La desaceleración de la circulación del agua en el Atlántico no es causada por el calentamiento de la superficie del océano, sino que es parte de un ciclo regular que afectará a las temperaturas en las próximas décadas, según un nuevo estudio de la Universidad de Washington y la Universidad Oceánica de China publicado en la revista Nature este miércoles.
«Los científicos esperaban que la circulación del agua en el Atlántico disminuyera su velocidad en el largo plazo como consecuencia del calentamiento de la superficie, pero la realidad es que solo disponemos de mediciones directas desde abril de 2004. Y la disminución medida desde entonces es 10 veces mayor de lo esperado», declaró Ka-Kit Tung, uno de los autores del estudio y profesor de matemática aplicada en la Universidad de Washington.
«Muchos se han centrado en el hecho de que está disminuyendo muy rápidamente, y que si esta tendencia continúa superará un punto de inflexión y provocará una catástrofe, como una edad de hielo. Resulta que nada de eso sucederá en el futuro cercano. El fenómeno puede, en cambio, ser parte de un ciclo natural y hay indicios de que el declive ya está terminando», añadió.
Un ciclo gigante
Sin embargo, los resultados tienen implicaciones en el calentamiento de la superficie. La velocidad de la corriente determina cuánto calor de la superficie es transferido al océano profundo, y una circulación más rápida enviaría más calor a las profundidades del Atlántico, según el estudio.
Los científicos informan que, si la corriente se ralentiza, almacenará menos calor y es probable que la temperatura del aire en la Tierra aumente más rápidamente de lo que lo ha venido haciendo de media desde el año 2000.
La circulación meridional de retorno del Atlántico (AMOC) tiene un gran impacto sobre el clima, pues redistribuye el calor e incide sobre el ciclo del carbono. Por ello, los cambios en su ciclo tienen efectos sobre la cantidad de calor que deja nuestra atmósfera. El nuevo estudio usa los datos recogidos a través de flotadores Argo, embarcaciones medidoras de la temperatura, registros de las mareas, imágenes satélite de la superficie marítima y los datos del propio AMOC; y los investigadores consideran que todo ello sugiere que su fuerza fluctúa como parte de un ciclo de autorrefuerzo de, aproximadamente, unos 60 o 70 años de duración.