Chamanes, monjes, gnósticos y místicos vertebran el sendero hacia la iluminación
Existen cuatro vías para regresar a los orígenes de la espiritualidad humana: la vía chamánica, la vía gnóstica, la vía monacal y la vía mística. Las cuatro tienen una parecida visión cosmológica y viven en este mundo sin estar en él. También ofrecen un camino ascendente para llegar a ese mundo inefable, cargado de mensajes y símbolos que sólo perciben quienes desean ardientemente salvarse o iluminarse. Es la tesis del nuevo libro “Nostalgia de los orígenes”, de Joan Prat. Por Juan A. Martínez de la Fe.
Foto: Umihir
Es en el Génesis donde se encuentra el origen de un libro ciertamente interesante. Porque es este texto bíblico donde halla sus raíces la tesis que plantea Joan Prat en su obra La nostalgia de los orígenes. Chamanes, gnósticos, monjes y místicos (Editorial Kairós, Barcelona, 2017). El tema del acontecimiento en el paraíso terrenal concretamente es la base de este estudio.
Como si de una obra de teatro se tratara, el autor divide el drama en tres actos: 1) La vida idílica de Adán y Eva en el jardín del Edén; 2) la prohibición divina de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, la tentación y la caída; 3) el castigo por la desobediencia y sus funestas consecuencias. Así, el mito se configura en tres momentos: la plenitud, la catástrofe y la esperanza de un posible retorno a la situación inicial. Y del castigo se desprenden tres consecuencias: la separación violenta de la criatura de su creador, el brusco final de la vida paradisíaca y el fin de la inmortalidad.
Llegados a este punto, surge la pregunta: ¿es este cambio radical y nefasto, también definitivo? Y, aunque Prat no encuentra motivo para la esperanza, la realidad es que tanto judíos, como musulmanes y cristianos se apuntan a ella. Pero lo más curioso es que se trata de una estructura arquetípica que se puede encontrar en civilizaciones y culturas muy diversas.
Joan Prat desarrolla la hipótesis de que existen cuatro vías para regresar a los orígenes: la vía chamánica, la vía gnóstica, la vía monacal y la vía mística. El chamán busca su objetivo a través de la unificación de los diversos mundos, el mineral, el vegetal, el animal, el humano y el de los espíritus; el gnóstico también busca la unión, pero a través del conocimiento, no un conocimiento cualquiera, sino una gnosis profunda, esotérica y reservada a unos pocos escogidos; el monje persigue una meta similar, a la que accede gracias a la renuncia al mundo convencional y a la ascesis: renuncia al mando, al poder político, la riqueza y el poder de seducción, mediante sus tres votos de pobreza, castidad y obediencia; finalmente, el místico, en un paso ulterior, pretende la fusión con la divinidad, con Dios, con el Uno.
Curiosamente, estas cuatro vías se dan en civilizaciones y culturas diferentes, persiguiendo todas una finalidad común: la búsqueda del retorno a aquella plenitud inicial. Y de esto trata el libro, de una manera teórica y práctica. A cada una de estas vías dedica Prat un epígrafe que repite siempre la misma estructura: una introducción de carácter general, la situación actual de la temática tratada, la experiencias participantes en cada uno de estos ámbitos y una recapitulación. Eso sí, enfatizando siempre cómo cada uno de los practicantes de estas cuatro vías caminan hacia el mismo fin.
Chamanismo
Primera vía, la vía chamánica. ¿Qué es el chamanismo? “Un conjunto de creencias que giran en torno a este personaje central -el chamán- que algunos han designado como ‘el que sabe’, ‘el que ve’, ‘el que se excita’ y al cual se le atribuye el poder de comunicarse con los espíritus”.
El chamán accede a su estatus bien por vocación como por elección; pasa por un proceso iniciático que suele acompañarse de signos externos que devienen en las llamadas enfermedades chamánicas con síntomas claros de neurosis profunda, brotes psicóticos, histeria o epilepsia. Con enorme acierto, el autor nos ofrece un excelente retrato robot de lo que es un chamán, para luego analizar en profundidad los distintos modelos existentes de chamanismo, según la zona en la que se presentan: el modelo amazónico, que hace uso de sustancias alucinógenas, narcóticas y modificadoras del estado de consciencia; el modelo andino (quechua y aymara), con veneración por los cerros y el uso de la coca como medio de comunicación con los espíritus; el modelo mexicano (mazateco y huichol), en el que nos presenta a chamanas y chamanes concretos con su biografía personal; el chamanismo del camino rojo lakota, siux, con detalle sobre determinados chamanes; el modelo africano y, finalmente, el modelo siberiano. Como se puede apreciar, un amplio abanico de posibilidades, dependiendo de la zona geográfica donde se produce el fenómeno.
El chamanismo, por otro lado, no es algo que haya desaparecido; es algo vivo y, por tanto, sujeto a evolución, lo que da lugar a los neochamanismos, de los que nos ofrece el autor unas generalidades y una tipología.
Acota, lógicamente, qué entiende por neochamanismo: “aquellas prácticas chamánicas (o pretendidamente chamánicas) que son realizadas fuera o lejos de su contexto cultural tradicional y que, por consiguiente, difícilmente pueden cumplir las funciones sociales y colectivas que en sus sistemas naturales son asignadas al chamán. Lo que no significa que no puedan satisfacer otras funciones distintas”.
Inicialmente, en nuestra cultura existía una actitud de indiferencia cuando no de menosprecio hacia el chamanismo; una actitud que ha ido cambiando en el transcurso de las últimas décadas hasta convertirse en un fenómeno de moda. ¿A qué se debe este cambio de actitud? Varias razones: una valoración más positiva por parte de una serie de movimientos juveniles y contraculturales como beatniks, hippies o new age; y, también, una valoración más abierta por parte de la literatura especializada, fundamentalmente antropológica, aunque no exclusivamente.
Joan Prat recurre a autores especializados en la materia y nos presenta las que para él son las tres vías que conducen al neochamanismo. La primera vía es la que recorren antropólogos, psquiatras, psicólogos, médicos, etc. que se han interesado por el chamanismo y acaban convirtiéndose ellos mismos en chamanes, abandonando o no su profesión. La segunda vía es la de los chamanes o chamanas nativos que, ejerciendo su profesión para los miembros de su sociedad, amplían su público de referencia, empezando a trabajar para otro tipo de concurrencia, normalmente occidental; son variados los motivos que les inducen a esta apertura, entre ellos el económico. Finalmente, la tarcera vía es la de los terapeutas alternativos, que se mueven generalmente dentro del new age, y que se vuelven hacia el neochamanismo como una nueva modalidad terapéutica; en ocasiones, se desplazan a las localidades de tradición chamánica para formarse o invitan a expertos nativos que les proporcionen la formación que necesitan. A estas tres vías y sus representantes dedica el autor varias páginas, incluyendo datos biográficos y anecdóticos de ellos deteniéndose en la manera en que suelen acceder a los estados de consciencia expandida, especialmente a través de los alucinógenos.
De especial interés resulta la narración de las propias experiencias del autor en sesiones y contactos con el chamanismo. Siempre desde un gran respeto, no deja de señalar aquellos aspectos que le originan dudas sobre los métodos y los objetivos perseguidos o alcanzados.
La recapitulación que hace Prat como cierre del capítulo chamánico resume lo expuesto con sus reflexiones personales. De entrada, nos dice: “la concepción chamánica de la realidad es siempre muy similar, y se materializa en la imagen de un cosmos caracterizado por su integración y su holismo. Las diversas esferas con las que el pensamiento occidental aborda la visión del mundo y lo clasifica -mundo mineral, vegetal, animal, haumano y sobrehumano- distinguiendo cada uno de los demás en forma de comportamientos [sic], se difuminan en la concepción chamánica y las fronteras se diluyen favoreciendo la interpenetración de los estamentos o niveles mencionados”.
En la concepción animista del chamanismo todo tiene alma o ánima y posee vida; todo, absolutamente todo, goza del mismo principio de la vida y está empapado por la energía cósmica que fluye a raudales por todas partes. Es más: no solo todo está vivo nutriéndose de la misma energía, sino que cuanto nos rodea envía sus mensajes que pueden ser leídos e interpretados por quienes conocen los códigos pertinentes. El protagonista es pues el chamán, que es quien puede transitar de la concepción convencional de un cosmos fragmentado a otra realidad unitaria y caracterizada por su completitud. El estado ideal para ellos es el trance o el éxtasis, cuando todas las fuerzas y poderes entran en acción; y alcanzan ese estado a través de diferentes medios: el baile extático, los ejercicios ascéticos prolongados, al respiración holotrópica, la ingesta de sustancias alucinógenas, etc. Y concluye: “tanto el chamanismo como el neochamanismo constituyen variantes del ‘retorno al paraíso’ o la ‘nostalgia de los orígenes’” que es el planteamiento de esta obra.
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