciones contra la Serpiente del Edén en el Nuevo Testamento son totalmente falsas. Los textos mesopotámicos antiquísimos, todos más vetustos que la Biblia por milenios, relatan que Enki, la Gran Serpiente del santuario de Eridú en el Edín y el dueño del Árbol del Conocimiento, es el verdadero padre creador de la raza humana, un dios benévolo que iluminó al hombre con la ciencia del cielo y un defensor de la humanidad que nos salvó de los intentos de genocidio del malévolo rey del cielo Anu. Enki no es el ángel caído Lucifer; Enki es Prometeo, el gran titán divino que le entregó al hombre, su propia creación, el fuego de los dioses. Enki no es el adversario; Enki es el benévolo Ushumgal (Gran Serpiente) que liberó a la humanidad a través de la ciencia divina en el santuario de Eridú. Enki no es el engañador del mundo; Enki es Satya, el dueño de la verdad eterna. En fin, Enki es nuestro gran dios y Anu (El/Yahvé/Kronos/Saturno) es el verdadero diablo.
¡Gloria a Enki-Prometeo!
¡Muerte al ilusionista cruel Anu-El-Yahvé!