En Portugal están prohibidos los partidos secesionistas. En Francia también, igual que Alemania. Por estos lares, “cosas veredes, amigo Sancho”, ocurre lo contrario. Aquí, en España, se consiente la existencia de formaciones “antisistema” que fomentan y avivan el imaginario del dolor, eso que Miguel de Unamuno advirtió en “la petulante vanidad de un pueblo que se cree oprimido”, refiriéndose al nacionalismo catalán.
Invitado por la Universidad de Helsinki, Carles Puigdemont conferencia sobre los Pequeños estados y política en las redes sociales en un mundo globalizado: hacia una república digital en Cataluña. El ex Presidente de la autonomía catalana no esperaba oír reprimendas en su discurso. Pero el finlandés Jukka Kekkonen le reprocha al catalán sus gruesas confusiones entre democracia y dictadura. Y Kekkonen que, además de buen conocedor de la Historia de España, es catedrático de Derecho, recrimina a Puigdemont que “ustedes los separatistas hablan de la historia de una forma de la que Putin estaría orgulloso“. Esto ocurría horas antes de que el fugado Puigdemont, sobre el que recaen delitos de rebeldía y malversación de fondos públicos, fuera detenido el pasado 25 de marzo por la policía alemana en cumplimiento de una euroorden.
Como el nacionalismo despierta resentimiento y xenofobia allá donde va, no es cosa menor que Puigdemont fuese apoyado, durante su estancia en la cárcel alemana de Neumünster, por miembros del partido de ultraderecha Alternativa por Alemania (AfD). Por cierto, a día de hoy el señor Puigdemont mantiene el apoyo de esta formación de extrema derecha a través de su portavoz Jörg Meuthen.
Y tampoco es baladí que en un punto cercano a la localidad catalana de Soses apareciesen los del M.I.C. Estos nazis catalanistas, a los que les gusta comparar a los españoles con simios, estuvieron en uno de esos días cruciales de la festividad de Pascua actuando codo a codo con los Comités (¿izquierdistas?) de Defensa de la República [Catalana], saboteando el tráfico de la autovía A-2. Y provocando desórdenes.
Capitalismo emocional
La socióloga de simpatías marxistas Eva Illouz sostiene la teoría de que, movidos por simplemente sentimientos, podemos adquirir aquello que nuestros deseos marquen. En el capitalismo de las emociones cabe, pienso, crear perfectamente sentimientos patrióticos diseñados para ser vendidos a la carta, por qué no. Y ahí, en este escenario, es donde incluyo a José Luis Rodríguez Zapatero. Este ex Presidente de España, que despenalizaba la convocatoria de referéndums ilegales, exhibió un optimismo arrollador por esa confusión, habitual en él, de no calibrar el efecto que producían sus palabras. Y sus acciones. De ahí que, sin dudarlo ni una vez, el señor Rodríguez Zapatero lanzara esta promesa: “Apoyaré la reforma del Estatuto de Autonomía que apruebe el Parlamento catalán”. Sea cual fuere.