Existe un entendimiento que atraviesa las diversas tradiciones místicas: que la auténtica sabiduría es distinta del conocimiento. Es decir, no se trata de conocer cosas -siempre más-, cosas distintas y separadas de nosotros, ni tampoco de crear algo nuevo, de producir algo que no éramos. Se trata de des-cubrir lo que ya es, lo que siempre ha sido, lo que en el zen llaman el «rostro original», la esencia universal que se ve limitada o bloquedada por lo temporal y particular. En un famoso poema, W. B. Yeats exclama: «estoy buscando el rostro que tenía antes de que fuera hecho el mundo». Sin embargo, como nos dice el budismo, este buscar es probablemente la principal razón por la cual uno no encuentra. Y es que nos enfrascamos en una paradoja; como dice San Francisco, lo que buscamos es aquello con lo que buscamos.
En su libro The Rhythm of Being, Raimon Pannikar, el gran erudito de las tradiciones religiosas de Occidente y Oriente, cita esta historia sufí:
«¿Qué hace a alguien sabio?», preguntó el discípulo.
«La sabiduría», dijo el maestro.
«¿Qué es la sabiduría», interpeló el discípulo.
«Es simplemente la habilidad de reconocer», dijo el maestro.
«¿Reconocer qué?», preguntó el discípulo.
«La sabiduría espiritual», respondió el maestro, «es el poder de reconocer la mariposa en la oruga, el águila en el huevo, el santo en el pecado».
La sabiduría es, como también creía Platón, reconocimiento, es decir, volver a conocer, recobrar algo que ya existía en nosotros, apreciar o apercibirse de algo que existe como nuestra más pura esencia, la cual, al reconocerse, se libera y encuentra espacio para manifestarse sin velos. Ver la flor o el fruto del ser -la posibilidad más alta de la expresión del ser- es mirar con inocencia, tener fe. Reconocer el potencial, lo cual es ya el principio del florecimiento. Ver el destino final es también ver el principio, pues vemos la flor y creemos en su florescencia porque conocemos el poder de la semilla y de la fuerza del Sol. La sabiduría, como muestra Aristóteles, siempre es un conocimiento de los orígenes, de las causas, de las esencias, del ser (una proté philosophia), y no de los accidentes.
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