Pilar Urbano desmonta en su último libro la imagen idílica de una relación perfecta entre el expresidente del Gobierno y el monarca. En 1981 ambos “rompieron”
La periodista aduce, basándose en documentos y conversaciones con decenas de protagonistas, que el rey salvó al país “in extremis de un golpe que él mismo había puesto en marcha”, según cuenta en una entrevista en ‘El Mundo’
Suárez llegó a proponer al jefe del Estado revocar su dimisión un día después de la asonada militar. Este se negó: “Políticamente estás muerto”
La Zarzuela no responde por ahora: “Hoy no habrá comentarios”
El rey y Adolfo Suárez, en su última fotografía juntos, en julio de 2008. EFE
Dice Pilar Urbano que sólo pretende informar de unos hechos que estaban “desfigurados, tergiversados, mal historiados”. Pero lo cierto es que lo que la periodista y escritora (y biógrafa de la reina Sofía) cuenta en La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el rey prefiere no recordar (Planeta, 2014) hace saltar por los aires buena parte del relato heredado del infausto golpe de Estado del 23-F y de la relación del jefe del Estado y el expresidente del Gobierno, fallecido el pasado 23 de marzo. Ni el monarca estuvo al margen de las maquinaciones que desembocaron en la asonada militar ni la confianza entre los dos hombres era tan sólida y tan idílica. Según destapa Urbano en su libro y adelanta en una entrevista publicada hoy por El Mundo, Suárez tenía “clarísimo” que “el alma de la operación Armada era el rey”. Tanto que se lo echó en cara en un durísimo enfrentamiento en el palacio de la Zarzuela, en el que el entonces presidente le planteó revocar su dimisión. Juan Carlos se negó. El rey, dice la periodista, no nos “salvó del golpe”. “El rey nos salvó in extremis de un golpe que él mismo había puesto en marcha, no queriendo que fuera un golpe, queriendo una solución fraguada en el Parlamento. Pero Suárez le advertía: ‘¡Esto es un golpe!’”.
Urbano narra en su libro, que saldrá a la venta el 3 de abril, diversos pasajes de la Transición y sus prolegómenos, pero en la entrevista con el director de Desarrollo Editorial de El Mundo, Miguel Ángel Mellado, desgrana las seis explosivas conversaciones que mantuvieron el monarca y Suárez antes y después del golpe, entre el 4 de enero y el 24 de febrero de 1981. La tensión fluye in crescendo. En la primera, en Baqueira, Juan Carlos avisa al jefe del Ejecutivo del problema militar y de que el general Alfonso Armada –su amigo, tutor, jefe y secretario general de su Casa durante años, hasta 1977– puede “solucionarlo”. Directamente, le dice que él sobra, que hace falta otro hombre en la Moncloa. El rey había había recibido justo antes al propio Armada, que le dice que ya está a punto “un golpe de timón, un golpe de Gobierno“, un Gobierno de concentración con todos los partidos, pero sin Suárez.
En su segundo encuentro, el 10 de enero, esta vez en la Moncloa, Suárez replica al monarca que Armada “no es la solución”, sino “el problema”. Pero el jefe del Estado estaba convencido de lo contrario desde hacía mucho tiempo. Concretamente, narra Urbano, desde el 5 de julio de 1980, cuando “se produjo un primer anuncio en la Zarzuela de que el rey había decidido entrar en acción”. “Armada es un enredador que vende humo, que vende conspiraciones, sediciones, sublevaciones“, le dice Suárez, que se niega a acercar al general, entonces en Lleida, a Madrid. “Ahí rompieron“. El 22 de enero, es el presidente el que va a la Zarzuela. Para entonces, ambos están “a mandoblazos, sobre todo por parte del rey”, dice Urbano. Juan Carlos está convencido de que el inquilino de la Moncloa debe irse, sin demora. “Uno de los dos sobra en este país. Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso abdicar”.
Una pistola como “razón” para la salida
La tensión entre ambos no deja de aumentar. Al día siguiente, 23 de enero, varios militares visitan al rey y este les dice que han de hablar con quien gobierna. Suárez acude y Jaime Milans del Bosch le dice que ha de dimitar cuanto antes. El presidente pide una razón y uno de los uniformados, Pedro Merry Gordon, saca una pistola. “¿Le parece bien a usted esta razón?“. El monarca insiste: la solución pasa por un cambio de Gobierno.
27 de enero. Suárez comunica a Juan Carlos que tira la toalla, que se va. Según la periodista, este no hace ni el más mínimo mohín. “Ni un abrazo, ni un gesto. Como si se sintiera liberado“. Al día siguiente, el presidente lleva a la Zarzuela su carta de dimisión y anuncia su salida. Pero esa dimisión tardará aún semanas en publicarse en el BOE.
El último encuentro de la serie se produce el 24 de febrero. “El más duro, durísimo, que Suárez tiene con el rey”. “Nos la has metido doblada –le espeta el presidente–. Alentando a Armada y a tantos otros, jaleándoles, dándoles la razón en sus críticas, diciéndoles lo que querían oír de boca del rey. Tú mismo alimentaste el dichoso malestar militar”.
“Para Suárez está clarísimo ya en ese momento que la operación Armada nace en Zarzuela y que el alma es el rey: que don Juan Carlos es el muñidor para que Armada sea el presidente de un gobierno de concentración. Incluso que el mismo rey conocía el Gobierno que el golpista tenía preparado. Un Gobierno en el que, entre otros, Felipe González iba de vicepresidente”, cuenta Urbano. El presidente le explica que tiene un estudio jurídico según el cual podría revocar su dimisión, aún no publicada en el BOE. Y le anuncia que, si sigue en la Moncloa, procederá a hacer depuraciones. El jefe del Estado replica airado: “¿Me estás amenazando, so cabrón? ¿Te atreves a hablarme de responsabilidades a mí? ¿Tú… a mí? Mira, ni tú puedes retirar ya la dimisión ni yo voy a echarme atrás en la propuesta de Leopoldo [Calvo-Sotelo]. ¿Todavía no te has enterado de que ha sido a ti a quien le han dado el golpe? A ti, a tu política, a tu falta de política, a tu pésima gestión. ¿Responsabilidades? ¡Tú eres el auténtico responsable de que hayamos llegado a esto! […]. Políticamente estás muerto. No revoques tu dimisión. No intentes volver. Tienes que saber poner punto y final a tu propia historia”.
Urbano señala, a lo largo de la entrevista, que dada la gravedad de las acusaciones, lo tiene todo “muy contrastado“, a partir de documentos y múltiples conversaciones con “decenas de personas”, a las que cita al final de su libro. Entre ellos, el propio Suárez, con el que habló en el pasado, antes de que cayera enfermo, y también con quienes fueron sus estrechos colaboradores o con el ya fallecido Sabino Fernández-Campo, secretario general de la Casa del Rey el 23-F. De todos sus interlocutores da nombres y apellidos.
El ‘Elefante Blanco’, según Fernández-Campo, es el rey
La periodista acusa al monarca de haber “puesto los patines a Armada“, de haberle dado rienda suelta, de haber alentado la operación Armada, que se detiene cuando Juan Carlos encuentra sustituto para Suárez (Calvo-Sotelo) y se inclna por un Gobierno de UCD y no un Ejecutivo de concentración. Urbano deja “fuera” del golpe al rey, aunque arroja varias preguntas que apuntan a su implicación directa: por qué sus hijos no fueron al colegio, por qué dijeron al médico de la Zarzuela que estuviera en el palacio desde por la mañana… Y subraya, porque así se lo confesó Fernández-Campo, que el Elefante Blanco que invocaba el teniente coronel Antonio Tejero al disparar en el Congreso era el propio Juan Carlos.
“Es cierto que el rey dio su venia al cambio de la dictadura a la democracia. Él tenía todos los poderes heredados de Franco, y no había Constitución que le constriñese: podía haber dicho que no. Ahora bien, en importantes momentos más que motorizar metió el freno”, sentencia Urbano. El monarca, por tanto, sólo salvo a España del 23-F “in extremis”.
Nada que ver con la historia edulcorada que había calado en el acervo colectivo. Ni siquiera con esa última imagen de amistad de los dos hombres en julio de 2008, cuando el rey entregó a un enfermo Suárez el Toisón de Oro. Ni con las palabras de “amigo leal” y “colaborador excepcional” con el que un lloroso jefe del Estado le despidió en un mensaje televisado la semana pasada. Suárez, el político desahuciado por los suyos, la oposición y el monarca, siempre fue (así lo llama Urbano) el “duque del Olvido“.
Polémica con ‘La reina muy de cerca’
infoLibre contactó con la Zarzuela para recabar su versión, para saber si la Corona confirmaba o desmentía lo narrado por la periodista en La gran desmemoria. De boca de un portavoz oficial sólo salieron estas cuatro palabras: “Hoy no habrá comentarios“. ¿Los habrá a lo largo de la semana, el día de su presentación, el jueves 3 de abril? “Hoy no habrá comentarios”, reiteraron fuentes oficiales, informa Juanma Romero.
Urbano ya levantó una enorme polémica con su libro La reina muy de cerca (Planeta, 2008), en las que revelaba confesiones de Sofía sobre el matrimonio gay, la religión o el aborto. Opiniones que los colectivos sociales calificaron de “retrógradas”, “discriminatorias” y “antidemocráticas”. La Zarzuela, en aquel momento, ya salió al paso ydescalificó la obra de la periodista, nada sospechosa de ultraizquierdismo (es miembro del Opus). Alegó que las palabras eran “inexactas“. Ahora se avecina una tormenta mayor aún. Porque de quien habla Urbano es del rey.