Es un restaurante de comida rápida. En una mesa, dos chicos, cuya edad no alcanza los 20 años, conversan animadamente. “Ayer, saliendo del Metro, justo delante de mí había un chica increíblemente guapa”, dice uno de los dos. “Ya en la calle”, prosigue, “cuando caminaba detrás de ella, me dio por pensar que podría parecer que la estaba siguiendo. Así que crucé la calle para cambiar de lado. Te parecerá una bobada, pero me agobié. Me produjo angustia caminar detrás de ella”. Su amigo no se lo tomó a broma: “No es ninguna bobada. Nos están volviendo paranoicos a todos”, sentenció.
Es sólo una anécdota. Pero lo cierto es que proliferan los mensajes feministas que inciden en que todos los hombres son violadores potenciales. El más reciente con el que me he topado utiliza el mediático caso de “la manada” para afirmar lo siguiente: “No son solo cinco violadores los que andan sueltos. Estamos rodeadas de ellos. Están en casa, en las aulas, sentados en el autobús, en las cenas de empresa, recitando poemas sobre una tarima. Están en todos los putos sitios”. Así es comprensible que los jóvenes desarrollen un miedo cerval a parecer sospechosos.
Con anterioridad ya había escuchado a universitarios lamentarse de que el campus de su universidad estaba siendo tomado por grupos feministas. Estos grupos impartían talleres y se instalaban en cualquier parte, a su antojo, estableciendo sus perímetros de manera arbitraria, como si el campus fuera suyo. Pegaban carteles informativos en árboles, farolas, paredes: por todas partes. Y al pie de estos carteles advertían de que el acceso a sus talleres estaba prohibido a los chicos. La excusa: eran “espacios seguros”.
Cuando los universitarios cuentan cómo les afecta este feminismo, lo hacen sin mostrar indignación. En sus palabras sólo hay resignación. Lo mejor es no significarse, dicen, porque de lo contrario tendrás problemas. Y no sólo con las feministas; también con los profesores. De hecho, cada vez más cursos de verano, que son impartidos por estos mismos profesores, tienen como objeto “formar en perspectiva de género”.
Seguir leyendo La grotesca segregación de los sexos →