No se trata, por tanto, de un antisemitismo racial, sino de la denuncia contra una élite dominante que, “casualmente” coincide con una minoría étnica. La denuncia de la oligarquía no tiene por qué identificarse con el prejuicio racial. Sería manipulación informativa y distracción de las razones de fondo. Tengamos en cuenta que, como lo indica su libro sagrado: el Talmud, el judío hará de todo para mantenerse en el poder y expandirlo hasta dominar COMPLETAMENTE al no-judío.
Dado el papel ostentado en la crisis mundial de prominentes figuras del judaísmo sionista, no debe ser extraño que la población reaccione lanzando proclamas contra su grupo étnico. En todo caso no deja de ser una reacción de autodefensa por parte de los ciudadanos frente a una agresión sentida y sufrida de unas entidades supranacionales al frente de las cuales se encuentran miembros de este grupo.
A los elementos nacionales, tanto de la política como de la economía, los tenemos muy bien identificados; y parte de la gran indignación de la población y los distintos estamentos de la sociedad van dirigidos hacia ellos, lo que ocasionará que, tarde o temprano, caigan dado el acoso y derribo de que son objeto. Pero estos personajes nacionales solo son chivos expiatorios, simple carne de cañón.
Los verdaderos autores de la crisis, además protagonistas ineludibles en sus inicios, se quedan en el armario sin poder ser identificados, ya que se encuentran en un nivel supranacional; sus intereses y sus propiedades se encuentran dispersas alrededor del mundo y difícilmente se les puede identificar como de una sola nación. En todo caso se les puede relacionar con su indudable apoyo tanto geopolítico como económico al estado de Israel.
Los medios de comunicación y adoctrinamiento masivo rechazan de plano toda expresión contra el pueblo judío sin explicar lo que hay detrás de ello. Dicen simplonamente que está renaciendo el “odio” y la “xenofobia” sin ahondar en sus razones. Como siempre, levantan sus voces en defensa de este grupo humano sin esgrimir qué es lo que origina dicho rechazo por parte de la población.
Por ello considero justo reclamar y colocar en su justo punto de mira dichos ataques al pueblo judío. No cabe duda de que los grupos de presión sobre los gobiernos en el mundo actual se asemejan mucho a las influencias que en su día ejercían sobre los reyes los prestamistas del momento, en su mayoría judíos.
No olvidemos que, dada su tradicional actividad como prestamistas, el pueblo judío ha tendido a ostentar un considerable poder sobre los monarcas de turno; y ayer, igual que hoy, tenían y ejercían el poder de perdonar dichas deudas en base a ciertas contraprestaciones, como era la de recaudar directamente los impuestos del reino o la de colocar a miembros destacados de su etnia como administradores de la casa real. ¿No les suena familiar?
Entidades financieras como Goldman Sachs y Lehman Brothers han sido artífices de la actual crisis global, pero no sólo eso, son además las que están manejando los hilos de la supuesta “salida de la crisis” a través de sus ex empleados: Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, Mario Monti, frente al gobierno de Italia, en su momento Lucas Papademos. Y en el caso de España, Luis de Guindos, ex empleado de Lehman Brothers.
Y aquí es donde nos podemos decir ¡qué casualidad! Todos los que supuestamente están encargados de sacar al continente europeo de la crisis vienen de la mano de Goldman Sachs. Los que crearon la crisis se presentan ahora como la única opción viable para salir de la misma. Es lo que los ciudadanos europeos señalan cómo “colocar al zorro al cuidado de las gallinas”.
Pero aquí no quedan las coincidencias. Los dueños de Goldman Sachs y de Lehman Brothers son judíos sionistas. Y están relacionados con el Club Bildeberg, que se constituyó en 1954 en el hotel Bilderberg, de la localidad holandesa de Oosterbeckl, y que acabaría dándole su nombre a la sociedad, cuyos principales miembros, Lord Rothschild y Laurance Rockefeller, también judíos sionistas y miembros clave de las dos familias más poderosas del mundo, escogieron a los 100 primeros participantes de este club procedentes de la élite mundial.
Hoy en día es ya público que tras los manejos de la política y la economía mundial se encuentran no sólo las entidades financieras mencionadas, controladas por judíos sionistas, sino también el Club Bildeberg, a cuyas reuniones acudieron a recibir instrucciones diferentes representantes políticos y empresariales en los últimos años.
Vivimos en un sistema neo-feudalista en el cual los ricos manejan los hilos. No estamos hablando de personas que tienen unos cuantos millones de dólares. Esta gente tiene suficiente dinero como para comprar TODOS los bienes y servicios producidos durante el curso de un año en los Estados Unidos de Norteamérica, y aun les quedaría para pagar la deuda nacional ENTERA. Esta es una cantidad tan grande que es casi incomprensible.
Bajo este sistema todos nosotros, el resto, somos esclavos. Trabajamos para comprar productos en su mayoría innecesarios introducidos como “indispensables” por la maquinaria mediática, y debemos endeudarnos para pagar la alimentación y vivienda nuestra y de nuestras familias. Los gobiernos por su parte, amparados por políticos corruptos, piden prestamos a entidades financieras transnacionales con vista a supuestas “mejoras para la población” y terminan con deudas que terminan enriqueciendo a los más ricos.
Sin embargo, la especulación y el fraude son desde siempre el arma principal de judío. Se sabe que el criptojudío William Avery “Bill” Rockefeller, padre del fundador de la multimillonaria casa Rockefeller en los Estados Unidos, era un estafador profesional. Tras años de robar en peso las piezas de oro que les eran encargadas, los artesanos del oro, casi todos judíos, se hicieron con siniestra paciencia de una fortuna tal que fueron capaces de prestar monedas de oro a príncipes y nobles venidos a menos.
Hoy su principal herramienta es la especulación. Infiltrándose entre los miembros de los gobiernos mediante clubes sociales y logias secretas, obtienen los contactos necesarios para financiar las campañas y las vidas de los políticos que una vez en el poder pedirán prestamos a entidades internacionales. Las cuales podrán vender y comprar estas deudas como si de dinero real se tratase, suponiendo que el dinero inexistente algún día será pagado.
Pero el peor escándalo es el de la usura, es decir que prestándole a un gobierno una cantidad determinada de dinero, las corporaciones financieras no esperan recibir lo que prestaron, sino que deben cobrar un porcentaje MAYOR al prestado, justificando estos intereses como el cobro de un “servicio”, costo que, extrañamente, aumenta con el paso del tiempo. Lo mismo nos sucede a menor escala cada vez que nos endeudamos con un banco, el cual además de cobrarnos los debidos intereses, tiene también armas bastante eficaces para recuperar lo prestado, por ejemplo, las hipotecas.
Los ultra-millonarios judíos no se quedan sentados sobre sus millones. Los usan sin escrúpulos para dominar los asuntos internos de las naciones y las vidas privadas de las personas. Ellos poseen prácticamente todos los grandes bancos y grandes corporaciones del planeta. Usan desde asociaciones secretas hasta grupos de asesores (think tanks) y organizaciones caritativas, indicándonos que comer, que productos usar y como vestir, que música escuchar, que películas ver, con que noticias informarnos, y principalmente cómo debemos pensar.
La influencia judaica controla la forma en que vemos el mundo mediante la prensa y su preponderancia sobre nuestros sistemas educativos. Financian las campañas de casi todos nuestros políticos y ejercen una gran influencia en organismos internacionales como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio. De hecho, el terreno para el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York fue donado por John D. Rockefeller.
De acuerdo a un artículo publicado por el New Scientist, un estudio sobre más de 40.000 corporaciones internacionales, conducido por el “Swiss Federal Institute of Technology” en Zúrich, descubrió que un pequeño grupo de grandes bancos y corporaciones domina todo el sistema económico global. El estudio revelo que este desproporcionado poder sobre la Economía global lo ostentan 147 entidades estrechamente interconectadas. Es decir que menos del uno por ciento controla el 40 por ciento de toda la red.
Figura, en primer puesto, el Barclays Bank, seguido entre las 20 principales entidades financieras por JPMorgan Chase & Co, y The Goldman Sachs Group. El Barclays, es una entidad financiera británica que opera globalmente y cuyo director ejecutivo, máxima autoridad de dicha empresa, es Marcus Agius, casado con Katherine, hija de Edmund de Rothschild, de la familia Rothschild de Inglaterra, y cercanamente involucrado con las propiedades de los Rothschild, los Exbury Gardens en Hampshire.
La élite judía también domina el sistema educativo. Durante años en los estados unidos la Fundación Rockefeller y otras organizaciones elitistas han donado masivas cantidades de dinero a la Ivy League, un conglomerado de universidades norteamericanas dirigidas por judíos adeptos al marxismo cultural, la teoría crítica y la escuela de Frankfurt. Hoy las universidades de la Ivy League son consideradas como el estándar para medir la educación superior en los Estados Unidos.
También ejercen influencia en varias sociedades secretas como la Skull and Bones y la Masonería, y mediante los más poderosos think tanks y clubes sociales como el Council on Foreign Relations, la Comisión Trilateral, el Grupo Bilderberg, el Bohemian Grove, el Chatham House, entre otros. Así como instituciones “caritativas” y ONGs como la Fundación Rockefeller, la Ford Foundation, Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), entre otros.
Solo seis corporaciones monolíticas, Time Warner, Walt Disney, Viacom, News Corporation, CBS Corporation y NBC Universal; controladas y dirigidas por judíos o criptojudíos, controlan lo que vemos, oímos y leemos todos los días. Poseen redes televisivas, canales de cable, estudios de cine, periódicos, casas editoriales, compañías discográficas, y la mayoría de nuestros sitios favoritos en internet (yahoo, facebook, etc.)
Un buen ejemplo sobre este control mediático son los premios Nobel otorgados anualmente a quienes apoyen el esquema del momento para el control judaico. La excelencia de los judíos en ciencias es algo nuevo. Cuando el judío Joseph Jacobs se propuso en 1886 comparar los talentos de los judíos con aquellos de otros occidentales, encontró que su desempeño era mediocre en todas las ciencias, excepto medicina.
En las primeras décadas del siglo XX, el psicólogo de Princeton Carl Brigham evaluó la inteligencia de los judíos en Estados Unidos y concluyó que “tenían una inteligencia promedio”. La excelencia judía en la ciencia es algo que surgió hace unas décadas, especialmente, después de la Segunda Guerra Mundial; es un fenómeno demasiado reciente para encontrarle una causa natural. Los premios Nobel son una etiqueta que refleja la situación del momento. Son una foto de días pasados que se está poniendo marrón.
Por esta razón si algunos medios señalan que “el antisemitismo es un cáncer” habría también que explicar el por qué de ese cáncer; en resumen, sería conveniente y necesario, para ser justos, identificar el origen y las causas de dicho cáncer. Lo que no se puede entender es que un ataque al estilo y al sistema de vida de un grupo de seres humanos se quede sin respuesta. Y sin duda el antisemitismo es la respuesta de un grupo humano ante un ejercicio desmedido de poder de otro grupo humano.
Se puede afirmar que si el pueblo judío hubiese tenido un territorio en la Alta Edad Media hubiese sido objeto de invasiones por parte del enemigo, y si durante la II Guerra Mundial hubiese sido una nación sus enemigos no hubiesen dudado en bombardearla. Está bien que el pueblo judío se sienta “el pueblo elegido de dios”, pero el resto de la humanidad tiene derecho a no sentirse menos y, en todo caso, tiene derecho a enfrentar a ese mismo dios si ello es necesario para la defensa de su sistema de vida. No olvidemos que luchar por la supervivencia forma parte de la naturaleza humana.