El valor o la valentía no implican ausencia de miedo, sino más bien al contrario, puesto que el valor es la capacidad para hacer lo que tienes que hacer a pesar de tener miedo.
Durante el atentado del 11 de septiembre en el World Trade Center, una joven médica se acercó a las ruinas del edificio para ayudar a los heridos. Antes de llegar, sintió tanto miedo que fue incapaz de continuar y dio media vuelta. Pero, más adelante, se detuvo, escribió su número de la seguridad social en su brazo con lápiz de labios, como un modo de evitar lo que más temía (una muerte anónima) y volvió al edificio a ofrecer su ayuda.
Conquistar nuestros miedos es el mayor acto de valor. Sin embargo, el valor no requiere actos heroicos, pues nuestras vidas están repletas de momentos en los optamos por actuar con valor, o retrocedemos con cobardía. Y seguramente todos hemos hecho ambas cosas en más de una ocasión.
El valor nos ayuda a sentirnos realizados y orgullosos de nosotros mismos, como cuando somos capaces de combatir la injusticia a pesar de tener un enfadado oponente enseñando los dientes, o cuando resistimos la presión de los demás para hacer algo que no deseamos hacer, o cuando viajamos en avión a pesar del miedo a volar, o cuando denunciamos el fraude, acoso, maltrato o injustica en nuestro lugar de trabajo a pesar del miedo a perder nuestro puesto, o ser rechazados o amenazados, o cuando llamamos a alguien por teléfono para pedirle una cita aunque nos tiemble la voz.
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