Los fundamentos culturales de la lengua humana es una historia todavía en gestación, porque se deben ver las nociones que figuran al margen de la idea de que el lenguaje es innato.
Nada diferencia tanto al Homo sapiens de otras especies, y con mayor claridad, que la posesión de la lengua y la cultura. Las características únicas la lengua nos permite comunicar casi cualquier cosa que nos viene a la cabeza. Nos permite aprender de las elaboraciones de generaciones anteriores: usamos valores adquiridos anteriormente, además del ensayo y error, para mejorar nuestras vidas. La imbatible combinación de la lengua y cultura nos ha hecho gobernantes de la Tierra.
No obstante, la cuestión para antropólogos y lingüistas, no es por qué la lengua y la cultura son tan grandes, sino lo que en principio lo hace posible.
Sabemos que estas dos herramientas cognitivas sociales están relacionadas: la cuestión es entender la naturaleza de esta relación. Desde Aristóteles y Platón, han lidiado dos enfoques principales. Desde la tradición platónica nos llega la idea «innata» de que el lenguaje está predeterminado, que tiene una forma inmutable, dictada por los genes (o los dioses). Se trata de una calle de solo sentido: el lenguaje facilita la cultura, pero la influencia de la cultura en la lengua es mínima. Las ideas aristotélicas, sin embargo, sostienen que gran parte del lenguaje se establece por las convenciones culturales, y que sirve a nuestra peculiar «instinto social».
Durante los últimos 50 años más o menos, la teoría dominante ha seguido a Platón, asegurando que el lenguaje es una capacidad innata del cerebro humano, y la cultura es el mejor de los periféricos para comprender esta facultad. A lo largo del siglo XX, los teóricos, como Roman Jakobson y Noam Chomsky han desarrollado hipótesis extremadamente interesantes. En la versión de Chomsky, las lenguas son elaboraciones individuales sobre un sistema computacional (gramática), proporcionado por el genoma humano. La cultura es irrelevante en cuanto a los aspectos fundamentales de este sistema.
Debo admitir mi sorpresa por la continua popularidad del innatismo. Durante décadas, la investigación se apoya en la idea de que el lenguaje está formado por una serie de factores independientes, dejando poco o nada que hacer a una «gramática universal» o «instinto del lenguaje». Algunos investigadores van tan lejos que llegan a argumentar que la gramática universal no es más que una tautología: «los humanos tienen lenguaje, porque los humanos tienen lenguaje.»
Es posible que el innatismo persista, ya que parece difícil de refutar. Sin embargo, según Philip Lieberman, científico cognitivo de la Universidad de Brown, en Rhode Island, puede ser comprobable, si la predicción es paradójica. De acuerdo con la gramática universal, no todas las funciones del lenguaje son, de hecho, universales. Bajo el innatismo, cabe esperar que algunos humanos son incapaces de aprender algunos idiomas humanos. Si pudiéramos encontrar una población de humanos que pudiera aprender un tipo de lenguaje, y no otro, tendríamos un contundente apoyo al innatismo.
Que ¿cómo es eso? La posible incapacidad de algunos humanos para aprender algunas lenguas se desprende del innatismo, porque la cultura puede afectar a los genes. Los genes siempre varían dentro de una población, debido, entre otras razones, a las mutaciones. La cultura, como parte del entorno, ejerce presiones que pueden favorecer un genotipo sobre otro. Por ejemplo, los genes para procesar el oxígeno en algunas poblaciones tibetanas han cambiado mucho en tan sólo los últimos 3.000 años. Si la cultura ejerce una presión selectiva que favorece algunos genes más que otros, es poco probable que la evolución preserve una innata e invariable gramática en todas las poblaciones, sería mucho menos costoso para la gente a aprender sus lenguas locales con más facilidad, simplemente apagando otras opciones de su genotipo. La gente podría evitar gran parte del proceso de aprendizaje de idiomas mediante el trazo de una información gramatical innata específica de su nicho cultural.
De esta manera, el nativismo predice que algunas poblaciones no podrán aprender todas las lenguas humanas. Por ejemplo, una población podría ser incapaz de aprender, por ejemplo, español, donde se puede omitir el sujeto libremente en la mayoría de las oraciones. El español es probable que haya heredado esa característica de las lenguas indoeuropeas, lo que significaría una característica que tiene por lo menos 6.000 años de antigüedad, bien adentrado en el tiempo de los cambios genéticos conocidos. Sin embargo, esta predicción no sólo es falsa para todos los humanos que han sido testeados, sino que también parece altamente improbable que, cualquier ser humano normal no sea capaz de aprender cualquier lenguaje humano en particular.
Los primeros lingüistas americanos, como Edward Sapir, evitaron las trampas innatistas, argumentando que el lenguaje humano es un artefacto cultural: una consecuencia de la interacción entre la inteligencia y los valores, la necesidad de comunicación, la tradición y las convenciones. En mi último libro «Language: The cultural tool» (La lengua: Una herramienta cultural), he tratado de desarrollar una más amplia exposición de los efectos de la cultura en la forma y significados de los lenguajes humanos. Para mí, el lenguaje es una buena solución para el problema de la comunicación humana, la necesidad de satisfacer nuestro «instinto social» y establecer relaciones significativas con los demás.
La lengua Pirahã de la Amazonía brasileña, es uno de los 7.000 idiomas del mundo, y todos ellos muestran los efectos culturales sobre la gramática. Pero el idioma Pirahã, que he estudiado durante casi 30 años, es muy interesante, ya que contiene muchas cosas inusuales para los hablantes de las lenguas occidentales. Por ejemplo, mientras que Pirahã tiene consonantes y vocales igual que cualquier otro idioma, tiene uno de los más pequeños conjuntos de fonemas conocidos, ocho consonantes y tres vocales para los hombres y siete consonantes y tres vocales para las mujeres. Así pues, las mujeres tienen una consonante menos que los hombres. Mientras los hombres tienen los fonemas «s» y «h», las mujeres sólo tienen el fonema «h» (aunque algunas mujeres usan la «s» en ciertos contextos).
Sanción cultural
No sólo los hombres Pirahã tienen más fonemas que las mujeres, sino que han utilizado culturalmente más «espacio» con en el que formar sonidos. La pronunciación de los hombres usan un espacio articulatorio más extenso, con una faringe libre de restricciones (en el área superior de la garganta, por encima de la laringe o «caja de voz»), y la lengua hace contacto con el techo de la boca más cerca de los dientes. Las mujeres contraen sus paredes faríngeas lo que da lugar a una «faringe parada», resultando de ello un sonido más gutural, y sus lenguas bloquean el flujo de aire para la «t» y la «n», sólo con la lengua articulan las consonantes, más atrás de la sus dientes. El resultado es que las mujeres Pirahã utilizan menos fonemas y dentro de un espacio articulatorio más pequeño que los hombres.
No hay ninguna razón lingüística para el contraste entre el discurso de los hombres y el de las mujeres Pirahã: se comprende de los valores y la cultura Pirahã, al igual que el habla de los hombres ingleses difiere en muchos aspectos del de las mujeres. Por ejemplo, las mujeres suelen usar colores distintos y más frases descriptivas que los hombres. La frase: «Me encanta esa lavanda que usas» es casi seguro que lo ha pronunciado una mujer. Los hombres utilizan formas no convencionales, por lo que un hombre puede decir: «I went walkin’ «, mientras que una mujer dirá: «I went walking«. De forma similar, la cultura Pirahã distingue entre la pronunciación de hombres y mujeres, como acto «voluntario».
De la miríada de formas en que interactuan la cultura y la gramática parecer ser que a la sintaxis Pirahã le falta la estructura recursiva. La recursividad era como llamaban al núcleo innato del lenguaje humano en un famoso artículo de Science, publicado por Marc Hauser, Noam Chomsky y Tecumseh Fitch, en 2002, «La facultad del lenguaje: ¿qué es, quién lo tiene y cómo evolucionó?» (The faculty of language: what is it, who has it, and how did it evolve?) .
Un proceso recursivo es el que se aplica a su propia producción: se pueden hacer frases largas sin finitud, su sello distintivo son unidades gramaticales de un tipo, incrustadas en otras del mismo tipo, como los sintagmas nominales dentro de otros sintagmas nominales («la hermana de la esposa, del amigo del hermano de John» John’s brother’s friend’s wife’s sister), o frases dentro de otras frases («Peter dijo que Mary dijo que John dijo que Mortimer estaría aquí mañana» Peter said that Mary said that John said that Mortimer would be here tomorrow).
Un idioma sin recursividad sería lo contrario, y esto es lo dicen de Pirahã. Un lenguaje así refutaría la afirmación de recursividad, incluso, como ocurre en el caso de Pirahã, sus hablantes puedan aprender la recursividad de otros idiomas o mostrar pruebas de pensar de forma recursiva. Si una lengua puede existir sin la recursividad, entonces, todos podemos. Esto es irreconciliable con la aseveración de que la recursividad es una condición sine qua non de la comunicación humana.
Esta afirmación de que Pirahã carece de recursividad ha sido recientemente corroborada por científicos cognitivos, de la Universidad Tufts en Medford, Massachusetts, además de otros estudios que se están realizando en la facultad ciencias cognitivas y cerebrales del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). No obstante, dicho aserto continua siendo asombrosamente polémico, como se demuestra en un nuevo documental, «La gramática de la felicidad» (The Grammar of Happiness), acerca de mi vida y mi trabajo. El hecho de que la sintaxis Pirahã carezca recursividad es un descubrimiento interesante. Y más importante aún, es el argumento de que esta falta de recursividad está impuesta por los valores culturales Pirahã.
Esto requiere evidencias, algo que yo llamo «principio de inmediatez de la experiencia». Requiere, entre otras cosas, que todas las frases Pirahã sean «aseguradas» por la evidencia, y ésta representada en un verbo. Existen tres sufijos: «rumor» (alguien te dijo, pero no lo has visto por ti mismo), «deducción» (ves la evidencia, pero no has visto el acto, como en «John salió + sufijo deductivo», que significa algo como: «John salió, porque su canoa no está», o «… porque veo que sus huellas conducen a la selva»); y la «observación directa» (como en «John salió, yo lo vi salir.», donde, a diferencia del inglés, el» Yo lo vi salir» (I saw him leave), parte de la frase que sería el sufijo).
Nada puede ser pronunciado, a menos que se justifique por uno de estos sufijos. La interesante consecuencia para la gramática Pirahã (y las teorías del lenguaje humano), es que este requisito basado en la cultura de la evidencia, hace imposible la recursividad en la gramática. Esto se debe a que cualquier categoría gramatical (sustantivo, verbo, frase y siguientes), especificada en un significado verbal debe ser «autorizada» por el sufijo evidencial, y solamente las categorías así autorizadas pueden formarse. Una frase incrustada dentro de otra frase, lleva unidades que no forman parte del significado del verbo en el que están inmersos, por ello no están autorizados por el marcador evidencial del verbo.
Por ejemplo, el verbo «dar» requiere de tres nombres (o «argumentos»): el que da, la cosa dada y el destinatario de la entrega. John (el donante) le dio un libro (la cosa dada) a Bill (el destinatario). No es estrictamente gramatical en inglés decir sólo «Juan dio» o «Juan dio el libro». Al margen de la literatura, tenemos que dar cada vez los tres argumentos (o más).
La lengua Pirahã marca la excepción que lo diferencia del inglés, el requerimiento cultural de la evidencia, permite solamente tres argumentos. Al decir: «El mejor amigo de la hermana de John, le dio un libro a un amigo del suegro de Bill» dejaría a la «hermana» y al «suegro» sin justificar, porque no se encuentran entre los tres argumentos del verbo (el que da, lo dado y el destino). En mi libro, explico con más detalle cómo este requisito cultural para reglas de la prueba fuera la repetición en Pirahã.
Esta restricción en la gramática Pirahã y su peculiar forma gramátical es cultural. De esta forma, Pirahã representa un ejemplo sólido frente a la idea de que la recursividad es el principio genético que facilita las lenguas humanas. También demuestra que la gramática, en su forma más básica, puede estar profundamente moldeada por los valores de la cultura de la que forma parte. Estas consideraciones plantean la cuestión de cómo funciona una gramática universal innata.
La cultura puede afectar a más cosas, aparte de los sistemas sintácticos y de sonido de las lenguas. También puede restringir la profundidad de los significados que las lenguas pueden expresar. Por tal razón, Pirahã carece de palabras para el color y los números, y tiene el sistema de parentesco más simple conocido (ver diagrama). Tiene muy pocas palabras para el tiempo, carece de todas las variantes del pretérito perfecto (como el pasado perfecto «Yo ya había comido»), y de otras características que se pensaban comunes a todos los idiomas.
Vale la pena repetir que la cultura tiene efectos similares en la gramática de todas las lenguas, sólo que en la lengua Pirahã son más fáciles de detectar. Tomemos la alfabetización. Tal como las sociedades adoptan un lenguaje escrito por razones culturales, sus gramáticas también cambian a menudo. Quizá, más exactamente, comienzan a adoptar una segunda gramática, una gramática de la lengua escrita frente a la hablada. Muchos estudios muestran que la lengua hablada y escrita difieren en muchas formas, a menudo profundas, como la longitud de la oración, la complejidad de los párrafos, y así sucesivamente. Las nuevas características del lenguaje escrito se originan por alteraciones en la expresión de la sintaxis, debido en última instancia, a la decisión cultural que se toma para escribir un idioma.
Sin alfabetización
Que esto es cultural se demuestra en un pasado incidente de la década de 1980. Después de verme leer y escribir, los Pirahãs pensaron que les gustaría aprender a leer y escribir su propio idioma. Empecé a enseñarles la ortografía Pirahã que había desarrollado sobre la base de mi análisis de la fonología. Después de varias semanas, un día en una casa llena de Pirahãs leí en mi pizarra la palabra bigí o «tierra» en su idioma. Todos ellos la pronunciaron perfectamente. ¡Me encantó! Les había enseñado a leer.
Pero me quedé confuso cuando ellos estallaron en carcajadas. Les pregunté por qué. «Eso suena igual que nuestra palabra» tierra», dijeron. «Pero esa es su palabra» tierra»,» repliqué. «Oh, no, nosotros no escribimos nuestra lengua ¿es eso lo que estás haciendo? No queremos eso». Fin de las clases. Resultó que los Pirahãs no permitían la alfabetización dentro de su cultura, de forma que sus cambios gramaticales también quedaban excluidos, por decisión propia.
La idea es que, el lenguaje es como una herramienta cultural que hace que sea más fácil ver por qué después de 100 años de investigación, aún carecemos de un sistema sin controversia de las estructuras que se hallan en todos los idiomas, un conjunto previsto por una gramática universal. La idea de que la cultura adapta el lenguaje a sus propias necesidades, nos ayuda a ir más allá de las ideas políticamente correctas, por ejemplo, que todas las lenguas son «igual de complejas». Nadie sabe lo que eso significa porque hay muchísimas maneras de medir la complejidad, pese a que esta afirmación se encuentra con regularidad en los supuestos de que el lenguaje se encuentra en el genotipo.
La moraleja de este cuento no es que la cultura sea responsable de todo en el lenguaje. No, en absoluto. Unas recientes investigaciones, realizadas por los equipos dirigidos por Ted Gibson, del MIT, y Steve Piantadosi de la Universidad de Rochester, Nueva York, revelan que los factores no genéticos pueden moldear la manera en la información está estructurada, y por qué algunos órdenes de palabras son más comunes que otros. Y su trabajo sobre la ambigüedad, demuestra ser «una propiedad funcional del lenguaje lo que permite una mayor eficacia comunicativa». Lo importante es que no hay necesidad de apelar al innatismo para entender esta parte importante del significado lingüístico, ya que está motivado por factores no lingüísticos y no genéticos.
Otros trabajos, entre otros, Bill Croft, de la Universidad de Nuevo México, ha demostrado el papel del factor no genético de la «iconicidad», son formas lingüísticas moldeadas por los significados. Por ejemplo, cuanto más compleja es una idea, más compleja es la estructura de la lengua: «el diablo me hizo hacerlo» tiene más palabras que «el diablo lo hizo», porque la primera frase expresa una relación de causalidad, que es más compleja que el simple transitividad de la segunda.
Al final, la pregunta que debe preocupar a los que argumentan que hay un instinto del lenguaje, una gramática universal y cosas similares, es la siguiente: si el lenguaje está determinado por la comunicación, los valores culturales, la teoría de la información y la naturaleza del cerebro como un todo, ¿qué le queda por hacer a una gramática universal?
Hay demasiado pocos estudios sobre los efectos de la cultura en la gramática, aunque hay muchos sobre los efectos del lenguaje en el pensamiento, la cognición y la cultura. En el futuro, espero que los antropólogos lingüistas, científicos cognitivos y filósofos puedan considerar con más cuidado el instinto social de Aristóteles y el problema que plantea: la necesidad de comunicarse. El lenguaje es un conjunto de soluciones para un problema que nos impone el instinto social, cada solución está formada por una cultura local.
No es tanto un instinto del lenguaje, entonces, como un instinto social y las comunicaciones. Esto puede sonar como una pequeña diferencia de énfasis en la historia de la lengua, pero es de hecho nada menos que una historia completamente diferente.
– Referencia: NewScientist.com, 16 de marzo 2012 por Daniel Everett
– Imagen 1) Daniel Everett, perfil en Bentley University. 2) Daniel Everett con un miembro de tribu Piraha. Foto: Guardian. 3) Diagrama parentesco New Scientist .
– Autor: Daniel Everett es Decano de Artes y Ciencias en la Universidad de Bentley, Massachusetts. Su libro Language: The cultural tool «La lengua: una herramienta cultural» está publicado por Pantheon Books /Profile Books
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