En una biblioteca histórica en la ciudad de Tréveris (Trier), en Alemania, hay un manuscrito que probablemente fue hecho entre los años 800 y 825, que contiene una versión del libro bíblico del Apocalipsis completamente ilustrado.
Un grabado muestra la lucha del arcángel Miguel contra los ángeles rebeldes. En ese grabado hay dos grupos de ángeles: los rebeldes y los que permanecieron fieles a Dios.
«Lo interesante es que no hay ninguna distinción entre ambos grupos, solo la posición de cada uno en el cuadro», dice Edin Sued Abumanssur, profesor del departamento de teología y ciencias de la religión de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo.
«Esa es quizás la representación más antigua de los demonios de la que se tiene noticia», señala.
«El diablo es representado como un enorme dragón, pero sus compañeros rebeldes y decaídos son iguales a los ángeles que los derribaron: tienen alas, vestiduras largas, cabellos rizados, lo único que les falta es la aureola», describe la periodista y escritora italiana Paola Giovetti en su libro «L’Angelo Caduto» (El ángel caído).
Según Abumanssur, a lo largo de la historia, se observa una correlación entre diversos momentos políticos y sociales y las representaciones del diablo.
«En el campo de las artes pictóricas, escultóricas o literarias, el intento de trazar un desarrollo cronológico de la imagen del diablo difícilmente rendirá buenos frutos, hay contradicciones y permanencias en diferentes formas de representarlo, que se superponen sin ningún criterio claro y aprehensible» , afirma el profesor.
Hasta el siglo XI casi siempre fue retratado con apariencia humana, apunta. En Occidente, a partir del año 1000, el diablo comienza a ser representado con apariencia grotesca y monstruosa, entre humano y animal.
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