El anterior artículo constituía el pórtico para el ingreso en las causas del advenimiento de lo que hemos dado en llamar posthumanidad. Y ese advenimiento parece inevitable ya que el estado general por el que atraviesa hoy la humanidad y su casa, esto es la Tierra, es de agotamiento. Con esto no quiero decir que vaya a desaparecer el género Homo, en absoluto, pero tal vez si lo haga nuestra humanidad tal y como hoy la conocemos.
Lo que quiero decir es que tras la puntuación (1) previsible por los signos evidentes que hoy aparecen en nuestra maltratada Gaia y por el desmesurado poder de los humanos codiciosos, el Homo Sapiens y otras muchas especies serán diferentes o incluso no serán. En el caso humano, la supervivencia de los más aptos, estará relacionada con la previsión para adaptarse a nuevos entornos y con la valentía de recurrir al auxilio de nuevas realidades tecnocientíficas, muchas ya existentes hoy, para sobrevivir de otro modo más evolucionado.
Posiblemente, ello dé lugar a una nueva revolución cognitiva y, consecuentemente, a una nueva especie del género Homo, capaz de sobrevivir en un contexto diferente y desarrollar capacidades hasta ahora desconocidas. Ese hombre nuevo podría estar dotado de unos mecanismos biológicos de comprensión más rigurosos que no precisen ya de la composición de ficciones antiguas, porque esa fase se haya visto superada al ser conquistado el mundo y el género Homo por la tecnociencia.
Que nadie piense que estoy profetizando el inmediato advenimiento del Apocalipsis. Pero sí vislumbro la conclusión de una etapa, de un tiempo que tuvo su inicio en las ficciones desarrolladas por el Homo Sapiens hace muchos miles de años. Pero si es pertinente hablar de escatología o mejor esjatología (2), o tratado de las postrimerías porque, a mi parecer, estamos al final de algo que afecta al Homo Sapiens y a Gaia.
No sería razonable comenzar a hablar del Homo Posthumano sin enumerar y analizar algunas de las causas por las que los Homo Sapiens actuales están poniendo en peligro la estabilidad de la Tierra y, consecuentemente, su propia supervivencia.
Por eso, antes de considerar la emergencia de una nueva humanidad y sus perfiles, es preciso que explique mis razones de por qué concluyo la inevitabilidad del fin de la existente, al menos como la hemos conocido. Vaya por delante que en modo alguno desearía yo que esto sucediese. Antes bien, agradecería que aquellos congéneres que dirigen los destinos de la Tierra despertasen de su codicia, egoísmo, ceguera e idiocia e invirtiesen el rumbo de sus acciones. Pero soy pesimista y creo tener razones para serlo.
Homo depredador
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